—Por aquí por favor —señalándome una puerta la mujer de cabello largo prosiguió: —Acá esperaremos mientras termina la subasta.
—¿Dijiste esperaremos? —pregunté algo confundido.
—Así es, mientras llega mi lady te ayudaremos a limpiar para que todo esté listo cuando vayas a hacer tu trabajo.
Respondiendo a mi pregunta la mujer de cabello corto sujeto mi mano y me llevo al interior, entrando igualmente ella y su compañera. El cuarto tenía en toda la mitad una gran cama en forma circular, encima de esta habían varios látigos listos para usarse, unas sábanas vino tinto que hacían juego con las cortinas blancas que dejaban entrar la luz suficiente del exterior para hacer el lugar un poco más vivo. A un extremo del cuarto pude ver una botella de champaña y cuatro copas, a su lado una pequeña cortina que daba a otra estancia a la cual una de las mujeres me indicó entrar.
Pasando por la entrada me encontré con un baño el cual tenía una ducha normal y a su lado una tina ya llena con anterioridad, unas cuantas cremas y jabones que eran alumbrados por cuatro velas cada una alzada en las distintas puntas del cuarto.
—Debes limpiarte antes de que te enseñes —me señaló la señorita de cabello corto.
—¿Tienen algún nombre por el cual pueda llamarlas? —me era difícil diferenciarlas solo por el largor de su cabellera.
—Claro, mi nombre es Kioto y el de ella es Tokio.
Entonces, la mujer de cabello corto se llamaba Kioto y la de cabello largo Tokio, lo repetí en mi mente para tenerlo presente. Era claro que estaban usando seudónimos, pero me ayudaban para tener una mejor comunicación.
—Es hora de empezar.
Tomando la manguera de la ducha la cual podía estirarse a conveniencia Tokio empezó a mojar mi espalda desasiéndose de la escarcha que tenía en mi cuerpo.
—Yo también ayudaré.
Del mismo modo tomando una esponja que se encontraba remojada en la tina Kioto empezó a limpiar mi pecho lentamente mientras me miraba a los ojos, me era imposible contenerme en una situación como esta, mi pene estaba empezando a reaccionar por el roce del agua y la cercanía de aquellas dos féminas tan sexys.
—Esto puedo hacerlo por mí mismo, no deben arruinar sus trajes —les intenté persuadir para evitar aquella tortura, pero solo las motivé más.
—Tienes en parte razón, nuestra ropa no puede mojarse, así que nos pondremos más cómodas.
Diciendo esto Kioto empezó a desabrocharse los tacones quedando descalza al igual que Tokio que también había empezado a quitarse las zapatillas, dejaron a un lado cada una sus zapatos y paso seguido desabrocharon los botones de sus camisas, ambas se hicieron frente a mí y lentamente comenzaron a quitarse las chaquetas.
—Déjame ayudarte.
Le indiqué a Tokio quien tenía las manos mojadas y no podía tomar bien los botones. Ella se acercó y de forma cuidadosa empecé a desabrochar la blusa dejando al descubierto el sostén que traía consigo, era blanco y en este se ocultaban un par de senos tan pequeños pero tan hermosos, unos pezones rosados que al verlos me hicieron tragar saliva.
Por su lado Kioto también me enseñó ese gran busto que tenía, unos senos morenos que se movían por cualquier cosa, ¡No podía resistirme más! Ambas estaban semidesnudas delante de mí y aún seguían quitándose prendas.
Mirándome de forma pícara bajaron ambas al mismo tiempo sus faldas, Kioto traía un hilo negro que hacía sobre salir sus muslos por completo y hacia juego con su sostén el cual era del mismo color. Por su lado Tokio traía puesto un encaje blanco que a la luz de las velas hacia sobre salir su delgada cintura y la blancura de sus piernas.
—Creo que está agradecido con nosotras—dijo Tokio con una sonrisa en su rostro mientras señalaba mi entre pierna, esta se había puesto erecta, pero era obvio, no podía hacerme el fuerte ante esas dos hermosuras.
—Él también debe ser limpiado.
Tomando de nuevo la esponja Kioto se arrodilló y empezó a lavar mi abdomen lentamente, sin previo aviso fue bajando las manos hasta llegar a mi cintura donde empezó a quitarme la ropa interior dejando al descubierto mi falo.
—Vaya realmente está contento —. Tomando la regadera y mojando mi espalda Tokio nuevamente hizo ese comentario.
Ambas siguieron acicalando mi cuerpo lentamente y sin hacer ningún movimiento brusco. De la nada se creó un silencio magnífico, no era para nada incómodo, al contrario era tan excitante, mientras ambas inspeccionaban mi cuerpo yo me sentía en las nubes y no podía guardar la calma.
—Empezare a limpiarlo.
Llevando sus manos a mi pene Kioto comenzó a mojarlo con la esponja de arriba abajo haciendo que mi cuerpo se estremeciera.
—Espera yo puedo hacer eso por mí mismo.
—Deja que ella lo haga, mientras yo también te ayudaré por acá.
¿Qué estaba sintiendo? Tokio había pegado su cuerpo a mi espalda. ¿Esa sensación? eran sus senos, miré hacia el suelo y lo comprobé, su sostén estaba encima de los zapatos. Podía sentir sus pequeños pechos, sus pezones rozando mi espalda lentamente mientras que allá abajo Kioto enjabonaba todo el lugar desde los testículos hasta mi pene. Ambas estaban a punto de hacerme estallar de una forma irremediable.
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