❝Let Us Out!❞ 2doc/Studoc

By PlxsticTrash

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ᵀᵉˡˡ ᵐᵉ ᵗʰᵉʳᵉ'ˢ ᵃ ᶜʰᵃᶰᶜᵉ ᶠᵒʳ ᵐᵉ ᵗᵒ ᵐᵃᵏᵉ ᶤᵗ ᵒᶠᶠ ᵗʰᵉ ˢᵗʳᵉᵉᵗˢ ᵀᵉˡˡ ᵐᵉ ᵗʰᵃᵗ ᴵ ʷᵒᶰ'ᵗ ᵈᶤᵉ ᵃᵗ ᵗʰᵉ ʰᵃᶰᵈˢ ᵒᶠ ᵗʰᵉ ᵖᵒˡᶤᶜ... More

Prolog
He is here
Blue
Crimes
Our space
His past
Guilty
Talk to me!
Excuse me
Let me touch your skin
Kiss me one more time
Can you sleep with me?
Into the sheets
Oh, honey, love me!
Hey, you, blue
Pretty boy
Movie night
Nurse's office
Trust me
Sing me
Love me
Epilogue

New rules

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By PlxsticTrash

Quise acompañarlo a preguntar sobre la ubicación de su celda. Quería ser capaz de mantenerme a su lado hasta saber dónde y qué tan lejos de mí se hallaría. Si él iba solo; se lo llevarían hasta su lugar al apenas preguntar, y yo no sabría hacia qué dirección debería correr si tenía un mal presentimiento. Si volviera a cruzármelo sería tarde, ya estaría marcado por alguien...

Él dijo que no tenía problema con mi compañía, sin saber mucho del sitio prefería tenerme como escolta. Sonrió cuando lo dijo, una tonta expresión.
Sí, él no sabía del sistema de ésta cárcel. Quizás conozca las reglas básicas de una prisión, las que el alcalde legisla y las que los guardias se encargan de ejecutar. Pero las reglas internas, creadas por los reclusos son las que aún desconoce. Y su manera de ser ejecutadas son justamente las peores.

Nos levantamos de nuestros asientos, él tomó la bandeja y me preguntó si debía de tirarla, le dije que la dejara ahí sobre la mesa, que las mujeres las recogerían apenas dejemos el comedor. La abandonamos entonces, todavía le quedaba comida encima; todo un desperdicio. Mi padre me hubiera estrellado violentamente la cara contra el plato al ver que no lo terminé. Y lo que parecía repugnante puré de papas se infiltraría por mi nariz y ojos. Mierda, cómo dolería volver a experimentar esa fea sensación...

Los mismos hombres uniformados parte de mis pesadillas ingresaron a la sala, fin del almuerzo. Se pusieron a los costados de las puertas para cerciorarse de que salgamos.
Absolutamente todos, sin excepciones, se pusieron de pie y caminaron hasta la puerta uno tras otro. Demasiadas bandejas fueron abandonadas esa tarde.
Los que pasaron cerca de Stuart se le quedaron viendo cuando consiguieron la cercanía suficiente. Era obvio a dónde y con qué propósito iban a parar esas ojeadas.

También teníamos intención de salir del comedor, por lo que nos empujaron levemente, pero repetidas veces. Fueron como caricias para él, y toques bruscos para mí más que nada. Él chilló, alguien apretó su cintura para luego huir. Me di la vuelta y le tomé del brazo, harto de las idioteces homosexuales que siempre usaban para incomodar a los nuevos. Hice la expresión más molesta y forzada que pude hacia todos, cualquier otra respuesta provocaría un pleito entre ellos y yo. Como siempre, no era mi maldita intención. Me puse detrás de Stuart esta vez. Noté que ocultó su rostro, su postura había cambiado, su columna se inclinó. Sentí pena por él. Venir a parar a la peor cárcel con los reos más imbéciles de Inglaterra es todo un horror si no eres uno de ellos.

Me percaté entonces. El bobo de Murdoc Niccals al fin cayó en cuenta del embrollo en el que a mí mismo me metía involucrarme con un espécimen como Pot. Era ya tan codiciado en su primeros minutos habitando esta jaula. ¿Cómo no noté que muchos serían capaces de sellar su sentencia, dándome una paliza hasta la muerte si eso implicaba meterse con el joven Harold? No les importaría alargar su condena o ir a parar a la silla eléctrica. El costo por conseguir al exótico muchacho no les aterraba, ya había pasado según historias que me fueron narradas. Muertes provocadas por esa misma causa que me parecían imposibles. Ahora temo de que suceda, como niño pequeño a la oscuridad debajo de su cama.
Reaccioné en ese instante de la mierda de situación en las que yo mismo entré. En un momento fui capaz de arruinar el respeto y el temor que esparcí en algunos, o el que al menos yo creía que existía.

Más le vale ser inocente como repite y repite, porque salir de aquí es al menos su completa necesidad.

-Vayamos a hablar con ese guardia de allá. De seguro que sabe -dijo él. Señaló a una de las autoridades a un costado de la puerta izquierda.

El comedor se hallaba un tanto ya vacío. Dije que sí a lo que sugirió.

Nos aproximamos al tipo.
Dirigimos nuestros pasos hacia él. Yo estaba perdido, todavía pensando si era bueno seguir al lado del peliazul.

Hacer amigos en éste lugar, tanto como para los hombres como para las mujeres; toma su tiempo y es realmente complicado mantener una amistad digna de llevar ese nombre sabiendo su definición. Todos se traicionan en algún momento. Todos se separan en algún momento. La gente quiebra lazos cuando llega el momento.
No quiero dejarlo ir. ¿Quiero? No. ¿Sí? Quizás. ¿No? No lo sé.

Él sigue caminando delante mío. Hay menos gente, creo que es seguro dejar de estar a la defensiva. Igualo su paso, me mira de reojo, parpadea.

Alcanzó a vernos, Stu empezó a decir el típico disculpe, quería saber si...
Pero, yo no lo logré -ni los demás idiotas con uniforme y armas- a esquivar la patada que alguien me pegó en la espalda. Sentí la bota del imbécil chocando contra mi columna vertebral, golpeando mi carne, mi piel, y ensuciando mi uniforme con la segura suciedad de las suelas.
Caí de rodillas, como si mi estómago hubiera sido el receptor del golpe. El impacto había sido demasiado fuerte como para que mantenga algo de equilibrio. Stuart retrocedió cuando apenas se dio la vuelta al encarar a quién me hirió. Notó que yo le miraba con una probable horrible expresión que dejaba ver mi sufrimiento. Se arrodilló y me atendió. En realidad, sólo me reconfortó en sus brazos y me preguntó cómo me hallaba. ¿Me lo preguntaba en serio? Qué tonto es, Satán. Gruñí del dolor.

El guardia, el más joven de la división, que recuerdo se llamaba Benson reaccionó al fin: Le gritó que se detenga al hombre que me atacó, le ordenaba poner las manos en el aire. Qué recuerdos de cuando fui arrestado.

El resto de hombres armados debieron rodearlo por si algo pasaba. Sólo un hombre de aspecto amenzante y robusto daría semejante golpe y atacaría tan estúpidamente frente a los mismos guardias.
Algunos más debieron quedarse a ver el espectáculo, y otros probablemente regresaron al comedor para presenciar la caída de mi dignidad.

Intenté darme la vuelta cuando un silencio se produjo. Stuart me soltó y se levantó conmigo del suelo. Aunque ya me hacía una idea de quién era el jodido agresor; no creí haber acertado.

-¡Vamos, Murdoc, pelea! ¡Defiende a tu zorra azul! ¿Quieres que sea mía? ¡Me halagas! Pero es mejor ganármela cómo se merece -exclamó la gruesa y ronca voz de Kiddo*, un apodo que no pegaba para nada con el tipo.

Un hombre grandote, de cabellera morocha, larga hasta sus robustos hombros y rizada, barba naciente e infestado de tatuajes en cada área visible de su cuerpo no puede tener semejante apodo. Incluso poseyendo el mismo tono de uniforme que el mío... ¡Es ridículo!

-¡Y-yo no soy de nadie, y mucho menos una zorra! -contestó Stuart. Kiddo le miró, y estando rodeado de tres hombres con el poder de solicitar un terrible castigo se atrevió a hablar y a seguir comportándose de la misma manera que estando a solas haría.

-Pues, pronto serás de mi propiedad. ¡Únete al club, hay muchos dentro! -Qué asco su regocijo.

-Cállese, debe acompañarnos. Está prohibido agredir a otro compañero de forma tan agresiva -cita Benson.

Kiddo chistea con la lengua, que se ha aburrido dice. Y que le vale mierda lo que a continuación suceda. Los hombres se lo llevan, pero sé que volverá a aparecer por este pabellón.

Cuando desaparece noto la incomodidad en el rostro de Stu, me doy cuenta de que, no puedo dejarlo.

*Kiddo es una forma de llamar especialmente a alguien más joven, como un signo de afecto.

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