SI VIS PACEM, PARA BELLUM
Autora: Clumsykitty
Fandom: WickUniverse&Marvel (Crossover)
Pareja: WickStark (John Wick x Tony Stark, pueh)
Derechos: a que me baleen.
Advertencias: Pues es una historia que vino a mi mente luego de que estuve en charlas con mis dos buenas amigas, esta historia va dedicada con mucho cariño para ellas, por nunca dejarme caer y enseñarme lo mucho que valen mis historias. Con especial atención para la cumpleañera (you know who is!!).
NOTA: Se ubica entre Chapter 2 y Parabellum de la saga Wick y Homecoming antes de Infinity War. Locuras, mil, ya saben.
Gracias por leerme.
***
Can you feel me coming?
Open the door it's only me
I have that desperate feeling
In trouble is where I'm going to be
If there's a kingdom beyond it all
Is there a God who loves us all?
Do we believe in love at all?
I'm still pretending, I'm not a fool
So in your infinite wisdom
Show me how this life should be
With all your love and glory
Doesn't mean that much to me
If there's a kingdom beyond it all
Is there a God who loves us all?
Do we believe in love at all?
I'm still pretending, I'm not a fool
Kingdom, Dave Gahan.
Excomunicado.
—¿Tony?
—Lo siento, Pepper.
—¿Te sientes bien? ¿Quieres descansar?
—No que va, el cielo está nublado, perfecto para correr.
Desde que John Wick se había marchado, el castaño había estado inquieto. ¿Qué iba a suceder con él? ¿Por qué se había marchado de esa manera? Le angustiaba que terminara hecho trocitos dentro de una bolsa de basura en algún callejón de mala muerte en Nueva York. Muy exagerado, se dijo Tony, pero nada que no pudiera suceder en aquel mundo de sicarios. Mientras corría al lado de la rubia como acostumbraban hacerlo en Central Park, como promesa de que estaba cuidando de su lado con Burton acompañándolos, si bien el perro andaba olfateando por aquí y por allá a sus anchas. Stark se detuvo, apretando sus dientes y mirando alrededor, no le gustaba para nada la sensación no desconocida de sentir que iba a perder algo importante.
—¿Tony? —Pepper regresó a él, con expresión preocupada.
—¿Soy malo, Peps?
—¿De qué hablas?
—Sí... como pareja. ¿Fui malo contigo?
Potts ladeó su rostro entrecerrando sus ojos y tomando el rostro del millonario entre sus manos para que le mirara directo a los ojos.
—Tony, no. Tú no has hecho nada malo, ¿de acuerdo? ¿Sucede algo con él?
—¿Él?
—No me tomes por tonta.
—Am... no, bueno sí pero no sé.
—No estoy entendiéndote.
—Tuvo que salir a una misión y... no sé si vuelva. Tengo miedo.
—Oh, Tony —la rubia negó, abrazándolo con fuerza con círculos en su espalda— Quiero que te tranquilices, no va a pasar nada. Debes hacer a un lado esas histerias tuyas. Siempre estás pensando lo peor y por eso te metes en graves problemas.
—Auch.
—Está bien, Tony —Pepper se separó, sonriéndole y acomodando sus cabellos— Eres así, lo das todo siempre y sin pensar en que te queda para ti.
—¿Qué eso no es lo que debe hacerse?
—Pocos lo hacen, por eso eres tan valioso.
—No lo sé, ya ves...
—No —ella le miró seria— No vas a culparte de nuevo. Fue algo de todos, Tony.
—Eso no fue lo que me dijo Visión.
—Visión es un niño adulto que está aprendiendo a ser un adulto viejo, lo que dijo no es cierto. Cada quien es libre de tomar sus propias decisiones y ellos tomaron las suyas.
—¿Crees que hice mal en firmar los Acuerdos?
—No lo sé. Lo que sé es que ahora puedes cuidar de Peter y de Rhodey. Y que puedes azotarle la puerta o colgarle la llamada al Secretario de Estado.
—Eso es un placer extra —sonrió Tony.
—Te he visto feliz estos últimos días y así quiero que lo mantengas, ¿de acuerdo? Nada de salir corriendo o temer lo peor. Ahora, que si él te hace algo...
—Oh, oh, el poder Potts al ataque.
—Siempre.
—Gracias por quedarte a mi lado, Peps.
—Eres mi jefe favorito.
—¡Soy tu único jefe!
Stark rió tranquilo, llamando a Burton que corrió a su lado. Caminaron en lugar de correr para terminar su circuito, despidiéndose con la promesa de verse al día siguiente para otra carrera. El castaño fue a su acostumbrada cafetería a comprarse una dona con un buen café americano bien cargado, comprándole también su dona al pitbull que la recibió gustoso. Así fueron de regreso al cuartel, Tony pensando en qué momento o condiciones volvería a ver a John, esta vez realmente no había recibido ni llamada, mensaje o indicio de que estuviera cerca. ¿Qué tan malo había sido el matar a un hombre que lo había secuestrado dentro de un hotel? Además de homicidio, por supuesto. No estaba muy seguro, pero la promesa de no intervenir ni buscar pesaba como concreto macizo en su consciencia.
—Ya lo extraño, Burton.
El cuartel estaba en silencio como siempre, Rhodey iba y venía con sus terapias, atendiendo además otros asuntos militares o visitando Naciones Unidas en su nombre. Tony llevó al perro a los jardines para jugar con él un poco, distrayéndose con eso de la pena que estaba sintiendo en su corazón. El día seguía cada vez más frío con amenaza de lluvia, justo como cuando lo había conocido la primera vez en aquella esquina con ese lindo perro gris mirándole suplicante. Muchas cosas habían cambiado desde entonces, algunas para bien y otras todavía no estaba seguro de qué se trataban. Así los alcanzó la tarde, cuando ya comenzaban a caer las primeras gotas de lluvia. Con Burton agotado, buscando su cama de inmediato para dormir a pierna suelta, el millonario decidió que invertiría su tiempo en el taller.
—"Jefe, intromisión en el cuartel."
—¿John?
—"No, señor... son códigos clave."
—¿Qué...?
Tony envolvió su mano izquierda con un guantelete metálico, frunciendo su ceño. Esos códigos solamente lo sabían unas cuantas personas cuyos nombres sabía de memoria y no estaban presentes. O eso creía. Caminando lentamente hacia el gimnasio donde Friday le indicó era la intrusión con su brazo en alto, fue buscando entre las paredes de cristal a quien se hubiera metido a robarle su tranquilidad. Stark contuvo su aliento al ver de nuevo esa figura, esta vez caminando lentamente hacia él, esos hombros anchos y un cabello más crecido que acompañaba una barba igualmente abundante alrededor de la dura mandíbula que le pertenecía nada menos que a Steve Rogers. El castaño no supo qué hacer, con sentimientos encontrados y las ideas disparándose en todas direcciones sin darle oportunidad a pensar algo sensato.
—Tony —el capitán llegó hasta él, mirando el brazo aún en alto— No vengo a lastimarte.
—T-Tú... ¡tú no debes estar aquí! —Tony guardó su guante, jadeando— ¿Q-Qué haces...?
—He venido por ti.
—¿Por mí? ¿Qué carajos dices?
—Estás en peligro, te lo explicaré en el camino.
—Oh, no, esto no funciona así, gran mentiroso. No voy a ir contigo a ningún lado.
Los ojos de Steve temblaron. —Tienes razón en guardarme rencor, lo merezco. Pero eso no va a cambiar mi deseo por protegerte.
—¿Protegerme de qué?
—Por favor, Tony, sé que no soy digno de tu confianza...
—No, no lo eres y sal de aquí antes de que Ross se entere de que andas por acá.
—No me iré sin ti.
Tony gruñó, ofendido. —Puedo cuidarme solo, por si no te has dado cuenta. Son cosas que suceden cuando te quedas huérfano desde muy joven.
—Lo siento, debí decírtelo a tiempo.
—Me ha quedado claro que no lo hiciste... ¡porque yo nunca te importé!
—Tony.
—Lárgate, no le diré a Ross que te vi, pero vete de aquí ya. ¡Fuera!
—Vienes conmigo.
—Tú no me ordenas.
—Tony, de una u otra manera vas a venir conmigo. No te dejaré solo ni permitiré que te dañen.
—Ja. ¡Aléjate!
El castaño dio un paso atrás, alejando su brazo antes de que Steve lo tomara. Un gruñido hizo que ambos se volvieran al pasillo. Burton le mostró sus dientes y colmillos al capitán, quien frunció su ceño a la amenaza que hizo sonreír a Tony.
—¿Lo ves? No eres bienvenido. Largo.
—Tony, por última vez.
—¡Fuera!
El pitbull corrió hacia el rubio, ladrándole bajo seria amenaza de morderle. Tony no esperó el movimiento del capitán, quien sacó de su cinturón una pequeña aguja que clavó en el cuello del animal cuando le saltó al pecho, dejándolo inconsciente por el sedante. Burton cayó de entre los brazos de Rogers como un saco pesado.
—¡Burton! ¿Qué le has hecho?
—Lo siento.
Stark corrió a su perro, dejando escapar un quejido cuando un brazo rodeó su cintura para tirar de él, jalándolo hacia la puerta trasera del cuartel. El millonario pateó, queriendo empujar esa boa de acero puro que le sujetó con fuerza hacia el pecho del rubio quien le llevaba a paso vivo fuera del lugar.
—¡No! ¡Suéltame! ¡FRIDAY!
—He bloqueado sus directrices.
—¡Suéltame, Rogers!
—Luego me lo agradecerás.
Afuera, en uno de los jardines esperaba una nave espía, ligera y de hechura Wakandiana. Tony gruñó y luego jadeó al sentir un piquete en un muslo. El bastardo de Steve le había inyectado un sedante también. Le miró por encima del hombro con rabia, viendo esos ojos azules tristes y decididos, sin soltarle en lo más mínimo. No quería que llamara a su armadura, era claro. Tony peleó como pudo con los efectos del sedante ganando terreno en su cuerpo. Unas alarmas se escucharon, igual que el rugido de unos motores de camiones blindados que brincaron las vallas cual ciervos, deteniéndose alrededor de ellos y de la nave. El capitán pegó por completo la espalda del castaño contra él, endureciendo su expresión al verse rodeados por hombres vestidos completamente de negro, usando cascos y máscaras antigás que impedían ver sus rostros. Lo único reconocible en ellos fue un escudo en su hombro izquierdo que los ojos de Tony alcanzaron a reconocer.
—... la Orden Suprema...
—¿Tony?
Quiso decirle que estaban bien muertos, pero su lengua ya no reaccionó a su petición, apenas aferrándose a ese brazo que le llevó al pasto húmedo cuando la lluvia de balas cayó sobre ellos. Steve le protegió con su cuerpo, usando la nave como escudo temporal. Tony tuvo una fugaz satisfacción al ver el rostro estupefacto del capitán cuando ese metal Wakandiano cedió ante las balas de la Orden Suprema, dejándola como un queso gruyere de color negro y a ellos expuestos. El millonario notó algo, no estaban disparándoles directo a ellos... o al menos no a él. Espadas cortas y cuchillos dentados brillaron en un atardecer nublado que liberaba ya su lluvia fría sobre todos ellos. Steve no tuvo más remedio que soltarle para defenderse de esos asesinos entrenados. Stark miró hacia el cuartel, queriendo gatear hacia el lugar y liberar los códigos de Friday que el rubio había neutralizado.
—¡Él! —escuchó que alguien pronunció en árabe.
Los puños del Capitán Rogers quitaron a la primera docena de asesinos en uniformes negros que se acercaron, pero eran demasiados por no decir que estaban superando a Steve en técnica y número. Uno de esos encapuchados le alcanzó al fin, observándole con sus lentes oscuros antes de llamar a otros que le levantaron del suelo para llevarlo entre dos hacia uno de los camiones blindados. Steve gritó, lanzando a varios de un solo puñetazo antes de ser tumbado al suelo por hojas que brillaron a los relámpagos en el cielo. Tony le llamó, mirando a uno de esos sicarios de la Orden Suprema.
—Por favor... él no...
Estaba quedándose inconsciente y aunque estaba todavía furioso con Rogers, no se merecía esa clase de muerte, aunque fuese el perfecto idiota. Si lo que deseaban era desquitarse con él por lo que había hecho John Wick, que lo hicieran. Aquel hombre no se movió unos segundos e hizo unas señas después. Tony ya no supo qué sucedió con el rubio, siendo tumbado al suelo de la camioneta blindada que se cerró, dejándolo en una oscuridad unida a la del sedante, cayendo desmayado con el repiqueteo de la lluvia sobre el techo metálico del transporte y las voces en árabe a su alrededor. Otro alivio en su mente antes de caer bien dormido fue que Burton estaría a salvo. Dos perros salvados, fue lo último que pensó, perdiéndose por quien sabe cuánto tiempo en ese limbo hasta que un aroma a incienso y el aroma del mar cálido le ayudaron a volver en sí. El castaño abrió sus ojos, encontrándose en una habitación sin ventanas de roca amarilla.
Por las palmeras, el aroma a perfume y el sonido del agua dedujo que estaba en el Mediterráneo con sus manos bien presas dentro de unos grilletes cual mitones de alta tecnología. Sabían lo que hacían, impidiendo que usara sus manos o su voz, estaba amordazado con algo similar a los grilletes. No era molesto, pero le callaba. Cero usos de comandos de voz o uso de manos para algún truco tecnológico. Agradeció que estuviera en una muy cómoda cama rodeada de telares contra mosquitos. Era de noche, Tony calculó que había pasado al menos un día inconsciente. Maldito Steve. Tumbado en la cama con sus manos así igual que su boca, no le quedó más que observar ese paisaje nocturno. Egipto, le pareció que era el lugar por la decoración, o un país similar. ¿Marruecos? Las puertas de madera tallada se abrieron, dejando entrar un elegante caballero de acento inglés y cabellos rubios que fumaba un puro.
—Señor Stark —le saludó con el acento de quien ha vivido mucho tiempo en Oriente— Es todo un honor tenerlo por aquí. Tenía mucha curiosidad por ver de cerca el interés romántico de John. Mire que ese muchacho... —chasqueó su lengua, tomando una silla que acercó a su cama— Lamento las medidas de precaución, ya he visto sus videos, no puedo arriesgarme a que destruya este lugar con sus cañones. Sin duda es peligroso en sus términos, Señor Stark, tiene mi respeto por ello. En verdad, me apenan estos tratos tan poco caballerosos, todo tiene una razón de ser.
Tony solamente se alejó hasta chocar con la cabecera de madera, sin dejar de observar al hombre que fumó un par de veces su habanero antes de continuar con una sonrisa cordial y mordaz.
—Verá, Señor Stark, John Wick fue excomunicado, exiliado si podemos decirlo así. Se han ofrecido 14 millones de dólares por su cabeza, desafortunadamente, ir tras alguien tan legendario está dejando más daños que beneficios. La Orden Suprema está despachando el asunto con toda fiereza, sin embargo, no son tontos que esperan el milagro de ver muerto a Wick. Eso no va a suceder, casi estoy viéndolo entrar a mi oficina a pedirme algo. Lo presiento, como un cosquilleo en la piel, ¿sabe? —el inglés rió, mirando hacia las dunas lejanas— La cuestión es que, The Elder, el jefe supremo que está por encima de la Orden Suprema ha dado una orden y eso es como recibir un mandato de Dios. Ha pedido que lo llevemos a usted, Señor Stark, a su presencia.
Aquel hombro volvió sus ojos hacia él, inclinándose hacia al frente al tiempo que descansaba sus codos sobre sus rodillas con su puro entre sus dedos juguetones.
—The Elder ya debe haberlo previsto, así que antes de que John sea capaz de liberar toda esa furia y cortar las cabezas de la Orden Suprema, lo detendrá. ¿Cómo? De la única manera que puede hacerse, por la razón que lo llevó a ser excomunicado. Usted, Señor Stark. The Elder quiere tenerlo como un... huésped, para calmar a John Wick. Así que he venido a decirle esto, y avisarle que salimos en un par de horas. No se preocupe, Señor Stark, The Elder es un padre para todos nosotros. Sabio, pacífico con un puño de hierro para sus hijos, pero solo para que no se descarrilen, ¿me comprende? No debe temer por su vida, al menos no de momento.
Lejos de tranquilizarle, eso solamente inquietó a Tony, quien solo vio marchar al inglés en silencio sin poder reclamar o hacer algo. Ni siquiera estaba en América para dejar un recado en alguna parte. ¿Era esto a lo que se refería Steve cuando le había dicho que corría peligro? No lo sabía. Tampoco creía que fuese así de bueno aquel idiota. Huir por la ventana no fue una opción, demasiado alto y había una grosera cantidad de sicarios árabes bien armados por todas partes. Su escolta llegó para llevarle al lobby, caminando por un larguísimo pasillo de piedra caliza hasta un jeep blindado a cuyo interior fue empujado. El inglés subió en el asiento del copiloto con una sonrisa, el castaño quedándose sentado entre esos asesinos de rostros duros de piel morena.
Casi se quedó dormido en el viaje por lo monótono que fue, empujando por un par de manos groseras fuera del jeep. Una caravana de camellos los esperaba. Era pasada la medianoche, supuso por la posición de la luna mientras lo ayudaban a montar uno de los animales. Fue otro viaje tedioso en medio del desierto envuelto en una capa de lana para soportar el frío. Los ojos ya le pesaban, por el cansancio, el estrés y no haber probado alimento desde quien sabe qué horas. Moría de sed y de ganas por saber si John estaba bien. Otra caravana apareció como fantasmas entre las dunas, haciendo el intercambio. Esos hombres estaban vestidos como típicos nómadas del desierto. Tony suspiró, dejándose llevar sin mucho qué hacer, más que escuchando la risita del inglés como despedida.
Estaba amaneciendo cuando al fin llegaron a unas tiendas amplias, donde antorchas iluminaban alrededor con inciensos quemándose lentamente en lámparas dignas de los cuentos de las mil y una noches. Los camellos se echaron en tierra, con los hombres nómadas rodeándolo. Una pequeña escolta se abrió paso, al frente estaba un hombre de mediana edad, de mirada penetrante y ataviada como los príncipes del desierto. The Elder. Tony se quedó sobre su camello sin saber qué debería hacer o qué iban a hacerle. Aquel hombre le miró de arriba abajo, acercándose sin temor al castaño. No tenía nada que perder con tantos asesinos cuidándole en medio de un desierto que traía malos recuerdos a Stark.
—Esto no es Afganistán. Y al mismo tiempo lo es. Todos los desiertos son los mismos, y, sin embargo, cada uno es diferente si se mira a detalle, ¿no lo cree, Señor Stark?
La mención del lugar dejó muy quieto a Tony, apenas si respirando.
—Señor Stark, soy un hombre pacífico pese a lo que pueda creer. Es la paz lo que más aspiro, pero sé que para ello hay que pagar precios muy altos. Algo que usted sabe demasiado bien. Puedo retirarle sus ataduras, darle mejores ropas, una cama donde descansar a gusto e incluso comer a mi lado, siempre y cuando me dé su palabra de que no atacará. Se lo prometo, Señor Stark, soy bondadoso con quien me corresponde igual y la peor tormenta si me decepcionan. Un solo movimiento en falso y la Señorita Potts, el Coronel Rhodes, el Señor Hogan, el joven Parker y su tía May serán los primeros en despedirse de este mundo en el preciso instante en que usted me traicione. ¿Estamos entendiéndonos?
Si aquello era no mezclar mundos, Tony no quiso saber qué era meterse en problemas con ellos. Asintió un par de veces, ese hombre no era un bufón. La Orden Suprema se movía conforme a sus deseos.
—John vendrá, más pronto de lo que imagina cuando se entere de que usted está conmigo. Hablaré con él como el hijo perdido que es. Mientras tanto, usted será mi invitado de honor, que apreciará mi mesa y mi techo con lealtad, honor y sinceridad. ¿Tenemos un acuerdo, Señor Stark?
El castaño asintió, The Elder sonrió, acercándose para quitarle los grilletes con una lectura digital de su huella de pulgar. Nadie podría quitárselos más que él. Lo mismo sucedió con su mordaza, jalando aire apenas estuvo libre, adolorido por sus manos y su mandíbula. The Elder le tendió una mano gentil para ayudarlo a bajar.
—Bienvenido a mi hogar, Señor Stark.