El almacén 3F era un área de depósito en el interior de un vasto pabellón en la planta más baja del sector C. La planta más baja para Ben, naturalmente. En efecto, en el nivel inferior de cada bloque se encontraban las salas de máquinas, las unidades eléctricas, la cabina de pilotaje y los alojamientos de los timoneles, o sea, de toda la tripulación responsable de la navegación. Pero ni Ben ni Sara habían puesto nunca un pie allá abajo.
Cuando llegó al almacén, Alan lo acogió con la mirada baja y seria, como de costumbre. El muchachote de treinta y ocho años, casi del todo calvo, obeso y de gafas gruesas, quebrantaba a menudo las reglas. Alan sufría de autismo. En ciertos aspectos era muy poco fiable, pero en la gestión del almacén sabía cumplir con su deber. Era capaz de desarrollar su cometido de la mejor manera, y sobre todo de no discutir. Llamaba a todos «capitán», hasta a los encargados de la limpieza. El programa preveía la inclusión de personas como él en la máquina productiva, sin tareas de decisión, sino de gestión. No se abandonaba a un muchacho en apuros, se lo convertía en un diligente trabajador. Se le daba una oportunidad. O, al menos, esto era lo que se comunicaba a la gente para mostrar una fachada siempre loable.
—Capitán, ¿necesitas medicinas? —empezó el muchachote sin levantar la mirada, mientras
desenroscaba el tapón de una botellita de agua Frey.
—¿Dónde ha ido a parar tu panel?
—No funcionaba, capitán. Se lo he dado a los de asistencia. Me traerán uno nuevo.
—Entiendo. Por tanto, si te pregunto dónde están las probetas de 12 de la Synthesis no puedes acceder al archivo para responderme.
Ben sabía que le acababa de hacer una pregunta de respuesta previsible, pero era un juego que le agradaba repetir cada vez con el encargado del almacén, como una tradición que respetar. No existía ningún archivo en el panel. O, mejor, existía. Pero no podía competir con la base de datos encerrada en la cabeza de Alan.
—Capitán, las probetas que buscas están en la fila 38, estante 6. Paquete azul con borde color amarillo oro. Código de producto X3... espera... X3-48-AG9. Sí.
Ben estiró los labios en una carcajada mientras miraba a Alan, que tosió.
—Eres el mejor —concluyó; luego se volvió y desapareció por uno de los pasillos.
La solicitud era naturalmente una distracción.
El único interés de Ben era hacerle creer al muchacho que lo necesitaba para algo. Estaba seguro de que Sara habría hecho lo mismo. Entrar sin un motivo preciso habría despertado las sospechas incluso de un empleado especial como Alan, bien adiestrado para denunciar anomalías. Para muchos, el Gobierno era benévolo y magnánimo al ofrecer puestos de trabajo a personas con distintos tipos de minusvalía. A los ojos de Ben, en cambio, gente como Alan trabajaba porque seguía esquemas de comportamiento lineales, fáciles de modelar y dirigir. Si hubiera visto algo extraño, diferente de lo que le habían enseñado y vendido como justo, lo habría denunciado sin perder el tiempo ni experimentar escrúpulos morales. Un peón perfecto.
Sara no se hizo esperar. Apareció de detrás de una fila de estantes y cruzó la mirada con Ben. Los dos se acercaron y permanecieron uno junto al otro, fingiendo que hurgaban entre los estantes.
Hablaron en voz baja sin mirarse.
—¿Qué demonios te pasa? —susurró Sara.
—Me la llevaré. Tienes que cubrirme. Solo puedo fiarme de ti. La mujer abrió desmesuradamente los ojos mientras cogía una caja, simulando leer la composición de un medicamento.
—¿Te llevarás a quién? ¿A la chica? ¿Acaso te has vuelto loco?
Ben suspiró, con los ojos cerrados y las manos apoyadas en el estante.
—Si nos quedamos aquí, temo que las cosas se pongan feas. Para todos. Si me marcho con ella, salvaré también al resto del equipo. El fugitivo seré yo, el buscado será solo uno.
—Estás delir...
—Sara, ¿cuántas veces en tu carrera has oído hablar de unidades enteras desaparecidas en la nada? Profesionales engullidos por el mar durante una operación en el exterior, por ejemplo. ¿Te lo crees? Yo, no. Tenemos entre las manos a un ser humano que pertenece a la anterior civilización. No sabemos cómo, pero está vivito y coleando. Se ha salvado del fin del mundo de 2014 y ha abierto los ojos casi quinientos años después. ¿Te das cuenta? Podría empezar a hablar de un momento a otro. Estamos frente al hallazgo más importante de toda nuestra Historia, de un milagro de la naturaleza o quizá de la tecnología que nos ha precedido. La misma tecnología que hemos heredado en los siglos, gracias al mar, y mejorado. Tendremos un fin desagradable, también tú lo sabes.
Sara escuchó el desahogo de Ben y luego reflexionó durante un momento: compartía cada una de sus palabras, y su experiencia de décadas la había llevado a hacer los mismos razonamientos en más de una ocasión. Cuando encontraron la cabina, su primer pensamiento había sido para su marido, que la había despedido en el puerto de Nes cuatro años antes, conteniendo las lágrimas. ¿Lo vería de nuevo? En calidad de investigadora casi debía desear no encontrar nada extraordinario en el fondo del mar. Una carrera sin picos de gloria la habría mantenido viva. También porque aquella gloria no habría salido de Mnemónica.
—¿Qué quieres hacer? —susurró la mujer.
—Dentro de dos semanas está previsto ese
amarre submarino de media jornada para la
entrega de los materiales del sector A en el puerto
de Marina, ¿correcto?
—Claro. ¿Y entonces?
—Debes ayudarme.
El amarre submarino era una tipología de parada que a veces era preciso hacer, durante la campaña. A menudo la unidad seguía trabajando y ni siquiera se percataba. En efecto, Mnemónica no emergía, permanecía completamente bajo el agua, pero el sector A apuntaba directo hacia la costa, donde, a cincuenta metros de profundidad, un túnel excavado bajo tierra que terminaba en un gigantesco portalón automático estaba listo para unirse a la estructura sobre la nave. Una vez adyacentes, los dos portalones se abrían y los camiones y los coches podían salir del aparcamiento de la nave para tomar el túnel que los llevaría a la ciudad. Entre esos camiones y esos coches se metería el todoterreno de Ben.
Él conocía el punto débil de la sociedad en que vivía: el condicionamiento ético y psicológico que sufrían las personas cada día no empujaba a nadie a cometer acciones perversas o imprevisibles desde hacía mucho tiempo. Esto había debilitado el sistema de control, ahora acostumbrado a la pacífica conducta del rebaño. Nadie habría soñado con cometer un acto semejante. Quizás era precisamente por eso que Ben podía conseguirlo.
—Capitán, he dicho fila 38... no 18... —La voz de Alan resonó desde el lado opuesto del pasillo. Ben se volvió de golpe, disimuló la sorpresa y trató de contener la tensión.
—Sí, Alan... por eso no las encontraba.
El encargado del almacén lo miró desconcertado, y la frente ligeramente arrugada no era una señal positiva. Era mejor que no sospechase demasiado o la misión habría comenzado de la peor manera posible.
Ben trató de ponerle remedio sin demora:
—¿Me acompañas? Siempre me pierdo por estos malditos laberintos...
El muchachote dudó, pero después se acercó tímidamente a Ben y a Sara.
—Te llevo yo, capitán. Conozco este almacén mejor que mis bolsillos.
Ben lanzó una mirada de complicidad a la mujer, que respondió con un suspiro y una mirada cargada de preocupación. No era una situación fácil de gestionar. Había un equipo de dieciséis individuos empeñado en realizar los análisis a la chica encontrada, y dos semanas críticas que pasar hasta el amarre submarino, prestando atención a que nadie sospechase nada. O todo se habría ido al garete.
Sara era la única colega de la que podía fiarse. Una de las pocas personas con las que se abría, de vez en cuando, lejos de ojos indiscretos. En los últimos quince años habían pasado más tiempo bajo la superficie del mar que sobre tierra firme. Aquella a bordo del Mnemónica era la quinta expedición en que tomaban parte juntos.
Y en aquel momento ambos sabían que sería también la última.
Bueno chic@s aquí está el capítulo, perdón la tardanza de actualización pero comencé mis clases en el instituto. Por suerte tenía estos dos guardados para subir.
Bueno si hay algún error, por favor háganmelo saber para poder editarlo, voten y comenten mucho, me encanta saber lo que piensan de los personajes y sus propias teorías.
XOXO
Nat.