Extraje del bolsillo de mi chaqueta negra de cuero la caja de cigarrillos al sentir como el frío me calaba los huesos.
— Joder... — gruñí al ver un solo cigarrillo restante.
Lo encendí y me lo llevé a la boca dándole una gran calada. Sentado desde las gradas, observaba el atardecer traspasar entre los edificios de la ciudad, en este día gélido. Siendo franco, no me iba a mover de aquí, por más de que me esté congelando vivo, no iba a poner un pie dentro de mi casa. Mis padres se convirtieron en unos tan estrictos, eran totalmente insoportables, incluso a mis veinticinco años de vida, parecía que jamás iban a dejarme solo. Han sido incontables las veces en las que les mencioné la idea de irme a vivir solo, a un departamento solamente para mi. Sin embargo, ambos compartían el maldito pensamiento de que aún era muy joven, que no confiaban en mí y temían que cometiera alguna locura.
Así que probablemente no tenga un departamento para mí solo hasta que tenga un cincuenta años, joder.
Mi celular vibró en el bolsillo de mi chaqueta, sacándome de quicio.
— Ni un puto segundo en paz, demonios. — maldije en voz baja. Tomé el celular entre mis manos y contesté sin observar quién era el que molestaba mi pacifico atardecer. — ¿Qué quieres? — contesté seco y duro. Otra larga calada, soltando todo el humo.
Oí un fuerte suspiró del otro lado. — Demonios, Jungkook. ¿Puedes volver a tu hogar de una maldita vez? Tus padres no han dejado de llamarme preocupados diciéndome que no estás allí desde ayer por la tarde. — Jimin sonó del otro lado con un tono bastante frustrado.
Jimin era bastante diferente a mí, el era una persona muy correcta. Siempre trataba de hacer lo mejor para todos. Venia de una familia apoderada, pero gentil y solidaria. El era todo lo contrario a mí. Lo único que nos igualaba era nuestro desespero por correr en auto a velocidades muy altas. Así fue como lo conocí hace unos años atrás, cuando me había tocado correr contra el. Cuando finalizo la carrera, considere que mi rival era un desgraciado de mierda, pero al ver que como aceptó la derrota con una sonrisa en su rostro me sorprendió, incluso cuando minutos después se me acercó a entablar una conversación. El muy desagradecido fue tan amable que no pude evitar comenzar una amistad con el.
— ¿Me dejarías pasar la noche en tu casa? — evadí el tema.
— ¡Jungkook! — exclamó con un ápice de enojo.
— No pienso pasar esta noche en mi casa, por dios. — casi suplicándole.
— Está bien. — habló resignado. — Pero primero irás a tu casa y le dirás a tu padre que te encuentras bien. — me imagine de dedo índice apuntando hacia algún lado de su habitación, como si me estuviera reprimiendo.
Rodeé los ojos. — Está bien, maldición. Eres un desgraciado. — susurré esto último un poco más bajo para que no me oyera.
— ¡Ah! ¿Encima de que te dejo dormir en mi casa de tratas de desgraciado? — habló en un tono afligido.
— Aquí vamos... — suspiré tomando con mis dedos el puente de mi nariz mientras cerraba mis ojos candado.
— Hoy dormirás afuera. —
— Puta madre, Jimin. —
— Solo bromeaba. — una risilla nasal se oyó a través del celular.
De repente, escuché como el sonido de un auto se adentraba al sitio. Ese sonido, ese motor se me hacía tan familiar. Cuando por las puertas atravesó un auto, uno que conocía desde pequeño, me quede estático en mi lugar.
— Jimin tengo que colgar inmediatamente. —
— ¿ocurre algo mal...? — colgué.
Observe desde mi lugar como el pequeño lata entraba y apagaba el motos, estacionando frente al atardecer, y detrás suyo me encontraba yo, con el ceño fruncido por la curiosidad de saber quien era y que hacía aquí. Tire el cigarrillo y pise la colilla.
Recargue mi peso sobre mis manos detrás mío, pensando con diversión de quien se podría tratar. Porque no había otra persona en Busan que no visite este sitio justo cuando el sol se esconde, que no sea yo. Sin embargo, conocía una persona que lo hacía junto a mí cuando estábamos juntos. Pero se había ido y me dejó solo en esta ciudad.
Recuerdo como se alejó de mi una semana después de aquella terrible tragedia. Consiguió una beca en una universidad muy prestigiosa del país, para estudiar justo lo que quería estudiar. Y se había ido así, sin más. Dejándome hecho pedazos, porque se ve que la vida quería hacerme mierda, y justo una semana después de la muerte de mi mejor amigo, se va mi mejor amiga, dejándome completamente solo y desorientado. Sin ella no podía pasar ni un solo segundo, porque el corazón me dolía como el infierno. Pero había decidido que no me iba a quedar solo por tanto tiempo, por lo que salí a conocer nuevas personas.
Y cambié; tomé, me emborraché, probé cosas nuevas, salía con mis nuevos amigos, follaba todos los sábados, y me empezó a importar una mierda todo. Porque la vida me había demostrado más de una vez que no había dolor que con un poco de alcohol no se calmara. Así que me tomé todas las botellas de todos las fiestas y antros, y me preocupaba más por la resaca que por aquella estúpida sensación de soledad que en su momento me hacía perder los estribos.
Pero a pesar de las nuevas compañías que había hecho, me había dado cuenta que la mejor compañía era la de mi mismo. Encariñarse con las personas te hace mal.
Cuando el auto se encendió y se encaminó a la salida, arqueé una ceja curioso. Pues, los señores Kim no sobrepasarían los ochenta kilómetros por hora por su seguridad, la única capaz de hacer eso sería la dueña del auto. Estaba chiflada.
El motor rugió dos veces, y no pude evitar hechas una carcajada sarcástica al oír el sonido a lata que emitía el auto. Pero me quedé helado cuando por la ventanilla logré ubicar a una chica joven, con pelo largo y morocho.
Joder, no puede ser posible.
De repente, el auto aceleró. El rechinar de las gomas sobre el pavimento al patinar sobre él se oyó por todo el lugar. Y tras el humo que provocó aquella acción, inmediatamente avanzó a gran velocidad.
Mi boca se entreabrió por la sorpresa. El escarabajo iba tan rápido que me sorprendía no se haya desarmado aún, incluso parecía ir cada vez mucho más rápido.
Cuando se topó la primera curva, dejó que las ruedas traseras se amolden a la curva, creando una gran maniobra al girar con gran rapidez, a pesar de ser un auto viejo, ella sabía cómo manejarlo.
— Demonios, es increíble. — susurré.
Básicamente, casi nunca me había emocionado viendo a una persona maniobrar un auto, pero... vaya, esta vez era diferente. Porque, incluso tras casi siete años, ella seguía teniendo esa habilidad de dominar la pista como si fuese la tabla del uno. Era complicado evitar ver cómo el auto tomaba las curvas a tan alta velocidad, gastando las viejas ruedas del coche, derrapando sobre el viejo pavimento.
Cuando por fin llego a la línea de llegada, frenó abruptamente, pero al ver cómo bajaba la ventana, escuché un grito de satisfacción y una carcajada exagerada provenir del interior del cacharro. Me estremecí al escuchar la voz aguda de la chica.
No podía ser.
Pero mis sospechas se confirmaron cuando el auto avanzó lentamente, dejándome ver el perfil de la chica... de esa chica que me había abandonado, dejándome perdido en esta vida de mierda.
Su sonrisa rectangular, su cabello cedido y levemente ondulado, sus ojos achinados por la emoción me estaban causando estragos, porque ella me había prometido volver, y por lo mucho que me costó asimilarlo, ella no rompió la promesa.
— Ella ha vuelto. —
Jamás estuve tan inspirada a la hora de hacer una historia, ke ezta pazanda?
Perdonen si hay algún error de ortografía o redacción, estoy experimentando en esta novela, así que espero que puedan comprenderme.
Voten y comenteeen~
Gracias❤️