Me desperté en mi habitación.
Tenía el teléfono lleno de mensajes de Javi.
Decidí responder a sus llamadas, tenía que hacer algo, cambiar esta situación.
- ¿Hola?- pregunté cuando dejaron de sonar los pitidos que indicaban que Javi aún no había cogido.
- ¿Julia? ¡Hola!
- Hola...
- ¿Qué quieres?
Entonces me frené. ¿Qué quería en verdad? ¿Pedirle por favor que parase? Yo misma sabía que no iba a hacerlo. Solo había una forma de que las cosas cambiasen.
- Ven a casa.- le pedí.
- ¿Ahora?
- Si.
- Bueno... voy. Aunque estoy ocupado, pero vamos, que por ti lo que sea.- respondió.
No pude evitar sonreír recelosamente ante eso.
¿Por mi lo que sea? Y pensar que hace tiempo me lo hubiera creído...
Cerré los ojos. Ni yo misma estaba segura de qué era lo que iba a hacer cuando Javi llegara. Probablemente me quedaría muda o ni siquiera podría abrir la puerta.
Yo no podía aguantar este ritmo de vida, pero tampoco podía hacer nada para cambiarlo.
Había hecho todo lo que estaba en mis manos, incluso la justicia me había ignorado.
De prontó, el timbre de mi casa sonó.
No lo dudé y abrí la puerta con firmeza.
- A ver, ¿qué pasa?- preguntó sin apenas mirarme.
Caminó hacia el salón y se sentó en el sofá ignorando mi presencia.
- Julia, ¿vas a hablar?
Asentí.
Me senté a su lado y lo miré fijamente a los ojos. A pesar de que estaba muy nerviosa fui capaz de sostenerle la mirada.
- Necesito que me dejes, Javi. Por favor.- le suplique.
Se acercó a mi y acarició mi mejilla suavemente sin apartar la mirada de mis labios.
- Julia.- me susurró.- sabes perfectamente que sin mi no serías feliz, tienes que estar conmigo.- comentó mientras su mano acariciaba mi cabeza.
Tenía la respiración agitada, su contacto me intimidaba. Sus manos rozando mi cara parecían cuchillos clavándose en mi pecho. No pude evitar que una lágrima se me escapase.
- Si...
- Si, ¿qué?- cuestionó.- ¿vas a estar conmigo por fin?
- Si.- respondí sin apenas pensar.
Pero, ¿qué podía hacer?