-Escucha, Gigi. Acabo de conocerte y esas cosas pero, ¿no crees qué marcharnos sin pagar el café y conducir a toda leche no puede ser considerado peligroso?.
Viajábamos en su coche y puedo jurar que pasé hasta miedo. La muy kamikaze se saltaba hasta los semáforos y en más de una ocasión cerré los ojos esperando por un golpe de otro coche.
-No te preocupes por eso. Conozco a los dueños del café. Después iré a pagarles.
-¿Y respecto a la velocidad?.
-Llegamos tarde.
¿¿Llegamos tarde??. ¿¿A dónde??.
Justo cuando empezaba a rezar por mi vida, Gigi aparcó delante de un edificio de oficinas no muy alto. Por la pinta, parecía de los más antiguos de Doha aunque no es que yo dominase el tema arquitectura.
-Sígueme.
Hice lo que me mandó. Nos bajamos del coche para entrar por la puerta trasera. Tras ella, había de todo menos lo que me esperaba. Hubiese imaginado una escalera de emergencia, la cocina de un restaurante o el cuarto de la basura pero no una digamos, ¿consulta? Ilegal o al menos de eso tenía toda la pinta.
-Buenas tardes, Gigi. ¿Qué necesitas?.
Un hombre de unos cuarenta años, lleno de sortijas de oro que estaba sentado en la hipotética recepción, hablaba a Gigi.
-Ver a Abdul. Tengo un problema que quizás el sepa resolver.
-Está a punto de irse.
-Lo sé. Le pagaré el doble.
-¿Es de fiar?.
Me miró de arriba a abajo y no pude evitar ponerme colorada.
-¿Crees qué la traería sino lo fuese?.
-Pasad entonces.
-Gracias.
Me tomó de la mano y juntas aparecimos en una sala llena de ordenadores donde un chico de más o menos mi edad estaba entre ellos sacando tuercas o quien sabe qué cosas.
-Abdul, tengo un encargo para tí. Necesito que revises una foto y me digas si está trucada.
-¿Sólo eso?.
-Sí por el momento. Enséñale la foto, Zoe.
Con las manos temblorosas, le tendí mi móvil para que examinase la foto. Cosa que hizo con mucho detenimiento parándose incluso a mirar con una lupa. Tras unos minutos que resultaron ser una eternidad, nos dió su veredicto.
-Efectivamente, está trucada. Es un buen trabajo pero, si os fijáis, la muchacha de la foto no tiene sombra a pesar de haber suficiente luz para ello.
¿¿¡¡Cómo¡¡?? Ahora sí que estaba cabreada. ¿Qué alma lúcida había sido capaz de intentar hacerme creer que Faisal me engañaba?.
-¿Lo ves, Zoe?. Alguien está intentando boicotear vuestra relación.
-¿Podría saberse quién es?.
Esta vez no miré a Gigi sino a Abdul.
-Por supuesto que sí pero eso cuesta un dinero.
-¿He dicho yo algo acerca del dinero?.Tan sólo encuentra a quien está detrás de todo esto, ¿sí?.
-¿Qué garantía tengo de que me vayas a pagar?.
-Las mismas que yo de que no me engañes.
Se giró para seguir sacando piezas del ordenador y me quedé con cara de "¿really?". ¿Se estaba riendo de mí?.
-Yo respondo por ella, Abdul. Ahora sé bueno y ponte a trabajar.
-No será fácil.
-Estoy segura de que nos lo harás saber en cuanto nos des la factura. ¿Qué necesitas?.
-Dirección de email y contraseña.
Le dimos todo lo que nos pidió y nos despedimos de él y de su extraño recepcionista una vez terminanos.
-Sé que no debería preguntar pero....
-Entonces no preguntes, Zoe-me sonrió-. ¿Convencida de la inocencia de Faisal?.
-Sí. Ahora me siento estúpida. ¿Crees qué será capaz de mirarme a la cara de nuevo?.
-Creéme si te digo que no ansía nada más que volver a ver tu preciosa cara. ¿Te acerco a tu casa?.
-Sólo si me prometes que no vas a saltarte más semáforos. Ya estoy lo suficientemente cardiaca como para sufrir más.
-¿Ahora no llegamos tarde a ningún lado, no?.
Me fuí directamente a la piscina al llegar a mi edificio. Necesitaba nadar, desestresarme, no sentirme una estúpida, no desear estrangular con mis propias manos al que estaba detrás de todos los emails. Dí unos cuantos largos pues mi intención era bastante clara. Quería cansarme lo suficiente para acostarme y verme con nuevas fuerzas al día siguiente. Quedaba una semana para el encuentro con Faisal y necesitaba estar lo suficientemente segura de mí misma para no avergonzarme por haber provocado nuestro distanciamiento.
Los siete días que me separaban de Faisal pasaron, como cada vez que esperas algo con ansia, muy lentos. Trataba de distraerme con todo tipo de tareas. Desde redecorar mi casa hasta dedicarme a hacer bizcochos que después donaba a la cantina de la universidad pues mi insaciable apetito había disminuido hasta límites insospechados pero por fin llegó el treinta de junio y tras hacer una intensa sesión de belleza en casa de Gigi, quien se había convertido en una excelente amiga, acudí a la cita con mi vestido rosa.
-Te deseo toda la suerte del mundo, Zoe. Todo saldrá perfecto.
-Eso espero.
-Nunca esperes. Tan sólo desea.
Estaba tan nerviosa que incluso me sudaban las palmas de las manos. Era absurdo o eso quería creer yo pero es que el mero hecho de volver a ver sus ojos azules me producía un cosquilleo en el estómago difícil de describir.
Después de tomar varias respiraciones profundas, avancé el paso que me separaba del timbre y llamé. No hubo respuesta alguna. Repetí la acción varias veces pero a las ocho y media perdí la esperanza y volví a mi casa decepcionada y llorando de nuevo con el corazón roto.
Decidí esa misma noche coger un vuelo a Bolonia dos días después y largarme para siempre de aquella ciudad que tan desgraciada me había hecho pero aún quedaba un examen que debía aprobar y no era otro que el de la asignatura de Maalouf.
Que me coma la mierda ya....
Después de dejarme tirada, no quería verlo más pero no había de que preocuparse pues sino había acudido a la cita, no sería tan canalla de aparecer el día del examen, ¿o sí?. Crucé los dedos de camino a la universidad. Tanto divagué por el camino que llegué tarde al aula de exámenes donde un Faisal con ojeras estaba de pie repartiendo pruebas.
-Llega tarde, señorita Seacrest. La espero en mi despacho al término del examen.
Figlio di putana....
Verlo de nuevo, supuso que mi corazón diese un vuelco pero que se comportase como el idiota que había conocido, me rompió más aún de lo que ya estaba. Casi con lágrimas en los ojos, completé mi ejercicio y tras dejárselo sobre su mesa, salí del aula echando pestes.
Ya no iba a ser más mi profesor, tenía previsto pedir un traslado a Bolonia así que pasé de su requerimiento y avancé hasta la salida donde me encontré con Samara.
¿Cuánto tiempo hacía que no veía a esa mujer y por qué elegía este preciso instante para aparecerse?.
-Hola, Zoe. ¿Qué tal te va todo?.
-Muy bien, Samara-mentí- pero si me disculpas he de irme. Mañana vuelvo a Bolonia y tengo que preparar varias cosas.
-¿De vuelta de vacaciones?.
-Algo así. Me alegro de verte.
-Señorita Seacrest, creo que usted y yo teníamos una cita en mi despacho. ¿Cree qué puede llegar tarde y salir indemne?.
¡Joder, Faisal!. ¿Por qué te empeñas en ser mi sombra cuando sólo quiero rehuirte?.