La voz de Sansa había sonado atonante, incluso podía percibir cierto temblor en ella. Daenerys no supo qué responderle, ciertamente no era oportuno que en ese momento Sansa le estuviera pidiendo aquello, sin hablar de lo injusto que sería para Jon. Antes de aceptar la propuesta de matrimonio se había burlado diciendo que estaba loco por siquiera pensarlo, pero cuando se dio cuenta de que era la única forma de que no hubiera guerra, tuvo que ceder. Y en ese momento tenía los ojos de Sansa mirándola tristemente, como si en cualquier momento rompería a llorar.
—Sansa... —Comenzó, pero realmente no salían palabras de su boca, ¿cómo podría negarle eso? Ella tampoco quería casarse con Jon, pero era algo que debía hacer.
—No quiero seguir con esto —dijo Sansa.
—Pero tú estabas de acuerdo, sabías que esto se tenía que hacer, ¿qué ha cambiado?
La Dama de Invernalia cerró los ojos bruscamente, parecía buscar las palabras que quería decir.
—Cuando supe que habían atacado el Muro pensé que Jon no regresaría y me puse mal porque creí que había muerto, pero cuando volvió y lo miraste de esa forma, como si estuvieras aliviada de que regresara...
—Claro que lo estaba, Sansa, es tu hermano y me alegraba que estuviera bien porque de esa forma dejarías de estar tan triste —Daenerys explicó.
—Es que no lo entiendes —la mirada de Sansa cayó al suelo, casi parecía una niña pequeña siendo regañada.
—Pues explicame —pidió Daenerys acercándose a ella para tomarle las manos.
—Estaba deseando que Jon no hubiera regresado, porque si así fuera ya no se casarían —titubeó Sansa—. No quiero tener este sentimiento, quiero hacerlo desaparecer y la única forma es que no te cases con Jon.
Daenerys frunció los labios y soltó las manos de Sansa.
—No puedo hacer eso —suspiró—. Jon tiene derecho al Trono de Hierro y si se levanta en mi contra muchos lo verán como el legítimo heredero.
—Podemos convencerlo de que no lo haga —Sansa insistió—, podemos hablar con él, no quiere el trono, solamente necesitaba que vinieras a ayudar.
—Si cancelo el matrimonio lo estaré insultando, a él y a los tuyos —sugirió Daenerys—. No quiero que haya enemistades entre nuestras Casas, mucho menos sabiendo que no le agrado a tu hermana.
—No quiero verte casándote con él mientras yo estoy en un rincón deseándole la muerte —Sansa dijo—. Y no te preocupes por Arya, solamente no te ha conocido bien.
—Sansa, ya habíamos acordado esto, no puedo cancelar todo solo porque sí.
—No es porque sí —debatió Sansa—, es porque te lo estoy pidiendo.
—¿Y luego qué va a pasar? Si Jon y yo no nos casamos igual te quedarás aquí y yo me iré a Desembarco del Rey, eres la Dama de Invernalia —Daenerys levantó la voz.
—Jon puede quedarse aquí, no hay nada que me detenga para irme si él se queda.
—¿Irte a Desembarco del Rey?
—¿Es tan horrible pensar que me quiero ir?
—Eres la mayor de los Stark, los verdaderos Stark que quedan, no puedes ir a seguirme al sur, tu lugar es en el Norte —negó Dany—. No es justo que una dama de alta cuna como tú deje todo lo que su familia peleó para irse a un lugar en donde debe esconderse de los demás.
—Ya una vez me fui —Sansa asintió.
—Pero fuiste como prometida de un príncipe —exclamó Daenerys—, y nosotras no vamos a casarnos.
Los labios de Sansa se fruncieron, sus ojos dejaron de ver a Daenerys y lentamente los cerró.
—¿Tan malo sería?
Daenerys suspiró, no sabía cómo era que Sansa pensaba que eso era posible.
—¿Casarnos? Sansa, no podemos.
Sansa la miró de nuevo, su labio inferior comenzó a temblar y Daenerys no pudo evitar acercarse a su dama.
—Siempre hablas de romper la rueda —dijo con la voz quebrada.
—Esto es algo que no puedo hacer —respondió Daenerys—, el pueblo podría detestarme.
—¿Por qué es más abominable esto que el incesto?
Las cejas de Daenerys se elevaron, había escuchado palabras sagaces de su parte pero ahora sobrepasó el límite.
—No puedo permitir que me hables de esa forma —gruñó.
—Bien —Sansa dijo, a continuación abrió la puerta de sus aposentos y se inclinó—. Gracias por su tiempo, majestad.
Daenerys caminó hacia su dirección y tomó la puerta para cerrarla de nuevo. Sansa la miró cautelosamente, sus ojos azules estaban ardiendo en furia.
—No me voy a ir —sentenció—, quiero que aclaremos esto de una vez.
—¿Aclarar qué? —Habló Sansa con voz dura—. Está claro, te vas a casar con Jon y yo me quedaré aquí a ver cómo reinan los Siete Reinos.
—Tendrás los mismos títulos que alguna vez tuvo tu padre, algún día te casarás con un señor con el que tendrás herederos y...
—¡No quiero eso! —Gritó Sansa—. No quiero nada de eso, Daenerys.
—¡No puedo hacer lo que tú quieres, Sansa! No puedo cambiar esas reglas.
Daenerys había gritado también, sus voces ya estaban al mismo tono alto y se sentía como si en cualquier momento alguna se pondría a llorar, y a Dany le pareció que esa sería Sansa.
—¿Acaso no eres la reina de los malditos Siete Reinos? —Le demandó Sansa.
Las palabras se atascaron en su garganta, de alguna manera Sansa podía robarle el aliento y al mismo tiempo la volvía loca de desesperación.
—Ni siquiera sabemos qué va a pasar —dijo Daenerys—, podríamos no vivir después de la guerra que viene.
—¿Y si vivimos? —Preguntó Sansa, y Daenerys la volvió a mirar.
—No sé qué es lo que quieres de mí.
—Solamente te quiero a ti —susurró la pelirroja.
—Y yo te quiero a ti —Dany contestó—, quiero que dejemos de pelear.
Sansa se sentó en su cama, el aire de la habitación había cambiado por completo, ya se sentía menos tenso, así que la reina se sentó a su lado. Pasaron unos momentos y ambas se quedaron en silencio hasta que Daenerys tomó las manos de la Dama de Invernalia. Ella no mostró ningún rechazo pero tampoco le devolvió las caricias que Dany le estaba haciendo. Sin embargo, Daenerys todavía recordaba la euforia que tuvo unos días antes cuando fue dominante en un encuentro que tuvo con Sansa. Puso su dedo índice debajo de la barbilla de Sansa e hizo que la mirara, sus ojos azules estaban ansiosos. Daenerys se acercó aún más y lentamente posicionó sus labios sobre los de Sansa, esperaba que ella se quitara o la empujara pero para su sorpresa no lo hizo, se mantuvo inmóvil dejando que Daenerys le diera roces en los labios. Suavemente continuó moviendo su boca más cerca para finalmente besarla por completo, Sansa la besó también, tranquila.
No dejaron de besarse hasta que Sansa se separó unos minutos después. Daenerys se mordió el labio luego de eso y puso su frente en la de Sansa.
—Quiero que Yara se vaya —solamente dijo Sansa, sus ojos estaban cerrados mientras respiraba lentamente.
Dany se separó de ella completamente y la miró con el entrecejo fruncido.
—No sería educado pedirle que se vaya —refutó Daenerys.
—Es tu invitada, no mía.
—Ha venido a ayudar, trae hombres del Hierro con ella que defenderán a Bran.
—Hay muchos hombres que estarían felices de protegerlo —declaró Sansa.
—Cariño... —comenzó Daenerys—. Quiero que dejes esta rivalidad con Yara, no hay de qué preocuparse, te lo prometo.
La Dama de Invernalia se mantuvo en silencio de nuevo, Daenerys volvió a tomarle las manos y comenzó a dejar pequeños besos en su cuello. Cuando sus labios se posaron en la piel de Sansa más tiempo del necesario escuchó un gemido de su parte y Daenerys no pudo evitar continuar con lo que no habían hecho unos días atrás en el recinto de Sansa.
***
A la tarde siguiente Daenerys estaba paseando por las afueras de la fortaleza de los Stark rodeada de su pequeño consejo y Jon Nieve.
Las cosas con Sansa seguían tensas ya que no podía quitarle de la cabeza la petición de cancelar el compromiso con su hermano, y Dany continuaba negándose, pero la tarde anterior estuvieron acompañándose íntimamente en los aposentos de la pelirroja.
—¿Cómo van las defensas? —Preguntó Daenerys a Jon.
—Mejor de lo que parece —sonrió—. Todavía me preguntaba si usted quisiera que otros dos jinetes...
—No podríamos encontrar a otros dos jinetes —Dany lo interrumpió—, solamente dejan que los que tengan la sangre Targaryen los monten, y dejarte subir a uno sería una mala idea puesto que eres un gran guerrero que es más útil en el campo de batalla que ahí arriba. Sin mencionar que ellos solo siguen mis indicaciones.
—Entiendo, majestad —Jon asintió—. Confío en que usted mantendrá a salvo a mi hermano.
—Así será.
—Espero que salgamos vivos.
Un sentimiento de remordimiento cruzó el corazón de Daenerys, su prometido era un hombre melancólico que intentaba tener fe en que se dirigía a una victoria y aún así parecía no tener ni la menor idea de lo que estaba haciendo. Ese sentimiento incrementó al recordar las palabras de Sansa, y no pudo evitar sentirse triste por él.
—Yo también lo espero —dijo con la voz apagada.
Pero cuando vio la media sonrisa que Jon hizo, una persona ya estaba saltando entre ellos. Era el salvaje pelirrojo, Tormund.
—Los muertos atacarán esta noche —avisó—. Los vieron llegar a Último Hogar.
Daenerys miró a Jon, él le asintió a Tormund y luego volteó a ver a Jorah y Gusano Gris.
—Hay que prepararnos —comandó—. Las defensas están listas y los ejércitos deben comenzar a formarse.
Gusano Gris y Jorah miraron a Daenerys, quien tuvo que asentir para que obedecieran a Jon. Los cuatro, Jon, Tormund, Jorah y Gusano Gris se fueron. Daenerys tomó la mano de Missandei y la jaló hacia ella para darle un abrazo, luego se soltó de ella y miró a Varys y Tyrion.
—Necesito que ustedes se queden en la cripta con los ancianos, mujeres y niños que no pelearán, me serán de más ayuda ahí tranquilizándolos de cualquier cosa que pase aquí —les dijo Daenerys.
—Majestad, yo puedo ayudar... —Inició Tyrion.
—Ya hemos hablado de esto, te quedarás en la cripta con los demás, eres mi Mano y no quiero que mueras estúpidamente —Daenerys sentenció y Tyrion aceptó a regañadientes.
—Le deseo buena fortuna, majestad —dijo Missandei y Daenerys le sonrió.
—Tengo que ir con mis hijos —les avisó—, espero verlos cuando esto termine.
Varys y Missandei asintieron y se dieron la vuelta para marcharse, en cambio Tyrion se escabulló a otra parte, pero Daenerys no tenía tiempo para ver a donde iba. Necesitaba ir con Drogon, Rhaegal y Viserion.
***
La noche estaba cayendo y el miedo recorría cada centímetro del cuerpo de Daenerys, estaba entrando en la fortaleza regresando de ver a sus dragones y sentía que sus piernas temblaban horrorizadas. Mientras caminaba percibía el temblor de sus rodillas, era totalmente desconocido para ella a lo que se enfrentaría, sus dedos estaban helados y su garganta seca.
En una mesa cerca de las cocinas se encontró a Sansa comiendo sopa acompañada de Theon, ninguno hablaba pero solían mirarse y sonreír varias veces. Daenerys quería acercarse y pedirle a Sansa que la acompañara lejos, pero no deseaba ser tan egoísta con su dama, ella también tenía que pasar algún tiempo con la gente que amaba. Sin embargo, la pelirroja cruzó su mirada con la de Dany, le sonrió y se disculpó con Theon para levantarse y dirigirse hacia ella.
—Ya vienen —solo dijo Daenerys.
Sansa suspiró.
—Lo sé.
—Desearía poder convencerte de que te quedes en la cripta —Dany hizo una mueca.
—No puedo abandonar a mi gente —contestó Sansa—. Estaré en los muros todo el tiempo con Arya, ella sabrá protegerme.
—No dudo de ella —sonrió Daenerys—. Pero si algo sale mal, necesito que vayas a la cripta.
Sansa se quedó callada por un momento, miró a Daenerys de forma dudosa, pero finalmente suspiró asintiendo.
—Así será.
—¿Pasarás mucho tiempo con Theon? —Le preguntó intentando sonar educada—. Quisiera visitar tus aposentos antes de la batalla.
La pelirroja intentó inútilmente esconder una sonrisa.
—Solo un poco más —respondió—, no sé si nos volvamos a ver. Pero en un rato estaré contigo.
Sansa se dio media vuelta para regresar con Theon, se sentó con él y Daenerys notó que empezaron a conversar. La reina también se dio la vuelta para seguir su camino hacia su habitación de invitados en el castillo. El patio ahora estaba lleno de personas corriendo de un lugar a otro, podía ver en la herrería a Gendry y los demás herreros entregando armas de Cristal de Dragón a una fila de aldeanos que no tenían ningún conocimiento en batalla y soldados que estaban seguros de lo que harían, todos iban a la verdadera guerra ahora, y muchos de ellos no volverían con sus familias.