Fix You

By aguacateindigo

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Ana, a sus 22 años llega a Madrid con sus sueños y esperanzas puestos en la música. Trabaja a tiempo parcial... More

Introducción
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By aguacateindigo

   - Querido diario...

- Solo puedo decir que estoy enamorada, que ella ocupa mi mente y mi mundo, más bien ella se ha convertido en mi mundo, y lo único que quiero es permanecer a su lado....siempre...lo que ella me deje...

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- - ¿Y ahora? ¿Cómo me voy de su lado?

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Abrí los ojos cuando el sonido de aquella gaviota me desvió de mis pensamientos y de la tranquilidad que sentía ante el sonido de aquellas pequeñas olas que llegaban a la orilla, estaba sentada en la fina arena de aquella playa que en ese instante se sentía inmensa, pero eran las siete de la mañana y estaba completamente sola ante lo que Ana me había mostrado, un completo paraíso.

Los primeros rayos del sol aparecían en el horizonte dándole un toque anaranjado al cielo que se mezclaba con su azul intenso, mientras veía como desaparecían aquellas últimas estrellas que quedaban en él. No pude dormir en toda la noche, había leído aquella parte de mi diario que hacía de mi cabeza una tormenta que no cesaba y me refugié en la playa buscando la calma que sabía que sólo podía encontrar en un solo lugar, en ella, en Ana, pero no quise despertarla y hacerla participe de aquella pesadilla. Una vez más mi pasado me atormentaba de una manera inexplicable al no recordarlo, y por más que intentaba convencerme a mí misma de que no importaba, allí estaba una vez más, viviendo en una oscuridad llena de lagunas en la cual no encontraba esa respuesta que tanto necesitaba, y por más que quisiera, sabía que la respuesta no estaba allí, no estaba en aquella playa, ni en Tenerife, ni siquiera estaba en Ana, lo peor es que sabía quién tenía todas esas respuestas, y aunque lo intentaba negar, el miedo se apoderaba de mí. Sabía que debía arreglar mi pasado, aunque nunca llegara a recordarlo, pero no podía vivir con ese miedo, no podía seguir con él en mi vida, y se lo debía a ella, por eso lo mejor era marcharme, pero esta vez, haciendo las cosas bien.

No sé cuánto tiempo había pasado, pero cuando llegué a casa de Ana el Sol ya brillaba sobre las calles y la gente paseaba por ellas con esa tranquilidad canaria tan característica, ajenas a la tormenta que habitaba en mi interior. Antonio estaba en la cocina como cada mañana, leyendo el periódico mientras revolvía su café y sonriendo al verme llegar.

- Hoy has madrugado más que de costumbre – Me dijo.

- Buenos días – Le sonreí.

Tuvo que percatarse de aquella mezcla de sentimientos que ni yo misma entendía pero que debía reflejarse en mi mirada cuando me preguntó:

- ¿Todo bien Mimi?

- Sí...sí... - Intenté mentir - ¿Ana no se ha levantado aún?

- Ya sabes como es mi hija...le gusta más una cama que comer...que ya es decir. – Se instaló el silencio en aquella habitación, el cual volvió a romper - ¿Por qué no vas arriba y le dices que el desayuno está listo mientras yo preparo algo?

Le sonreí como respuesta y subí las escaleras en dirección a la habitación de Ana. Estaba enrollada entre las sábanas, boca abajo, dejando su espalda a descubierto, su rostro reflejaba una calma completa que en ese momento envidiaba, pero no pude evitar sonreír, estaba preciosa. Me acomodé a su lado sin despertarla, aunque emitió un pequeño gruñido cuando noto como mis dedos acariciaban despacio su espalda, haciendo pequeños círculos de arriba abajo recorriendo cada parte de ella, dejando su tacto en la yema de mis dedos. Dejé un par de besos en su hombro, sonriendo al ver como su piel se erizaba ante mi contacto, y la abracé por necesidad, porque quería, y joder, porque la quiero. La calma invadía mi cuerpo cuando la escuché decir:

- Ojalá me despiertes todos los días así.

- Pronto – le contesté.

Se giró sobre sí misma para abrazarse a mi cuerpo, como si necesitara refugiarse de todo en aquellos momentos, sentí su respiración en mi cuello cuando hundió su rostro en él y dejo allí un par de besos y me abrazó más fuerte.

- ¿Qué te ocurre? Te noto tensa – Me dijo.

- He estado pensando... - Comenté mientras mi mano recorría su espalda una vez más y ella se incorporaba para buscar mi mirada. Sus ojos me traspasaron y mi corazón decidió moverse más rápido, incontrolable, adoraba su cara cuando acababa de despertarse, y es que estaba preciosa, aunque ya lo fuera, tenía la capacidad de despertarse con una belleza que no podía describir, y me enamoraba un poco más si podía al verla así. – Ana...tengo que volver a Madrid – Dije sin anestesia.

Se incorporó de un solo movimiento, buscando mis ojos y reflejando en su mirada la confusión que ya sabía que iba a tener, me incorporé a su lado buscando su mano, acariciándola, haciéndole esas cosquillas que ella siempre me hacía para calmarme.

- No te asustes – Le pedí.

- ¿Qué ocurre Mimi?

- Nada... simplemente quiero solucionar algunas cosas, cosas del bar...ya sabes... - Intenté que no pensara en él – Además quiero ver cómo está mi abuela y si Luna no le ha destrozado la casa todavía – Sonreí.

- Hay algo más – Me dijo mientras yo rodaba los ojos – Mimi...sabes que puedes contármelo...sabes que puedes contármelo todo, ¿Qué ocurre? – Suspiré.

- Ana...estos días aquí...contigo...Ana me he dado cuenta de que quiero esto, no sólo esporádicamente sino cada día.

- Explícate con calma, porque no entiendo...

- Ana te quiero, y quiero vivir contigo, cada día, no me importa si es allí, aquí, o en Honolulu, donde tú quieras... pero para poder hacerlo, para poder hacerlo bien, necesito arreglar algunas cosas, dejar atrás otras muchas aunque no llegue a recordarlas, dejar atrás el miedo y....y empezar de cero...contigo...juntas...

Vi como una lágrima descendía de sus mejillas, aunque yo no le había contado toda la verdad sabía que ella se la imaginaba, y veía la preocupación en su mirada.

- Ey canaria... ¿Qué pasa? No me llores.

- Sé lo que va a pasar Mimi...

- No va a pasar nada Ana...

- Te vas a marchar...otra vez...vas a volver a dejarme y no sé si esta vez voy a volver a encontrarte...

- No...oye no... - Le dije quitándole las lágrimas del rostro – No voy a dejarte, Ana...estoy enamorada de ti... y no voy a pedirte que vengas conmigo porque sé que necesitas estar un tiempo más aquí, estar en tu casa, en tu tierra, con tu padre...cuidando de él...porque eso es lo que haces Ana....cuidas de él, de la gente que te quiere y a la que amas...cuidas de mí...y aunque me marche unos días no voy a dejarte, volveré a por ti a no ser que decidas ir tú antes a buscarme, y créeme...siempre me encuentras, porque mi corazón no sabe esconderse de ti, ni sabe, ni quiere, ni quiero yo, no voy a dejarte Ana...pero déjame solucionar algunas cosas para después, poder ser feliz, contigo, es lo único que quiero.

Se abrazó a mi cuerpo derramando aquellas lágrimas que tenía guardadas mientras yo intentaba no derramarlas, me dolía dejarla allí, pero necesitaba que estuviese a salvo, lejos de él, lejos de todo aquello que podía llegara pasar. Entre caricias noté como su respiración se calmaba, y cuando dejé de notar la humedad de sus lágrimas en mi hombro, volví a hablar.

- ¿Qué te parece si bajamos a desayunar con tu padre, hablamos con él, preparo las cosas y me acompañas al aeropuerto? No quiero perderme ningún segundo a tu lado.

- No te vayas...

- Tengo que hacerlo...- La miré viendo la tristeza en sus ojos, sabiendo que ella veía lo mismo en los míos.

- ¿A qué hora sale el avión?

- Al medio día, aún tenemos tiempo.

- ¿Me abrazas un minuto?

- Todos los que quieras amor.

La despedida en el aeropuerto fue más dura de lo que yo esperaba, no quería llorar pero las lágrimas inundaron mis ojos sin previo aviso y sin permiso resbalaron desenfrenadas por mis mejillas. Ana no estaba mejor, pero disimulaba gracias a las gafas de sol que me había robado.

- ¿Te vas a cuidar? – Me preguntó.

- Te lo prometo... ¿Vas a estar bien hasta que vuelva?

- No te prometo nada...

Le di un pequeño toque en el hombro, buscando su mirada y su sonrisa, y al no encontrarla me coloqué frente a ella.

- Ana...esto no es como ninguna de las otras veces que me he marchado, no quiero que pienses en eso, estoy aquí – Le dije señalándole su pecho – Y tú estás aquí – esta vez señale el mío – Y eso no va a cambiar, volveré en unos días, volveré a por ti, de forma inconsciente siempre he vuelto ¿Verdad? – Asintió – Pues está vez soy plenamente consciente de que volveré a tu lado, porque no hay mejor sitio en el que pueda estar, te quiero, ¿lo sabes verdad?

- Y yo te quiero a ti Mimi...

- Hablaremos todos los días, ¿estarás bien?

- Sí... - Asintió.

Le dejé un leve beso en los labios mientras buscaba algo en el bolsillo de mi chaqueta.

- Prometo volver a ti – Le dije mientras dejaba el objeto en su mano dándole otro beso y esta vez separándome de ella.

- Mimi... ¿Esto qué es?

- Es una promesa Ana... - Le dije mientras me alejaba – Ya sabes lo que es, te quiero.

Y esa vez si me di la vuelta para coger aquel avión que me llevaría a mis pesadillas...

Pasé las dos horas y media de vuelo llorando, ¿cómo era posible que la echara tanto de menos si me acababa de marchar? Cuando cerraba los ojos veía su mirada fijada en la mía, sus ojos de color café que se volvían más oscuros a pesar del brillo que transmitía su mirada, podía notar el olor de su piel, sentir sus brazos rodeando mi cuerpo y sus labios sobre los míos, y sabía que aquello...sabía que ella, ella era mi hogar, e iba a hacer todo aquello que hiciese falta para volver a ella, para hacerla feliz y poder borrar la tristeza que vi reflejada en su última mirada.

Después de las horas de vuelo, cogí un taxi que me llevó al único lugar al cual podía ir en aquel momento, el único en el cual podía sentirme protegida, y bajo un cielo en el cual podía distinguir algunas constelaciones y el brillo de aquella luna menguante que me recordaba tanto a ella y a aquel colgante que llevaba, me encontré frente al portal. Me distraje un segundo antes de tocar el timbre, mirando el brillo que transmitía la Luna mientras pensaba en el brillo de sus ojos y mis sentimientos se alteraban una vez más, cuando el aullido de mi propia Luna me devolvió a la realidad, sabía que estaba en casa, y sin apenas tocar el timbre, mi abuela me esperaba en la puerta.

- Mimi... no esperaba que volvieses tan pronto. – Me dijo.

- Abuela... he vuelto a por él...

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Perdón por la tardanza (Y el mal trago del último capítulo) pero ya saben que hay épocas en la que uno no está inspirado y bueno...no sé...hoy me dio por escribir y salió esto. Espero seguir leyéndolos en el próximo, pronto. 

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