El esclavo Kyungsoo || Kaisoo

By Minuix

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Kyungsoo es un servidor del templo de Sharí iniciado en el arte del erotismo desde muy joven. Siempre ha pens... More

Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Final
Epílogo

Capítulo Cinco

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By Minuix

En cuanto abandonó el dormitorio, Kai se dirigió a la sala de reuniones. Había convocado allí a Yifan, el senescal del palacio; Chanyeol, el
capitán de su guardia personal; Lay, el comandante de las tropas; Luhan, su oficial en jefe de inteligencia; y Tao, su secretario.

Tenían mucho de qué hablar.
Las incursiones de los hombres bestia de Tapher eran un problema preocupante, y que el destacamento que había en el fuerte al pie de las
montañas no fuera suficiente para mantenerlos a raya era muy alarmante. Dos mil hombres bien
pertrechados deberían bastarse para contenerlos en los límites de las montañas y evitar que irrumpieran en el valle para saquear las aldeas.
Los hombres lo estaban esperando cuando llegó, y todos mostraban una sonrisa condescendiente en la
boca.

—Ese nuevo esclavo te mantiene ocupado—dijo Chanyeol burlándose de él de una manera que demostraba que además del capitán de la guardia
era uno de sus mejores amigos.

—No me extraña—replicó Yifan—. Es toda una belleza. Cuando te canses de el, me gustaría poder disfrutar de su adiestramiento como Servidor de...

No pudo terminar la frase. La mano de Kai seapoderó de su garganta y apretó con fuerza. Se había movido tan rápido que Yifan no había podido
reaccionar para esquivarlo.

—Jamás podrás tus manos sobre el—afirmó con rotundidad en un siseo—. Confórmate con lo que tienes y no quieras tomar más de lo que me
pertenece, Yifan.

Yifan palideció pero no pidió explicación ninguna. Sabía perfectamente que Kai estaba al tanto de sus relaciones ilícitas con la princesa Krystal. Chanyeol carraspeó.

—¿Empezamos con la reunión?
Kai soltó a Yifan y se dirigió a grandes zancadas hacia la mesa del centro, donde se extendía un mapa de la provincia de Kargul.

—Hay que averiguar qué ocurre en el fuerte Tapher y por qué no son capaces de contener a los hombres bestias. Pero quiero un informe de
primera mano, no excusas baldías de su oficial al mando. Luhan, enviarás a tu mejor investigador con un pequeño destacamento. Lay, quiero que designes a tu mejor oficial para que se haga cargo.En teoría irán como refuerzo y se pondrán a las
órdenes del castellano de Tapher, pero tu hombre —señaló a Luhan—se mezclará con la soldadesca a ver qué puede averiguar, y el tuyo—señaló a
Lay—hará lo mismo entre los oficiales. Quiero informes diarios sobre la situación.

—Me pondré a ello de inmediato—dijo dijo Lay.

—¿Has tomado alguna decisión respecto a la petición del Kahir de Romir?—preguntó Chanyeol.

Kai lo había estado pensando. El regalo que le habían enviado (Kyungsoo) había resultado ser de su
agrado, pero no podía aceptar el soborno porque eso crearía un precedente. El grano procedente de Romir era necesario para alimentar las tropas, además de ser una manera de dejar patente quién estaba al mando de la nueva ciudad. Por otro lado, si las cosechas habían sido realmente escasas este año no quería presionarlos hasta el punto de provocar una rebelión. Cuando un hombre ve a su familia pasar hambre, la desesperación se convierte en una mala consejera y una zona pacificada podía transformarse en un nido de
avispas.

—Antes hay que descubrir si lo que dicen es cierto o no. Luhan—el aludido dio un paso al frente—. Ponte en contacto con tus espías y averígualo. En cuanto tengas la información, comunícamelo enseguida. No tomaré ninguna decisión al respecto antes. Los dos podéis iros, no os necesitaré.

Luhan y Lay salieron de la sala. Kai se quedó a solas con Yifan, Chanyeol y Tao, el secretario. Éste último carraspeó para llamar su atención, y
cuando Kai se volvió hacia él, habló:

—Hoy ha llegado una delegación de Iandul y ha pedido audiencia. Al parecer, quieren recuperar a las guerreras que fueron hechas prisioneras durante la última escaramuza fronteriza.

—¿Sólo a las guerreras?—preguntó Chanyeol—. También hubo muchos hombres de su ejército que se convirtieron en nuestros esclavos.

—Los hombres no les importan, eran simples mercenarios—informó Tao—. Pero he oído rumores que entre las prisioneras había una que es de especial importancia para ellas, y quieren recuperarla.

—Si los rumores son ciertos, nos iría muy bien saber quién es y por qué quieren recuperarla—. Kai pensaba en voz alta mientras se frotaba la
barbilla—. Tao, envíale un mensaje a Galmesh y dile que quiero una reunión con él inmediatamente. Presiónale si es necesario, pero quiero que venga a palacio esta misma noche.

—Sí, excelencia.

—Y retrasa la audiencia con la delegación de Iandul todo lo que puedas. ¿Algo más?

—No, excelencia.

—Bien. Doy por concluida la reunión.

Yifan y Tao se retiraron, pero Chanyeol permaneció en la sala con Kai.

—¿A qué ha venido tu reacción con Yifan?—le preguntó con la familiaridad que le daba el hecho
de ser amigos desde la niñez. Habían crecido juntos en los suburbios de Zaraih primero, y después habían acabado en el templo de Garúh de
aquella ciudad, entrenándose para convertirse en lo que ahora eran.

—Lo sabes perfectamente—contestó Kai en un gruñido.

—Si lo supiera, no te preguntaría.

Kai volvió a gruñir. Era un guerrero ante todo, y odiaba tener un punto débil, pero estaba claro que Kyungsoo se había convertido en su vulnerabilidad. Pensar en ese estúpido de Yifan poniéndole las
manos encima lo había hecho perder la cordura. Había estado a punto de matar al idiota simplemente por mencionarlo. Pero Chanyeol era su
amigo y podía confiar en él.

—Es el nuevo esclavo—confesó en un susurro esperando que su amigo no lo oyera, pero sabiendo al mismo tiempo que los finos oídos de Chanyeol captarían perfectamente su confidencia.

—Te ha sorbido los sesos.

—Me he enamorado.

—Lo que viene a ser lo mismo. Por todos los dioses, Kai, es un esclavo.

—¿Crees que no lo sé? Pero no he podido evitarlo. Cuando estoy a su lado puedo volver a sentirme yo mismo, y no esta absurda caricatura de Gobernador malvado y cruel—explotó en un bufido. Chanyeol se quedó atónito ante sus palabras.

—Pensé que estabas satisfecho con tu vida. Teniendo en cuenta dónde comenzamos, en las apestosas calles de Zaraih, estar aquí ahora es todo un logro. Eres Gobernador de una de las
provincias más ricas del Imperio.

—Y también de las más hostiles y llenas de problemas. Pero no me quejo de eso, Chanyeol. Ambos hemos tenido suerte: estamos vivos, y
tenemos poder y riqueza, aunque lo hemos pagado con nuestra propia sangre en los campos de batalla. Bien sabe los Garúh que muchos se quedaron por el camino. El problema es Krystal.

—Me lo imaginaba. El regalo del Emperador en realidad fue un atroz castigo.

—Estoy seguro que quería quitársela de encima. Esa mujer es la cosa más ambiciosa y caprichosa que he conocido nunca. Y tan cruel como un hombre bestia. El Emperador me la metió bien doblada al obligarme a casarme con ella. Una recompensa, dijo, por mis servicios, pero en realidad lo hizo para controlarme.

Chanyeol se rio mientras iba hacia la mesa que había en la pared y servía dos vasos de licor.

—Lo que dice cuánto te conoce: nada. No eres hombre que se deje controlar, ni por una mujer ni por nadie.

—Eso es algo que compartimos, amigo—asintió Kai mientras aceptaba el vaso que le ofrecía su amigo y daba un largo trago—. Kyungsoo es el chico con el que siempre he soñado, y temo que Krystal haga algo por perjudicarlo. Es la primera vez en mi vida que le tengo miedo a algo.

—Eres capaz de protegerlo—afirmó Chanyeol. Puso una mano sobre el hombro de su amigo y apretó, reconfortándolo con ese gesto fraterno.

—Eso espero.

—Pero hazme un favor. No te fíes de el. Por lo menos, aún no. No sabemos con qué intención fue enviado, Kai.

—Pero tú prométeme una cosa: que lo protegerás con tu vida si yo no puedo hacerlo.

Una promesa mutua que sellaron con un apretón de manos. En aquel momento regresó Tao con noticias
sobre Galmesh y Chanyeol los dejó solos. Su amigo tenía otros asuntos que atender, documentos que firmar, peticiones que estudiar... no le envidiaba para nada.

Deambuló por palacio pensando en qué hacer durante el resto del día. Sus hombres estarían entrenando, pero no tenía ganas de cruzar espadas con nadie. Sólo disfrutaba cuando lo hacía con Kai, y ahora estaba demasiado ocupado.

Sonrió incrédulo. Kai, enamorado. No era algo que hubiese creído posible. Si alguien le hubiese vaticinado que pasaría algo así, se hubiera reído en su cara por tan absurda que le parecía la idea. Y sin embargo había sucedido.

Tendría que echarle un vistazo al esclavo. Era evidente que Ki estaba deslumbrado por él y no pensaba con racionalidad. Un esclavo que era un regalo de una ciudad que hacía poco que había sido conquistada, no podía augurar nada bueno. Podía ser un espía o, algo peor, uno asesino. Si era esto último y Kai se descuidaba...

Pasó cerca de la biblioteca y vio que había dos eunucos ante la puerta, lo que indicaba que dentro había alguna de los esclavos del harén, pero ¿cuál? No había ninguno que tuviese permiso para entrar ahí, excepto quizá...

Saludó a los dos eunucos y entró. No le impidieron el paso como hubieran hecho con cualquier otro hombre porque lo conocían y sabían qué lugar ostentaba en palacio. Y allí estaba, el esclavo por el que Kai había perdido la razón.

Era hermoso, de eso no había duda. Estaba sentado en una de las sillas de la biblioteca, con un libro sobre la mesa, leyendo con atención. El pelo castaño lo llevaba recogido con descuido, pero algunos mechones se habían escapado y caían indolentes
sobre su frente.

Absorto como estaba en la lectura, no reparó en su presencia hasta que él se acercó. Entonces se levantó rápidamente y bajó la cabeza en actitud sumisa.

—Tú eres Kyungsoo—dijo Chanyeol caminando hasta ponerse detrás de el, dejándolo aprisionado entre la mesa y su propio cuerpo—. No me extraña que Kai se haya rendido a tus encantos.

La voz profunda intentaba seducirlo. Kyungsoo se encogió interiormente pero se negó a dejarlo entrever. Sintió el aliento del hombre en su nuca, y un dedo recorrió el hombro descubierto.

—Mi señor, por favor...—suplicó.

—¿De qué tienes miedo?—susurró en su oído mientras jugueteaba con uno de los mechones de pelo.

La respiración de Kyungsoo se aceleró. ¿Por qué estaba este hombre aquí? ¿Qué pretendía de el? ¿Lo había enviado Kai porque ya se había cansado? Esa idea lo aterró y las lágrimas pugnaron por salir, pero no se atrevió a preguntar.

—Contéstame, Kyungsoo.

—De vos, mi señor. ¿Por qué me hacéis esto?

La risa suave de Chanyeol reverberó por la estancia.

—¿Hacerte? ¿El qué, precioso? Sólo estamos hablando.

—Estáis intentando seducirme, mi señor.

—¿Sólo intentando? Eso significa que no lo estoy haciendo bien...

Los labios de Chanyeol se posaron sobre el estilizado cuello dejando un reguero de besos. Kyungsoo se encogió y, en un arrebato, se escabulló por un lado huyendo de él.

—¡Basta, mi señor!—le exigió—. No tenéis ningún derecho a hacer esto.

La risita sarcástica de Chanyeol sonó oscura y divertida. Lo miró con unos profundos ojos claros, como si pudiera atravesar hasta su misma alma. Kyungsoo se sintió desnudos e incómodo, algo que no le había ocurrido nunca.

—Dime qué quieres, pequeño Kyungsoo, a cambio de concederme tus favores—susurró mirándolo de
arriba a abajo, acariciándolo con los ojos—. ¿Te gustaría poder volver a tu templo para quedarte? ¿Quizá preferirías trasladarte a Capital Imperio? Un cortesano tan hermoso como tú, con esa mirada de inocencia, tendría asegurada una buena lista de clientes que pagarían grandes fortunas por poseerlo. ¿Te lo imaginas? Ser completamente libre, sin estar obligado a llevar el collar de propiedad de un esclavo... Podrías hacer lo que quisieras, cuando lo quisieras. ¿No te gustaría? Yo podría arreglarlo para que fuese así, y a cambio sólo te pediría una noche de pasión para poder enterrarme profundamente entre tus muslos.

Kyungsoo se había llevado las manos al pecho y lo miraba completamente confundido.

—¿Es... es eso lo que quiere el Gobernador?— preguntó en un hilo de voz, desesperado.

—Olvídate de Kai y dime qué es lo que quieres tú.

“Que Kai me ame—pensó—. Que no pueda vivir sin mi. Que me quiera siempre a su lado. Eso es lo que quiero”. Pero no podía decirlo en voz alta.

—No quiero nada de lo que me ha ofrecido, mi señor—contestó en su lugar, apartando la mirada y
alejándose más de él.

—Entonces, ¿qué es lo que quieres?

—Nada, mi señor.

—No te creo. Todas los hombres soñáis con lo mismo: poder y riqueza ¿Intentas hacerme creer que tú eres distinto?

Kyungsoo alzó el rostro con brusquedad y lo miró furioso.

—No quiero poder y riqueza, mi señor—le espetó —. Y lo que quiero ya lo tengo.

—¿Ser un esclavo?—ironizó Chanyeol—. ¿Intentas hacerme creer que eso es lo que quieres?

—No, mi señor. Quiero un hombre capaz de protegerme—susurró, y rápidamente se mordió la mejilla pensando que había hablado de más. Estaba confundido y tenía ganas de irse. Se giró hacia la puerta y sin pedir permiso, caminó hacia allí deseando escapar de todas estas preguntas y acusaciones veladas.

—No te he dado permiso para que te vayas—. La voz de Chanyeol sonó firme e imperiosa. Kyungsoo se detuvo y se rodeó la cintura con los brazos para evitar empezar a temblar. Una solitaria lágrima rodó por su mejilla.

—Kai se cansará de ti—le dijo con crueldad—. Siempre se cansa de los esclavos, por muy hermosos que sean. ¿Sabes por qué? Porque no soporta que intenten manipularlo.

Kyungsoo negó con la cabeza, sacudiéndola con fiereza.

—Yo no intento manipularle, mi señor.

—Eso es lo que pretendes hacernos creer—contraatacó con dureza—, pero eres un regalo de Romir, una ciudad que ha estado dándonos problemas desde hace tiempo. Puedes ser un espía o un asesino, y tu rostro cándido no te salvará si atentas contra mi amigo. Si algo le pasa a Kai, yo mismo me encargaré de hacértelo pagar. ¿Has entendido?—Kyungsoo afirmó con la cabeza. Le fue imposible articular palabra—. Bien. Puedes marcharte.

Kyungsoo no se hizo de rogar y abandonó la biblioteca rápidamente. Chanyeol se quedó mirando la puerta por donde había desaparecido el esclavo y echó una ojeada al libro que había estado leyendo. “Hechos de los antiguos gobernantes”. Era un
conjunto de relatos sobre la historia de Kargul desde sus primeros habitantes, las tribus nómadas, hasta el último rey antes que el Imperio se anexionara la región y lo convirtiera en otra provincia más, hacía unos diez años. Una lectura bastante aburrida y extraña para un esclavo sexual.

Dejó el libro donde estaba y salió de la biblioteca. Decidió ir hasta el patio de armas del palacio, donde sus hombres estarían practicando. La conversación con el esclavo le había dejado mal sabor de boca y necesitaba hacer ejercicio para desahogar la frustración que se había apoderado de él.

El chico no aparentaba ser peligroso y esa aura de inocencia que la rodeaba parecía ser real, pero los hombres eran engañosos y uno no podía fiarse de ellos.

En el patio de armas los hombres estaban algo alborotados. Unos cuantos estaban apelotonados alrededor de un soldado caído en el suelo. Se acercó rápidamente, apartándolos a empellones. Los hombres le abrieron paso con respeto al darse cuenta que era él.

—¿Qué ha ocurrido?—preguntó taladrándolos con la voz.

—Ha sido un accidente, mi señor—dijo uno de ellos. Chanyeol se acercó al caído y se arrodilló a su lado. Tenía una herida fea en el costado derecho y manaba mucha sangre. Iba a ordenar que alguien fuera a buscar al médico cuando un blanco de ojos preciosos que llevaba una cesta de mimbre cogida en una mano, se abrió paso entre la multitud de testosterona, dando empujones a diestro y siniestro, hasta llegar al lado del herido y arrodillarse para empezar a mirarle la herida.

—¿Qué haces, muchacho?—le espetó Chanyeol con malos modos.

—Soy el nuevo sanador, mi señor. Y hago el trabajo para el que me pagan—contestó el joven sin siquiera mirarlo—. Salid de en medio. Estorbáis.

Chanyeol se quedó mudo por el asombro pero obedeció. El sanador manipuló la herida con habilidad, apartando la ropa para poder verla
bien. Sacó una tela limpia del cesto y la apretó contra la herida. El lesionado aulló de dolor.

—Le estás haciendo daño, hombre—protestó Chanyeol.

—Y yo que pensaba que eráis guerreros curtidos... —ironizó el sanador—. La herida no es grave, pero hay que cortar la hemorragia inmediatamente.

Y la mejor manera de hacerlo es ésta, mi señor. Y si dejáis de interrumpirme con vuestras tonterías y me dejáis trabajar, antes se le podrá trasladar albarracón donde podré atenderlo mejor.

Los hombres presentes soltaron algunas risitas al ver a su capitán vapuleado verbalmente. Chanyeol gruñó por toda respuesta y se volvió hacia los hombres que estaban allí mirando.

—¡Vosotros! ¿No tenéis nada que hacer, como seguir practicando? ¿O preferís ir a limpiar las letrinas?—Rezongando, los hombres se fueron apartando y a regañadientes volvieron a sus obligaciones—. Vosotros dos, buscad algo para trasladar al herido y tú, quédate aquí y atiende a todo lo que te ordene el sanador—. Girando la mirada hacia el chico, preguntó—: ¿Necesitaréis algo más?

—No, mi señor. Gracias.

Chanyeol dio un cabezazo de asentimiento y se alejó del patio de armas. Se le habían quitado las ganas de dar espadazos. Muchacho descarado. No sabía que había un nuevo sanador en palacio. Era bonito, y ardiente. Seguro que toda esa fogosidad concentrada daría como resultado mucho sexo sudoroso.

Si el sanador hubiera visto la sonrisa torcida que iluminó el rostro de Chanyeol, habría salido corriendo y no habría parado hasta salir de la provincia de Kargul.

Al abandonar la biblioteca después del enfrentamiento con Chanyeol, Kyungsoo caminó con rapidez por los corredores de palacio. Estaba muy alterado por la conversación mantenida con Chanyeol y el único lugar de todo el palacio en que se encontraba a gusto y seguro, eran los aposentos de Kai.

Volvió hasta allí caminando deprisa. Sólo los años de entrenamiento y disciplina en el templo lo contuvieron de echarse a correr. ¿Qué les pasaba a todos? ¿Por qué veían en el a un rival o un enemigo? No era ninguna de las dos cosas. Sólo era un esclavo, que era lo mismo que decir que no era nada ni nadie.

Una vez cruzó la puerta y los eunucos guardianes que lo seguían se quedaron fuera, Kyungsoo corrió
hacia el dormitorio y se arrojó en la cama, abrazándose a la almohada de Kai, en el que aún podía percibir su olor. El aroma a sexo aún persistía flotando en el aire de la habitación.

Luchó contra las ganas de llorar pero no pudo. No recordaba la última vez que había llorado antes de llegar a Kargul, pero desde que puso un pie en este palacio hacía tan poco tiempo, las lágrimas habían rodado por sus mejillas dos veces ya.

Se sentía tan fuera de lugar. Sólo cuando estaba con Kai se consideraba seguro y a salvo. El resto del tiempo era como ser un funambulista y caminar permanentemente en una cuerda floja propensa a romperse. No era para esto que la habían preparado con tanto esmero en el templo de Sharí. Las malas lenguas podían llamar putas a los Servidores de la diosa, pero nadie se atrevía a
decírselo a la cara. Vendían su cuerpo, pero su dignidad  estaba resguardada por el poder divino. Eran dueños de su vida y aunque el protocolo los
hacía parecer sumisos ante los clientes, ellos sabían que en realidad eran iguales, y que siempre volvían al hogar, el templo, donde estaban seguros y protegidas de todo mal.

Pero allí, en palacio... Todo era tan diferente y se sentía tan perdido. Estaba solo, sin protección con
excepción de Kai, una protección que duraría el tiempo que él estuviese interesado en él. Cuando su atención desapareciera, ¿qué sería de él? ¿Y si la princesa o Chanyeol lo convencían de la conveniencia de hacerlo desaparecer de su vida?

No quería pensar más en eso. Estaba oscureciendo y no se sentía con ánimos de estar a oscuras y solo. Se levantó y encendió el candil que había sobre la mesita al lado de la cama. Se desvistió, se metió bajo las sábanas, y al cabo de un rato se quedó dormido.

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