Nathaniel se encontraba molesto, garabateaba el libro de filosofía debido al enojo y suspiro frustrado, miró a Castiel fugazmente quién se encontraba hablando con Lydandro en esos momentos.
Él tiene esos preciosos ojos color grises, esas bellas manos que alguna vez recorrieron si cuerpo y esos deliciosos labios; presionó con fuerza el bolígrafo entre sus palmas.
Se sentía enojado y molesto, ¿así se siente ser traicionado?
Y a pesar de todo el pelirrojo seguía sonriendole.
Querido chico de bello aparecer y malicioso actuar, quisiera saber la razón de tus acciones.
—¿Acaso no puedes verte a ti mismo a mi lado? —murmuró Nathaniel mientras observaba aquel pelirrojo que había conquistado su corazón—. Es de esperarse si decidiste acostarte con ella, durmiendo en su pecho cada noche.
Nathaniel solo pudo hacer una mueca de lado en señal de tristeza. No era hora de pensar en todo eso, sabia que si seguía no iba a parar y terminaría llorando en las noches.
—Castiel... —susurró débilmente— ¿acaso no puedes ver que sigues atascado en mi cabeza?
Sintió su mirada sobre el y supo que lo había escuchado, suspiro al escuchar el susurro en respuesta.
—No deberías tratar de hacerme cambiar de opinión.
Sonó el timbre de receso y Castiel salió por la puerta dejando a Nathaniel solo en el salón de clases.
[...]
Salté a los brazos de Castiel al momento de que anunciaron su victoria. Me agarro de la cintura y me acomodó mientras mis piernas se envolvían en sus caderas.
—Felicidades. —sonrió.
Besé sus labios, importándome poco el hecho de que aún saltaban y celebraban a nuestro alrededor.
Nathaniel miró esa escena con algo de celos y asco. Sucrette picoteaba sus labios mientras se suponía que las manos de Castiel se quedaban en sus caderas. Se suponía, mierda, porque esas manos definitivamente estaban pasando sus limites y eso de alguna forma lo enojaba y mucho. Le molestaba aún más el hecho de que no podía reclamar.
Sucrette me saludó y fue ahí cuando Castiel se volteó y me sonrió.
—Maldita sonrisa que te traes, Nath —maldecí por lo bajo.
Yo lo estaba haciendo bien, yo lo estaba haciendo jodidamente bien. Entonces apareces tú con tu maldito rostro, con tu brillante sonrisa burlona y tus atrapantes ojos color tormenta, no pude borrar tu cara de mi mente desde entonces.
Tu atención volvió a Sucrette, tus labios volvieron a los suyos y sus cuerpos se volvieron juntar, casi como si no pudieran estar lejos; casi... Casi como si lo necesitarás.
¿Esto es lo que quieres? pensé mientras observaba el camino de sus manos recorriendo la cintura de Sucrette ¿Esto es lo que eres? vi como reía con el resto de su equipo, las manos de Sucrette en su amplio pecho, sus ojos conectándose para no separarse en un largo rato.
Nathaniel realmente no quería saber más.
Levanto su cabeza al cielo, aguantándose la ganas de gritar frustrado, ignorando su corazón roto.
—Vamos, superman, di tu famosa línea —susurré, sintiéndome como un tonto—. Arriba, arriba y muy lejos.