Allí estábamos, en al entrada del cementerio más o menos a las 11, como le había prometido. Oí como Natalia suspiraba y me dio igual si alguien podía verme o no (aunque realmente no había prácticamente nadie allí), le cogí la mano con la que no estaba sujetando el ramo de flores que habíamos comprado antes de llegar. Entramos dejando que la motera me guiara entre las cientos de tumbas que había hasta dar con la que buscábamos.
Nunca me habían gustado los cementos, supongo que a nadie le gustan, pero he de admitir que me alegre un poco cuando Natalia me propuso acompañarla, ella no me solía dejar ver este lado suyo muy a menudo, el lado que no llevaba puesta esa coraza que ella cree que la hace ver como una chica dura y fuerte, que no le tiene miedo a nada y que se la suda todo. Era obvio que me gustaba la Natalia despreocupada que se pasa el día vacilando, al fin y al cabo es de la que me pillé profundamente, y aunque odiase verla sufrir como lo estaba haciendo ahora, esta Natalia más vulnerable me gustaba incluso más. Aún así, con coraza o sin ella, la motera era la persona más fuerte que he conocido en mi vida.
Se quedo mirando la lápida un buen rato sin decir ni hacer nada, ni siquiera dejó las flores sobre ella, simplemente miraba esa piedra que estaba a ras del suelo en la que se podía leer "Santiago Lacunza 15 años y Elena Lacunza 13 años" seguido de la fecha en la que ocurrió el accidente y de la frase "Siempre en nuestros corazones" . No solté su mano ni un segundo, yo misma tenía un nudo en la garganta que no me dejaba decir nada, no quería imaginarme lo que estaba sintiendo mi novia en ese momento. Finalmente dejó el ramo sobre la tumba y acto seguido se giró hacia mi para abrazarme y echarse a llorar sobre mi hombro, otra vez mi corazón rompiéndose en mil pedacitos. Después de un rato largo se separó de mi para sentase al lado de la lápida, imité su acción sentándome delante de ella, volviendo a coger su mano. Con la que tenía libre acaricio los nombres de sus hermanos grabados en la piedra.
—Os hecho muchísimo de menos jodidos. —Dijo con la voz rota de haber estado llorando. —No es justo que estéis ahí debajo, no lo es...
Volvió a quedarse en silencio sin apartar la vista del lugar donde estaban enterrados sus hermanos. Sentía que igual la chica necesitaba estar sola en esos momentos así que se lo propuse.
—Ey... —Le dije suavemente para llamar su atención. —Si quieres puedo dejarte a solas con ellos, no me importa.
—No, quédate. Por favor. —Me pidió a lo que yo asentí. —Está es Alba. —Dijo volviendo a mirar a la tumba. —Es mi novia. Se que ahora tú, Santi harías algún comentario sobre el porno lésbico y nosotras y que tú, Elena le pegarías una colleja por ello. Nunca os pude agradecer lo suficiente todo lo que me apoyasteis cuando salí del armario. —Soltó una risa triste, no pude aguantarme las lagrima y dejé que un par de ellas rodasen por mis mejillas, intenté quitármela rápidamente con la mano que tenía libre aunque Nat se dio cuenta de ello. —Ahora la rubia que tengo por novia esta llorando viendo como le hablo a un trozo de piedra que hay en el suelo, seguro que se ha dado cuenta de que estoy como una puta cabra. —Negué con la cabeza mientras sonreía tristemente. —Os habría encantado, estoy segura. Os resumo así un poco: Alba se mudó desde Madrid y bueno aquí, donde me conoció, se dio cuenta de que era bisexual por que claro, solo hay que mirarme para que te quite la heterosexulidad en un momento. Entonces la rubia enana cayó ante mis encantos y la tuve suplicando hasta que por fin le dije que accedería a salir con ella.
—¡Pero que mentirosa eres! —Repliqué.
—Tranquila rubia, ellos sabrían que es mentira. —Volvimos a quedaros en silencio hasta que note como a Natalia le cambiaba la cara y volvió a dirigirse a sus hermanos. —En casa todo sigue siendo la misma puta mierda de siempre, vosotros dos erais lo que hacía que nuestra familia no se fuera a la mierda y desde que no estáis ha sido una prueba constante de eso, mamá sigue aguantándolo todo sin decir nada y yo... bueno yo intento que papá no le haga daño aunque al final siempre acabo mal y con el más cabreado. Al menos sigo teniendo a Miki, ¿sabéis? Ahora va al gimnasio y esta buenísimo, no le reconoceríais. Y ahora también tengo a Alba, se lo conté todo y a veces me aterroriza que esto sea demasiado para ella y me deje, aunque me diga que siempre va a estar ahí. No llevamos mucho tiempo juntas pero no quiero que me deje nunca, no había sentido lo que siento por ella desde hace mucho tiempo, ni siquiera se compara a lo de Alicia, es mucho más bonito.
—Nat... no me voy a asustar, no me voy a ir ni te voy a dejar, me tendrás aquí siempre. —Le dije acariciando su cara y limpiado una lagrima que caía por su rostro, deje un pequeño beso en sus labios. —No voy a marcharme.
Después de media hora más y muchos estados de animo diferentes en poco espacio de tiempo por parte de la motera, en los que pasaba de llorar desconsoladamente a reírse y a estar dominada por la rabia, decidió que era momento de irse, despidiéndose con un triste "Hasta la próxima capullos, os quiero mucho". Cuando estábamos saliendo alguien que no me esperaba se cruzó con nosotras: Mikel.
—Hola Nati... —Le dijo su ex a Natalia con una voz apagada.
—¿Que haces aquí a estas horas? La gente normal viene más tarde. —Respondió mi novia.
—Sabía que tú vendrías antes. Quería verte, saber cómo estás.
—Pues ahí lo llevó... —Dijo Nat encogiéndose de hombros. El chico abrió los brazos y la motera soltó mi mano para fundirme con él en un largo abrazo, intentando no estropear las flores que el chico llevaba en una mano.
—¿Como estás tú Alba? —Dijo mirándome por primera vez desde que había aparecido.
—Intento estar bien. —Le respondí.
—¿Sabes? A mi nunca me dejó acompañarla aquí y por ello intuyo que también sabes que es lo que le pasa que jamás me contó. Eres especial Alba Reche. —Me dijo con una pequeña sonrisa, no sabía que contestar, por suerte Nat se me adelanto.
—Mikel...
—Vale, vale. Lo siento. —Dijo con una pequeña sonrisa. —Bueno, voy a dejarles el ramo, ya nos veremos por ahí. Y Alba, cuida de ella, seguro que ya te has dado cuenta de que por mucho que vaya de que no necesita nada ni a nadie, es mentira.
Le sonreí tristemente asintiendo levemente con la cabeza antes de que se marchara siguiendo su camino. Natalia agarro de nuevo mi mano entrelazando nuestros dedos y nos dirigimos juntas hacia su moto.
—Pensaba que no le caía bien. —Comente sobre el ex de mi novia.
—Mikel es un buen tío, quedamos bien como amigos. Si tú no hubieras aparecido también habría acabado dejándole y el lo sabe, tú solo has adelantado lo que era inevitable. No tiene por qué odiarte. —Dijo con una pequeña risa mientras llegábamos hasta su moto. —Lo que suelo hacer después de venir aquí es irme a la cala con Miki y ponernos hasta el culo de maría. ¿Vienes conmigo? —Me preguntó mientras se subía al vehículo.
—Claro.
Subí detrás de ella, rodeando su torso con mis brazos como de costumbre. En unos minutos habíamos llegado, vi la moto de Miki aparcada siendo este chico el único que estaba en aquella playa, seguramente por que el tiempo que hacía era más acorde a la época que estábamos del año, al contrario que en días anteriores en los que nos podíamos bañar perfectamente, habiendo más gente en la cala. Ahora la teníamos solo para nosotros.
La marea estaba alta, apenas había arena ya que el agua la cubría prácticamente entera. Miki nos saludó con la mano desde la roca en la que estaba sentado y nos acercamos a el, que recibió a la motera con un gran abrazo.
—¿Como estas? —Le preguntó, Natalia no contestó, simplemente se encogió de hombros. Nos sentamos en esa roca de tal manera que Natalia quedó en medio de los dos.
—Toma. —Miki le dio un porro a Natalia y se lo encendió. Nunca me iba a cansar de ver fumar a Natalia. —Reche, ¿quieres uno?
—Yo no fumo.
—De momento. —Dijo mi novia con una pequeña sonrisa, de repente la expresión que tenía en la cara cambió por completo al mirar hacia la entrada de la playa. —¿Que coño hace aquí?
Me giré para ver a quien se refería, era un hombre moreno que tendría entre 45 y 50 años. Venía caminando hacia nosotros, por la cara que puso Natalia al verle deduje que se trataba de su padre. Cuando llego a nuestra posición hablo a Natalia ignorándonos a Miki y a mí por completo. Me fijé en que el amigo de mi novia tenía la mandíbula apretada, probablemente intentando aguantarse las ganas de darle un puñetazo en la cara, a mi tampoco me faltaban las ganas.
—Natalia cariño ¿que haces aquí? Hoy deberías estar en casa con tu familia. —Le dijo con voz suave. —Tenemos que ir al cementerio.
—Yo... yo ya he ido esta mañana. —Respondió la chica con la voz temblorosa, pude notar que tenía... ¿miedo?
—Te he dicho mil veces que hoy al cementerio vamos todos juntos. —Le dijo su padre endureciendo un poco la voz. —Nos vamos a casa. Ahora.
Natalia se levantó cuando su padre le agarró de la muñeca y tiró de ella, se fue caminando de allí con el rodeándole con un brazo sin ni siquiera mirarme. Iba a levantarme para ir hasta ella y al menos despedirme pero Miki me lo impidió agarrándome del brazo.
—No lo hagas. Es peor.
—¿Como lo aguanta? —le pregunté con la voz rota. Sentía que en cualquier momento iba a echarme a llorar por la impotencia de no poder hacer nada por ella.
—Llevo haciéndome esa misma pregunta 3 años...