Y llegó el gran día. Por fin, lo que había programado por meses estaba convirtiéndose en una realidad. El día era perfecto, el salón estaba decorado a la perfección y sólo faltaban unas horas para que al fin comenzara el gran evento.
Toda mi vida quise hacerlo, pero el miedo al fracaso, a que no llegase público y otras estúpidas suposiciones me habían hecho desistir. El gran impulsor de todo esto había sido Stefan, lo irónico es que hoy tal vez no se presentaría, sin embargo, la invitación formal había sido enviada hace más de un mes, cuando lo nuestro aún existía.
Mi madre me había regalado un vestido para usar este día y a Stefan la corbata que hacía juego, al ponérmelo no pude evitar sentir cierta nostalgia, y es que aun cuando había desistido del intercambio y básicamente el sueño de toda mi vida no había tenido el valor para acercarme a Stefan y pedirle volver, porque si él lo hubiese querido así, sé con certeza que ya estaríamos juntos otra vez.
– ¿Qué sucede? –Preguntó mamá desde el umbral de la puerta–. Se supone que es el día más feliz de tu vida en mucho tiempo...
Me giré a verla esbozando una sonrisa. –No sucede nada, es sólo que...
– Stefan... –Dijo completando la frase, aunque sinceramente no lo iba a reconocer–. Cariño, sé que él fue muy importante...
– No mamá, no ahora. –Dije casi en tono de súplica–. Hoy quiero estar bien, pensar en que al fin cumplo mi sueño.
Me miró unos segundos y luego tomó mi brazo. –Está bien Alex, tenemos que llevar aún algunos cuadros aún, debemos estar antes allí y todo eso. –Asentí y tomé mi teléfono.
Miré la pantalla y no había nada, ni siquiera un texto en WhatsApp, suspiré.
– ¿Vienes cariño? –Preguntó mamá y guardé mi teléfono en el bolso para bajar corriendo las escaleras.
La sorpresa fue gigante al pisar la sala, no pude evitar sonreír ante tales sorpresas, papá a un lado sonreía más aún. –¡Nona! –Chillé y corrí a abrazarla–. ¡Viniste! Pero dijiste que no... Y... ¡Estás aquí!
– No me perdería este día jamás mi piccola. –No llevaba maquillaje así que derramar unas cuantas lágrimas no eran nada–. Déjame verte. –Me alejó un poco y sonrió–. Estás preciosa...
La abracé de lado y miré a papá. –¿Estas flores son para mí? –Asintió y cuando iba a abrazarlo negó–. ¿Qué?
– No fui yo quién te las mandó Alex... –Dudé un poco–. Puedes leer la tarjeta tú misma.
Me la entregó y al ver la caligrafía sonreí.
"Las flores no son lo tuyo ni lo mío, pero en un día tan especial tenía que hacerlo. Sé lo importante de esta noche y sólo puedo decir que estoy orgulloso de ti.
Lo lograste, y estoy seguro que maravillarás a todos con tu talento.
Te quiere, Stefan."
– Voy a llorar... –Dije en lo que una lágrima rodaba por mi mejilla y la risa nerviosa me invadía–. ¡Dios! Este día no debería llorar... Y... ¿Qué tal si me abrazan?
Todos sonrieron y se acercaron a abrazarme. –Te amamos, Alex.
– Y yo a ustedes... –Dije suspirando. Estaba siendo el mejor día de mi vida...
Tuve que ir en mi auto porque los cuadros no cabían en el de papá, y la verdad es que agradecía este momento a solas, me hacía bien, necesitaba pensar y meditar sobre lo que pensaba hacer esta noche.
Había decidido llevar uno de los siete ramos de flores que Stefan me había hecho llegar, ¿Por qué 7? Porque fue un 7 el día en que comenzamos a salir oficialmente... Y sí, sus detalles eran de esos que marcaban la diferencia. El ramo que había escogido era el de rosas azules, acordes a la decoración escogida por mamá y además esas siempre habían sido mis favoritas y él lo sabía.
Sin darme cuenta y en cosa de minutos había llegado al fin a la galería.
El salón tenía la entrada abierta en todo su esplendor y desde afuera se podía ver lo que mamá había logrado, algo magnifico y sencillo, pero soberbio, quise llorar, otra vez.
– Es... Precioso... –Dije casi sin aliento–. Los cuadros tienen el realce, el protagonismo justo, ¡Dios mamá eres la mejor!
Acarició mi hombro. –Lo merece un día tan especial, es tu primera exposición, Alex... –Sentí el orgullo en sus palabras y la abracé–. ¡Me vas a hacer llorar a mí!
– Desearía que Nick pudiese estar aquí... –Susurré y me alejó de ella–. Lo siento...
– Lo está Alex, está aquí... –La miré sin entender y tomó mi mano para hacerme avanzar–. Sólo espera...
Caminamos entre los cuadros hasta el fondo del salón, donde de espaldas a la entrada había un cuadro. Nos paramos en frente y la miré con una sonrisa que iba literalmente de oreja a oreja, aunque una emoción diferente afloró en mí. –Tiene que ser una broma... Mamá, ¿Cómo...? Pero...
Las palabras se enredaban en mi lengua, ella sólo rio.
– ¿Pensaste que en serio no lo había encontrado? –Asentí–. Cariño, siempre lo tuve conmigo... Sólo quería darte esta sorpresa.
– ¿Cuántas veces he dicho que eres la mejor? –Pregunté.
– Un millón, sólo hoy. –La volví a abrazar.
– Y te lo voy a decir un millón de veces más, ¡Eres la mejor! –Papá que estaba a un lado ordenando algo se nos acercó–. Lo encontró, papá...
Me acercó a él y abrazó. –Estoy tan orgulloso de ti, Alex. –Si el día seguía así, lloraría unas 20 veces más–. Y ten por seguro que Nicholas se siente igual que yo, podría apostar a que se encuentra aquí, apoyándote...
– Lo sé, no me fallaría en un día así... –No iba a llorar, porque sabía que él me apoyaba, en el lugar que se encontrase me estaría apoyando y sintiéndose orgulloso de mí.
Cuando iban a ser las 21 horas comenzaron a llegar los invitados, si en algún momento pasó por mi mente la idea de que nadie vendría, al ver ingresar las primeras 20 personas, aquella imbécil suposición había sido desechada por completo.
Las cosas iban demasiado bien en la primera media hora, las personas parecían valorar mi trabajo y sus críticas me hacían entender que al parecer era buena, más de lo que aceptaba.
– Alex, debo decir eres fascinante. –El señor Edward Collins, un amigo de papá me hablaba mientras contemplaba una de mis pinturas–. Tienes esa técnica clásica, con ese exquisito toque juvenil, moderno... ¿Está a la venta?
La sorpresa no se hizo esperar en mí. –¿Compraría una de mis pinturas? –Asintió de inmediato.
– Claro que sí. Tengo amigos que me han enseñado a reconocer una buena obra y la tuya es mucho más que eso. –¡Dios! ¡Estaba teniendo mi primer cliente! ¡Alguien quería mi pintura en su sala de estar!
Quería gritar por toda la sala y saltar como una imbécil, pero me mantuve imperturbable.
– Es un halago, señor Collins. –Mi padre que se encontraba a mi lado sonrió ampliamente–. Puede hablar con papá, él la reservará para usted.
– ¿Te molesta si llamo a unos amigos de YoungArts? –Tenía que ser una broma. ¿YoungArts? Ahora sí quería saltar como una imbécil.
YoungArts era una de las más prestigiosas galerías de artes de toda la región, y se encontraba dentro de las 3 mejores de todo el país. Había enviado una invitación por cortesía, pero no había llegado si quiera un representante y eso era lo obvio, porque que hicieran tiempo en su apretada agenda por la exposición de una amateur hubiese sido demasiado.
Tal vez si el Sr. Collins los llamaba podrían darse una vuelta por aquí y decirme qué tal, pero seguía siendo una esperanza vaga.
– Al contrario, sería un honor tener a alguien de esa galería aquí. –Respondí reprimiendo mi infinidad de emociones. Me sonrió y tomó su teléfono. Hizo una seña de excusa y se giró.
Mamá me tomó por el brazo sonriendo. –Alex, los invitados están amando tus pinturas, ya seis personas me han preguntado los valores de algunas... –La felicidad que sentía comenzaba a desbordar de mí–. ¡Está siendo un éxito! Está yendo demasiado...
Iba a decir algo más, pero sonrió al mirar detrás de mí. –¿Sucede algo? ¿Otra venta? –Negó y me giré a ver.
Stefan le hacía una seña de saludo a mamá desde la entrada, no pude evitar sonreír. Hizo igual, pero agachó la cabeza, había venido...
Lucía un traje negro, peinado como siempre y usaba la corbata que mamá le había dado, la que combinaba perfecto con mi vestido. –Ve a recibir a tu invitado, Alex. –Y me empujó hacia la entrada.
Un poco torpe llegué hacia donde se encontraba él. –Viniste... –Dije más torpemente aún.
– Lo hice... –Parecíamos dos tarados, pero no podía actuar de otra manera, sentía unas estúpidas ganas de lanzarme a él y abrazarlo por haber venido este día. Contener las ganas era mi mejor opción.
– Gracias... –Me miró pareciendo no entender–. Por las flores, todos los ramos...
– Los siete... –Me corrigió, asentí–. No hay de qué, te mereces eso y más. Alex...
Iba a decir algo más, pero llegó Dani a hablarme. –Hola Stefan. Alex, dos personas quieren verte... Tienen preguntas sobre una de tus pinturas... –Miré a Stefan y me disculpé con la mirada–. Lo siento... –Dijo mi amiga y Stefan asintió.
– ¿Quiénes son? –Pregunté, pero al ver a quienes señalaba mi amiga, le miré–. ¿Es en serio?
– ¿Qué? –Preguntó.
Tomé su brazo y le hablé bajo. –Son de MAY, si uno de ellos quiere alguno de mis cuadros es que algo hago bien...
– Señorita Fabiani... –Dijo uno de ellos en cuanto se acercaba a mí, el más joven de todos, unos 27 máximo–. Soy Rob Gyllenhaal, director de MAY... –La presentación no era necesaria, porque sabía perfectamente quien era cada uno de ellos.
MAY era la galería de arte más prestigiosa de todo el país junto a MAC. Ni siquiera pasó por mi mente el hecho de enviarles una invitación porque era obvio que no vendrían, pero por alguna razón estaban aquí, alguien lo había hecho por mí y debía levantarle un monumento cuando supiese quien era el responsable.
Y de repente sonreí, porque Stefan me lo había dicho, el evento era de conocimiento en el rubro y según él, MAY se haría presente porque no se perderían esta exposición.
En la pintura eran reconocidos por ser los mayores descubridores de talentos jóvenes a lo largo del país, yo ahora tal vez podría ser una de las tantas gemas sin pulir que ellos encontraban, como en su momento lo había sido Andrea Gatusso, una de mis mayores inspiraciones en la técnica.
Aunque tenerlos aquí ya era un logro mayor.
– Lo sé, es un gusto que esté aquí. –Le extendí mi mano y la tomó para besarla. Me sonrojé sin poder evitarlo.
Se giró para señalarme a sus demás compañeros. –Me acompañan Andrew Maxfield, Lorenzo Banchieri y Luca Rinalde. –Todos me extendieron su mano y yo hice igual–. Quiero decirle que estamos realmente impresionados, su técnica es sublime... –Los demás a su lado asintieron, quería gritar.
– ¡Wow! Muchas gracias. –Respondí casi por inercia, sólo quería gritar.
– Realmente nos gustaría ver alguna de tus obras en nuestra galería, ¿Qué opinas? –Preguntó Lorenzo.
Suspiré. –Sería un honor, soy aficionada, pero realmente me encantaría.
– Aficionada o no, nos has impresionado, Alex. –Esta vez comentó Luca, ¡Uno de mis sueños más locos estaba siendo real justo ahora! Estaba recibiendo halagos de MAY y al pellizcarme confirmé que esto era absolutamente real–. Tienes mucho talento, y nos alegramos de haber aceptado la invitación de tu padre.
Me giré al ver que los tres miraban tras de mí. –¿Qué tal el talento de mi princesa? –Preguntó al llegar a nuestro lado–. ¿Decepcionados? –Continuó a modo de broma.
Todos rieron. –De ninguna forma, la belleza de tu hija Carlo, es proporcional a su talento. –Rob respondió a lo que todo el rubor del universo vino a dar a mis mejillas–. Porque eres hermosa, Alex.
– Lo es... –Respondieron los otros tres al unísono, los halagos estaban siendo demasiados.
– Les dije que no perderían este viaje, Alex además de bella es talentosísima, y no lo digo sólo porque sea mi hija. –Todos asintieron y cuando comenzaron a hablar con mi padre de las reservas, me disculpé para ir a ver dónde se encontraba Stefan.
El salón no era demasiado grande por lo que no encontrarlo a simple vista me hizo sentir mal. Se había ido.
Decidí salir a tomar un poco de aire cuando lo vi, parado en la terraza con los brazos apoyados en la baranda. Retrocedí al instante. –No tienes que irte...
– No quería interrumpir... –Dije y se volteó–. Tu soledad...
– ¿Eran de MAY? –Preguntó y asentí al instante–. Te dije que vendrían...
– Lo hiciste... –La conversación era tensa, pero por alguna razón seguía allí parada.
– Puedes acercarte, no tienes por qué quedarte allí. –Y lo hice, me paré justo a su lado. Se acercó y besó mi cabeza–. Te ves radiante...
– Gracias... Tú también... –Dije y tapé mi rostro con mis manos. Suspiré y las quité.
– El tipo de MAY parecía interesado en ti... –Le miré, ¿Qué?–. En tus pinturas, talento y en ti... Por eso salí.
No había entendido. –¿Qué? No entiendo...
– El tipo, Rob... Podría apostar a que te pedirá una cita al finalizar esta noche... –Su cuerpo se tensó.
¿Estaba celoso? –Y eso, ¿Te molestaría? –Asintió–. Pero nosotros no somos nada, quiero decir...
– Sé que es así, pero me molestaría de igual manera... –¿A qué venía todo esto? Mi mente entró en una especie de confusión.
– Pídeme que regrese contigo... –Dejé salir de mi boca y me miró–. Pídeme que volvamos a estar juntos y no saldré con él si me invita...
Sonrió de medio lado, sin gracia. –Ese es el problema, no puedo pedirte que regreses conmigo sólo para que no salgas con alguien más...
– ¿Sólo me pedirías que volviese contigo por esa razón? –No dijo nada y volví a preguntar–. ¿Sólo no quieres que salga con alguien más?
– No, no es sólo eso. –Respondió seco–. Pero no puedo estar contigo, pero tampoco puedo ver como sales con otros tipos...
– ¿En serio? –Me miró y asintió.
– Sabes que estar conmigo no te hace bien, no es sano... Por eso lo hago, Alex. –¿Que lo hacía por mí? Puso su mano en mi pómulo y la angustia se posó en mi garganta–. No puedo estar contigo si lo único que hago es aumentar las dudas en ti, no quiero hacerte eso... No soy bueno para ti, Alex. He estado todos estos días aguantándome las ganas de llamarte o hablarte, pero si no lo hago es porque no quiero hacerte más daño... No quiero hacerte eso...
No dijo más y comenzó a caminar hacia el salón, para irse.
– No puedes decidir que es bueno para mí o no. –Me miró y se volvió a girar–. Si estás haciendo esto es sólo por ti, porque yo sé perfectamente lo que quiero. Y yo te amo, Stefan. ¿No debería importar acaso lo que yo quiero también? –Dije casi como un desahogo y aunque por unos segundos dudó en seguir su paso, al final lo hizo.
Exhalé. Stefan se había ido, pero al menos había intentado el que se quedase.
La exposición terminó de muy buena manera, la totalidad de los cuadros habían sido vendidos, las críticas habían sido positivas y el balance final era que para ser la primera exposición había sido realmente un éxito.
Lo único que podría haberla hecho perfecta habría sido que no existiese mi patética súplica a Stefan para que se quedara, o que tal vez se quedara conmigo.
De igual manera sonreí, al menos sabía lo que Stefan realmente pensaba de ambos.
Rob, como Stefan me había dicho, me invitó a comer para hablar de misfuturas exposiciones en MAY, y acepté, porque si Stefan ya no quería estarconmigo, yo no tenía por qué quedarme esperándolo.