Este es el segundo capítulo de tres consecutivos, si no has leído el anterior, ¿qué haces aquí?
La agonía del mártir
Las últimas semanas los Diegos habían notado cierta mejora en Temo, desde la llegada de los gemelos, intentaba mantenerse lúcido, aunque en ocasiones flaqueaba y Diego lo encontraba tirado en su camastro, perdido en su delirante mundo de polvos de hadas; aunque a Valdez no le hacía mucha gracia que se encariñara con esos dos niños, ver al Temo luchador le gustaba mucho más que el Temo ausente, que conversaba temas sin sentido y actuaba torpemente.
Pero había algo que le atemorizaba en el cariño que Temo demostraba a los gemelos, por que sabía que resultaría ser un alma de doble filo al final de todo. Ahora se arrepentía de no haberles confesado todo lo que ocurría en ese infierno, había optado por omitir lo más terrible, el más oscuro de los datos, puesto que la única manera de escapar de "Los Extraviados" era irse de la mano con la muerte.
Desde que había sido llevado a ese lugar sin su consentimiento vio ir y venir a un sin fin de chicos, muchos de los que llegaban no resistían tanto tiempo, algunos agobiados por su desdicha recurrían al suicidio como método de escape, otros no conseguían amo en el tiempo límite por lo que eran desechados, otros eran comprados y llevado lejos, donde no volvía a saber de ellos, de los más fuertes, los que guardaban la esperanza de escapar, esos mismos a los que el Bulldog no dudaba en drogar, a duras penas sobrevivían lo necesario, hasta que sus dueños se aburrieran de ellos, a esos le quedaban sólo dos opciones, que en poco tiempo un nuevo dueño los comprara o lo intercambiaran con otro chico en el más remoto y afortunado de los casos, era eso o ser desechados como objetos inservibles.
Era a eso a lo que Valdez más le temía, dejar de parecerle entretenido a su amo y ser desechado, porque eso sólo significaba su condena de muerte. Esa era la razón por la que aguantaba con el mayor de los estoicismos los crueles y sádicos juegos que le gustaba practicar a su amo. Se había acostumbrado a ser castigado sin haber cometido falta alguna, a ser azotado sin emitir queja y a ser humillado con el único fin de sobrevivir unos días más. Muchas veces simplemente era colgado de sus brazos sobre una especie de estructura que a penas le dejaba descansar su peso sobre la punta de sus pies, sólo bastaba un movimiento en falso, un resbalón y caería con todo su peso sobre un extremadamente largo y grueso pene de hule que lo empalaría por completo. Su amo solía dejarlo ahí por largo tiempo, excitándose con su cara de sufrimiento, con las gotas de sudor resbalando por sus sienes y por el temblor de sus piernas al tratar de no flaquear. Después, cuando su amo se retiraba y el Bulldog regresaba por él, llegaba a su celda con las piernas temblorosas, muchas veces con la piel sensible y roja por los azotes o las sesiones con cera caliente, con el culo aún adolorido por las violentas maneras con la que solía utilizarlo; muchas veces sintió darse por vencido y quiso recurrir al método de escape que había visto utilizar a muchos, cuando Temo y Diego llegaron estaba decidido ha hacerlo, a quitarse la vida y ser libre una vez más pero el optimismo de Diego, ese chico de ojos verde aceituna lo hizo reconsiderar su decisión y seguir resistiendo todas las vejaciones a la que su cuerpo era sometido semanalmente.
En Temo, por otro lado, encontró un amigo con el cual podía conversar por horas, aunque en ocasiones su mente se encontrara lejos. A pesar de eso, lo vio aprenderse el nombre de cada uno de los chicos que habitaban los dos grupos de celdas, hacer amistad con todos por igual y cometer el error de encariñarse de más con los gemelos.
Los Diegos verían derrumbarse a su amigo al día siguiente que los gemelos fueran llevados por primera vez a subir las escaleras, un sólo amo había pagado una fuerte cantidad de dinero por quedarse con los dos, los niños no supieron procesar el trauma y así como habían llegado juntos a este mundo decidieron irse de el, puesto que el Bulldog los encontraría colgados con sus sábanas, aún tomados de la mano, a la mañana siguiente.
La noticia afectaría tanto a Temo, que no permanecería lúcido desde aquel día. Preocupando a los Diegos que temían sufriera una sobredosis.
No se enteró de la tarde que el "Chino" llegó tan golpeado que Diego le tuvo que rogar al Bulldog para que lo dejara curarle sus heridas, tenía un ojo totalmente cerrado por la hinchazón debido a un terrible golpe, tenía rozaduras en las muñecas donde la soga con la que había sido atado había apretado de más, también tenía cortes en la espalda y muslos productos de los azotes que había recibido aquel día, de su culo salía un hilillo de sangre y su glande aún tenía la capa de cera con la que había sido torturado.
--¿Qué pasó, por qué te dejo así ese animal? --le preguntó Diego luego de terminar de limpiar las laceraciones en su espalda y muslos, sabía que ese hombre podía ser violento con el Chino pero nunca se imaginó que pudiera llegar a maltratarlo de esa manera.
--Ya se aburrió de mi --respondió con un hilo de voz y una lágrima rodó por una de sus mejillas --ningún "amo" va a querer comprarme --gimoteó --no como me ha dejado.
--Pero eso esta bien ¿no? Nadie abusara de ti por un tiempo.
--No, no hay tiempo para mi; los que son despreciados son sacrificados, Diego --estaba a punto de romper en llanto, se había concentrado tanto en continuar con vida que por unos meses había olvidado que ese día podía llegar de un momento a otro.
--¡No te preocupes! --lo intentó tranquilizar --encontraremos una manera de que no ocurra --le acarició la mejilla con cuidado de no lastimarlo más. Había llegado la hora de ejecutar su plan que por meses había madurado en su alocada cabeza.
Temo tampoco se enteró cuando el Bulldog fue por Diego, ni como su mejor amigo escribía sólo dos palabras en un pedazo de papel arrancado de una de las novelas que leía, lo introducía dentro de un preservativo que había robado del hombre que había pagado por él y con algo de asco, lo tragaba. No se enteró del beso que le diera en la mejilla, ni del último abrazo que le dio a manera de despedida. --"Se fuerte, Aristóteles vendrá por ti." Le susurró al oído antes que el Bulldog se lo llevara por última vez --"Cuídamelo" --le dijo con una sonrisa algo torcida al Chino y subió las escaleras con una sola idea en mente, hacerle llegar a Aris, de alguna manera, su ubicación.
Sabía por boca del Bulldog, que los cadáveres eran dejados en lugares donde fuera sencillo encontrarlos, tal vez como muestra de misericordia o en un intento por apaciguar sus propios demonios. Entró nervioso a la habitación, se quitó la bata de tela casi transparente y esperó a que entrara el enorme hombre que lo tomaba de manera gentil pero que aún así carecía de su consentimiento, sus manos estaban frías y temblaban cuando desnudo lo hizo ponerse de rodillas y con su peluda y enorme mano derecha llevo su pequeña cabeza hacia su entrepierna.
El aullido de dolor se escuchó en casi toda la hacienda, el enorme sujeto se retorcía de dolor cuando el Bulldog entró alarmado por sus gritos, encontrándolo en la cama casi desangrándose, en el suelo tirado como un pequeño despojo, la mitad del pene que Diego le había arrancado de un mordisco; a Diego lo encontró sentado, en una esquina, sonriendo triunfal con restos de sangre entre sus dientes e hilos de saliva mezclada con sangre que caían desde su boca hasta su pecho desnudo.
No dejó de sonreír aun cuando era llevado a rastras hacia los establos, tampoco cuando fue atado y amenazado con ser castigado por el Bulldog, no se asustó al ver aparecer silenciosamente al hombre largo, ni dejo de sonreír cuando lo miró con sus pequeños ojos negros, ni dejo de hacerlo cuando lo golpeó por primera vez con el puño, ni después que lo hiciera doce veces más ni cuando le saco dos dientes después de veinte golpes, no dejo de sonreír cuando soltó sus manos y de una patada lo hizo caer sin aire en los pulmones al suelo lleno de heno y excremento; siguió sonriendo, consciente que lo único que lograba con hacerlo era enfurecer más al hombre largo que furioso seguía dándole patadas buscando una queja, que suplicara clemencia pero lo único que obtenía a cambio, era esa sonrisa estúpida; sólo dejó de hacerlo luego del golpe que recibiera en la nuca con una barra de acero. Dejo de sentir miedo... dejo de sentir dolor... dejo de sentir... Diego murió.
Esa noche el Bulldog les iría a notificar sobre Diego, aquello fue cómo un balde de agua helada para el Chino pero para Temo, quien no estaba en este plano, no pareció entender lo que aquella noticia implicaba.
*****
--¡Diego por favor! --escuchó suplicar a Temo desde su celda una semana después --dime algo, Diego, no puedes enojarte así conmigo, por favor.
--¿Temo? ¿Con quién hablas? --comenzaba a preocuparse el Chino.
--Con Diego, que no me quiere hablar. ¡Dile que me hable, por favor!
--Te-Temo, no puedo hacer eso. ¿Te sientes bien?
--Mi mejor amigo no me dirige la palabra. ¿Cómo crees que me siento? Y tú no me quieres ayudar.
Guardó silencio por unos segundos, pensando si estaba bien decirle lo que en esos momentos pasaba por su mente o seguirle la corriente.
--Temo, Diego no está ahí contigo --habló luego de pensárselo mucho --hace una semana estas sólo en la celda.
--¡No! Diego ha estado...
--¡Diego está muerto, Temo. Entiéndelo, nos dejo! --tal vez no fueron las palabras correctas, ni la mejor manera de hacerle ver la realidad, le dolía ver a Temo comportarse de esa manera tan absurda.
--No, él esta ahí... él... él... estaba... no... por qué... me dejo aquí solo... él me dejo... él me dejo --repetía una y otra vez de manera desquiciada como una letanía para luego quedarse en silencio contemplando la nada.
--¿Temo? --no recibió respuesta.
Estaba cansado, agotado y se sentía totalmente sólo, arrepentido por todas las decisiones que lo habían llevado a terminar en ese lugar, siendo a penas una triste sombra de lo que era cuando había llegado a Oaxaca, lo único que había querido siempre era ser feliz, ser aceptado por quien era y no por lo que era pero en cambio había recibido mierda desde que había decidido ser sincero, sincero consigo mismo, con el chico que lo había impresionado desde el primer momento en que sus vidas se cruzaron, sincero con su padre que no había dudado en despreciarlo, desde ese momento su vida había comenzado a desmoronarse como un castillo de naipes al soplar el viento. Se sentía caer en un agujero sin fondo, odiándose a sí mismo por ser tan débil y no tener la fuerza de voluntad necesaria para dejar de lado su adicción. Por qué todo había empeorado desde el momento que la probó por primera vez y no sólo se había hundido él, si no, que había arrastrado a su mejor amigo y ahora ya no estaba, Diego había muerto por su maldita estupidez, por ser mucho mejor amigo que él podría llegar a ser, porque nunca había pensado en Diego, en el secreto que cargaba sobre su espalda, por que él era el único que sabía el verdadero motivo por el que Diego había viajado a Oaxaca, no sólo para ayudarlo con su problema con las drogas, ni porque hubiese aceptado irse a ocultar a esa ciudad por capricho de Ubaldo, por que si, el estaba al tanto de la traición de Andrés. En todo ese tiempo en que su mejor amigo estuvo con él, no se molestó en preguntar en como se sentía, en que había sido tan terrible para que decidiera viajar desde Toluca, porque no había dejado de autocompadecerse, porque no había dejado de ser un maldito egoísta que en el fondo solo sabía pensar en si mismo.
Y ahora, en ese preciso momento, cuando no veía ninguna salida porque no había droga que lo podía hacer olvidar que Diego no volvería, que no estaría al otro lado del teléfono o en la pantalla de su laptop aconsejándolo, haciéndolo reír con sus comentarios subidos de tono, se puso de pie, sin escuchar lo que Diego le decía a su lado y lo que el otro Diego al otro lado del oscuro pasillo le decía, destrozó todos los libros que Diego había leído durante las últimas semanas, estaba furioso con todos, con el mundo, consigo mismo y golpeo la pared con tanta fuerza que se hizo daño y aún así la volvió a golpear, volteó las camas a la vez que gritaba liberando así meses de frustración. Entonces lo vio, el pequeño reflejo de la tenue luz del foco en el trozo de cristal de la licorera que semanas atrás había tomado a escondidas de Michael.
Ahí estaba su llave a la libertad, su salida en un pequeño trozo de vidrio, caminó hacia él tambaleante y lo tomó con manos temblorosas.
--¿Qué es eso? --escuchó a Diego asustado al otro lado, en su celda desesperado por entrar a la suya pero en ese momento no comprendía absolutamente nada, era como si Diego le hubiese estado hablando un otro idioma que no conocía.
Diego lo vio tirarse en medio de su celda, con la terrible determinación en sus ojos y entendió sus intenciones --¡No lo hagas! --rogó, antes de escuchar voces sobre ellos --Temo por favor, mírame, lo que sea que estas pensando hacer no es buena idea --dijo antes de oír al Bulldog abrir la puerta y cerrarla de golpe --¡aquí por favor! --intentó llamar la atención del hombre pero en cambio lo escucho rodar escaleras hasta abajo y el sonido seco del disparo que le quitaría la vida.
Con manos temblorosas lo vio apretar el cristal y con una pequeña mueca de dolor hacer el primer corte; sobre ellos, los ruidos de la pelea entre Michael y Aristóteles se podían escuchar mientras Diego no dejaba de gritar pidiendo ayuda.
Hacer el primer corte en su muñeca izquierda fue doloroso pero fácil, cortar la derecha fue complicado, su mano se había vuelto torpe luego de cortar tan profundo hasta cercenar los tendones y no podía sostener con firmeza el cristal, la sangre que no dejaba de manar de la herida autoinfligida por lo que no facilitaba su propósito, haciendo que el vidrio se le resbalara de los dedos.
Diego volvió a gritarle que parara, por primera vez desde que había tomado la decisión de tomar la salida cobarde, lo escuchó, estaba llorando angustiado por él.
Después de varios cortes nada profundos logró hacerlo, tan profundo que la sangre salió en pequeños chorritos.
Miró a su alrededor y el pequeño desastre que había provocado, paginas, sabanas, almohadas y colchones tirados por el pequeño cuadrado en el que había habitado junto a Diego durante el último año; la sangre empezaba a formar un charco pegajoso bajo él y levantó la mirada para ver a Diego asustado, pegado a los barrotes, con enormes lágrimas en sus mejillas, suplicando por ayuda.
Escucharon la puerta abrirse otra vez, a alguien gritar instrucciones. Intentó abrir sus ojos pero sus párpados pesaban demasiado, se sentía muy cansado y comenzaba a sentir frío. Diego seguía pidiendo ayuda, cada vez más desesperado. Haciendo un último esfuerzo entreabrió los ojos y lo vio de pie, afuera de la celda, con sus rizos castaños y su mirada esmeralda, levantó los brazos con dificultad y se le mostró los cortes con una pequeña sonrisa de triunfo en sus labios, porque lo estaba por lograr, a pesar de que su demonio de ojos verdes le había prometido que nunca saldría de los Extraviados, iba a escapar, entonces lo vio abrir la cerca y acercarse hasta donde se encontraba tirado.
--¡Oh no, Temo, no, no, por favor no. Guido por acá. ¡Temo no! ¿Qué hiciste? Abrió la celda y entró asustado por la gran cantidad de sangre que había, no le importó mancharse con ella y se agachó a su lado --¿tonto, que hiciste? Tenías que esperar sólo un poco más.
--¿Ari, eres tú? --intentó enderezarse un poco pero ya casi no tenía fuerzas --lo siento... yo... lo lamento tanto...
--¡shhhh! --lo calló --no te esfuerces ya viene la ambulancia --le dijo con un delgado hilo de voz --¿Guido? ¡Por favor, ayúdame! --intentaba que la voz no se le quebrara, pero era en vano.
--Es mi culpa... Diego esta muerto... si no hubiese sido tan estúpido... hace frío... mírate estas tan delgado... --le acarició la mejilla, dejándole un rastro de sangre por donde lo había rozado su mano; le costaba mantener sus ideas claras, pero el calor que le trasmitía el cuerpo de Ari al suyo lo hacía sentir de nuevo en casa, aspiro fuerte el aroma de su cuerpo buscando esas notas que tanto lo hacían enloquecer y las encontró, era quien había estado esperando por meses y no una burla más de Michael.
--¡Guido por favor. No sé que hacer! --volvió a llamar.
--Ari... yo... Julio... hermanito... lo siento tanto... --una última lágrima rodó por su mejilla antes de que se dejara envolver por el placentero sueño que lo embargaba en ese momento.
--¿Temo, Temo, qué sucede? ¡No, no!¡¡Ayudaaaaaa! ¡Ayudaaaaa!! --gritaba mientras apretaba contra sí el cuerpo de Temo --no me puedes dejar, por fin te encontré, despierta por favor --decía meciendo a ambos a la vez que le hablaba en susurros al oído --sin ti, nada tiene sentido, tienes que despertar, Temo, por favor despierta, yo te amo, te lo suplico no me dejes.
No se enteró en que momento todo se llenó de bomberos y policías, todo parecía ir en cámara rápida excepto en esa pequeña celda, donde se aferraba al cuerpo de Temo con fuerzas. Entre Pepe y Gabriel tuvieron que apartarlo para que Axel y Juan Pablo intentaran darle primeros auxilios a Temo, aunque no pudieron llevárselo demasiado lejos.
--¡No respira, no respira! ¡Ayúdenlo, ayúdenlo! --repetía en una interminable letanía. Pepe y Gabriel lloraban por igual.
Nota 01
Si han llegado hasta este punto de la historia, estoy consciente que me deben de estar odiando pero este capítulo ha estado escrito, con algunas variaciones, así como el capítulo de la desaparición de Temo, desde que escribí el prologo. Espero me sigan leyendo hasta el gran final, puesto que han faltan varios capítulos.
Nota 02
💔💔💔💔❤