Disclaimer:
Los personajes de CC y SS no me pertenecen, si no a sus respectivos autores y a quienes hayan pagado derechos sobre los mismos. De ser míos, las historias serían MUY diferentes X-D
Míos son los demás personajes, así como la historia aquí narrada; basada en el anime de Candy Candy, y que tiene ciertas modificaciones que me eran necesarias. Obvio las canciones tampoco son mías, sólo fueron una maravillosa inspiración.
No tengo fines de lucro, es sólo para pasar un buen rato y tener al menos un terryfic más.
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En un pequeño pero elegante bar en una ciudad al sur de Mississippi, una banda tocaba en el escenario. La integrante femenina acompañaba con su bella voz al tecladista que cantaba una pieza nostálgica y hermosa; su melodiosa y profunda voz se escuchaba clara y tocaba las fibras sensibles de la audiencia.
(My Inmortal- Evanescence)
I'm so tired of being here
Suppressed by all my childish fears
And if you have to leave
I wish that you would just leave
'Cause your presence still lingers here
And it won't leave me alone
These wounds won't seem to heal, this pain is just too real
There's just too much that time cannot erase
When you cried, I'd wipe away all of your tears
When you'd scream, I'd fight away all of your fears
And I held your hand through all of these years
But you still have all of me
You used to captivate me by your resonating light
Now, I'm bound by the life you left behind
Your face it haunts my once pleasant dreams
Your voice it chased away all the sanity in me
These wounds won't seem to heal, this pain is just too real
There's just too much that time cannot erase
When you cried, I'd wipe away all of your tears
When you'd scream, I'd fight away all of your fears
And I held your hand through all of these years
But you still have all of me
I've tried so hard to tell myself that you're gone
But though you're still with me, I've been alone all along
When you cried, I'd wipe away all of your tears
When you'd scream, I'd fight away all of your fears
And I held your hand through all of these years
You still have all of me, me, me
De entre los presentes sobresalía una chica de ojos verdes y cabello castaño y lacio. Observaba atentamente al bellísimo músico que con su sensual voz de seda cantaba tan triste pieza. Casi podía sentir el dolor que emanaba por cada poro de su piel. Él mantenía los ojos ocultos bajo espesas y largas pestañas oscuras; le parecía conocido, con su cuerpo atlético y su cabello castaño oscuro, lacio hasta los hombros. Se movía despacio cuando alcanzaba el micrófono para cantar, bailando lento sin abrir los ojos ni despegar las finas y fuertes manos del teclado.
"The boy could sing, knew how to move, everything
Always wanting more, he'd leave you logging for..." (Black Velvet – Alannah Myles)
Ella lo observaba hipnotizada, de pronto una ligera sonrisa apareció en los labios deseables del chico, alcanzó a ver por un instante sus blancos y perfectos dientes...
"Black velvet in that little boy's smile
Black velvet with that slow southern style
A new religion that'll bring ya to your knees
Black velvet if you please..."
La tristeza del joven era palpable, cantaba y se balanceaba que era un pecado...
"The way he moved, it was a sin, so sweet and true..."
La castaña, que llevaba su mano izquierda cubierta por un guante negro que le cubría hasta un poco más arriba de la muñeca, abrió los ojos sorprendida cuando la pieza concluyó y esos orbes ocultos por fin se dejaron ver; eran dos zafiros hermosísimos, pero fríos y duros; contrastando con la calidez que hacía un momento había sentido emanar del músico. Sus miradas se cruzaron un segundo, él la vio sin mirar; y ella casi juró reconocerlo, sin estar del todo segura.
Cantaron un par de piezas más, mientras la curiosidad de ella crecía por desvelar el misterio que el endiabladamente guapo artista desplegaba.
Ella estaba de paso por la ciudad, su trabajo la había llevado hasta allá. Deseando despejarse un poco había ido al discreto pero sofisticado sitio, encontrándose con semejante joya. ¿Qué estaría haciendo él ahí? No se suponía que era músico; no, ahora estaba segura (luego de investigar en su celular).
La música cesó sacándola de sus pensamientos; los chicos de la banda avisaron de un receso de cinco minutos, entre aplausos por parte de la audiencia que, aunque reducida, era entusiasta. En especial las muchachillas quienes alertadas por sus amigas, iban al barecito a deleitarse con la estrella de la banda; el misterioso y arrogante joven de sonrisa de terciopelo negro y voz de seda.
El camarero volvió a llenar el vaso de la chica, quien amable agradeció con una sonrisa. En ese momento, los músicos volvieron a tomar sus lugares, sólo que esta vez el tecladista no se colocó tras el piano, sino al frente, con un bello cello color caoba.
Tomó su lugar sentándose en el taburete que uno de los camareros colocó ahí, y acomodó el instrumento entre sus piernas; el guitarrista del grupo agradeció a los presentes su atención, y anunció que la siguiente pieza era una sorpresa que su silencioso y sensual compañero interpretaría. El susodicho empezó al tiempo que volvía a esconder sus preciosas gemas bajo los párpados, y las elegantes notas del cello se dejaban escuchar, interpretando magistralmente Farewell de Apocalyptica*
Con cada vibración que los dedos de su mano izquierda ejercían sobre las cuerdas, música hermosa, intensa y sublime surgía del instrumento, al cual el chico hacía resonar con el arco.
La melodía, hermosa y tan nostálgica como él, transportó a la castaña hacia un lugar mágico en su pensamiento. Casi podía ver al virtuoso artista en medio del salón de algún antiguo castillo escocés, tocando ensimismado.
A medida que la pieza incrementaba su intensidad, el joven movía hacia adelante el torso y volvía, siguiendo el ritmo; en el instante más intenso, en el que las altísimas notas parecían hacer llorar al instrumento; una lágrima traicionera y solitaria rodó por la pálida mejilla del músico; quien lentamente culminó su interpretación bajando el rostro para ocultar su expresión, y el público se deshacía en aplausos.
La oji-verde pudo sentir claramente la perturbación en el alma adolorida que tenía enfrente, y su mirada cargada de tristeza siguió al joven que tras un muy breve "gracias" se retiró de ahí.
El dueño del lugar se acercó a la chica que seguía en su mesa, intrigada y, aunque ella no tuviera nada que ver y ni siquiera conocía personalmente al oji-azul; preocupada al verle y sentirlo tan abatido.
- Madmoiselle, hermosa; que gusto tenerte aquí - Saludó el alto hombre de cabello rubio oscuro y corto. Era apuesto. Un bohemio que nació en buena cuna, la cual le permitió darse el gusto de abrir su bar y darles un espacio a artistas incipientes; o, como el silencioso y brillante tecladista, un espacio para pasar casi de incógnito.
La aludida sonrió, con una sonrisa brillante y honesta; realmente le daba gusto ver a su amigo, quien galantemente le besaba la mano antes de sentarse a su lado.
- Kyllian mon cher! (Kyllian querido mío) Encantada de saludarte. – Dijo ella.
- ¿Y dónde dejaste a tu caballero de brillante armadura? – cuestionó el rubio.
La chica rio con su ocurrencia, en especial porque su amado en realidad estaba perfectamente descrito; eso era justo lo que le causaba gracia.
- Donde siempre mon ami (amigo mío); va de Siberia a Grecia cumpliendo sus deberes de caballero de brillante armadura – Respondió con una sonrisa ladeada, llena de orgullo y picardía, antes de darle un sorbo a su bebida.
Kyllian soltó una sonora carcajada con la respuesta. – La próxima vez tráelo, hace mucho que no lo veo, ni a los demás – Puso mirada algo melancólica.
- Bueno trèsor (tesoro), yo lo traigo; pero si hace tiempo que no los ves, bien podrías ir a visitarlos – retrucó ella.
En ese momento los músicos ya se retiraban, siendo el último el cellista-tecladista-cantante. Su figura, aunque atlética e imponente, se veía y sentía opacada; si bien era alto y caminaba erguido, con porte de la realeza, (que a ella le recordaba el modo majestuoso de caminar de su amor), parecía que cargaba al mundo en sus hombros.
Ambos, dueño del bar y su amiga, lo vieron retirarse sin dignarse mirar a nadie, ajeno por completo a los suspiros y miradas codiciosas de las mujeres, y algunas envidiosas de los hombres.
Ella suspiró con tristeza, y volviéndose al joven a su lado soltó su duda; ya que ella no era de las que se quedaban sin saciar su curiosidad. Esa misma actitud la había llevado al trabajo que tenía. – Kyllian, mon ami* - empezó ella, y él ya sospechaba lo que preguntaría. Quiso responder antes, pero se contuvo; conociéndola, era mejor esperar a que hablara. Con la mirada la instó a continuar, pues la mujer había hecho una pausa, no por duda, sino para dar otro sorbo a su vaso. - ¿Querrías contarme cómo es que el muy famoso y desaparecido actor de Broadway, Terrence Grandchester, toca en una banda en tu encantador bar? – Cuestionó levantando la ceja izquierda, gesto característico suyo cuando se le había metido una idea en la cabeza.
Kyllian suspiró y también tomó de su whiskey, la miró y apretó los labios. Si bien Grandchester era un famosísimo y talentoso actor de teatro; cuando llegó a su bar, unos meses atrás, parecía una sombra. Enfundado en jeans negros, camiseta gris y una chamarra de piel; había entrado al establecimiento con cara de muy pocos amigos y barba de varios días. No era difícil reconocerlo, pero lucía tan perdido y furioso, que nadie se atrevió a acercarse siquiera.
- Un día llegó al bar y pidió alcohol hasta consumir él solo un par de botellas de whiskey, de pronto se levantó directo al piano y comenzó a tocar; furioso, desesperado, inmenso y arrogante. –
Cierto, el conocido actor llevaba tras de sí la fama de su arrogancia; ella sonrió pues sabía de sobra que decían que Terrence era un presumido, pedante y altanero, pero maravilloso actor.
- Continúa, s'il te plaît (por favor) - pidió ella, cruzando las manos bajo su barbilla, indicando su total interés y atención.
Su amigo, francés igual que su amado (y antiguo compañero de armas), se echó hacia atrás en su silla, mesándose el mentón. – Al terminar su melodía, volvió a su lugar y pidió más alcohol; pero yo le serví agua – Volvió a reír a gusto al recordar eso.
**Flashback**
A pesar de haberse bebido las dos botellas como agua, el apuesto actor no perdía la gallardía ni el control de sus movimientos, si acaso lo único que había dejado de lado era su magnífico control de su acento inglés, ahora fuertemente marcado, al punto de que era difícil comprenderlo, ya que sí arrastraba ligeramente las palabras.
- ¡¿Se puede saber por qué demonios me das agua?! – Ladró furioso Terry luego de escupir el líquido apenas lo probó.
Kyllian, sin perder la calma, le sostuvo la mirada, que aún con el dolor y la ira en ella era altiva y orgullosa. – Porque es obvio que no vas a aliviar tus penas con alcohol amigo, lo que sea que quieras borrar de tu mente, no desaparecerá de tu corazón. - El oji-azul lo miró con furia, siseando que se fuera al cuerno o algo así. Sin embargo, volvió a tomar el vaso y esta vez sí se bebió el contenido.
- No sé si te interese – Inició el rubio, tanteando el terreno y sospechando que el joven quería desaparecer de la faz de la tierra, - pero veo que tocas muy bien el piano y tengo unos amigos que buscan un tecladista para su grupo. –
Terry lo miró como si lo hubiese insultado, para luego volver a su expresión neutra, que tan bien le resultaba. Torció los labios en algo parecido a una media sonrisa antes de preguntarle a su inesperado empleador, qué le hacía creer que él quería o necesitaba trabajar. Kyllian se encogió de hombros, - No lo sé, tal vez el hecho de que seas un actor famoso que desapareció repentinamente, dejando un protagónico a la deriva... y que al parecer no desea ser encontrado. – Acto seguido, le dejó su tarjeta y se dio media vuelta, levantando la mano derecha a modo de despedida, al tiempo que le agregó un – Cuando gustes, aquí estará el piano esperándote. –
**Fin del flashback**
- Pasaron dos semanas y de pronto el tipo apareció preguntando si la oferta seguía en pie. – Dio un sorbo más a su trago – Y aquí está desde entonces. –
La mujer escuchó atentamente el relato, y sus verdes ojos se llenaron de curiosidad. El joven había llamado su atención, y no solamente por lo increíblemente apuesto que era (su novio era tan guapo como el actor), sino por el aura triste y desolada que emanaba de él; algo que su amigo del bar había percibido también. La pobre tenía la manía de querer rescatar almas solitarias si le era posible; y Terrence Grandchester le había recordado a su amor, así que era casi natural para ella sentir empatía y querer ayudarlo; aunque en ese preciso momento no sabía aún como... Terry, sin saberlo, se convirtió en su objetivo.
Sonrió y se levantó de la silla, misma que fue galantemente retirada por Kyllian; quién sabía que no diría más al respecto, ya le había agradecido por saciar su curiosidad y eso sería todo.
- Merci encore une fois mon ami (Gracias una vez más amigo mío) - Dijo ella, educada y con refinados modales. - Nos veremos pronto – añadió, permitiendo que su amigo le besara la mano nuevamente. Tomó su bolso y con paso firme se dirigió a la salida; pero antes de cruzar la puerta se giró un poco – Le diré a Camus que venga conmigo la próxima vez. – Sonrió, y cuando iba a salir, el empresario la alcanzó para abrirle la puerta, mero pretexto para solicitarle llevar un mensaje a sus ex compañeros.
- Cuídate ma belle amie (mi hermosa amiga) - le guiñó un ojo y ella divertida iba a responder, pero el chico no se lo permitió, - sí ya lo sé, los que corren peligro son aquéllos que tengan la estúpida idea de provocarte – sonrió descaradamente y le abrió ahora sí.
- ¡Ja, ja, ja! Trèsor no es para tanto; pero sí, sabes que tendré cuidado, de no lastimar mucho al tonto que se le ocurra molestar – Le dio ella un beso en la mejilla con una risilla traviesa, y finalmente salió de ahí.