*En la base de Zim*
Zim se encontraba en su laboratorio. Era cierto que no tenía un plan, pero de vez en cuando trabajaba en distintos aparatos cuando estaba aburrido.
Arriba en la casa se escuchaban las risas de niños junto con la de GIR. No había pensado que los dejaría libres de su cápsula, pero la Computadora le había advertido que uno de los niños había enfermado, y los otros iban por el mismo camino al estar levemente desnutridos. Él les suplia de nutrientes en líquidos, pero al parecer no había sido suficiente.
No podía dejarlos solos mientras encontraba algún alimento humano que fuera seguro para ellos. Por lo tanto se los tuvo que llevar. Encontrarse con el humano cabezón no había sido previsto, pero debía admitir que no le sorprendió.
Por suerte el estúpido no le hizo preguntas sobre los niños, no hubiera sabido cómo responderle. Aún no tenía claro el porqué se preocupó tanto cuando la Computadora le advirtió sobre sus pésimas condiciones de salud.
Podía engañarse a sí mismo y decir que la preocupación surgía del hecho que si el padre de los niños se enteraba que estaban enfermos, podría intentar cobrar venganza y enviarle aparatos defectuosos. Sí, esa era una muy buena razón. El hecho que el Prisionero 777 fue alguna vez su compañero de trabajo y su amigo no tenía nada que ver.
"Señor, el chico cabezón se encuentra con una mochila frente a la puerta. ¿Quiere que active los gnomos?"
Zim no se sorprendió de que Dib apareciera, después de todo, siempre lo hacía. Lo que sí le daba curiosidad es que el chico simplemente estaba parado frente a su puerta cuando usualmente era sorprendido intentado escabullirse por una entrada previamente desconocida. La mochila era una adición nueva también.
"No, Computadora. Me encargaré de él yo mismo."
Zim procedió a subir por el elevador secreto hasta la casa. No se molestó a ponerse su disfraz, ya Dib conocía su naturaleza Irken. Los niños y GIR, por algún milagro no había hecho un desastre en la sala. Estaban ocupados comiendo de la avena que había robado más temprano en el día bajo el ojo vigilante de Minimoose.
Se preguntó por unos segundos dónde había estado el pequeño alce, pero pronto le restó importancia.
Abrió la puerta a un Dib nervioso y ligeramente avergonzado.
"Ah, hola, Zim. Lindo día, ¿no?"
Zim levantó una ceja inexistente, claramente no estaba impresionado.
"¿Qué haces aquí, mono apestoso?"
"Ah, bueno, verás……"
*Previamente en la casa de Dib*
Dib se encontraba en su habitación, revisando todos sus aparatos de defensa, algunos robados de Zim y modificados, cuando su hermana decide causarle un ataque al corazón abriendo su puerta de un golpe.
"¡DIB! ¡ESCUCHAME AHORA, PORQUE NO LO REPETIRÉ!"
Luego de haberse calmado lo suficiente como para poder prestar atención, asintió su cabeza, temeroso de hacerla enojar aún más.
"Un grupo de compañeros de juego vendrán a un torneo. Va a durar tres días, ya papá me dió permiso. Sé que dirás qué no serás una molestia, pero yo te conozco. Aún cuando te pido paz y tranquilidad, insistes en platicar sobre tu estúpida rivalidad con Zim. No quiero que arruines ésta reunión."
Dib asintió nuevamente, un poco confundido.
"Quiero que te quedes en otro lugar. En un hotel, en una banca en el parque, no me importa, pero no te quiero en ésta casa."
"¿Cómo dices?"
"¡Que no te quiero en ésta casa! ¿Qué es lo que no entiendes?"
"¡Ésta es mi casa también, no puedes echarme!"
"¡Pues qué mal, ya lo hice! ¡Ahora largo antes de que te golpeé!"
Dib no tuvo otra opción que seguir sus órdenes. Rápidamente empacó suficiente ropa para tres días, dinero y otras necesidades. No sabía dónde dirigirse y no quería quedarse en una banca en el parque.
Luego de deliberarlo, decidió que ya que iba a espiar a Zim, podría preguntar si se podía quedar por algunos días. Después de todo, no era como si fuera la primera vez que ocurría.
Hace par de años atrás, Dib nuevamente había sido enviado a la Casa Loca para Chicos. Pasaron algunas semanas cuando Zim finalmente se desesperó por su ausencia y lo sacó de allí. Dib se tuvo que quedar en su base a esperar que dejaran de buscarlo. Claro, lo mantuvo en una jaula, pero era mejor que estar en un cuarto blanco amarrado y amordazado.
Y por esa razón se encontraba en la casa de su 'frenemy' preguntándose si había hecho lo correcto.
Zim lo miró por unos momentos, luego comenzó a reírse.
"Ay, Dib, tonto Dib. ¿Qué te hace pensar que dejaré que te quedes aquí?"
En esos momentos se escuchó un estruendo en la sala. Lo más preocupante vino después: un niño llorando.
Dib no tuvo tiempo para reaccionar. Zim lo había dejado plantado y había ingresado a la casa. No sabía si la expresión de susto y preocupación en la cara de Zim había sido imaginada o no.
Curioso, entró con cuidado a la casa. Quedó impactado por lo que veía.
Zim se encontraba en cuclillas frente a uno de los niños púrpuras, secándole las lágrimas e intentando calmarlo. Los otros niños se veían sobresaltados pero más tranquilos mientras miraban a Zim y luego miraban lo que había quedado de la cocina, la cual parecía haber sufrido una explosión.
Satisfecho con el hecho de que el niño no estaba lastimado, sólo se había asustado, Zim se incorporó para inspeccionar la cocina.
Sin saber que hacer, Dib cerró la puerta y colocó su mochila sobre el sofá. Zim continuaba ignorando su presencia, sin embargo, sintió tres pares de ojos sobre él.
"Señor, ¿Usted es amigo del tío Zim?"
Dib los miró y sintió la necesidad de sentarse en el suelo para no parecer tan inmenso e intimidante.
"Bueno, no necesariamente. Pero nos conocemos desde hace años."
"¿Usted se quedará aquí con nosotros?"
El pequeño que preguntaba señalaba su mochila.
"En realidad no lo sé. Zim parece que no me quiere aquí."
"Por favor quédese."
"Sí, señor, por favor. El tío Zim estuvo más tranquilo luego que se vieran ayer. Hasta sonrió un poco."
"Pensó que no lo vimos, pero sí lo vimos."
Dib no sabía que hacer. Los pequeños parecían haberle tomado un agradado, pero Zim era impredecible.
Hablando de Zim, Dib levantó la vista para ver qué hacía, y se sobresaltó cuando unos ojos magenta lo miraban intensamente. Aunque el intento de intimidación se había dañado un poco, a causa de un leve sonrojo púrpura que había aparecido en sus mejillas.
Zim había escuchado todo lo que los niños le dijeron a Dib, y en realidad no podía negar lo que ellos habían dicho.
"Eh…."
"No tienes a dónde ir, gusano, ¿cierto? Entonces dejaré que te quedes. No te metas en donde no te conviene, y no tienes permitido entrar al laboratorio a menos que yo te lo autorice, ¿entendido?"
Un poco mudo y todavía en shock por el giro en la actitud de Zim, Dib asintió tontamente y se levantó para recoger su mochila. Siguió al invasor hacia unas habitaciones (muy alejadas del laboratorio) que la Computadora había creado unos minutos atrás. Vagamente se dio cuenta de que la cocina estaba nuevamente en condiciones prístinas.
"Listo, aquí te quedarás. Le he ordenado a la Computadora a crear una ducha con tu ácida agua para que te puedas asear y no apestes la base."
Se giró para irse, pero recordó algo.
"Casi lo olvidaba. Dame tu brazo."
Dib no quería hacerlo, pero la mirada severa de Zim le incomodó un poco, así que obedeció.
Zim le colocó una pulsera rosada con el símbolo Irken que brillaba con una luz tenue.
"Esto es para saber dónde estás a todo momento. No te necesito hurgando en los laboratorios sin mi conocimiento."
Satisfecho, Zim finalmente de marchó, dejando a Dib sólo en la habitación.
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Para los que estén curiosos sobre qué le pasó a la cocina: mientras Dib le explicaba a Zim porque estaba ahí, Minimoose se fue para no se sabe dónde, y GIR se aburrió. Entonces, GIR decidió que meter uno de sus cerditos de juguete en el horno caliente sería una buena idea.