Antes de comenzar el capítulo, agradecer a todos los lectores por los comentarios y el apoyo en el anterior capítulo, esto va dedicado a vosotros.
Se podía notar en la mirada de Azirafel la poca confianza que tenía al ver a Gabriel entrando en su tienda, llegando al punto de que su copa había terminado en el suelo hecho añicos solo del susto.
Crowley por su parte se mantenía escondido tan bien como le era posible tras su gran y nuevo sillón, comprado por y para él y que se mantenía en la tienda de libros de Zira porque esta se había convertido en su segunda casa y la comodidad era su primera necesidad.
O eso le aseguró a su ángel cuando entro a lo grande en su tienda con una caja enorme.
Obviamente, a Azirafel le costó un poco entender porque de la nada Crowley había decidido acoplarse a su tienda y hacer de ella su propia casa. No todos los días tus amigos se presentan en la que es tu casa con un sillón gigante para armar y para dejar como decoración.
–¿Porque huele aquí como si el mal se hubiera acoplado? —preguntó el Arcángel observando con detenimiento todo la habitación, queriendo saber si había nuevas cosas en su tienda o nuevas presencias.
-¿Qué quieres y que haces aquí, Gabriel? -preguntó el angel apoyándose instintivamente en el sillón donde se hallaba su amigo, dándole algo más de espacio a Crowley para poder ocultarse o aunque sea irse de allí y a su vez evadiendo la pregunta del Arcangel.
–Vengó en son de paz —avisó alzando las manos con una amplia sonrisa, tan sincera que incluso parecía falsa pero a ojos del ángel, solo lucia sobre su amante, demasiado amable— Ciertas cosas estan sucediendo en el Cielo, ángeles de menor rango andan desapareciendo, en específico aquellos que te tenían bajo vigilancia, solo por precaución —se justifico rápidamente mientras tomaba un libro en manos y lo miraba, justamente, el que Crowley le había regalado esa misma mañana— aunque lo que haya pasado con el Armagedon no esta perdonado, sigues siendo uno de los nuestros, por lo que no queremos que los nuestros desaparezcan.
La posición de defensa que había adquirido Azirafel al comienzo de la charla, cambio drásticamente a una inquietante, ¿ángeles despareciendo? Eso era algo imposible.
-¿Y aun así me cuentas esto? ¿Por qué? -inquirió el ángel, jugando con sus manos con cierro nerviosismo.
-¿No es obvio? —pregunto a modo de respuesta— Desconfío del demonio Crowley, aunque el parezca ser... Bueno —dijo con dificultad y con cierto desagrado— su naturaleza es demoniaca, el es un ser malévolo cuyo trabajo es crear y provocar el caos por donde sea que vaya, tú eres un ángel, un ser de luz, creado desde las estrellas para hacer la paz y ayudar a la todo poderosa en su plan con su creación.
Mientras Gabriel le daba la charla a Azirafel sobre que tal cruel que podría ser Crowley, este tenia la extraña necesidad de querer irse, era insufrible el estar con Gabriel, entre algunas de las razones que curiosamente, ni recordaba con claridad, se encontraban los motivos por aquel juicio donde haciéndose pasará por Azirafel, le habían querido tirar a una hoguera cual antigua bruja, pero si hablábamos sobre motivos incluso mucho más antiguos, sabía que era un gran dolor aun no sabiendo la razón.
Pero el otro no hacia mas que acercarse a donde el estaba, y no le quedó otra que transformarse en una serpiente, no una de las que te hacen salir corriendo despavoridamente, pero una pequeña serpiente valdría solo para desparecer aun estando allí.
–Azirafel, simplemente, aleja te de él por un tiempo, se que le tienes un tipo de aprecio que me es incomprensible, pero nosotros no te hacemos nada, palabra de Arcangel —juro alzando su mano izquierda.
–Me queríais muerto y destruido no hará ni unos meses, ¿como iba a creerte? —cuestionó el ángel, sin embargo, escucho un pequeño siseo y supo que por lo menos, no tendría que explicar que hacia Crowley en su tienda, podría explicar que era su mascota y sin problemas, aquello, también fue capaz de tranquilizarle un poco, más fue capaz de soltar el aire que había estado conteniendo y ni siquiera se había percatado.
–Porque no te queda otra.... —respondió con lentitud Gabriel, pues a sus ojos, aquella pregunta tenia una respuesta mas que obvia- Azirafel, tenemos a Miguel trabajando con su grupo buscando a sus ángeles, yo por otro lado he decidido hacerme cargo de ti, por lo que, haz lo que te digo por una vez y cuidate las espaldas. Ahora, si me disculpas, me tengo que ir, y utiliza nuevas... Cosas químicas que utilicen los humanos para limpiar, aquí huele fatal.
Y después de aquella "cariñosa", desapareció en una explosión violeta.
Crowley por su parte, algo angustiado, rapto hasta terminar en la chepa de Azirafel, quien le miraba preocupado y curioso, lo primero, por las palabras de su Jefe y lo segundo, por la peculiar forma que había adaptado; no era la primera vez que lo veía siendo una serpiente, la primera había sido en el Jardín, una gran pitón, sin embargo, esta vez era una pequeña/mediana serpiente roja cobriza con pequeños detalles rojos y una brillantes y dorados ojos azules.
-¿Que vas a hacer ahora? -pregunto preocupado a Crowley que siseo con pleno desconocimiento.
Aquella situación situacionistas a Crowley los primeros días de la creación, aunque no necesariamente los primeros días humanos, sino mas bien los días angelicales, en los tiempos donde la incertidumbre empezaba a comenzar, y la gran revolución tendría lugar en algun lugar de su historia.
En los comienzos, antes de que los humanos existieran, antes de que el cielo se dividiera en dos y comenzase a existir el bien el mal como el equilibrio de las acciones, todo el universo se mantenía en una pequeña calma que tarde o temprano, terminaría quebrándose.
Por aquellos tiempos, el Cielo era un lugar apacible y tranquilo, reinaba cierta prosperidad entre la primera creación de Dios; quienes estaban divididos en rangos, el primero, era la voz de Dios; aquellos que lo escuchan creen que Dios es hombre, pero en realidad, no existe un género al que atribuirle, lo es todo y a la vez, nada, pues los géneros son cuestiones humanas, no divinas; después, se encontraban los serafines; los arcángeles, quienes eran los encargados de ser la palabra palabrería de Dios, siendo estos Miguel, Lucifer, Gabriel, Uriel y Rafael, todos ellos, la mano derecha de Dios y finalmente, se encuentran ángeles de mayor o menor rango, como los principales o los ángeles de batalla.
Por otra parte, nos encontramos con el territorio conocido como el "Cielo", no es un lugar como todo creyente cree que es, el Cielo, es como la versión blanca del Jardín del Edén, todo brillante, perfecto y elegante, con el toque divino que siempre tiene y que es muy diferente al que existirá.
Pero como lugar, hay algunas zonas donde no todos los ángeles pueden estar; pues solo aquellos, como los creadores de ángeles tienen permiso; allí, se encontraban Rafael y Miguel.
–Entonces... ¿cuantas veces has evitado ya que Lucifer sea castigado? —preguntó con curiosidad el ángel de apariencia femenina a Rafael, quién se encontraba creando a un ángel desde las estrellas por ordenes.
–Cuatro —respondió sin mucha atención puesta en la pregunta, pues mas bien, se hallaba maravillado observando al pequeño bebe ángel que poco tardaría en convertirse en un adulto y permanecer así por la eternidad.
–¿Y no te cansas? —inquirió de nuevo el mismo ángel, solo que esta vez, ella ya se andaba preparando para crear un nuevo ángel.
–Todos tenemos una paciencia —dijo pensativo— tal vez la mía sea infinita o tal vez le quede poco.
–Pues por su bien dejaría de estar liandola tanto... Últimamente muchos ángeles de menor rango se estan poniendo a favor de sus ideas, no creo que eso vaya a terminar bien —murmuró la ángel que había creado durante la charla.
–Si tienes razón... ¿Pero que quieras que haga? Lucero es tanto hermano mío como tuyo, solo evito que cometa errores y si sigue creando el mal, yo no podre estar ahí para defenderle —le aseguró a la mujer quien andaba mirando a las constelaciones.
–Cuidate, Rafael malos tiempos se acercan y puede que muchas cosas nos pasan factura... Simplemente ten cuidado si en algun momento el cielo se divide en dos —con preocupación, la Arcángel parecía intentar descifrar de donde provenía la poca atención que Rafael que le estaba dando, ella le pedir que se cuidara y el ya se estaba yendo.
–Tranquila Miguel, hare caso a tus palabras —y con un simplemente gesto, se despidió del otro alado para irse a un lugar donde parecía reinar la paz, no del literal, pues la escuela de ángeles solía ser de todo menos un sitio donde reinará la paz.
No es que fuera un sitio donde tuviera grandes recuerdos, pero le gustaba rememorar todo lo que había aprendido; su memoria era maravillosa y no solía leer las cosas varias veces si no era porque no lo había comprendido, pero mas que nada, le gustaba ver como la curiosidad y la energía era algo que sacaba lo mejor de aquellos futuros ángeles, quienes aprendían a velar por la seguridad y hacer el bien de todas y cada una de las criaturas.
En otras palabras, cuanto mayor rango, mas capacidades, cuanto menor sea el rango, menor posibilidades habrá de realizar grandes milagrosos, por ejemplo, parara el tiempo, anticipar ciertas circunstancias, etc.
Pero lo bonito, era ver como los niños se ayudaban entre si o estaban en constante alegría, sin importar lo que pasará.
–Hey Raf, ¿hechizado por la adorable mirada de los pequeños angelitos?
–Lucero —pronunció con cierta desgana— No soy Raf, ni soy Ael, soy Rafael,te lo he dicho miles de veces y tenemos que hablar.
Lucifer simplemente bufo con desgana cuando escuchó ser llamado por el nombre que consideraba antucuado, en señal de poco interés se cruzó de brazos y se apoyo en el pilar que adornaba las vistas.
–Deja que lo adivine, te debo otra por salvarme del castigo divino —supuso el de apariencia rebelde mientras que el opuesto simplemente se sobaba la sien cansado— ¿He acertado? Guay, ¿que he ganado?
–Un buen castigo —respondió sonando molesto— No voy a estar la eternidad aquí, Lucifer, no voy a estar salvando te siempre, Rafael se esta cansando —habló en tercera persona mirando seriamente a quien podría ser llamado hermano.
–¿Acabas de hablar en tercera persona? —pregunto casi aguantándose la risa.
–¿Eso es de lo único que has prestado atención de lo que he dicho? Además, ¿porqué te has cambiado de nombre? –Rafael había pasado de estar feliz a llegar a un punto de molestia e indignación, que es lo que solía suceder después de cada charla entre ambos, Lucifer daba por sentado que se libraría de todo mientras iba dando discursos, charlas y protesta contra Dios, algo que estaba sumamente castigado, Dios por otra parte no se manifestaba y eso era preocupante.
–¿Si digo lo que quieres oír te valdrá? —Lucifer se acercó a su hermano y le dio un abrazo, dejando soprendido al otro, pues no esperaba tal acto de cariño— Rafael, muchas gracias por dar la cara por mi, pero ella no te entiende, yo entiendo tus razones, recuerda eso, hermano.
El pelirrojo frunció el ceño sin comprender a qué se refería, pero en cuanto termino de hablar, este se fue sin mas, despareciendo en el cielo y dejando perplejo al arcangel. .
Este, cansado de no comprender porque todo el mundo andaba diferente aquel dia prefirió alejarse de casi todo ser divino que divisaba, y a su mente vino la persona que siempre tenia una sonrisa y apoyo para el sin importar de que se trataba, por lo que decidió cambiar de dirección e ir a donde sabia que podría encontrar a su angel favorito, acertando en cuanto le vio en el jardín, aligeró el paso para llegar antes a él.
–¡Zira! Tenía muchas ganas de hablar contigo, ¿tienes un rato libre? —la mirada apagada que había tenido Rafael durante la mayoría del día, fue transformándose en una llena de alegría; aquel ángel le cambiaba radicalmente, este dejo de regar las plantas para observar a su amigo llegar en cuanto escucho su nombre.
–¡Rafael! La verdad es que ya había terminado, —menciono mirando como todas las plantas brillaban en su máximo explendor—¿qué te parece sí vamos a nuestro sitio favorito? —propuso el rubio con una amplia sonrisa que derritió al arcangel.
El arcángel y el ángel alzaron el vuelo después de que la propuesta fuese aceptada, y mientras iban volando a su lugar favorito, alguien les seguía desde lejos, no queriéndose perder nada de aquella charla con la que disfrutaban ambos, o como se sonreían y reían de felicidad a la mínima.
Por otra parte, ese ángel, solo rompía ranitas molesto de que existiría tal felicidad, ¿el motivo? La forma en la que algunos eran capaces de amar y otros andaban buscando amor. En otras palabras, pura envidia.
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