Nos quedamos viendo series en Netflix de todo tipo riendo sin parar por lo locas que eran algunas, hasta que finalmente acabamos viendo Sherlock, buena serie la verdad, al menos Erick fue buena persona y no me hizo ningún tipo de spoiler.
Hasta que llegamos a las cuatro de la mañana y decidimos ir a dormir hasta que Erick me mencionó un pequeño problemilla que se le olvidó mencionarme anteriormente.
—Ammm... Ashley. Se me olvidó decirte que solo tengo una cama. Si quieres duermo en el sofá.
—Puedo dormir en el suelo en un saco de dormir.
—¿No te importa?
—Para nada. ¿Dónde está el saco?
—Ahora lo agarro.
Sonreí ampliamente para después ir con él, tenía un saco en un armario, lo tendimos en el suelo y antes de que me diese tiempo a abrirlo, Erick ya se tumbó encima.
—¡Eh! —Grité mientras le empujaba para que se quitase de encima del saco— ¡Quítate!
—No. Duerme en la cama. Hazme caso.
Suspiré algo frustrada afirmando de mala manera para después meterme yo en su cama de matrimonio, darnos ambos las buenas noches y apagar la luz dejando solo una tenue luz del exterior, farolas y demás. Al menos no molestaba mucho.
Me giré observando que Erick ya estaba totalmente dormido, ¿Cómo es eso posible? Estaría muy cansado.
Me quedé mirandole bastante rato pensando que era muy buena persona conmigo y recordando nuestro día con una gran sonrisa hasta llegar al recuerdo de él poniéndose el pijama. Oh... No, ¿Enserio? Maldita mente, no pienso hacer nada ahora... Aunque... También está dormido y a saber cuánto tiempo paso así... Venga, no va a pasar nada.
Empecé a masturbarme mirando a Erick atentamente para que no me pillase haciendo este tipo de cosas... Encima en su maldita cama.
Hasta que llegamos a la mañana siguiente, el sol entraba por las ranuras de la persiana, los pájaros cantan, las flores florecen y niños como yo... Deberían de estar en casa.
Pero no, yo estoy aquí mucho mejor que en mi casa, calentito, sin mi madre y... ¿Unas manos abrazándome?...
—¡¡Ah!!
Por la sorpresa le acabé dando un codazo a Erick en el estómago.
—¡Ay! ¿¡Pero qué haces!?
Preguntó Erick retorciéndose de dolor sobre la cama.
—¿¡Qué haces tú!? ¿¡Por qué me abrazas!
—¡Estabas llorando, quería ayudarte! ¡Cuándo te abracé paraste y me dormí!
—¡Yo no estaba llorando!
—Afff... Mírate, si todavía tienes los ojos rojos. Anda, vístete. Prepararé el desayuno de mientras.
Bufé molesta viendo como Erick se iba de la habitación cerrando la puerta, yo me empecé a desvestir y a ponerme otro conjunto, algo mono ya que hoy era mi primera cita con Álvaro.
Salí de la habitación y había un muy buen aroma proveniente de la cocina, olía a tortitas.
Me acerqué rápidamente a la cocina viendo que Erick las estaba haciendo.
—¿No decías que no sabías cocinar?
—Esto es de las pocas cosas que sé. Ya me dirás tú si están buenas o no.
Reí suavemente y nos pusimos a hablar mientras él cocinaba, se nos quemaron las tortitas y no preguntéis como, pero también nos salió mal el zumo de naranja, al final acabamos pidiendo en desayuno por ahí para que nos lo trajeran a casa, estaba delicioso. Quizás lo único malo es que es domingo y mañana Lunes.
Me despedí de él con un abrazo después de la comida para salir hacia mi seguramente gloriosa cita, habíamos quedado en un parque bastante grande de la ciudad. Llegué y no tardé mucho en encontrarle, estaba debajo de un árbol tocando una guitarra acústica.
—¡Hey, Álvaro!
Le saludé con euforia acercándome corriendo a él.
—Hola, Yale. ¿Qué tal? Te veo muy contento.
—Normal estando contigo.
Contesté con un ligero sonrojo en mis mejillas, siendo Ashley nunca hubiera sido capaz de decírselo.
—Ja, ja, ese es el espíritu —Dijo mientras guardaba la guitarra en una funda y se la ponía en la espalda a modo de mochila— Un momento...
Se acercó demasiado a mí, pensé que me iba a besar o yo que sé, pero simplemente se acercó para mirar mi collar, sí, ese que me acabé haciendo con la púa que le robé.
—¿Es mí púa?
Preguntó volviendo a colocarse enfrente mía con los brazos cruzados.
—Ammm... ¿Qué pasa si digo que sí?
—Que... Te la puedes quedar y que me parece adorable que hayas hecho un collar.
—¿Y si digo que no?
—Quedarías como un adorable idiota.
Me encogí de hombros sonriendo tímidamente aún sintiendo mis mejillas arder.
—Entonces sí, es tu púa.
—Ya lo sé, idiota.
Álvaro sonrió volviendo a acercarse a mí, poniendo su mano en mi mejilla susurrándome en el oído.
—¿Qué pasa si te pregunto si te puedo besar?...
—S-si te dijese que sí... Correspondiría sonrojándome mucho. Y si te dijese que no... Me acabaría arrepintiendo.
—¿Te puedo besar?
Preguntó poniendo su rostro frente al mío clavando sus ojos verdes en mis ojos azules con una sonrisa pícara con una voz suave y calmada que relajaría el corazón de cualquiera, como hizo con el mío.
—Sí...
Y me besó. Fue un beso dulce, no sabía que sentía él, pero me sentía feliz de poder besarle por segunda vez, y que esta vez me lo propusiera él a mí. Sus labios suaves pegados al mío sin ningún tipo se segunda intención, él me abrazó por la cintura pegando su cuerpo al mío, yo correspondí su abrazo hasta que nos separamos.
—¿Cuánto tiempo llevas enamorado de mí?... Esa sonrisa no es de que te guste desde hace un mes.
—Mucho tiempo... Más del que piensas.
Álvaro río y me besó la frente revolviéndome el pelo.
—¿Empezamos la cita?
—Que nunca termine.