Johnny el Homicida Maníaco (F...

By Barbi_Quinn

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"A veces...puedes llorar hasta que no te queden lágrimas por derramar; puedes gritar y suplicar hasta que tu... More

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Parte sin título 4

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By Barbi_Quinn

La inevitable llegada de la noche fue lo que devolvió en sí al hombre que yacía en la cama desde hace horas delante de un cuaderno que aún no podía llenar...


-Mr. Squirrel, creo que saldré a comer... ¿Mr. Squirrel? ¿Sigues ahí?

La ardilla no se había movido. Seguía junto a la puerta y las mocas que hace un rato volaban sobre su sándwich, habían migrado hacia ella. No le quedaba mucho tiempo. Probablemente a esta altura, las larvas estarían ya anidando en sus tripas.

Antes de salir buscó un pequeño cuchillo en su sótano, debía estar preparado para cualquier cosa. No es que pensara sumarle otro cadáver a su conciencia (sí, aún tenía algo de conciencia) pero esos días se sentía extrañamente... inestable.

Era una noche perfecta para darle rienda suelta a esa sensibilidad, las estrella brillaban con alevosía en el cielo macabro y la luna estaba en algún punto ciego de la esfera celeste. Johnny apreciaba esa belleza natural, calmaba su ansiedad casi tanto como el sadismo.

Necesitaba comer.

La comida mexicana era una de las muchas debilidades del joven, se dejó conducir hasta Taco Smell más por su estómago que por sus pies. El local en cuestión era un sitio algo insalubre, pero tenía abierto toda la noche y el letrero de neón con la forma de un taco gigante le parecía irresistible.

Caminó tranquilamente al mostrador y pidió un taco extra grande acompañado de una soda. Se sentó en un rincón poco iluminado y comenzó a comer. Había muy poca gente en el local a esa hora y una corazonada le indicaba que esa noche no cometería ninguna masacre. Al menos guiándose por la apariencia del resto de los comensales, existían pocas probabilidades de que alguien lo tachara de "loco".

Cuando ya el exquisito relleno de wacamole y queso comenzaba a llegar a su estómago vacío, tres sujetos irrumpieron en el lugar. Vestían con chamarras de cuero y uno de ellos traía la ropa salpicada de sangre. Johnny no pudo evitar hacer una mueca de desagrado cuando los sujetos se sentaron en la mesa contigua a la suya, mueca que se intensificó cuando uno de ellos encendió un cigarrillo.

No quería prestarle atención a lo que hablaban, pero no pudo evitarlo, levantaban la voz como si fueran los únicos en el local. No era algo raro, lo estaban tratando como si fuera invisible o estúpido otra vez. Para suerte de los sujetos, esa noche se sentía con mucha paciencia.

Al parecer el trío había participado en una paliza contra un tipo y todo por una chica. Se les pasó la mano, según ellos había demasiada sangre en el pavimento como para que el sujeto en cuestión siguiera con vida.

Sangre.

Los sujetos escupían comida al reírse. Eran grotescos. Johnny los miró de reojo, había uno realmente gordo. Se preguntó cuantos galones de sangre podrían salir de ese enorme cuerpo.

¿Había que averiguarlo?

Lo meditó un segundo. Tal vez matar no era necesariamente la respuesta para todo. Al menos a él no le habían hecho nada, incluso le pareció divertido imaginarse al sujeto golpeado y molido en el suelo.

Lanzó una risita cruel mientras rescataba la últimas miguitas de su servilleta, le dio otro sorbo a la soda y se preparó para marcharse. Su estómago estaba satisfecho, pero el resto de su cuerpo era atormentado por un extraño tipo de ansiedad. Restregó sus manos y avanzó vacilantemente hacia la puerta.

-¡Ha! ¡No puede ser!

Casi sin poder evitarlo, como si una presión le taladrara la cabeza cada vez que daba un paso hacia la salida, Johnny sacó el cuchillo de su casaca y lo lanzó contra la cabeza de uno de los sujetos. Inmediatamente luego de escuchar los gritos de sorpresa y de pánico, se sintió en paz. Su víctima había estampado su cara contra el plato de papas con un agujero en la nuca y toda la sangre que salió de su cráneo fue a mezclarse con la cátsup. Increíblemente, uno de sus amigos rescató una papa limpia y se la comió, más molesto por perder su cena que por el hombre muerto delante de él.

-¡Diablos! Eso no tenía que pasar.- Se disculpó Johnny.- Creo que no pensé muy bien las cosas. ¡Aquí o ha ocurrido nada! Yo ya me voy.


Definitivamente no había pensado bien las cosas, los dos acompañantes sobrevivientes se levantaban de golpe, presas más de la ira que de cualquier otra emoción. El joven, sin detenerse a mirar el desastre que había dejado, se deslizó hacia la puerta y abandonó el local.

Los sujetos lo seguían tranquilamente. Debían estar convencidos de que un tipo extremadamente flaco, no muy alto y con expresión de aturdido iba a ser fácil de encontrar, y que sin ese maldito cuchillo en su poder debía estar espantado. Tanto así que cuando lo vieron meterse en un oscuro callejón pensaron que se trataba de un patético intento por salvar su vida.

Con estos pensamientos le siguieron el paso, dispuestos a tomar una venganza extremadamente violenta. La segunda de la noche.

Pero no había nadie, solo basura maloliente esparcida en la oscuridad. El sujeto se había escabullido como una rata en esa especie de submundo y por más que recorrieron el lugar solo consiguieron mugre y frustración.

-¿Y ahora qué?- Preguntó el tipo con la chaqueta manchada de sangre.

El otro se encogió de hombros.

-Es como si se lo hubiese tragado la tierra. Deberíamos...

Un sonido metálico rompió el silencio y un chorro rojo tiñó la oscuridad. El primer sujeto calló aturdido por el golpe una botella de vidrio. Ahora era su propia sangre la que le manchaba la chaqueta. El segundo no alcanzó a reaccionar incluso cuando vio a su amigo desplomarse con una herida en la cabeza, el filo de un cristal roto le perforó las cuerdas vocales penetrándolo desde la nuca. Lo último que pudo sentir antes de desangrarse, fue un frío espectral que nacía en su garganta.

Y luego todo se hizo negro.

Johnny observó a sus víctimas con la botella aún en la mano. El tipo con la herida en cuello estaba muerto. El otro aún tenía algo de pulso.


Excelente. Ya podía comenzar a llenar su sótano de gente nuevamente. Y los otros dos... bueno, esos cuerpos también podían serle útiles si debía pintar la pared otra vez. Se sintió satisfecho, había hecho un trabajo rápido, casi limpio y usando muy pocos recursos.

Lo mejor de todo era que ya no tenía hambre.

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