Las cortinas blancas están cerradas, los muebles cubiertos y mis maletas hechas.
No quería despedirme de esta manera de mi departamento que había sido mi hogar durante toda mi vida pero ahora mismo no podía tolerar vivir aquí ni un minuto más.
–Voy a echarte mucho de menos –dice Ana. –No voy a hacer la misma sin ti.
–Te visitaremos en vacaciones –dice Joel, su novio.
Ambos han sido mi apoyo durante todos estos meses después de la tragedia donde mis padres perdieron la vida, siempre estaré eternamente agradecida por ello, les intento mostrar una sonrisa pero mis ojos se me llenan de lágrimas y volteo al suelo.
Joel se inclina para tomar mis maletas y mientras ellos bajan las escaleras cierro el departamento con llave y los sigo, observo todo el lugar para recordarlo antes de que me marche de aquí para siempre pero mi cerebro me dice que borre todo así que decido hacerle caso, una vez que estamos en el último piso le entrego la llave al portero que se despide con una sonrisa triste.
– ¿Tienes que irte? –pregunta.
–Sí, no soporto estar aquí, lo siento mucho.
Hace una pequeña mueca pero asiente y toma las llaves del mostrador.
–El taxi esta aquí, Tamara. –me avisa Ana y me doy la vuelta para seguirlos hacia afuera. – ¿Estás segura de que no quieres que te acompañemos al aeropuerto?
–Odio las despedidas, lo sabes.
–Eso imagine –se muerde el labio y me abraza antes de que yo pueda hacer algo. –te quiero mucho, no sabes lo valiente y fuerte que eres.
Le acaricio la espalda y miro de reojo a Joel que se está limpiando las lagrimas, Ana es mi prima y sé que a ella también bien le dolió perder a sus tíos, Joel es un chico fuerte y ha sido nuestro apoyo en este momento tan duro para nosotras siento que sin él nos hubiéramos vuelto locas, separarme de ellos es lo más difícil que estoy haciendo en este momento.
–Te voy a extrañar mucho –le digo besando su mejilla, cuando me alejo veo sus ojos llenos de lagrimas y me rompe aun más el corazón. –espero verte en vacaciones por allá.
–Sabes que si –me sonríe mientras se limpia las lágrimas.
–Nos vemos Joel –le digo adiós con la mano pero él se adelanta y me abraza levantándome del suelo.
–Eres tan egoísta por irte pero te entiendo completamente porque lo haces chiquilla, te vamos a extrañar mucho.
–Maldita sea, por eso odio las despedidas –digo contra su cuello ya hecha un mar de lagrimas y termino por abrazarlo.
El taxista hace sonar el claxon así que Joel me baja y me besa la frente.
–Cuídate mucho.
Asiento y meto las maletas en el taxi, luego subo y les digo adiós.
El taxi avanza y no miro hacia atrás.
Una vez que llego al aeropuerto arrastro mis dos maletas hacia la terminar, ya había comprado mis boletos desde hace una semana así que no tuve que estar haciendo fila, mi vuelo salía en una hora pero no quería estar sentada por allí pensando en lo que me había obligado a irme de mi ciudad natal así que me puse mis audífonos y comienzo a pasear por el aeropuerto, mierda todo esto me dolía como jamás creí que pudiera dolerme el corazón, me sentía inservible, aterrada y completamente triste pero mi abuelo me había ofrecido irme a vivir con él así que sin pensarlo le dije que sí, lo peor que podía hacer según mi psicólogo era quedarme sola así que necesitaba su compañía, además él me entendía, mi abuela había muerto hace unos cinco años y él había aprendido a vivir solo sin deprimirse por eso... bueno no completamente solo, Hannah la cuidadora de mi abuelo estaba con él la mayoría del tiempo, mis padres se encargaban de pagar los gastos de él y el sueldo de ella pero ahora que no tendría como pagarle tenía que explicarle que ahora yo sería la que tomaría su lugar.
–Pasajeros del vuelo 1322 con destino a Nuevo México favor de presentarse en la primera entrada.
Esa era mi señal, me dirijo allí con unas nuevas esperanzas muy pero muy en el fondo.
El vuelo duro cinco horas en los que por suerte me quede dormida, me había ayudado de distraerme de toda esta pesadilla que estaba viviendo, cuando recojo mis maletas me dirijo a la parada de autobuses y espero el indicado para llegar a casa de mi abuelo, no puedo evitar notar que aquí el sol es mucho más intenso, la gente pasa caminando sonrientes en un día normal, soleado y agradable mientras en mi interior tenía una tormenta que comenzaba a volverse un tornado.
Es un pueblo chico pero muy lindo, tomo mis maletas en cuando el autobús llega, subo tomando un suspiro para darme valor y elijo un asiento justo al final donde casi no hay nadie, observo el cielo azul y los rayos de sol me tocan la piel a través de la ventana causándome un pequeño ardor pero aun así no la retiro, mis ojos se nublan debido al recuerdo de cuando era niña y papá nos traía a mamá y a mi aquí en los tantos viajes en auto que me gustaban.
No es momento de llorar, no ahora.
Bajo en la parada correspondiente y cuando el autobús se marcha deja un rastro de polvo por todos lados, toso un poco y cuando esta finalmente se esparce veo la casa del abuelo, el establo que está a un costado y dos caballos comiendo pasto, todo se veía solitario suponía que la casa más próxima debería estar a lo mucho unos tres kilómetros de distancia, tomo las maletas y con dificultad me dirijo al camino de tierra para llegar a la puerta, debo admitir que el olor de aquí me reconforta de cierta manera, toco la puerta suavemente esperando a que mi abuelo abra.
– ¡Un segundo!
Frunzo el ceño al escuchar la voz de una mujer desde el interior.
La puerta se abre y revela a una chica de más o menos mi edad de cabello rubio y largo hasta su cadera, tiene una linda sonrisa que me muestra desde el instante en que me ve.
–Hola, tú debes ser Tamara ¿verdad? La nieta de Samuel.
Asiento, ella me ofrece su mano.
–Yo soy Hannah, la cuidadora de tu abuelo.
–Mucho gusto –le sonrío un poco forzada y ella retira la mano para ayudarme con mi maleta. –No, no te preocupes yo puedo con ambas –me apresuro a decir pero no se si no me escucho o simplemente me ignoró.
–Samuel, tu nieta esta aquí –dice caminando hacia la pequeña sala de estar, entro detrás de ella y veo a mi abuelo sentado en su sofá preferido de color marrón frente al televisor.
La casa esta tal y como la recuerdo, portarretratos a un lado del televisor donde esta toda la familia, los adornos tejidos a mano que hacia mi abuela sobre los muebles, el sombrero de mi abuelo colgado de su perchero, todo olía a como lo recordaba a pesar de no haber estado aquí desde que tenía doce años.
–Mi pequeña traviesa –lo veo levantarse y dejo caer la maleta al suelo para correr hacia él y abrazarlo, sintiéndome tan pequeña en sus brazos, él suspira pesadamente y siento que el corazón se me va a romper aquí mismo –Ya, ya, mi niña todo estará bien, te lo prometo.
No quería hacerlo pero término sollozando en su pecho sintiéndome de doce años otra vez, la verdad era que había llorado todo este tiempo a solas en el departamento pero no era lo mismo como tener unos brazos acogedores y familiares reconfortándote.
–Yo...les doy un momento –escucho a Hannah decir así que me separo de mi abuelo para limpiarme las lagrimas y verlo mostrarme una sonrisa.
–Lo siento, es que todo esto me abruma mucho... –le digo pero él limpia mis mejillas también.
–No tienes nada de que disculparte, mucho menos por mostrar tus sentimientos.
Coloco mi mano sobre la suya.
–¿Cómo estás? –pregunto.
Me besa el dorso de esta y luego vuelve a sentarse en su sofá, mi abuelo tiene el cabello castaño oscuro con un montón de canas en él, es delgado piel bronceada y con unos ojos marrones encantadores, me recordaba mucho a mamá.
–Vivo, con eso te digo todo. –sonríe pero no le encuentro la gracia, cuando se da cuenta borra su sonrisa. –Lo siento hija, no era mi intensión.
Meneo la cabeza restándole importancia.
–Me alegra que hayas decidido venir a vivir aquí conmigo, no sabes lo feliz que me hace el saber que te veré todos los días.
Me siento en el suelo y cruzo mis pies como si fuera una niña pequeña frente a él.
– ¿El viaje fue largo? –bebe de su vaso de agua.
–No tanto, me dormí todo el vuelo.
Asiente.
–Le he pedido a Hannah que arregle la habitación de invitados para ti, como ella es de tu edad supongo que la dejo de tu agrado.
–Gracias abuelo...por cierto ¿Ya sabe Hannah que no requeriremos mas su servicios?
Menea la cabeza.
–No quiero decírselo... me partiría el corazón, ella ha estado conmigo muchos años y no quiero que se vaya.
–Pero no tenemos dinero para pagarle –digo viendo por la puerta que lleva a la cocina.
Sus ojos brillan así que decido que seré yo quien se lo diga pero más tarde.
(...)
–Esta es tu habitación, Samuel me pidió que la arreglara para ti así que hice lo mejor que pude –me sonríe y abre la puerta.
La habitación es de buen tamaño, tiene una cama individual, una cajonera mediana y un closet pequeño, era tan diferente a mi habitación en Nueva York pero esto era mil veces mejor.
–Gracias –le digo y me ayuda a meter mis maletas, la ventana está abierta y hace que las cortinas blancas se muevan alocadamente.
–Lo siento, olvide cerrarla –se inclina pero la detengo.
–Déjalo, me gusta así –le sonrío y ella asiente.
Subo la maleta a mi cama y comienzo a desempacar toda mi ropa y uno que otra cosa extra que traje.
–No es por ser entrometida... –la miro de reojo y veo que se recarga tímidamente en el marco de la puerta. –Samuel me contó sobre lo de tus padres, lo siento mucho.
–Gracias, estoy intentando llevar esto lo mejor que puedo –le muestro una sonrisa triste.
–Mis padres vinieron en cuanto se enteraron para darle el pésame a Samuel y... para serte sincera nos pareció devastado en ese momento, temimos por él, ya no quería comer ni siquiera me quería hablar pero desde que le dijiste que vendrías a tratado de comportarse mejor –se inclina un poco en mi dirección y susurra. –no le digas que te lo dije.
Sonrío un poco. Sabía que era un viejo testarudo, bueno un poco.
–Me pidió que no te lo dijera para no preocuparte pero tú has pasado por algo similar supongo, entonces creo que podrías ayudarlo a él a sobrellevar esto también.
Asiento y termino por vaciar ambas maletas sobre la cama, me dispongo a doblar la ropa hasta que veo que Hannah se sienta en la cama y toma unas blusas para hacer lo mismo.
–No es necesario, yo puedo hacerlo.
Ella me sonríe.
–Me gusta ayudar.
Me doy cuenta de que sus ojos son de un color azul oceánico, ella realmente es muy simpática y amable, me gustaba la idea de que el abuelo haya sido cuidado por alguien como ella.
–Hannah, tengo que decirte algo importante.
Ella levanta la mirada nuevamente.
–Dime.
–No sé si sabias pero mis padres eran quienes pagaban tu salario y los gastos de mi abuelo mientras lo cuidabas... pero ahora que ya no están no tendremos como pagarte así que le comente a mi abuelo y él dijo que te diría sobre esto pero al parecer no lo hizo.
Ella parpadea y pone la pila de blusas dobladas a un lado.
–No me importa que no me paguen, realmente le tome un aprecio a Samuel, es mi amigo y quiero seguir viniendo y cuidarlo lo mejor que pueda... claro, mientras a ti no te moleste.
Mis cejas se juntan.
–¿No te importa que ya no te paguemos por ello? Digo, es un trabajo, es un esfuerzo lo que estas asiendo.
Ella menea la cabeza sonriendo.
–Es como un amigo, no pongo esfuerzo en portarme amable con la gente que se lo merece.
Toma otro par de blusas y las dobla.
–Gracias por eso entonces, mi abuelo estaba algo triste porque te iba a despedir.
–No agradezcas, es un placer poder compartir el tiempo con alguien como él, me recuerda mucho a mi abuelo.
Cuando terminamos de doblar toda mi ropa Hannah se ofreció a ayudarme a hacer la cena así que ella me dijo unas cosas que mi abuelo no podía comer y otras en las que su cantidad tenía que ser mínima, procure anotar todo en un pequeño papel que metí en mi chaqueta en cuanto termine, decidimos que haríamos unos huevos revueltos con tocino, Hannah trataba de hablar con mi abuelo mientras nos veía sentado desde la mesa como preparábamos la cena y pude notar un brillo en sus ojos que me hizo sonreír, estar aquí me ayudo mucho a distraerme de todo el lío que tenía en mi cabeza y el dolor que amenazaba con destruirme por dentro, en definitiva creo que tome la mejor decisión.
–Aquí tienes, huevo con un poco de salsa y sin tocino –dice ella dejando el plato frente a mi abuelo.
–Me gusta el tocino –dice él pero Hannah menea la cabeza.
–No puedes comer mucho, pero está bien. –ella toma una tira y la parte a la mitad para ponerlo en su plato. –solo un poco.
Mi abuelo sonríe y empieza a comer.
–Toma, Tamara –me da un plato también.
–Gracias ¿Tu no vas a comer?
Ella asiente y también se sienta a un lado nuestro.
Hablamos un poco sobre el tema de que ella seguirá viniendo a visitar a mi abuelo y que no importaba que no le pagáramos por cuidar de él, a mi abuelo casi le salen lagrimas de alegría en cuanto escucho a Hannah decir que lo quería mucho como si fuera su abuelo, para cuando cayó la noche ella se despidió de nosotros prometiendo que regresaría mañana al amanecer para terminar de explicarme algunas cosas sobre el establo, los animales y una que otra medicina que mi abuelo necesitaba, cuando mi abuelo se fue a dormir me asegure de cerrar todas las puertas con llave e ir a mi habitación.
En el instante en el que entre y vi la oscuridad mi corazón se aceleró un poco pero encendí la luz y cambie mi ropa para tomar un short y una blusa de tirantes para poder dormir, esta es mi primera noche y estoy un poco nerviosa porque no quiero despertar a mi abuelo con mis gritos a media noche, así que cuando me acosté en la cama y vi la luz de la luna entrar por mi ventana pude respirar tranquilamente.
Al día siguiente desperté con un poco mas de ánimos que cuando llegue aquí, quizá tenía que ver el hecho de que no había tenido pesadillas así que tome unos vaqueros, una blusa de tirantes de color blanco y mis tenis del mismo color para ir al baño y darme una ducha rápida, el reloj marcaba las ocho treinta y cinco cuando escuche la voz de mi abuelo y Hannah en la sala, así que me vestí rápidamente y me hice una coleta con mi cabello color castaño claro para no demorar mucho en arreglarlo y salir.
–Buenos días. –Saluda Hannah sonriéndome, note que le estaba preparando un café a mi abuelo que veía el televisor – ¿Cómo estuvo tu primera noche alejada de la cuidad?
–Muy tranquila, es mucho menos ruidoso –me dirijo a la cocina y tomo también una taza para prepararme un café.
A las diez, Hannah me llevo al establo, debía admitir que tenía algo de miedo por los animales que podría llegar a encontrarme ahí adentro y no es que me asustaran todo en general pero no es como que viera una vaca y la acariciara de inmediato, no podía.
–Bien, este es el establo, sé que no es grande pero es lo justo para los animales de Samuel.
El olor a paja y estiércol me hizo arrugar la nariz de inmediato.
–Te acostumbraras –me dice Hannah y sigue guiándome al interior.
Puedo ver a una vaca en un lugar separado del resto de los animales, gallinas y gallos paseando por todo el lugar, unas diez ovejas y un perro grande con pelo café y una mancha blanca en su pecho y en sus dos patas delanteras pareciendo que usaba zapatos blancos, era adorable.
–El es Perry, es un pointer inglés.
Asiento, el perro está descansando junto a las ovejas que parecen ignorarlo por completo o quizá ya se acostumbraron a verlo cerca.
–Él es el cuidador de las ovejas por si no lo has notado –me sonríe –suele estar muy cerca de ellas, se toma su papel muy enserio.
–Ya veo –digo sorprendida.
–Aquí afuera están los campeones de la última carrera de caballos del condado.
Dos caballos enormes, uno de color negro y el otro de color café están tranquilamente comiendo paja retirados el uno del otro, si mal no recordaba eran los mismo que mi abuelo me había dicho la última vez que estuve aquí que serian sus campeones cuando eran aún unos ponis, jamás creí que se lo tomara tan enserio.
–¿Son todos? –pregunto al ponerme una mano en la frente para cubrirme del sol.
–Aja, son pocos porque debido a la mala temporada tuvimos que vender unas cuantas vacas y algunas ovejas.
–¿Y que necesito para cuidar de los animales?
Ella se encoje de hombros.
–Darles agua todos los días, llevarles algo de heno y paja, no es muy difícil.
Asiento.
–Lo difícil es recoger sus heces.
Arrugo mi nariz y ella se ríe.
–Descuida te enseñare como hacerlo sin que termines totalmente embarrada.
–Eso no ayuda –digo observando a los caballos comer.
–Samuel no necesita tantas medicinas como crees –dice ella y me saca de mis pensamientos. –Solo toma dos pastillas cada vez que le duela la cabeza y una cuando le duelen los huesos de las rodillas pero de todo lo demás está bien.
–Gracias, enserio no sabes lo increíble que ha sido tu ayuda para mí, yo no sé nada de esto.
Ella asiente.
–No te culpo eres una chica de ciudad para mí también sería difícil.
–Gracias –le vuelvo a decir y ella sonríe. –Por entender.
–Deberíamos salir uno de estos días al bar del pueblo y beber algo –m e vuelve a sonreír, ella es muy amigable –porque... ¿Tú bebes, verdad?
–Algo.
–Excelente ¿Quieres ir a tomar unos tragos conmigo mañana?
Realmente no me siento con ánimos de salir, hace nueve meses que mis padres fallecieron y siento que es demasiado pronto pero al ver su cara entusiasta y al recordar todo lo que Hannah había hecho por mi estos dos días y por mi abuelo durante todos estos años me hacían querer hacerla feliz así que asentí.
–Excelente –me pone una mano en el hombro. –seremos mejores amigas a partir de ahora.
Sonreí, realmente sonreí de verdad por primera vez en meses, algo me decía que ambas nos llevaríamos muy bien.
Durante la tarde, Hannah me enseño a como transportar la paja de un lado a otro con una carretilla, debía admitir que era cansado y bajo los rayos del sol me hacían querer arrojarme al agua que bebían las ovejas para refrescarme aunque sea un poco, luego de un rato nos empezamos a reír cuando una oveja hizo del baño justo al lado de Perry que no tuvo otro remedio más que moverse de lugar para volver a descansar lejos de ellas.
–Sabe cuando alejarse –dice ella y se vuelve a reír.
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¡Feliz Halloween mis pequeñas lectoras! 👻 🧡
Y bienvenidas a esta nueva historia, espero que les guste y le muestren su apoyo como las anteriores, sin mas que decir les deseo un increíble día. 🧡🧡