Como era de esperar, el espectáculo de Las Vegas fue un gran éxito. Todo un año de planificación explotó en una noche, convirtiéndonos en grandes estrellas y creándonos un nombre de la manera más grande posible. Y aún así, estaba lejos de terminar. Espero que El Ojo nos esté viendo, orgulloso, aunque sé que no nos dejarán entrar hasta que terminemos lo que empezamos.
Todo lo que teníamos que hacer era esperar. El FBI vendría en cualquier momento a arrestarnos por lo que hicimos durante el espectáculo de anoche, pero no teníamos miedo. Los Jinetes siempre tienen un plan. La verdad es que no pueden condenarnos porque no tienen pruebas de que realmente hayamos robado el banco- fue magia, y eso es lo que pretendemos decirles.
Barajo mi baraja de cartas mientras permanezco sentada frente a Jack, sin tener ningún motivo para estar preocupada pero sin dejar de sentirme ansiosa mientras me preparo para la llegada del FBI. Danny está de pie frente al gran ventanal, con vistas al exterior, con los brazos cruzados sobre su pecho.
—Están en camino —anuncia después de un momento, haciendo que me mordiera mi labio inferior antes de asentir. Debe de haber visto los vehículos del FBI aparcados abajo.
Jack retira los pies de la pequeña mesa que tenemos delante y se inclina hacia mí. Dejo de barajar mi baraja y miro sus cálidos ojos color chocolate, aliviando al instante mi nerviosismo.
—Todo va ir acorde con el plan —dice él, con una suave sonrisa—. No importa lo que pase, estaremos bien.
Asiento con la cabeza, tomando aire y devolviéndole una pequeña sonrisa. Recojo mi taza de café que estaba sobre la mesa y le doy un último sorbo antes de que nos lleven a la estación. Miro a Jack y le tiendo la taza, ofreciéndole un poco.
—Lo vamos a necesitar —murmuro, y él la acepta agradecido con una sonrisa. Cuando Jack toma su trago, la puerta de nuestro ático se abre de golpe con tanta fuerza que se cae de sus bisagras.
—¡FBI! ¡Las manos donde yo las vea! —grita un agente, apuntándonos con su pistola, mientras entra en la sala con una docena más de hombres detrás de él. Algunos de los otros oficiales empiezan a gritarnos en lo que Jack deja la taza de café sobre la mesa y yo me guardo la baraja de cartas.
—Vamos, manos arriba. Vamos —grita otro agente, ya que ninguno de los dos había levantado las manos como se ordenaba.
—Ah, un minuto —dice Merritt desde el sofá, despatarrado sobre él con un libro pegado a su cara. Levanta el dedo en el aire, lo lame y luego lo utiliza para pasar la página, completamente desinteresado en lo que ocurre a su alrededor.
Jack y yo levantamos las manos de mala gana, al igual que Danny.
—Andando. Manos arriba. Deja ese libro —ordena un hombre. Merritt suspira, deja caer su libro sobre su pecho y levanta las manos.
—Muy bien, ya me tiene —dice él con una sonrisa burlona. Justo en ese momento, oigo pasos bajando las escaleras y uno de los agentes se acerca corriendo con su pistola desenfundada. Apunta a Henley, justo cuando ella llega a la mitad de la escalera con el abrigo a medio poner.
—¡Alto! ¡Manos arriba!
—¡Oh, madre mía! —Henley jadea, mirando la escena que se desarrolla bajo ella. Deja caer la manga de su abrigo que no tenía puesta y levanta las manos en el aire, con una sonrisa socarrona plasmada en su rostro—. ¿Alguno podría echarnos una mano con las maletas?
—¡Andando! —dice el agente que está al frente del grupo con cara seria, señalando con el dedo hacia la puerta. Un agente me levanta de un tirón de mi silla, haciéndome soltar un gruñido. Jack se pone en pie rápidamente, estrechando los ojos hacia el hombre.
—Oye, con tranquilidad —gruñe, mientras otro agente se acerca por detrás y le agarra los brazos para esposarlos detrás de su espalda. El agente me agarra las muñecas y las esposa mientras miro a Jack con nerviosismo. Me hace un gesto tranquilizador con la cabeza mientras el agente le lleva a la puerta, detrás de Danny y Merritt.
Los agentes nos conducen fuera del ático en fila, con guardias a cada lado para asegurarse de que no intentamos nada. Mientras nos escoltan por el vestíbulo, nos encontramos con un gran grupo de gente que empieza a aplaudir y a vitorear. Sonrío incrédula ante el tamaño de la multitud, el nerviosismo de mi cuerpo se desvanece temporalmente al escuchar los vítores, sintiendo un subidón al oír a la gente decir nuestros nombres. Por muy nerviosa que esté por lo que nos espera, ver la multitud que tenemos delante me hace sonreír con orgullo.
Me colocan en una sala separada de los demás Jinetes con las manos esposadas a la mesa. Al retorcer las manos en las esposas, me doy cuenta de lo sueltas que están y del tiempo que llevo esperando en la silla incómoda. Teniendo en cuenta eso, probablemente soy una de los últimos a los que van a interrogar. Aunque los cinco no estábamos juntos, conocíamos el plan. Sabemos lo que hay que hacer.
Levanto la cabeza de mi regazo cuando oigo el chirrido de la puerta al abrirse. Un hombre y una mujer entran en la habitación, e inmediatamente me doy cuenta de la tensión que irradian los dos. Los demás no deben haber cedido- tal y como estaba planeado.
Los dos se sientan en las sillas de enfrente, y yo tomo una respiración profunda imperceptible de mi nariz. El hombre suspira y me mira, mientras yo alzo las cejas hacia él.
—Soy el Agente Rhodes del FBI, y esta es mi compañera en este caso, la detective Dray, de la Interpol —dice, señalándose a sí mismo y luego a la mujer. Asiento con la cabeza a los dos, frunciendo los labios.
—Acabemos con esto, ¿vale? —pregunta Rhodes con impaciencia, echando un rápido vistazo a su carpeta sobre el caso—. Así que, tu nombre es Cassie Hallman.
Asiento, enarcando las cejas con fastidio.
—¿Cómo robasteis el dinero? —pregunta.
—No hemos robado nada —les digo, sacudiendo la cabeza inocentemente—. Seguro que conocéis el caso, así que dejadme que os refresque la memoria. Hicimos un espectáculo de magia. ¿El dinero que salió del banco de París? Eso fue magia.
Rhodes se lame los labios con fastidio, bajando la cabeza con un suspiro frustrado.
—Si afirma que no tuvo nada que ver con el robo, entonces ¿cómo llegó el naipe a la cámara acorazada? —pregunta Dray, un poco menos impaciente que Rhodes.
—Ya os lo he dicho —digo, recostándome en mi silla—. Magia.
—Vale, mira —dice Rhodes, frotándose la cara con fastidio—. He leído tu expediente. Conozco tus antecedentes. Sé que te has escapado de nueve casas de acogida después de que tu madre muriera-
—Mi madre no murió —interrumpo, ensanchando mis fosas nasales ante la mención de mi madre—. Fue asesinada. Justo delante de mis ojos.
Rhodes hace una pausa, aspirando un poco de aire. Suspira y continúa con la misma frustración que antes.
—Así es. Y sé que te sentaste en una de estas mismas sillas justo después porque tú mataste al hombre que la asesinó.
—Sí, y no fui condenada porque fue un acto de defensa propia —continúo por él, poniendo los ojos en blanco con un suspiro—. No tuve a nadie más de mi familia: mi patético padre se fue antes de que yo naciera; se casaron jóvenes, mi madre se quedó embarazada a los dieciocho años y mi padre comprendió que no quería tener un hijo ni un matrimonio, así que se fue. Nunca conocí a mis abuelos, lo más seguro es que estén muertos. Y mi madre no tenía hermanos, que yo sepa. Así que me metieron en una casa de acogida y ya no les importé una mierda. ¿Algo más?
Dirijo una mirada fulminante a Rhodes mientras enumero las últimas cosas que podría saber sobre mí. Rhodes abre la boca para decir algo más, pero la cierra con la misma rapidez.
—¿A dónde quiere llegar con esto? —le susurra Dray, y Rhodes se limita a mirarla con frustración. Se levanta de su asiento y se frota la cara con otro suspiro, dando unos pasos antes de volverse hacia mí.
—Vale, escucha —dice, golpeando las palmas de las manos sobre la mesa y entrecerrando los ojos hacia mí—. Si no robaste ese banco, sabías que iban a hacerlo. Lo que te convierte en cómplice. Así que si quieres salir de aquí hoy, te aconsejo que empieces-
—Y supongo que le habrá dado este mismo discursito a los otros, ¿no? —interrumpo, enarcando una ceja con una sonrisa burlona. Rhodes suspira con fuerza, sacudiendo la cabeza mientras se inclina hacia mí.
—Estás suplicando que te detengamos, ¿sabes? —dice él, y yo me burlo. Me inclino más hacia Rhodes, cruzando mis brazos sobre mi pecho.
—Sí, podría detenerme, lo sé. Pero usted y yo sabemos que ya he estado antes en esta situación, y mire lo que pasó. Si me arresta, supondría que usted, y el FBI y sus amigos de la Interpol, creerían de verdad, a nivel institucional, en la magia —digo con una sonrisa cómplice, recostándome en mi silla—. La prensa haría su agosto —me río, sacudiendo la cabeza—. Nosotros nos haríamos aún más famosos, y ustedes quedarían como idiotas una vez más. Tiene usted lo que en nuestro mundillo llamamos, "nada en la manga". Y lo sabe.
Rhodes ensancha sus fosas nasales mientras me mira, con la ira irradiando de él.
—Así que ahórrese el aliento, Agente Rhodes, porque no va a conseguir nada de mí —le digo con una sonrisa petulante. Rhodes vuelve a golpear las palmas de las manos sobre la mesa, acercándose a mi cara.
—Te crees muy lista —dice con los dientes apretados—. Te aseguro que en el instante en que muestres una pequeña brecha en esa petulante fachada, estaré ahí. Y caeré sobre ti-
—Le advierto —le corté, haciendo que frunciera las cejas con fastidio—, que quiero que nos siga. Porque por mucho que crea que sabe, siempre iremos un paso, tres pasos, siete pasos por delante de usted. Y cuando crea que va a pillarnos, apareceremos por la espalda. Y estará exactamente donde yo quiero que esté-
—Estaré vigilando cada uno de sus movimientos —me corta Rhodes esta vez, cerrando la mano en un puño—. Y una vez que hagan el más mínimo error, estaré ahí, esperando. Siempre que crean que van por delante, tienen que saber que siempre habrá alguien observándoles, muy de cerca.
Esbozo una pequeña sonrisa, riendo mientras me acerco más a su cara.
—Yo no haría eso si fuera usted.
—¿Y eso por qué? —pregunta Rhodes, retirando las palmas de la mesa y cruzándolas sobre su pecho.
—Porque —sonrío con aire de suficiencia, recostándome en mi silla—, si hubiera estado escuchando a los demás, sabría que cuánto más cerca crea estar, menos verá en realidad.
—Yo... —empieza Rhodes, pero rápidamente sacude la cabeza con rabia. Dirige su mirada de Dray a mí, e inmediatamente sale hecho una furia de la habitación. Miro a Dray con una sonrisa de suficiencia, con las cejas alzadas, mientras ella suspira y le sigue rápidamente. Otro agente entra en la habitación y me quita las esposas de la mesa, manteniendo un fuerte agarre en mi brazo mientras me escolta fuera de la habitación. Me lleva por el pasillo y finalmente me doy cuenta de que me están escoltando fuera del edificio. Nuestro plan había funcionado, una vez más.
Veo a los otros Jinetes más adelante, libres de sus esposas, mientras el agente que me sujeta el brazo me suelta. Me ajusto la chaqueta con una mirada hacia él y me dirijo a los demás mientras Jack se acerca de forma apresurada a mí.
—¿Estás bien? —pregunta al notar mi cara seria.
—Sí —digo con un suspiro, mirando hacia abajo al suelo y luego de nuevo a los ojos oscuros de Jack—. Estoy bien.
Aᥴᥱ́rqᥙᥱᥒsᥱ, mᥲ́s.
Ahorᥲ ᥴoᥒoᥴᥱᥒ ᥒᥙᥱstro sᥱᥴrᥱto.
Podrίᥲmos ᥱstᥲr ᥱᥒ ᥴᥙᥲᥣqᥙιᥱr ρᥲrtᥱ, obsᥱrvᥲ́ᥒdoᥣos.
Bᥙsᥴᥲmos ᥲ ᥲᥣgᥙιᥱᥒ qᥙᥱ ᥒos ᥲყᥙdᥱ ᥱᥒ ᥒᥙᥱstro sιgᥙιᥱᥒtᥱ trᥙᥴo.
Cᥙᥲᥒdo ᥴᥙᥱᥒtᥱ trᥱs, ᥲbrᥲ ᥣos ojos, ყ dίgᥲmᥱ ᥣo qᥙᥱ vᥱ.
Uᥒo, dos, trᥱs.