Y es en este preciso instante, mientras la brisa fresca y húmeda que atraviesa las tranquilas aguas del mar en calma roza mis mejillas, mientras siento cómo los rayos de sol recorren y calientan cada recoveco de mi pálido cuerpo, mientras noto el choque contra mis piernas de cada granito de arena arrastrado por el viento con la fuerza con que las olas chochan contra un acantilado, mientras me encuentro sumergida en el íntimo e infranqueable mundo de mis sueños, cuando de repente, casi por casualidad, mi cuerpo se estremece por completo. Una sensación de angustia y preocupación me invade.
Siento como una mano se posa sobre mi ombligo, una mano enorme y templada que sin motivo alguno me transmite una gran seguridad en mi misma y en ella también. Al fondo se oye una voz casi imperceptible que susurra mi nombre.
- ¡Marina! ¡Marina! ¡Despierta Marina!
Mis ojos se han abierto, el sol me molesta debido a que los he tenido cerrados durante mucho tiempo. No puedo identificar la cara de la persona que me susurra pero no es necesario. Su voz es inconfundible. Estoy segura de que es él, quién si no.
- ¿Estás bien?
- Sí, tranquilo. No te preocupes. - Le resto importancia.
- Ha sido ese sueño otra vez ¿no? Esa pesadilla...
- Sí... Bueno... Eso creo. Esta vez he visto otra parte que no había soñado hasta ahora.
- Bueno, no te preocupes, cuéntame lo que has soñado esta vez, a ver si podemos llegar a algo. - Dice mientras se acerca a mi rodeándome con su brazo y acercándome una botella de agua que había fresquita en la nevera.
Bebo un trago para refrescarme, he sudado mucho. Le devuelvo la botella y saco la pequeña mochila donde guardo mi ordenador portátil. Me levanto de la toalla y me pongo en pie mientras me cuelgo una de las asas de mi hombro izquierdo.
- Vamos al chiringuito y te cuento lo que he soñado mientras nos tomamos algo juntos.
Ricardo está dispuesto, se levanta y me acompaña hasta una de las mesas que hay en la terraza del chiringuito.
- Mejor en esta, Marina. Después del mal rato que has pasado y lo que has sudado, no quiero que te mueras de una insolación. Sentémonos debajo de esta sombrilla. - Dice con voz calmada y tranquilizadora. - Déjame el ordenador y mientras me cuentas lo que has soñado lo voy anotando para tenerlo guardado con el resto del sueño.
Cuando me he sentado he puesto la mochila en el suelo para evitar que se manchara. Me agacho para coger la mochila y la pongo encima de mis piernas. Abro la cremallera y saco el ordenador. Estoy muy nerviosa, no sé cómo reaccionará cuando le cuente lo que he visto esta vez, creo que este sueño es la pieza que nos faltaba para completar el puzle. La verdad, no sé cómo se lo puede tomar. Espero que no se altere, a ver cómo le cuento yo que...
- ¡Marina! Digo que qué quieres tomar, el camarero tiene que seguir trabajando. - Comienza a reírse. El camarero sonríe.
- Lo siento mucho. Estaba pensando en mis cosas y no me he dado cuenta de que estaba aquí el hombre...
- ¿Qué quieres tomar Marina?
- Sí, claro, yo tomaré un té de limón.
- Un tercio de cerveza y un té de limón. ¡Marchando! - Comenta el camarero mientras se aleja a la vez que guarda el boli y la comanda en el bolsillo trasero de su pantalón vaquero.
Vuelvo a mi tarea, abro el ordenador y lo enciendo. Ricardo me mira.
- A ver, voy a abrir el blog de notas y mientras me cuentas eso lo voy anotando ¿De acuerdo? ¿Estás lista? ¿Te sientes con fuerzas para empezar?
Sé que Ricardo solo intenta animarme y se preocupa por mí, es lógico, pero esta vez soy yo la que no puede evitar preocuparme por él. Lo quiero muchísimo, es todo lo que tengo en el mundo y no quiero hacerle daño con lo que le voy a contar. ¿Realmente hago bien en decírselo? Creo que es lo correcto.
- Sí, por supuesto. Estoy lista.
- Oye, Marina. - Interrumpe con voz apagada y entristecida. - Sé que desde aquel accidente todo es muy confuso y difícil para ti. Sé que tus sueños te traicionan y te muestran cosas malas que tu corazón no debería sentir como vividas y sufridas, pero quiero que sepas que me tienes contigo para lo que sea. Siempre puedes confiar en mí, ya lo sabes. Yo no iba en el coche ese día, pero ojala hubiese podido estar a tu lado para protegerte de aquello que tus ojos vieron y tu mente, sin haberlo presenciado, grabó. Que sepas que yo también sufro por la muerte de papá y mamá y haré lo que esté en mi mano para descubrir lo que pasó realmente ese día. Averiguaré por qué ese maldito coche saltó la mediana solo para embestiros de frente. Debo hacerlo, por orgullo y por justicia. Jamás me perdonaré haber discutido con papá aquel día... Bueno, solo quiero que sepas que te ayudaré en todo lo que pueda, hermanita.
- ¡Ey, Ricardo! No te preocupes, no debes sentirte culpable por nada. De verdad. No eres culpable de lo que pasó. Gracias por estar siempre tan pendiente de mí. Eres el mejor hermano del mundo. Te quiero muchísimo.
El camarero se acerca de repente y suelta en la mesa las bebidas.
- Un tercio por aquí y un té de limón para la señorita. ¡Buen provecho!
- ¡Gracias! - Respondimos al unísono.
El camarero se aleja y yo aprovecho para contarle mi sueño a Ricardo. Mientras, él se acomoda en la silla y coloca los dedos sobre el teclado de mi ordenador.
- Lo primero que quiero dejar claro antes de empezar es que no quiero que te tomes lo que pueda decir al pie de la letra...
- ¡Venga Marina! Tus sueños nunca mienten, siempre dicen la verdad ¿Por qué van a fallar ahora? Empieza por favor.
- De acuerdo. Esta vez el sueño empieza donde acababa lo que hasta ahora sabíamos, en esa dura y fría cama con sábanas blancas, en aquella habitación espeluznante. Recobré el sentido, me desperté horrorizada. Me revolví en la cama y noté un olor muy extraño que provenía de la almohada. Una mancha color ocre teñía buena parte de la funda que la cubría y desprendía un olor nauseabundo. Me senté en la cama y me sentí aturdida. Tras recobrar el sentido de la orientación y el equilibrio me puse en pie. Miré a mi alrededor. La habitación estaba vacía. Tenía las paredes sin pintar ni embellecer, al tacto presentaba el propio hormigón, parecía un zulo. Estaba oscuro, tan solo entraba un pequeño haz de luz por una discreta rotura en el cristal de la única ventana que comunicaba la habitación con el exterior. Solo había una cama y una cómoda vieja y desvencijada. La puerta estaba entreabierta y por ella entraba un ruido muy débil. Eran voces que provenían del piso inferior...
- ¿Voces? ¿De quién? ¿Las pudiste reconocer? - Interrumpe Ricardo.
- No lo sé, eran dos voces, una era de un hombre pero no me sonaba de nada, la otra...
- ¡¿La otra qué?! - Insistió. - Sé clara Marina.
- La otra no puedo decirte seguro quién era porque en ese momento no pude reconocerla pero... era de una chica. Joven. - Dejo caer. - Sentí miedo pero debía salir de allí antes de que me encontrasen. Abrí la puerta sigilosamente y me pegué a la pared. Dejé la puerta encajada e intenté reconocer el sitio. Al principio no podía creer lo que veía. Estaba en una casa, la cual me resultaba muy pero que muy familiar. No sabía a quién pertenecía pero sí sabía que había estado allí antes, yo misma, en la vida real. Había un pasillo con una escalera que bajaba a la planta inferior. Estaba rodeada de una baranda de madera muy bonita y suave. Parecía cara. Las voces se oían más claramente. En ese momento descarté la posibilidad de reconocer al hombre que hablaba. La chica parecía más familiar.
Ricardo sigue atentamente mi historia mientras toma nota de todo lo que digo. No se... ¿Cómo se supone que debo contarle esto? Joder Marina... vamos, tienes que ser fuerte.
- Me apoyé sobre la barandilla de madera. - Sigo contándole la historia - Bajé al primer piso, me asomé y vi una mesa pequeña. Alrededor de ella había un hombre muy alto, con pelo canoso y complexión fuerte. Nunca antes lo había visto, en cambio ella... cuando la vi supe al instante quién era. No pude verla directamente. No le vi la cara así que no es cien por cien fiable, pero sí que pude ver claramente como algo que colgaba de su muñeca brillaba. Era... una pulsera de plata... La he visto antes, tiene un corazón colgando y tiene una inscripción...
- ¿R Y S? - Pregunta Ricardo mientras caen de sus ojos dos lágrimas enormes. No puede evitar arrancar a llorar. - Dime la verdad, es ella ¿verdad? ¡ES ELLA!
- Tú lo has dicho... era ella, lo siento...
- ¿Cómo sigue el sueño Marina? - Dice Ricardo. El miedo se ha apoderado de él y parece muy alterado, me está asustando.
- Pues me acerqué un poco más. Vi que había un maletín encima de la mesa. El hombre lo abrió y preguntó "¿Está todo?" y ella respondió... "Lo acordado. No quiero fallos, no quiero excusas. Hazlo rápido y que no levante sospecha". Lo siento Ricardo de verdad, no puedo seguir con esto... no puedo verte así, déjalo ¿qué más da?
- ¿Eres tonta? ¡Se trata de nuestros padres y si ella es la asesina quiero que pague! Sigue por favor, estoy bien, te lo juro. - Lo dice intentando mostrarme una sonrisa tranquilizadora que no me haga sentir la peor persona del mundo por destrozarle la vida así, de esta manera tan cruel, pero solo consigue enseñarme todo el dolor que lo está derrumbando por dentro.
Sigo con mi sueño.
- En ese momento, me puse muy nerviosa, me di la vuelta para escaparme pero, sin darme cuenta tiré una figurita de porcelana al suelo y se rompió. Con el ruido, los maleantes notaron mi presencia y me descubrieron. Salí corriendo. Volví la cabeza para ver si me seguían, la puerta estaba abierta y estaba muy cerca... Estaba llegando... Pero entonces...
- ¿Entonces qué?
- Entonces nada. Vi que no me seguían, volví la vista el frente y sin darme cuenta me choqué contra un hombre enorme y muy fuerte. Me empujó. Me tiró al suelo y me golpeé la cabeza. Entonces me despertaste tú. Eso es todo Ricardo... Siento mucho que tengas que haber oído este sueño.
- No te preocupes Marina. Duele mucho, pero solo me duele no haberme dado cuenta antes. Ya sé por qué lo ha hecho. Pero aquí no podemos hablar de eso. Volvamos a casa, tengo algo que enseñarte. No quería contarte nada para no asustarte pero... veo que no hay alternativa.
La verdad es que me asusta bastante lo que me tiene que enseñar... Pero siento curiosidad por saber qué es. Mmmm ¿qué será?
Apago el ordenador y lo meto en la mochila. Nos levantamos y vamos a la barra a pagar la cuenta.
- Espérame en el coche. Yo voy a recoger las toallas y las cosas y me las llevo para allá. Tú espérame allí. - Dice Ricardo con tono protector.
- De acuerdo. Me voy adelantando.
Ricardo llega, mete las cosas en el maletero y nos montamos en el coche.
- Abróchate el cinturón Marina. - Me recomienda.
- Sí, claro, descuida. - Respondo.
Ricardo arranca y salimos del aparcamiento. Decidimos ir rápido a casa para así poder explicarme toda la historia completa, pero me asusta la velocidad que lleva. No sé, lo noto raro... Algo le pasa...
- ¿Estás bien Ricardo?
- ¡Claro! - Responde con risa exagerada.
- Espera Ricardo ¿a dónde vamos?
- Vamos a coger un atajo, tranquila. Solo tengo prisa por enseñarte lo que he descubierto.
Bajo la visera que hay sobre mi cabeza y, por el espejo, la veo, con mirada fría, distante, violenta... Sonríe, inmutable. Me mira fijamente. Tiene la capucha de la sudadera puesta para ocultar su cabello, negro como la oscuridad que me infunde su mirada. Me he quedado petrificada, no puedo articular palabra. No puedo ejecutar ningún movimiento... Solamente puedo contemplar como sus manos, recubiertas con un par de guantes negros, envuelven mi cuello y me estrangulan. Cada pelo de mi cuerpo se estremece y se encrespa. Mi piel parece deshacerse al contacto con sus guantes de cuero negro. Mi respiración cada vez se va dificultando más y más, mis ojos se cierran impidiendo ver a mi atacante de nuevo. Tan solo puedo oír el tintineo de esa reluciente pulsera de plata.