La elección {IwaOi}

By ainhxa

4.5K 595 165

La hora de contraer matrimonio ha llegado para el príncipe Oikawa Tooru, pero hay un pequeño problema: él est... More

1
2
3
5
6
7
8

4

511 69 5
By ainhxa

Iwaizumi estaba exhausto a pesar de que a lo largo de todo el camino al coto de caza no había hecho otra cosa que actuar como la sombra de Oikawa, exactamente lo mismo que llevaba haciendo las dos semanas anteriores, con la diferencia de que en esa ocasión no había tenido que oír conversaciones tediosas con miembros distinguidos de la nobleza, si no que había tenido que presenciar todas las entrevistas personales que Oikawa había tenido con sus pretendientas. Siendo completamente sincero, ambas situaciones eran horribles para Iwaizumi, pero si tenía que elegir una de ellas, prefería mil veces estar en el coto de caza, donde las únicas mujeres presentes eran doncellas encargadas de las tareas domésticas.

—No quiero a salir de esta habitación —dijo Oikawa, dejándose caer sobre la cama de manera dramática. Iwaizumi le observó con una sonrisa divertida, aunque en cierto modo admiraba su entereza, pues él no solo había tenido que oír esas conversaciones tan aburridas durante las tres largas horas que había durado el viaje, sino que había tenido que participar en ellas proactivamente—. Ríete ahora todo lo que quieras, pero si asesino a algún noble de los aquí presentes tendrás que acarrear con las consecuencias.

—Prefiero hacer frente a esas consecuencias antes que tener que soportar otro viaje así de aburrido —respondió Iwaizumi, entrando, a continuación, en el juego de Oikawa—. Dígame, señor, ¿de quién quiere deshacerse primero?

Oikawa se llevó una mano a la barbilla, fingiendo estar deliberando quién debería ser la primera víctima hasta que sus ojos conectaron con los de Iwaizumi, momento en el que ambos se echaron a reír de forma cómplice. Por mucho que se esforzaran en disimular los sentimientos que se profesaban, había algo que nunca serían capaces de borrar por completo: su química. Esa química que se manifestaba cada vez que, sin querer, sus pieles se rozaban; esa química palpable siempre que sus ojos se encontraban, sabiendo instantáneamente si algo estaba molestando al otro. Precisamente por eso tanto Oikawa como Iwaizumi apartaron la cara rápidamente, pues si seguían contemplándose probablemente cruzarían una línea que habían acordado relegar en el olvido.

Alguien llamó a la puerta en ese momento, dando lugar a que ambos se sintieran parcialmente aliviados de ser interrumpidos. El tono de voz de Oikawa cambió por completo cuando volvió a hablar para autorizar a la persona en cuestión a entrar en la habitación, mientras que Iwaizumi adoptó su habitual postura solemne, abandonando la relajada que solía mostrar cuando estaba a solas con Oikawa disfrutando de la privacidad que un espacio cerrado como aquella habitación les brindaba.

La idea de visitar a solas la habitación del príncipe hacía que Haru se sintiera cohibida a pesar de que llevaba trabajando para él varios años. No obstante, ese sentimiento no era nada en comparación con lo débil que sintió sus piernas cuando, nada más que al abrir la puerta fue recibida por la intensa mirada de Iwaizumi. En ese momento deseó con todas sus fuerzas haber relegado su tarea a cualquiera de sus otras dos compañeras.

—Requieren la presencia de Iwaizumi-san en la entrada del palacete.

Haru soltó la información de forma atropellada, mirando al suelo mientras arrugaba entre sus manos la tela de sus faldas. Las piernas le iban a fallar de un momento a otro como Iwaizumi siguiera observándola de aquella forma.

—Gracias por transmitirme el mensaje —le agradeció Iwaizumi con voz extremadamente gentil, lo que hacía contraste con la fuerza de su mirada. A continuación, Iwaizumi posó los ojos sobre la figura de Oikawa—. Pues entonces si el señor no necesita nada más de mí, me retiro.

Oikawa le indicó a Iwaizumi que era libre de abandonar la habitación cuando quisiera, ignorando el cosquilleo de excitación que se había formado en sus partes bajas, exactamente igual que siempre que le escuchaba dirigirse a él delante de otras personas. No estaba seguro si lo que disfrutaba era verle actuar de forma tan sumisa o el inminente riesgo de ser descubiertos en cualquier momento si no tenían cuidado con su entorno.

Una vez que Iwaizumi cerró la puerta tras de sí, Haru dejó que la tela de sus faldas se escapara lentamente de entre sus dedos. Es cierto que seguía sintiéndose tensa al estar a solas con el príncipe, pero no era nada que no pudiera soportar, pues no era la primera vez que se encontraba en una situación así.

—La cacería va a comenzar en breve —anunció Haru, aventurándose a alzar la mirada. Oikawa resopló tras oírla decir aquello, pero se levantó de la cama—. Señor, ¿va a querer seguir usando los mismos ropajes?

—Prefiero utilizar algo más cómodo.

Esas fueron todas las palabras que Haru necesitó para dirigirse al equipaje de Oikawa, que todavía se encontraba sin deshacer en uno de los rincones de la espaciosa habitación. Luego se encargaría de ponerlo todo en orden junto con sus compañeras cuando los hombres partieran hacia el bosque colindante. Por ahora, su prioridad era encontrar un atuendo que se ajustara a las necesidades de su príncipe.

Mientras que Haru desvestía a Oikawa con manos hábiles, este se dedicó a estudiar la apariencia de la doncella cuidadosamente. No solo era pequeña de estatura, sino que su cuerpo también era minúsculo. La tela color crema del traje de lana que llevaba puesto se ceñía a su torso completamente, revelando unos pechos pequeños pero turgentes. Sus caderas tampoco eran exuberantes, algo negativo a la hora de dar a luz. No obstante, Oikawa era capaz de apreciar que tenía un cuerpo atractivo. Su rostro era una historia completamente diferente, pues sus rasgos eran tan pero tan finos que Oikawa estaba seguro de que podría pasar por miembro de la nobleza fácilmente. Por último, esas facciones se veían dulcificadas por su cabello castaño claro, ahora recogido en un moño.

—Haru-chan, ¿has estado a solas con Iwa-chan alguna vez? —Inquirió Oikawa, aunque sabía a la perfección cuál iba a ser su respuesta. Tal como pensaba, Haru negó con la cabeza unos cuantos segundos más tarde—. Esta noche ve a su habitación para bañarle alegando que es un regalo que le hago por cuidar de mí durante la cacería.

La doncella empalideció después de oír las palabras de Oikawa. Si ni siquiera era capaz de mirarle a la cara cuando se lo cruzaba en el patio completamente vestido, ¿cómo iba a lidiar con él desnudo? Sin embargo, no le quedó más remedió que asentir con la cabeza porque su obligación era acatar todas las órdenes de su príncipe.

Justo cuando Haru había acabado su trabajo con Oikawa, un par de nudillos impactaron contra la puerta de la habitación una vez más. Haru dio un respingo al pensar en volver a ver a Iwaizumi, pero, afortunadamente, se trataba de su mano derecha: Kentaro Kyotani, aunque era más conocido como Perro Loco por los métodos que utilizaba para torturar a los prisioneros.

—Ya está todo listo, señor.

—Perfecto —dijo Oikawa. Antes de salir de la habitación se giró para mirar a Haru de forma cómplice—. Nos vemos a la noche, Haru-chan. Recuerda lo que hemos hablado.

El camino de la habitación de Oikawa a la entrada del palacete, donde estaba reunido el grupo que iba a salir de un momento a otro para comenzar con la cacería, fue un completo infierno para Kentaro. Oikawa no paraba de intentar sacarle tema de conversación, a lo que él se limitaba a responder con gruñidos. La verdad era que Oikawa no era plato de buen gusto para Kentaro, pero cuando Iwaizumi, a quien admiraba como a nadie, comunicó su decisión de ingresar en la guardia real del príncipe, Kentaro no dudó ni un solo segundo en seguir sus pasos. Por lo menos le consolaba la idea de que, al cabo del año, pasaba más tiempo con Yahaba, su compañero de guardias, que con Oikawa.

Iwaizumi tuvo que morderse la lengua para no regañar a Oikawa delante de tantos nobles cuando le vio aparecer con Kentaro. Oikawa sabía que no le agradaba mucho a Kentaro, así que lo utilizaba en su favor, intentando sacarle de quicio cada vez que se le presentaba una buena oportunidad. Iwaizumi intuía que precisamente eso era lo que había ocurrido, tal como denotaban las expresiones de ambos: Kentaro lucía irritado, mientras que Oikawa parecía complacido consigo mismo.

—Iwa-chan, vamos a hacer lo de siempre, ¿verdad? —Preguntó Oikawa en un susurro mientras que Iwaizumi le ayudaba a subir a su caballo. Iwaizumi asintió con la cabeza, sin entender demasiado bien por qué dudaba sobre aquello en ese momento—. Esta vez no tardaré mucho, te lo puedo asegurar.

Le fue imposible esbozar una pequeña sonrisa tras esa referencia a la conversación que habían tenido hacía tan solo unos minutos sobre lo tediosa que estaba resultando la compañía de ese grupo de nobles.

Una vez que Iwaizumi montó su propio caballo, tan solo tuvieron que esperar un par de minutos más antes de dirigirse hacia el bosque. Oikawa centró su atención en los nobles durante todo ese tramo, pues en cuanto que se vio envuelto por la maleza de los árboles, utilizó la famosa excusa de que le gustaba cazar solo, aunque la realidad era que no le gustaba hacerlo de ninguna forma. Sin embargo, esa premisa le permitía escabullirse con Iwaizumi a una zona del bosque menos concurrida para que Iwaizumi se hiciera cargo de esa tarea en su lugar.

En cuanto que Oikawa e Iwaizumi llegaron al claro en el que solían dejar vagar con libertad a sus caballos mientras que ellos estaban ocupados con otros quehaceres, Iwaizumi comenzó a preparar todo lo que necesitaría bajo la atenta mirada de Oikawa, algo poco habitual debido a que su aberración hacia la caza era tan grande que, cuanto menos supiera acerca del tema, mejor para él. Lo único que le gustaba de esos viajes al coto de caza era la cantidad de horas que podía pasar a solas con Iwaizumi, aunque ahora incluso eso le había sido arrebatado, pues, aunque iban a seguir disfrutando de la compañía del otro, no iba a ser igual que antes.

—¿Ocurre algo? —Inquirió Iwaizumi con curiosidad.

—No es nada importante —dijo Oikawa para quitarle importancia al asunto—. Siempre di por sentado que cazarías en mi lugar, pero después de lo que ocurrió esa noche en mi habitación comencé a tener dudas. Supongo que tengo que darte las gracias por seguir haciendo esto por mí, Iwa-chan.

Iwaizumi no respondió inmediatamente a lo que Oikawa le había dicho, sino que se tomó su tiempo en terminar con los preparativos antes de caminar hacia él con determinación, deteniéndose a una distancia prudencial.

—Mi trabajo no solo consiste en protegerte —le hizo saber a Oikawa, dando lugar a que las mejillas de este se tornaran ligeramente rojas debido a la intensidad con la que Iwaizumi le hablaba—, sino también en procurar que tu vida sea más fácil. Nunca he actuado motivado por la relación que teníamos porque, por encima de todo, lo que más me preocupa es tu bienestar.

La vergüenza comenzó a apoderarse de Iwaizumi también, de forma que, antes de revelar el rubor de sus mejillas a Oikawa, echó a andar de vuelta al bosque para comenzar de una vez por todas con lo que habían ido a hacer a ese lugar, no sin cerciorarse previamente de que Oikawa le estaba siguiendo, pues no podía permitirse el lujo de dejarle solo en un lugar tan desolado como aquel.

No volvieron a pronunciar ni una sola palabra después de episodio, de forma que se dedicaron a vagar por el bosque en completo silencio de la manera más sigilosa posible para no alertar a sus posibles presas, aunque Oikawa no le estaba prestando mucha atención a su entorno, pues consideraba que era más entretenido observar el movimiento de la musculatura de la espalda de Iwaizumi.

Iwaizumi, después de un rato, hizo que Oikawa se detuviera detrás de él e incluso le indicó que permaneciera en silencio. Esta última orden provocó que Oikawa frunciera el ceño porque no había abierto la boca desde que abandonaron el claro y tampoco era tan estúpido como para hacer ruido y complicarle más todavía a Iwaizumi algo que debería estar haciendo él.

El objetivo de Iwaizumi era un pequeño venado que, ajeno a que estaba siendo acechado, caminaba tranquilamente a tan solo unos pocos metros de distancia de sus persecutores. No obstante, cuando Iwaizumi se disponía a tensar el arco para lanzar la flecha directa a la yugular del animal en un tiro limpio, Oikawa hizo que Iwaizumi bajara el arma.

—No lo mates —pidió Oikawa con voz queda.

—Si no es ese animal, será el próximo que nos encontremos —repuso Iwaizumi en tono conciliador, aunque debía admitir que se tuvo que obligar a reprimir un suspiro—. Sabes por experiencia que es mejor acabar cuanto antes.

—Simplemente esta no es la mejor ocasión para cazar un venado —dijo Oikawa, incapaz de mirar a Iwaizumi directamente porque no se sentía nada orgulloso del planteamiento mental al que había llegado—. Quizás este viaje al coto de caza se ha encubierto como una mera actividad de ocio para afianzar mi relación con los parientes masculinos de las pretendientas, pero la realidad es que estos tres días alejados de palacio son un simple mecanismo para controlar que sus pobres orgullos no se sientan demasiado pisoteados al verse desprovistos de la posición privilegiada de la que gozan en sus respectivos castillos. Este bosque es su oportunidad para reafirmar su fuerza, pues la posición social no es lo importante aquí, sino su habilidad para cazar. Por consiguiente, tengo que conformarme con trofeos más pequeños.

Iwaizumi se quedó petrificado. No era tan ingenuo como para creer que no había ningún motivo de peso tras esa excursión al coto de caza, pues en ese momento estaban inmersos en una estrategia política crucial no solo para el próspero futuro del reino, sino también para el futuro de la familia real, pero nunca se le pasó por la cabeza una idea parecida a la que Oikawa acababa de exponer.

—Entonces debería conformarme con una perdiz o una liebre.

En cuanto que Oikawa asintió con la cabeza, esbozando una sonrisa divertida por la expresión de asombro de Iwaizumi, este último volvió a tensar el arco para lanzar una flecha a una perdiz que había vislumbrado descansando sobre la copa de un árbol. Oikawa solo fue consciente de lo que había ocurrido cuando vio al animal caer al suelo lentamente, impactando con un ruido sordo sobre la tierra.

—Eres increíble, Iwa-chan.

—No necesito oír tus cumplidos falsos —replicó Iwaizumi, frunciendo el ceño. La sonrisa plástica de Oikawa fue sustituida rápidamente por una verdadera—. Vamos a recoger a esa perdiz para poder seguir avanzando de una vez. Cuanto antes terminemos, antes podremos relajarnos hasta que sea la hora de volver al palacete.

Esas palabras consiguieron levantar el ánimo de Oikawa de tal manera que incluso comenzó a prestar atención a su alrededor en busca de perdices para que Iwaizumi pudiera matarlas. La idea de poder pasar unas cuantas horas a solas con él era lo más tentador que había oído a lo largo de las dos últimas semanas, aunque no estaba muy seguro de cómo pasarían el tiempo ahora que sus opciones se habían reducido considerablemente por petición de Iwaizumi.

Antes, cada vez que realizaban ese viaje, Iwaizumi intentaba acometer su misión lo antes posible para poder dedicarle el resto del tiempo a Oikawa. Por supuesto que nunca llegaron a mantener relaciones sexuales en un lugar abierto como el bosque, pero sí que habían compartido besos o tocamientos un poco subidos de tono. Sin embargo, lo que Oikawa disfrutaba más era la sensación de estar acurrucado entre los brazos de Iwaizumi, ya fuera en silencio o charlando sobre la cosa más trivial que se les pudiera ocurrir, mientras sentía los olores del bosque inundando sus fosas nasales y la suave brisa le despeinab. Esos pequeños momentos le hacían rozar con la yema de los dedos esa libertad que tanto ansiaba, aunque ahora no le quedaba más remedio que aferrarse a ese recuerdo.

Solo tardaron una hora más en volver al claro donde sus caballos estaban descansando, aunque en esta ocasión acompañados por los cadáveres de seis perdices, portados por Iwaizumi por motivos obvios.

Oikawa se sentó sobre el césped mientras que Iwaizumi se encargaba de guardar el botín correctamente para que no ocurriera ninguna desgracia del tipo de un depredador siendo atraído por el olor de la carne. Al cabo de un rato, Iwaizumi acompañó a Oikawa.

—Para ti, Iwa-chan.

Iwaizumi tomó con cuidado la pequeña flor blanca que Oikawa le acababa de entregar, aunque no sabía demasiado bien cuál era el significado de ese gesto. No obstante, se sintió conmovido.

—No pienses tanto, tu cerebro no está acostumbrado a eso —Iwaizumi sintió deseos de hacer que Oikawa se tragara esa maldita flor que, hacía escasos segundos, se había prometido a sí mismo conservar. Oikawa, por otro lado, no pudo evitar echarse a reír al ver la irritación que Iwaizumi emanaba en ese momento—. Ya que tú me consigues cadáveres de animales, ¿por qué no regalarte el cadáver de una flor? Creo que es un intercambio justo.

—Eres la persona más idiota a la par que la más inteligente que conozco.

El comentario de Oikawa disipó toda la irritación que se había formado en el cuerpo de Iwaizumi de un momento a otro, exactamente lo mismo que ocurría siempre. Iwaizumi no podía permanecer enfadado con Oikawa durante mucho tiempo.

Iwaizumi ahogó una pequeña risa, todavía sin apartar los ojos de la pequeña flor que tenía entre sus manos. Oikawa le observó con una sonrisa dulce, preguntándose internamente cómo iba a poder elegir a una de sus cinco pretendientas para casarse con ella cuando todo lo que quería lo tenía tan al alcance de su mano, pero, a la vez, tan lejos.

—Iwa-chan, ¿qué opinas de mis pretendientas?

La expresión de Iwaizumi cambió por completo tan solo en cuestión de segundos, pues no entendía por qué Oikawa le estaba haciendo esa pregunta precisamente a él. No estaba enfadado, pero sí algo molesto porque Oikawa acababa de arruinar uno de los pocos momentos que podían disfrutar a solas.

—Si después mi explicación sigues sin querer responder a mi pregunta, lo entenderé perfectamente, pero al menos déjame intentarlo —suplicó Oikawa, agarrando el brazo de Iwaizumi antes de que se levantara del césped. Iwaizumi giró la cara hasta que se encontró con los ojos suplicantes de Oikawa. No podía negarle nada por mucho daño que le hiciera, así que soltó un suspiro resignado—. Cuando te fuiste de mi habitación ayer por la noche me di cuenta de que le gustas a Haru-chan, lo que me hizo ser consciente de que tú también te casarás algún día. Me gustaría que cuando llegara ese momento lo hicieras con una persona que conozca lo suficiente como para estar seguro de que te cuidará, así que me preguntaba si tú también tenías alguna preferencia. Me casaré con quien me digas si así puedo conseguir que te resulte más fácil todo esto porque lo único que me importa eres tú.

Oikawa parecía tan vulnerable en ese momento que Iwaizumi tuvo que hacer acopio de todo su autocontrol para no abrazarle. Efectivamente, no podía estar en malos términos con él por mucho que quisiera porque siempre encontraba una forma de volver a colarse en su corazón, tal como acababa de suceder.

—No me esperaba lo de Haru —dijo Iwaizumi, pensativo.

—Yo tampoco —confesó Oikawa. Sin embargo, su motivo real era completamente distinto del que iba a exponer: hasta hace poco no empezó a ser consciente de que todas las personas de palacio observaban en Iwaizumi esas cualidades que él veía—. Lleva trabajando para mí durante años haciendo cosas que muchas de las otras doncellas de palacio solo pueden soñar solo para acabar enamorándose de alguien con quien no ha cruzado más que un par de palabras.

—Quizás esa es la razón por la que Haru no se ha enamorado de ti —añadió Iwaizumi esbozando una sonrisa divertida—. Después de haberte visto tras todos tus episodios patéticos se habrá vuelto inmune a ese encanto del príncipe del que todo el mundo habla.

—Contigo parece no funcionar, Iwa-chan.

Iwaizumi se maldijo a sí mismo por haber pensado que decir eso era una buena idea. Si alguien le viera en ese instante, perdería todo el respeto que había construido en torno a su nombre, pues se había visto reducido a un desastre sonrojado con tan solo unas pocas palabras de Oikawa.

—Dejé de intentar ir en contra de mis sentimientos hace mucho —admitió Iwaizumi una vez que se recuperó, aunque todavía sentía la sangre concentrada en sus mejillas—. Precisamente por eso no tengo planes de casarme en un futuro, así que deberías dejar de preocuparte por mi futura esposa.

—No quiero que hagas eso por mí —musitó Oikawa con voz inaudible, de forma que Iwaizumi le preguntó si podía repetir lo que acababa de decir. Esta vez, Oikawa habló demasiado fuerte, siendo dominado completamente por sus emociones—. ¡No quiero que renuncies a tu oportunidad de tener una vida normal por mi culpa!

—Pero es normal para un caballero no contraer matrimonio —replicó Iwaizumi, sorprendido ante la reacción tan explosiva de Oikawa. Pensaba que saber algo así le alegraría, pero por lo visto había conseguido el efecto contrario—. Además, esta decisión no la he tomado solo por ti, sino también por la otra persona. Imagina que me caso con Haru, ¿no crees que sería injusto para ella ofrecerle un amor vacío?

Oikawa no respondió esa pregunta. Lo que decía Iwaizumi tenía mucho sentido, sobre todo si le ponía como ejemplo a Haru, una persona a la que apreciaba mucho. Por supuesto que Oikawa quería que experimentara un amor tan puro como el que él le profesaba a Iwaizumi, pero, por encima de todo, Oikawa deseaba que Iwaizumi alcanzara esa vida que él no podía ofrecerle.

—Me cae bien Shimizu Kiyoko —dijo Iwaizumi tras un par de minutos en silencio. Oikawa le observó, confundido por el cambio que había decidido darle a la conversación—. Me gusta que se comporte contigo con naturalidad. Además, creo que es divertida, aunque no habla mucho.

—A mí también me gusta —confesó Oikawa, más calmado—. Una reina necesita saber mantener sus emociones bajo control siempre.

—Eso también se le da bien a Hoshiko —añadió Iwaizumi—. Bueno, no es que sepa ocultar sus emociones, es que juega con ellas para utilizarlas como mejor le convenga. Por cierto, ella es la que menos me gusta.

—Me había dado cuenta —admitió Oikawa, soltando una pequeña risa—. ¿Puedo saber el por qué?

—Verla interactuar contigo es como ver a una actriz —comenzó Iwaizumi, eligiendo cada una de sus palabras cuidadosamente—. No le gustas, ni siquiera se siente intimidada o nerviosa ante tu presencia. Sin embargo, intenta aparentar que sí. De hecho, creo que conseguiría engañarme igual que a todo el mundo si no estuviera tan acostumbrado a verte fingir tus reacciones tan a menudo.

—Gracias por el cumplido —Oikawa fingió, precisamente, que ese comentario le había conmovido. Iwaizumi puso los ojos en blanco, obligándose a disimular una sonrisita porque a pesar de que le repugnaba ver a Hoshiko actuar así, le parecía algo encantador viniendo de Oikawa, probablemente porque con él nunca utilizaba esa fachada—. He de admitir que no me esperaba que te dieras cuenta de que absolutamente todo acerca de Hoshiko es una farsa.

—Espera, ¿tú lo sabías? —Inquirió Iwaizumi, realmente sorprendido, ante lo que Oikawa respondió afirmativamente—. Si sabías durante todo este tiempo que la actitud de Hoshiko no es legítima, ¿por qué es tu favorita?

—Yo también les miento —respondió Oikawa con simpleza—. No me interesa ninguna de ellas, románticamente hablando, en lo más mínimo, pero alguna tiene que convertirse en mi esposa sí o sí. Ellas también están siendo obligadas a casarse conmigo y a adquirir una responsabilidad que, probablemente nunca querían en primer lugar, si llegan a ser reinas, así que lo sorprendente es que algunas de ellas de verdad estén interesadas en conocerme.

—Eso no responde a mi pregunta —puntualizó Iwaizumi.

—Simplemente me da igual que Hoshiko incluso me odie siempre que sepa cumplir bien su función como reina —explicó Oikawa, ocasionando que el corazón de Iwaizumi se encogiera por lo triste que sonaban esas palabras—. Además, ¿has pensado alguna vez en lo guapos que saldrían mis hijos con Hoshiko?

Iwaizumi esbozó una sonrisa melancólica tras esa pregunta. Esa era otra de las muchas cosas que él nunca podría ofrecerle: la posibilidad de tener hijos. Ciertamente, mezclar sus genes con los de Hoshiko daría lugar a una combinación explosiva. Hoshiko no le caía nada bien, pero no era tan necio como para no admitir que era la mujer más bella que había visto a lo largo de toda su vida.

Los ojos de Iwaizumi se desviaron hacia el cielo porque se sentía incapaz de mirar a Oikawa en ese momento, dando lugar a que se percatara de que estaba comenzando a atardecer: era hora de volver al palacete.

Iwaizumi se incorporó inmediatamente, ofreciéndole a continuación su mano a Oikawa para que se levantara del césped. Oikawa, antes de tomarla, alzó la mirada hacia el cielo también. Una sensación amarga se acopló en su cuerpo cuando comprobó que, efectivamente, iba a anochecer pronto.

El camino de vuelta al palacete fue silencioso ya que ambos estaban sumidos en sus propios pensamientos. Oikawa no dejaba de pensar en que Iwaizumi había renunciado a la posibilidad de formar una familia por él, torturándose por ello, mientras que Iwaizumi sentía un gran peso en el pecho ante la idea de Oikawa renunciando no solo a su felicidad, si no también a su oportunidad de ser querido por su esposa por el bien del reino.

Continue Reading

You'll Also Like

402K 19.1K 26
El maldito NTR pocas veces hace justicia por los protagonistas que tienen ver a sus seres queridos siendo poseidos por otras personas, pero ¿Qué suce...
599K 42.1K 76
Lara pensaba que Toni era el amor de su vida, pero dejó de serlo hace mucho, después del primer golpe que recibió por su parte cuando estaba embaraza...
172K 14.8K 38
No hay nada que haga más feliz a Jay que conocer a Violetta, su artista favorita. ¿Qué pasará cuando Chiara, su hermana mayor, le ayude a cumplir su...
147K 12.2K 49
Mia es una alumna con notas obresalientes quien además es la mejor amiga de Itadori Yuji, el menor de los gemelos más polémicos en toda la escuela. ...