Capítulo 47.
Adrián volvió a poner los ojos en blanco ante mi impresión y regresando hacia mi dirección.
—No te preocupes. No permitiré que mi humor se desnivele por esa mujer. No voy a arruinar este día que me está resultando más que perfecto.
—Es que no lo pregunto por tu difícil humor —reitero—. Me sorprende que tengas comunicación con tu madre. Pensé que no hablabas con ella... —le comento con sinceridad.
—No tengo ningún tipo de comunicación con esa mujer. Como siempre, ella busca y consigue las maneras de intentar contactarme —sujetó mi mano y nos dirigimos hacia el enorme librero—. Y por favor, Aly, no la llames así. Esa mujer no es mi madre.
Extrajo el libro de la estantería y el librero se desplazó hacia un lado. Ambos accedimos hacia el interior del apartamento.
—Ay, por favor, Andy... —esta vez, soy yo la que pone los ojos en blanco—. Eres médico de categoría —le recuerdo—. Inclusive, antes de que lo fueras, estudiaste en la universidad una carrera en ciencias, por lo que también te convierte en científico. Así que no vengas a negar en mis narices lo que ya es evidente —enarco las cejas—. Es tu madre biológica. Y por cuestiones que tú entiendes más que razonables, no quieres saber de ella. Pero lo entiendo. Solo que no me vengas con esas actitudes cuando se presenten situaciones personales de esa índole.
Nos detenemos frente a la cama, pero él abre la boca sumamente sorprendido. Luego, alza la mirada y me observa con arrogancia.
—Cuando te dije que no abusaras del poder que tienes, me refería a este tipo de cosas —se queja y cruza los brazos, sonrojado.
Le doy la espalda y me acerco al borde de la cama, moviendo con sensualidad mis caderas y mi culo con toda la jodida intención del mundo.
Cuando me subo al colchón, lo miro muy coqueta y rozo algunos de mis dedos sobre uno de mis pechos. Inclino la cabeza hacia un lado y parpadeo repetidas veces.
—¿Qué tal si continúo abusando de mi "poder" para decirte que vengas a la cama? Necesito descansar un poco para poder madrugar. De hecho, usted necesita hacerlo, señor director.
Su expresión se suaviza al observar embelesado mis gestos.
—A que sí quieres dormir aquí... —rozo mis dedos sobre el centro de mis pechos, mordiéndome el labio inferior.
Traga saliva y decide meterse en la cama junto a mí, sin tan siquiera encender la luz, obviando las llamadas que continuaban a lo lejos en un bajo sonido.
Adrián me besa con dulzura y me acapara contra su cálido y trabajado cuerpo.
—¿Ya te he dicho que eres muy brillante? —me sonríe al ver cómo comencé a quitarme el hermoso y lujoso cubre batas frente a sus ojos, colocándolo sobre la mesa de noche de mi lado.
—Mañana no lo seré si me sigues tentando con esos bonitos ojos, esos labios, y esa enorme proporción de carne que cargas entre tus piernas.
Carcajea al meterse entre las sábanas, acomodándose. Él sabía que me estaba refiriendo a que tenía que madrugar para la lección de mañana y el examen.
Preferí mantener su mente ocupada en mí antes que en esas llamadas que lo estaban estresando. Sin embargo, mi intención era continuar distrayéndolo hasta que se olvidara por un rato de dicha situación.
Cuando me metí dentro de las cálidas sábanas con su aroma tan exquisito, me giré y me recosté en mi lado, dándole la espalda y mostrándole mi culo un poco levantado. Me reí para mis adentros y mordí mis labios al ser consciente de que estaba jodiéndolo.
—Buenas noches —simulo desinterés.
—¿Te has vuelto loca? —tira de una de mis piernas y me acerca a su cuerpo nuevamente—. ¿Qué coño te pasa? —me abraza por la espalda y me acapara contra su pecho—. Dijiste que me darías pecho.
Bromea al darse cuenta de que lo estaba manipulando, pero no puedo evitar reírme a carcajadas.
Adrián me gira y me hace cosquillas en el cuello con su barbilla. Luego, me besa con pasión al hundirme en el colchón, bajo su cuerpo, dándome calor en el interior de sus sábanas.
—¡Andy!
—Me ofreciste tus tetas para dormir y eso quiero —restrega su rostro contra mis pechos.
Entrelazo mis dedos en su cabello y comienza a calmarse al ver que me rindo y me dispongo a mimarlo. Se acomoda justo a mi lado y esconde sus ojos en mi cuello, colocando una mano sobre mi pecho y relajando su respiración.
🔹
Los minutos restantes nos mantuvimos en silencio, encontrando el sueño justo para descansar después de una noche sumamente intensa.
—Andy —lo llamé en un susurro, casi dormida.
—Mmm... —estaba igual que yo, aunque presionaba mi pecho con delicadeza, como un niño mimado.
—¿Tomaste tu medicamento del sueño?
Tarda en responder, pero al final lo hace...
—No. Pero estaré bien.
Continué acariciando su cabello con pesadez y decidí confiar en que así sería.
—¿Me puedes despertar cuando amanezca?
—Sí. Yo te llevaré al hospital...
—Tú te quedarás durmiendo un par de horas más —beso su cabeza—. De verdad deseo que descanses.
Silencio es lo que recibo por su parte. Pero era cierto. Él ni siquiera tenía que madrugar tanto, y yo quería que descansara un poco más de lo que acostumbra.
—Bien. Le diré a Frankie que te lleve —me dice no muy convencido.
—Gracias, mi amor —coloco mi mano sobre la suya que sujetaba mi pecho, cerrando los ojos totalmente—. Solo quiero que duermas un poco más. Quiero cuidarte...
Un suspiro relajado salió de su boca mientras disfrutábamos de nuestro calor bajo el frío ambiente del apartamento.
—Esta noche lo haré felizmente —me adhiere más a su cuerpo.