Antes que comiencen a leer deben saber que es un borrador de hace dos años (aproximadamente) y como tal, no esta bien escrito sobretodo porque mi escritura ha mejorado bastante más de lo que se puede apreciar. De igual modo espero que les agrade ♥
Lo subiré por partes asi la lectura no se vuelve larga y tediosa.
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Los trazos de sus pinceladas demostraban lo habilidoso que era y así mismo también la gran paciencia que caracterizaba su carácter. Los mechones castaños de su cabello, rebelde por momentos, los llevaba detrás de sus orejas manchándolos con el color celeste con el que pintaba el cielo del paisaje. Su cuarto era como el de un verdadero pintor, una sección (la de su cama y una pequeña mesita de luz de algarrobo) pulcra y otra (donde tenía su reducido estudio de "creación") totalmente desordenada y desbordada de papeles, lienzos y tarros de pintura de toda clase. Generalmente prefería ser ordenado pero le era inevitable no mover de un lado hacia otro sus pertenencias, si no era por el brillo de la luz que provenía de sus ventanas era porque en un sitio se sentía más "inspirado" que en otro. Él había sido el aprendiz de su madre, ella era profesora de arte y sin ponerle presión le enseño a su hijo todo lo que sabía; sin embargo él tenía algo más que le sorprendía a su madre y era el realismo o la crudeza con la que transmitía su visión al papel o la tela. Veía mucho más de lo que podía a llegar a ver una persona normal, pues no lo era. Después de trabajar con su padre volvía a su casa para cuidar a su hermano menor (de diez años), pero sobre todo volvía a las pinceladas, las cuales todos ignoraban menos su madre. En ellas, como escrito en un papel, decía su parecer con respecto al mundo, su alrededor y sobretodo sobre la vida, su vida. A veces se sentía prisionero de las limitaciones que el mismo se imponía, dejando de lado lo que realmente quería para ayudar a sus padres. Los problemas que tenían iban más allá de un simple problema económico o discusiones entre familias. Eran como objetivos señalados tanto por los oscuros como por las luces, siendo culpados de algo que en realidad no era su problema o no fue su decisión que así sucediera. Estaban equivocados, él lo sabía pero no podía y tampoco tenía la capacidad para hacerle entender a los demás de que eso era así. Eran anónimos en un país muy diferente en el que vivían. Inglaterra era uno de los países preferido por su padre y por eso estaban allí, él iba a talleres mientras que su padre era dueño de una librería y su madre enseñaba arte. El pequeño de la familia no iba a la escuela, lo creían peligroso por su condición y porque era un tanto "especial". Torpe, con la capacidad peligrosa de matarse solo por su misma torpeza y el no poder controlar sus habilidades, no le permitia que fuese social por lo que sus padres lo mantenian aislado de toda persona.
Como siempre, el pintor se levantaba de la cama después de dormir, miraba a su ventana percatandose del día nublado y húmedo que siempre lo esperaba Londres. <<Neblina otra vez, que raro>> pensaba mientras se levantaba. Cuando salió de su casa junto a su padre para ir hacia la librería presintió que ese día, que parecía como cualquier otro, no sería así exactamente. Ese sexto sentido que tenía de vez en cuando era estresante y prefería no tenerlo. Llegaron al pequeño local, en una calle no transcurrida de la ciudad, prepararon lo necesario y abrieron. Todo parecía normal, las personas entraban, miraban, algunas compraban y otras se detenían a tomar café en la pequeña barra adjunta al stand de "libros de bolsillo" la cual atendía el pintor. Siempre con una sonrisa angelical, esplendida y prácticamente imborrable hablaba con los clientes de la mejor manera, una tan perfecta que provocaba que quisieran volver todos los días de la semana. Su padre, por el contrario, hacía que perdieran clientes, no se mostraba seguro, siempre tenía el rostro rígido, serio y de preocupación. A él no le parecía extraño, después de todo su padre se creía culpable de algo que tal vez si era su culpa pero la manera en que lo juzgaban era la incorrecta. <<No le puedes dar la muerte a alguien por algo que no fue lo más grave de la situación>> pensaba el pintor mientras con rostro serio llevaba un lápiz a su boca. Lo mordió un par de veces mientras veía cada detalle de la librería, analizando sus partes como si fuesen objetos aislados y luego, teniendo un papel sobre el mostrador comenzó a dibujar lo que hacía un rato había visto. El padre se acercó y observó a su hijo dibujar, a veces veía a su mujer en él, concentrados, muy concentrados en la actividad del dibujo, como si de esa manera escaparan un momento de la realidad.
—Señor Wess una llamada —llamó otro de los empleados del lugar al padre del pintor.
—¿Para mí? —preguntó extrañado acomodándose los anteojos de lentes rosa opaco.
—Así es, es su hijo menor Dan —terminó por anunciar y volvió a su puesto.
El pintor despegó su mirada del dibujo por un instante al notar a su padre moverse hacía el teléfono. Observó como el rostro de sonrisa de su padre iba cambiando a un serio y más rígido de lo normal. Cruzaron sus miradas y en ese momento él sabía que no estaba pasando algo bueno. ¿La madre? ¿El hermano? El señor Wess con un movimiento de la cabeza llamó a su hijo y este fue lo más rápido que pudo disculpándose con las personas que se les cruzaba por el camino.
—Josh vete a casa —dijo en voz baja su padre—. No te alteres pero tu madre y tu hermano están en dificultades. Yo cerrare aquí, tomare todo lo necesario y nos iremos ¿sí?
—Sí —asintió inseguro.
El padre le pedía que no se altere pero por la manera que lo había dicho iban a irse nuevamente. Una cuadra antes de llegar a su casa notó como de los vidrios empezaba a salir humo negro. Corrió lo más rápido que pudo. Al llegar notó la puerta arrancada en el suelo y entró notando que había varios muebles rotos e incluso las paredes y los suelos. Un golpe fuerte en el piso superior lo hizo subir las escaleras. Al llegar al pasillo golpeando la puerta que iba a la habitación de sus padres había un hombre fornido de dos metros, vestido totalmente de blanco, asiático de cabello oscuro. El hombre al sentir la mínima presencia del pintor dejo el acto y giró para verlo sombrío. Josh dio un paso hacia atrás, desde su distancia sintió el poder inmenso del fornido hombre. <<Serafín>> se imaginó que era, al menos así era como vestían. Tragó saliva. La última vez que tuvo que enfrentarse contra un serafín si no era porque su padre no llegaba a tiempo ya estaría muerto. Eran poderosos, no tanto como otros ángeles de alto rango pero lo era en fin, y él solo tenía la preparación escasa de su padre. El señor Wess había intentado muchos años darle una buena formación pero por todos los problemas que tuvieron no pudo.
—¿Qué quieres? —preguntó titubeando. El serafín sonrió, sintió la debilidad de él en el titubeo—. Déjanos en paz, solo intentamos vivir en paz.
—Joshua —nombró saliendo de otra habitación una serafín sosteniendo a su madre y a su hermano. Había roto la pared continua y de esa manera sorprendió a los que intentaban amortiguar la puerta. La serafín, vestida de blanco como todos, llevaba el cabello recogido hacia atrás, tirante, era de un color rojo fuego que hacían juego con sus labios del mismo color y contrarrestaban con sus ojos de color verdes esmeralda.
—H... hola —sonrió mientras una pequeña gota de sudor recorría su frente. No solo había una presión sofocante por el calor sino que también la justa presencia de esa bella mujer de cierta manera la detestaba—. No nos vemos desde que me rompiste cinco costillas jeje...
—Y tu bonito padre me partió un rayo sobre la cabeza —dijo ella con un tono áspero en su voz.
—¿Podrías dejar a mi hermanito y a mi madre? —preguntó sosteniendo una sonrisa nerviosa.
—Claro que no —le devolvió la sonrisa.
—¡Josh vete! —ordenó la madre zafándose de las manos de la serafín y le dio un codazo en el estómago para que se alejara. Tomó a su hijo menor y literalmente se lo lanzó a los brazos del pintor. Él iba a refutarle cuando vio la expresión seria e intimidante de su madre. Dio un suspiro pesado y descendió las escaleras.
—Ve por él —ordenó la serafín a su compañero, este acepto y lo siguió—.¿De verdad crees que una simple humana con edad eterna puede vencerme? Te recuerdo que puedes morir.
—Soy maga y no solo porque me llamo Maggie. Si no también porque tengo trucos debajo de mis mangas —explicó la señora juntando sus brazos.
—Oh que miedo —rió haciendo aparecer en su mano una espada blanca—. ¿Qué hará aplaudir y que llegue tu marido?
—No —negó y de un momento a otro desapareció.
La serafín quedó pasmada. Buscó dentro de la casa pero ni la mujer y tampoco sus pertenencias estaban, se había esfumado con todo lo suyo. Entrando al cuarto del pintor, pudo notar los sin fin de dibujos que habían pegados en una de las paredes, totalmente tapados por ellos. Se acercó para verlos más de cerca y quitó una de la pared, ya que en él pintado estaba el establecimiento de los serafines. Se dibujó una sonrisa en su rostro y luego al volver a la pared notó que esta era de un color diferente a las otras. Comenzó a quitar dibujos, arrancándolos de un tirón hasta que descubrió que pintada se encontraba ella misma ocupando la mayor parte de la pared. Dio varios pasos hacia con un rostro de gran sorpresa mezclado con indignación. Su rostro estaba perfectamente igual pintado al de ella, su cuerpo también solo que el resto era un poco diferente. Su vestimenta blanca estaba cambiada por una completamente negra, tenía un par de alas plumas negras, una cola asquerosa de rata y un par de cuernos filosos saliendo de su cien. A un costado como título escrito en rojo se podía leer: <<"La arpía". Por Joshua Zeth Greihan Naphalene. En tu memoria Vrel J. Sé que algún día lo veras>>
—Maldito Joshua —masculló tomando una lata de pintura negra y la lanzó contra la pared—. No solo te escapas sino que también te burlas de mí.