Giovanni:
Recibo una llamada de teléfono de mi padre justamente cuando había llegado a la habitación del hotel.
Me río irónicamente pensando que ya estaba tardando en llamarme. Me imagino que mi tío ya le habrá dado la noticia.
Respondo a su llamada sentándome en el borde de la cama y de paso agarro bocanadas de aire antes de ponerme el teléfono en la oreja.
— ¿Qué pretendes con casarte con esa mujer? — Los gritos de mi padre retumban en la habitación, no hace falta ser adivino para saber que está muy enfadado.
— ¿Tiene algo de malo de que me haya casado con Merinda? — Pregunto haciéndome el tonto siguiendo provocando a mi padre.
— Sí. Y mucho. Esa mujer es la hija de una ambiciosa que se cree por tener algo de fama una diva, la cual solo va detrás del dinero de otros. Además, no es de nuestra clase social, y mucho menos la amas. Por lo tanto, esa mujer se va llevar gracias a tú estupidez una gran parte de mi dinero y todo por un capricho tuyo.
Sin contar que ya le había dado mi palabra al padre de Francesca de que pronto ibas a casarte con su hija. — El tono de voz de mi padre se alza y a mí comienza a desesperarme con tanta autoridad.
Intento hablar con él respeto a mis sentimientos hacia Meri, un asunto complicado de tratar con mi padre. El cual solo sabe darme sus consejos a través de amenazas.
Y lo que menos esperaba por parte de él me lo ha llegado hacer.
Tuve que decirle que repita la frase por si acaso no había escuchado perfectamente.
Pero sí, había oído muy bien.
Sus palabras eras claras como el agua.
Me daba un ultimátum; si continúo con esa bufonada de querer seguir casado con una mujer vulgar, hija de una cazafortunas, me quitaría mis tarjetas de crédito, mis coches, y tan solo tendría que sobrevivir con mi salario. Llevar el ritmo de vida que llevaba, eso se me iba a terminar. Era la mejor manera de aprender la lección, amar y respetar por encima de todo a mi familia.
Me repite mi padre antes de finalizar la llamada.
Me levanto rabioso, enojado por la manera tan cruel de tratarme mi padre. Y lo que es peor, ni se molesta en escucharme. Sí o sí debo obedecerlo.
Inmediatamente, llamo a tío, hablo con él y para no variar se pone de lado de mi padre. Perfecto, para que molestarme en tratar de solucionar las cosas en pedir que me entiendan y me dejen hacer las cosas a mi manera, si nadie intenta ponerse en mi lugar.
En estos momentos me encuentro en un callejón sin salida.
Por un lado me siento feliz al lado de Meri, y al mismo tiempo no puedo expresarle lo que siento por ella.
Ella misma me ha dejado claro que no tiene sentimientos hacia mí. Y aunque me duela, debo aceptar la realidad.
Es mejor que ella no se enamore de mí, así el día que tengamos que separamos la despedida no será tan dolorosa.
Al día siguiente, comprobé mis tarjetas de crédito. Mi padre había cumplido con su amenaza.
En estos momentos, no dispongo de suficiente dinero como para permitirme derrochar el dinero tal y como venía haciendo, viviendo a todo confort.
Llego a mi oficina, al menos me queda mi empleo.
Comienzo a trabajar hasta la hora de la comida.
Me encuentro mirando por la ventana a las personas que trabajan en la cadena y su manera de vivir humildemente.
En ese momento veo a Maribel y Meri comiendo en un banco junto a Jorge.
Cierro mis ojos empezando a sentirme celoso.
Me quito de la ventana angustiado y preocupado pensando en mil maneras de poder salir adelante.
Hay muchas posibilidades, y sin embargo yo no veo en estos momentos ninguna opción que me permita estar casado con Meri y hacer que mi familia la acepte.
Al caer la noche, me siento perdido.
No he comido nada en todo el día, y comienzo a sentirme mareado.
No tengo casa, pues hasta eso se ha encargado mi padre de quitarme.
Miro mi billetera, no tengo mucho dinero y necesito alimentarme.
Miro las bolsas que tengo en el asiento atrás del auto. Al menos tengo algo de ropa.
Pienso al recordar que ha sido Meri quién me la ha elegido.
Echo mi cabeza hacia atrás tapándome con la chaqueta.
Pienso que hoy me quedaré a dormir en el coche, no deseo llamar a nadie, siento hasta vergüenza que algunos de mis amigos sepan la verdad.
Debería de llamar a Meri y pedirle ayuda.
Tampoco quiero molestarla con mis problemas y mucho menos hacerla sentir mal cuando se entere que me encuentro en esta situación porque no quiero divorciarme de ella.
De pronto mi teléfono suena. Es Meri. Prefiero no responder. No me atrevo a mirarla a los ojos y ver lastima hacia mí en el reflejo de su mirada.
Necesito estar solo y pensar en la manera de salir adelante.
En ese momento alguien toca el cristal de la ventana. Miro y se trata de Joaquín.
— Giovanni, lo siento si te he molestado. ¿Esperas a Meri?
— No, estaba descansando un poco en el coche. — Miento, porque ni sé que decirle.
—Pero muchacho, puedes visitar a Meri siempre que quieras, no tengo ningún problema porque pases y estés junto a mi hija.
— No deseo molestar. Además estoy seguro que Meri no querrá verme.
— Por eso no te preocupes, ahora vayamos a mi casa seguro que ella ya está allí.
Por un lado me hubiera gustado declinar la invitación de Joaquín. Sin embargo, el hombre se estaba preocupando por mí. Además tengo mucho hambre.
Llegamos a la casa de Joaquín, veo que Meri termina de preparar la mesa y saluda cariñosamente a su padre. Acto seguido me mira a mí. Con su sonrisa me basta para alegrarme el corazón, aunque por su boca suelte veneno.
— Papá no sabía que traerías visitas. Mira que he preparado la cena la justa.
— Pero Meri, si hay sopa para todo el barrio.
— Ya sabe padre que una no calcula bien. Bueno, pues ya que está aquí Giovanni que cene con nosotros.
Le guiño un ojo a Meri haciendo que se sonroje. Aunque en apariencia sea fuerte y no quiera admitir que le agrada verme, su manera de observarme me dicen lo contrario.
Cenamos los tres hablando de todo un poco.
Joaquín es un hombre muy bueno y se ve que quiere mucho a Meri a pesar de no ser su hija.
Y eso me emociona de ver como un hombre se preocupa por su hija y a la vez le da su espacio sin interponerse en su vida salvo para protegerla.
Siento un pinchazo en mitad de mi pecho al pensar que este momento tan lleno de paz, armonía y lleno de complicidad y paz, pocas veces lo he vivido en mi casa.
Después de haber cenado y hablado durante un buen rato con Joaquín, me disculpo para irme.
Joaquín toca ligeramente mi hombro, dándome permiso para quedarme con su hija. Siempre y cuando no vaya a lastimarla.
Me quedo callado mirando al hombre que está poniendo su confianza en mí.
Me gustaría decirle que pienso luchar contra viento y marea por el amor de Meri.
Desafortunadamente, no tengo las suficientes armas como para pelear esta batalla yo solo.
Y mucho menos, no puedo prometer algo que quizás no llegue a cumplir.
Me voy de nuevo hacia mi coche donde me quedo dormido.
A la mañana siguiente, paso temprano a la oficina, me aseo en los vestuarios y me cambio de ropa.
Comienzo a trabajar, de ese modo evitaré pensar en lo mal que lo estoy pasando.
Al mediodía día llega a mi oficina Francesca. La última persona que esperaba ver.
Ella pavoneándose comienza a reírse de mi desgracia.
Prefiero hacer oídos sordos a sus palabras y continuar con mi trabajo ignorándola hasta que se cansa de hablar sola y se marcha.
Al rato tocan la puerta. Al alzar mis ojos me encuentro con Meri parada con su ceño fruncido mirándome molesta.
— Como eres tan subnormal criatura.
— Meri, tengo trabajo te pediría que me dejaras las carpetas en el archivador y después hablamos.
— Voy a ser breve. Cuando necesites ayuda, solo debes pedirla.
He hablado con el gilipollas de tú tío y me ha dicho lo que tú padre te ha hecho.
Escúchame Giovanni, no sé qué mierda pasa entre tú y tu padre.
Pero no soy tonta y sé perfectamente que yo estoy en medio. Por eso, no te voy a dejar solo. Eres mi marido ¿No?
Pues tendremos que ejercer de marido y mujer.
— Meri, sabes que nuestro "matrimonio" es una falsa. Tú no tienes nada que ver en todo este asunto. Yo solo me lo he buscado por no hacer las cosas bien, y ahora mismo cumplo mi condena.
— Se me saltan las lágrimas de verdad cuando te pones tan dramático. Venga, esta noche te vienes a mi casa, después ya veremos qué hacemos.
Pero quiero que sepas mi churri. Qué tus problemas ahora también son tuyos. Pero si te tengo que ayudar, estoy dispuesta ha echarte una mano aunque sea al pescuezo. Te espero churri en mi cubículo.
No sé si reírme o empotrarla contra la pared y probar su piel para sentir el deseo que me transmite y que tanto me gusta de ella.
Esta mujer me vuelve loco y cuando digo que me vuelve loco, es en todos los sentidos.
Al finalizar mi trabajo me voy en busca de Meri.
Para no variar Jorge está hablando con ella.
Señor, qué pesado de hombre. En verdad no me agrada verlo cerca de mi esposa y más siendo testigo de cómo se la come con los ojos.
Molesto, me pongo al lado de Meri desafiando a Jorge.
Los dos nos retamos con la mirada aparentando un ambiente contaminante.
Agarro de la mano a Meri tirando ligeramente de ella para hacerle entender al tal Jorge que ella no es mujer para él.
— A qué ha venido ese compartimiento de macho alfa. — Meri se suelta de mi mano parándose enfrente mía.
— ¿Yo? ¿Qué va? Sólo estaba dejándole claro a ese imbécil que mire para otro lado. Tú me perteneces.
— ¡Che'! Para el carro y no te aceleres que te vas acabar estrellando.
Antes de nada, yo no soy propiedad de nadie, salvo de mí misma. En segundo lugar, gracias por mostrar tu interés hacia mí. Mira que verte celoso me pone más y todo. Te ves tan sexy.
Pero no vuelvas más porque por ahí no paso.
Clavo mis ojos en ella, observo cómo su respiración es irregular, su boca está reseca por la manera de humedecerse los labios. Y eso sólo significa una cosa. Meri siente algo hacia mí, aunque los dos guardemos silencio respeto a nuestros sentimientos, noto una conexión con ella dándome el privilegio de querer besar cada punto sensible de su cuerpo mientras la hago mía.
También como poder estar más tiempo a su lado aunque sea discutiendo.
Ella ve en mí lo que yo soy incapaz de apreciar en mí mismo.
Su alegría es contagiosa, su manera de ser me ha cautivado por completo.
Por ello no me arrepiento de haber tomado la decisión de seguir a su lado.
Sólo espero que mi padre me deje en paz, da igual si tengo que vivir como un mendigo, siempre que lo haga con la mujer que en verdad amo valdrá la pena mi sacrificio y esfuerzo por construir mi hogar.