Los viernes en la oficina pasaban más lentos de lo que deberían, seguramente porque se tomaban las cosas con más calma, y los jefes no solían hacer acto de presencia, por lo que el ambiente era más distendido, pero sin desatender sus quehaceres. Jose le había vuelto a recordar el maldito informe, "el lunes a primera hora lo tendrás en tu mesa pesado", le había contestado Mimi cansada por la insistencia.
Desde que empezó el máster había cogido la costumbre de ir a la biblioteca del campus los viernes por la tarde aprovechando que no tenía ni clase, ni trabajo. Se dedicaba a estudiar, quién se lo iba a decir, que después de acabada la carrera iba a rendir más en la biblioteca que estudiando en casa. Así, además, aprovechaba, y cuando salía de allí quedaba con Aitana y Thalia, sus compañeras de piso, para tomar unas cervezas.
Cuando Mimi volvió de China no tuvo más remedio que volver a casa de sus padres, después de una estancia de más de dos años, no tenía otra casa que la de sus progenitores, a pesar de haberse independizado siendo bien joven. Tampoco tenía sentido ir a otro sitio, más teniendo en cuenta que en cuestión de 3 meses volvía a recorrer medio mundo marchándose a Los Ángeles. A pesar de ello, los 3 meses volviendo a vivir bajo el mismo techo de sus padres se convirtió en un suplicio, y le hizo jurar a Ricky que cuando volviera la acogería en su casa y le ayudaría a buscar piso, lo que fuera antes de volver a casa de sus padres. Ella ya había adquirido sus propias manías y sus propias costumbres, y eso chocaba fuertemente con la disciplina de sus padres.
- Ricky, por favor, que cuando llegan las 12 de la noche me mandan a la cama. ¿En qué momento? - se quejaba con bastante dramatismo y Ricky se reía. - que tengo que recoger mi habitación.. No sé en qué momento he pasado a estar viviendo en China con 22 años, siendo una mujer autosuficiente e independiente, a volver a tener 2 años y que a mi madre solo le falte prepararme el baño por las noches.
- Ya te lo dije en su momento, y te lo vuelvo a repetir mi casa está disponible para cuando necesites.
- Dirás tu sofá. - soplaba con fuerza. - En realidad ahora hasta me parece buena opción. Pero total, pensé infeliz de mí que para 3 meses mejor en casa de los papas, porque después de tanto tiempo separados de ellos...
Y bueno, faltando un mes para que acabara el curso de baile al que se había inscrito en los LA, le escribió un email a Ricky para le buscara un hueco en su casa y si de paso se enteraba de algún piso, pues mucho mejor. Así, en una de esas búsquedas desesperadas, dio con Alfred, que tenía una amiga que se acaba de mudar a la ciudad para estudiar interpretación y estaba buscando gente con la que compartir casa, a poder ser y preferentemente chica. A Mimi cualquier cosa le pareció mejor idea antes que volver a meterse en casa de sus padres.
No era la casa de sus sueños, pero estaba bien comunicada con una parada de metro a 5 minutos andando y a 10 minutos de dos avenidas principales para coger el autobús si así lo prefería. A pie también se podía encajar en 20 minutos en unos grandes almacenes y un centro comercial, y si se veía con ganas, a unas malas en algo más de tres cuartos de hora se plantaba en pleno centro de la ciudad. No podía pedir más. Bueno, por pedir, se pidió la habitación que tenía baño para no tener que compartir con el resto de habitaciones.
Con Thalía llevaba viviendo los 3 años que llevaba asentada en la ciudad. Un récord para la propia Mimi que siempre tuvo en su pensamiento que aquella casa sería otro sitio de paso más que añadir a su lista de destinos. Sin embargo las cosas cambiaron y de repente se convirtió en una persona sedentaria más, hasta el punto de olvidarse de su anterior vida, tanto, que cuando la recordaba no reconocía que fuera su propia vida.
Thalía ahora cumplía los 21 años, y quería dedicarse a los musicales, por ello se vino de su pueblo de Extremadura para poder cumplir su sueño. La verdad que el cambio era fuerte, pero se adoptó fácilmente a la ciudad. Vivir con ella también era fácil, a excepción de cuando tenía alguna audición o examen, que calentaba la voz imitando los sonidos de las sirenas de ambulancias, y de los coches patrullas. Aún a día de hoy ninguna de las dos se puede explicar cómo los vecinos jamás se habían quejado. Era risueña pero constante y responsable en sus obligaciones, le gustaba salir pero jamás más de la cuenta, tenía un mundo interior fascinante, pero de difícil acceso, que a Mimi le costó más de un año descubrir.
Aitana había sido la última incorporación al equipo. Al principio de toda esta experiencia vivieron con un chico, Fran, pero dejó mucho que desear. A Mimi jamás le importó convivir con chicos, en China se acostumbró a vivir con más de 10 personas en un piso, por lo que de entrada no era inconveniente, y a la vista de que no encontraban a la candidata perfecta para ocupar la ultima habitación libre, le hizo recapacitar a Thalía apostando por aquel chaval, que de inicio, parecía serio y formal. Maldita la hora que Thalía cedió ante la persuasión de Mimi.
Aclaremos de inicio que el chaval no era mala persona, pero en cuanto a higiene y limpieza dejó mucho que desear, y sino que se lo expliquen a ellas, cuando tenían que hacerse cargo de la suciedad del chico.
- Fran, esta semana te tocaba limpiar a ti las zonas comunes. - le recordaba Mimi que por edad actuaba un poco de madre.
- Sí, lo sé, pero he estado liado esta semana. Te prometo que mañana lo hago, y que Thalía esta semana se salte el turno porque me encargo yo.
Pero nunca se encargaba y al final Thalía o Mimi acababan por hacerlo.
- Fran, por favor, cada vez que utilices una sartén métela en agua y límpiala bien, a fondo, porque luego es más difícil quitar la suciedad y no nos van a servir para cocinar. - le aconsejaba nuevamente Mimi.
- Toda la razón. Si esa ya no vale esta tarde bajaré a comprar una nueva.
Pero esa sartén nunca llegaba. Así que optaron por comprar nuevas sartenes entre Thalía y Mimi, que dejaron a buen reguardo, y le dejaron las sartenes sucias y quemadas a Fran sin querer conocer nunca qué era lo que se cocinaría en ellas.
- Fran, ya sabes que no me importa que traigas gente, pero después el salón déjalo como lo encontraste, que esta mañana Thalía ha tenido que tirar las latas de cerveza y arreglar el salón porque las sillas estaban todas descolocadas.
- Es verdad. Es que quedamos a las 11 y al final se nos hizo tarde y ya no me dio tiempo. Le debo una a Thalía.
Fascinada le tenía a Mimi porque a cada reclamo, Fran tenía una excusa o algo que decir al respecto que le eximía de toda culpa. Al final algo se tuvo que oler y decidió no renovar el contrato, pero de haber querido, la rubia tenía claro que no hubiese sido posible.
Las consecuencias de Fran se prolongaron más de la cuenta cuando al entrar a la habitación que había dejado libre, la había dejado también vacía. Se había llevado el colchón, inexplicable. Pero la cara de ambas fue un poema cuando al entrar solamente encontraron el somier y se miraban sin entender bien:
- En qué momento... - se giraba continuamente Thalía hacia Mimi y hacia donde se suponía que debía estar el colchón. - ¿En qué momento se ha llevado un colchon y no lo hemos visto?
Mimi acabó estallando de la risa. Cómo podía ser tan personaje aquel Fran. Las cortinas habían cogido un color amarillento y olor a tabaco que echaba para atrás, pues una de las reglas era que en las zonas comunes no se podía fumar, pero parece ser que en su habitación también había impuesto la norma de fumar con todo cerrado. Y por último, había decidido que la pared en la que daba el escritorio era sosa y se encargó de pintar sobre ella con colores azul turquesa y magenta, algo, que ninguna de las dos podría explicar qué era, pero ahí estaba.
Ante tanto despropósito les tocó llamar al casero para que solucionara tal desastre si su fin era volver a alquilar aquella habitación. Ni decir tiene que al casero poca gracia le hizo lo que vio y el dinero que tuvo que soltar para que aquella habitación volviera a ser lo que fue. Incluso contrató un servicio de limpieza. Mimi ya se podía olvidar de pedirle en los próximos seis meses el cambio de lavadora que tanto deseaba.
Y en aquellas llegó Aitana. Super adorable con su flequillo prácticamente a la altura de los ojos, y que nada más verla a Mimi le desarrolló un instinto de protección que hizo que la acogiera sin condiciones. Quería estudiar diseño gráfico y le concedieron una beca en una de las escuelas más prestigiosas del país, una oportunidad que no quería desaprovechar. Pero eso sí, la estancia en la ciudad debía correr por su cuenta.
De repente la convivencia en esa casa se hizo tranquila y serena. Ya no había sartenes sucias, ni quemadas, ni pelusas que parecían aquellas ruedas del lejano oeste. Congeniaron a la perfección, y Aitana a pesar de tener 18 años recién cumplidos, tenía cierta madurez entremezclada con un poco de niñería.
Ella empezó a implantar la costumbre de comer y cenar juntas siempre que sus horarios lo permitieran, y a adoptar con ello un cierto toque de familiaridad entre ellas. La que antes llegara se encargaba de cocinar, a no ser que antes alguna de ellas ya se hubiera ofrecido para ello. La verdad que por horarios Mimi era la que menos cocinaba, por suerte de todas.
Se avisaban si se retrasaban o si la noche la pasaban fuera de casa para que no se preocupara el resto. Las tardes de domingo intentaban no hacer más planes que sofá y manta entre ellas y se hacían partícipes de las cosas buenas que les pasaba, pero también cuando habían tenido un día de mierda y darse ánimos. Incluso compartían nervios con los exámenes de cada una.
Una de las cosas favoritas de Mimi era cuando alguna de ellas se ponía música, cuando estaban limpiando la casa, o cualquier otra cosa, y acababan las tres con la música a todo volumen bailando, saltando y riendo desatadas por encima de los sofás o de las camas.
- Chicas menudo temazo - chillaba Aitana avisando de lo que se venía desde su habitación y subía el volumen a más no poder. Chips thrills, de Sia.
Thalía corría ya hacia la habitación de la más pequeña, cantando "'Til I hit the dance floor
Hit the dance floor" y rápidamente se unía con Aitana encima de la cama saltando sobre ella, mientras se desgallitaban cantándola a pleno pulmón. Mimi se reincorporaba del sofá y escuchando ya el estribillo
"Baby I don't need dollar bills to have fun tonight, I love cheap thrills.
Baby I don't need dollar bills to have fun tonight, I love cheap thrills.
Entraba por la puerta medio bailando una coreografía freestyle, cogía la almohada de la cama de Aitana y se ponía a bailar con ella, la tiraba al suelo y se subía con ellas finalmente. Motivadas a más no poder con el final de la canción.
Acababan reventadas, con la respiración acelerada por el esfuerzo de saltar y cantar chillando como becerros y sudando. Pero también con una sonrisa de oreja a oreja. Se disgregaban de la habitación y volvían a sus quehaceres como si ese momento jamás hubiese exisitido.
La energía de sus compañeras de piso era ilimitada y ella estaba agradecida por eso.
Con una casa compartida, al principio Mimi tuvo miedo por si peligraba su intimidad, pero realmente no tuvo nunca ninguna queja, ni por su parte, ni por parte de sus compañeras. Si traían a alguien a casa primero preguntaban por si les molestaba, de la misma manera si pensaban preparar alguna comida o cena con amigos. Y aprendieron a dejar un pañuelo en la manivela de la puerta como señuelo para dar a entender que aquel día o noche necesitarían más privacidad de la corriente.
Así que, después de comer y recoger un poco la cocina Mimi puso rumbo a la biblioteca. Le gustaba ir al piso tercero, porque allí ya no había tanta gente, y el ruido era menor. Hizo un breve repaso a las mesas y descubrió que la zona donde siempre se solía poner estaba libre, por lo que no dudó en ir para allá. Retiró un poco la silla de la mesa para poder sentarse y empezó a desplegar todo los trastos indispensables para su tarde de estudio. En una de esas, sacando el portátil descubrió que tres asientos más para adelante de ella y enfrente estaba la tal Ana. Vamos, que no podía creer la suerte que tenía. La ventaja era que ninguna de las dos iba a hacer el amago de saludarse.
Sumida en sus cosas, con los cascos puestos y adelantando el trabajo que tenía que hacer para el último cuatrimestre, vio aparecer una mano frente a ella intentando captar su atención. Subió la mirada y ahí estaba Ana, con el pelo liso y hacia un lado, y sorprendentemente, le estaba dedicando una sonrisa. ¿A ella? Todo apuntaba que sí.
- Ey... - solamente atinó a decir Mimi quitándose los cascos.
- Hola - saludó en un tono tan bajito y tan suave que apenas se oyó.
Ana le hizo un gesto como indicándole que quería salir de allí, pero Mimi no estuvo muy hábil en cogerlo y la morena acabó verbalizando sus intenciones:
- Te parece si salimos fuera un momento. - Mimi se levantó como respuesta.
Estaba contrariada. ¿Qué estaba pasando? Que cortocircuito se había producido en esa cabeza para que de repente no solo le dedicara una sonrisa sino que además quisiera que salieran fuera.
Ana abrió la puerta que daba acceso a la calle, ofreciéndole a Mimi salir nuevamente con esa sonrisa que no se le había borrado de la cara desde que la saludó. Empezaba a sentir un poco de miedo. Pero aun así observando cada uno de sus pasos, la siguió. Ana se apoyó en uno de los maceteros gigantes que había en la zona del césped y se encendió un cigarro. ¿La estaba acompañando a fumar? Y Ana le ofreció uno. Desde luego que se estaba coronando esta chica cada vez que se encontraban, Mimi odiaba el tabaco y la gente fumando.
- No, gracias no fumo. - y se apoyó también en el macetero en el lado contrario al que iba el aire.
- Haces bien. - dijo expulsando el humo de la primera calada.
"No, espera, que ahora me va a dar una charla sobre la buena elección que había hecho por no querer fumar", pensó Mimi. Ana se mordió una uña, en señal de nerviosismo, acompañándola de una sonrisa floja. Estaba claro que no sabía cómo empezar la conversación, así que Mimi harta de la situación rompió aquel silencio.
- Qué casualidad encontrarte aquí.
- Sí, ya van dos. - dijo Ana refiriéndose a la casualidad del gimnasio y Mimi asintió. - Oye, que me quería disculpar, que yo no soy así - se giró para mirarla directamente a los ojos, sintiendo la rubia un pequeño respingo interior en su cuerpo al verse sorprendida por aquellos ojos tan expresivos y por su sinceridad en sus palabras. - En ninguna de las dos ocasiones, eh? - terminó aclarando.
- Nada, no te preocupes. - le quitó hierro al asunto.
- Es que el día del gimnasio tuve un mal día, porque... aaaayyy - medio chilló desesperada - discutí con mi novio. - Y Mimi arqueó las cejas por la sorpresa, tanto que se dio cuenta Ana, pero dejó pasar el gesto. - Y ya cuando tengo el día cruzado soy insoportable y no sé remontar.
- Que no te preocupes. Días malos tenemos cualquiera. - Así que todo se reducía a que era una hetera a la que el día le iba mal si discutía con su novio.
- No, pero estuve mal, y de verdad que no me gustó cómo te contesté. Pensé en enviarte un mensaje aprovechando que estamos en el grupo de whtspp pero no sé... como que tampoco tenía confianza para hacerlo y lo vi un poco frío.
- Está bien. No hubiese pasado nada tampoco. - Ana apuró el cigarro y lo apagó contra el macetero.
- Y lo del primer día que coincidimos tenías razón. No tengo justificación. - Ana no dejaba de sorprenderle. - Estuve fatal y ni tan siquiera sé por qué dije eso. Es que ni tan siquiera lo pienso. - Mimi le sonrió ante aquel comentario, de una manera sincera, y giró su mirada nuevamente al frente.
- Es que Ricky me hablaba tan bien de ti... - comentó Mimi.
- Si, Ricky también habla delicias sobre ti.
- Ya, pero lo mío era verdad. - se tomó la licencia de bromear.
- Oyeeee... - se hacía la ofendida Ana y le daba un leve manotazo en el brazo y ambas rieron.
Después de un breve silencio, Mimi retomó la conversación
- Bueno, y ¿qué haces aquí?
- Estoy estudiando un máster de pedagogía terapéutica.
- Que eres maestra?
- Sí, pero quiero orientar mi futuro laboral hacia la integración de niños con discapacidades o dificultades en el aprendizaje en el ámbito escolar, y esas cosas...
- Ostras, me parece súper interesante.
- Al menos a mí me lo parece - se encogió de hombros sonriendo. - ¿Y tú?
- También estudiando un máster... - miró hacia Ana que la miraba con toda la atención. - en cultura y negocios en Asia Oriental.
- Guau! Jamás me lo hubiese imaginado.
- Sí, bueno, para complementar mi trabajo más que nada. - y Ana le estuvo preguntando acerca de su trabajo, interesada en cada una de las contestaciones que Mimi le daba y sorprendida por la caja de sorpresas que llegaba a ser al descubrir que sabía hablar chino.
- No me lo puedo creer. - Se tapaba la boca con las manos.
- Pero por favor no me pidas que te diga algo, que me da una rabia siempre esas cosas... - rieron al unísono.
- Era la siguiente que te iba a pedir, pero respetaré tu decisión. - alzó las manos en señal de rendición. Se callaron unos segundos - No soy bollera. - aclaró de repente.
-No he dicho nada.
- No, pero tus gestos te delatan. Hoy y el otro día. - Mimi se sintió avergonzada al sentirse descubierta.
- Lo siento. No pretendía incomodarte, fue todo inconscientemente.
- Ya, pero bueno te lo quería aclarar. - hizo una pequeña pausa. - Tengo novio.
- Ya, ya... - El comentario le pilló por sorpresa como todo aquella tarde, pero sintió que a Ana le estaba dando un gay panic como una catedral, así que decidió calmar los ánimos. - Fue la razón por la que me mandaste a la mierda. - bromeó.
- ¿Y tú? ¿Tienes pareja? - se le quedó mirando fijamente a los ojos con media sonrisa.
- Eeemm... No... No tengo.
Que por qué mintió, pues porque de primeras no le gustaba hablar de su vida privada, aun le costaba lidiar con los prejuicios de la gente, y le daba la sensación de que a Ana le sobraban después de aclararle rápidamente que ella de bollera poco.
- Bueno, entonces esta noche nos vemos no? - inquirió la morena ajena a todos esos pensamientos de Mimi.
- No sé... No lo tengo muy claro. - se pasaba la mano por la nuca.
- Va, vente - le instaba dándole con su cadera un golpecito a la de Mimi. - Verás que nos lo pasaremos bien. Además, ya te caigo bien - y le guiñó el ojo
- Es que también he quedado con mis compañeras de piso, que bueno, solemos quedar los viernes, y... - paró en seco recordando - Ostras! Que yo había quedado! - buscaba con prisa entre los pantalones el móvil - Mierda, mierda, mierda - se lamentaba bajo la atenta mirada de Ana - Qué hora es?
- Las 8 de la tarde.
- Joder! Cómo se me ha pasado el tiempo tan rápido? no me he dado cuenta - no para de lamentarse - es que me he dejado el móvil dentro. Lo siento, eh? Pero me tengo que ir - le dijo juntando sus manos pidiendo perdón.
Ana le guiñó un ojo y Mimi salió disparada a por sus cosas. El móvil en el bolsillo de dentro de la mochila, con más de 20 mensajes y otras tantas perdidas. Cogió todo como pudo con la máxima velocidad posible, bajando por las escaleras de la biblioteca aprovechó para escribirles un whatsapp por el grupo para decirles que estaba bien. Eso les tranquilizaría, y a la salida del edificio ya les llamaría. Ana continuaba apoyada en el macetero, se había encendido otro cigarro, el segundo, porque desde que se fumó aquel al principio de tarde no había vuelto a fumar durante la conversación. Vio salir a Mimi que las piernas ni le coordinaban de lo deprisa que iba y sonrió de lado al presenciar semejante estampa. Entonces Mimi se giró y vocalizando solamente, porque estaba al teléfono, volvió a disculparse y entonces Ana alzó la voz para que la escuchara antes de que desapareciera:
- ¡Si vienes esta noche te perdono!!