(Kendall)
-¡Te quiero, _______!-grité.
-¿Qué?-me gritó asustada.-¿Qué mierda dices, Kendall?
-Te quiero.-la tomé de las mejillas y la besé. Sus ojos estaban muy abiertos y sus manos amenazaban con golpearme la cara en cualquier momento, pero con una de mis manos rodeé su cintura y la acerqué más a mí. Sus párpados se cerraron poco a poco y se soltó. Despacio movió su boca y la acompasó a mi ritmo.
Muchas veces imaginé este momento, pero era un contexto distinto; me amaba tanto como yo a ella, era totalmente mía y no me odiaba. Aunque ese beso no demostraba odio, cabe decir.
De repente, se separó de mis brazos y me dio un rodillazo en... bueno, en mi entrepierna. Me agaché del dolor, en tanto ella corría llorosa y maldiciéndome.
(______)
Nunca fui del tipo de chicas románticas, de esas que ven películas cursis y sueñan con un vestido blanco de novia. No, yo prefería películas de terror e imaginar un concierto de Aerosmith. Sin embargo, creí que mi primer beso sería con un chico que por lo menos quisiera, o bien, estando ebria en algún antro de mala muerte.
¡Pero no! ¡Tenía que ser específicamente con semejante imbécil!
Si bien podía denunciarlo por violación y extorsión, algo en mí me pedía a gritos otra probada de sus labios. O tan solo un abrazo, una linda palabra.
-¿Qué idioteces digo?-me cuestioné en voz alta. Algunos de los vecinos de Kendall me miraron extrañados, y susurraban cosas con risitas.
Miré mi aspecto físico. No era tan delgada, eso lo sabía. Tampoco tenía unas medidas extraordinarias, era baja de estatura y siempre vestía demasiado simple. Las personas solían reír de mí, pero lo único que conseguían era un dedo en el aire. Y eso iba a ser siempre, nunca iba a cambiar por gusto ajeno a mí.
Kendall, por alguna razón, se mostraba sensible y atraído por mi ser. Quizá era una apuesta, un juego o un tonto pasatiempo que me haría perder la cabeza, pero él era distinto. Distintamente idiota.
Él nunca me había insultando, y lo sabía. Siempre me llamó linda, y en su vida había insultado mi aspecto. Era idiota, lo conocía como a mi.mano, pero celoso cuando estaba con Logan o Carlos. Me protegía sin que yo lo notara (hasta este momento, claro) y me hacía reír, volverme loca y querer asesinarlo. Todo en un mismo instante.
-¡Y ahora te enamoras de él, ______! ¿no?-me reprendí con ironía.
Seguí caminando por las calles, pateaba una piedra que por allí me encontré y trataba de no perderla de vista. En un momento me sentí como ese objeto inerte. Manipulable, duro, frío y de terrible vista, que corría de un lado a otro sin hallar un sentido específico, buscando un sitio donde realmente encajara.
Llegué a un bar/café. El lugar estaba pintado de un color bronce, con objetos vintage. Daba una idea melancólica y medieval. En el centro había una pista con instrumentos.
Un tipo estaba allí, con un cigarro en la boca y una guitarra eléctrica en las manos. Vestía una gorra, lentes de sol, camisa de franela a cuadros, unos jeans desgastados y botas militares.
-Hola.-habló al verme mirarlo, con una voz áspera mientras afinaba su instrumento.-¿Tocas?
-Hola, y no, sólo es curiosidad.
-Saúl, ¿y tú?
-_______.
-¿Cigarro?
-Ni de broma, gracias.
-Nueva en este mundo, no tienes ni idea de como llegaste aquí y odias las toxinas en tu organismo, ¿me equivoco, ______?
-Correcto. Y como haz triunfado como adivino, me largo de aquí.
-¿Y a dónde irás, _______? ¿A lloriquearle que te equivocaste?
-¿De que mierda hablas?
-Este adivinador como tú le llamas, tiene tres años por aquí y la misma vida le ha enseñando a interpretar. Estás confundiendo todo, eres agresiva y quizá dañarás a alguien por tu inevitable orgullo.
-Saúl, no te ofendas, pero no me puedes criticar sin conocer mi historia, viejo.
-¿Historia? ¿Quién la necesita? Tus ojos me dicen más que cualquier libro de biblioteca, no necesito un afiche con tu pasado cuando pude ver un segundo de tu presente.-dio una calada a su cigarro. Me abrió una silla y me invitó a sentarme con una reverencia. -¿Qué te trajo aquí, _______?
-Una piedra en el camino.
-Oh, lo entiendo.-fumó.-Los obstáculos siempre existirán, pero no debes obsesionarte con lo que crees que iba a ser tu destino.
-No, literalmente una piedra me trajo aquí.
-¿Tienes sed?-evadió mi argumento y llamó al mesero.-Joseph, por favor trae un par de capuccinos con tartaletas.
-No, no quiero nada, Saúl.
-¿Azúcar?-insistió, bufé rendida.
-Sí, dos porciones.
-Dime, ______. ¿Quién eres tú?
-Solamente soy ______.
-No.-sacó humo.-Tú puedes ser quien quieras, y creo que tú quieres ser una sombra de la real _______. Puedes aparentar ser dura pero en verdad eres todo lo contrario.
-No hay otra _______. Ésta es la única.
-Entonces te cambiaré la pregunta.-se quitó los lentes.-¿Qué es lo que te ha confundido?-suspiré con rendición.
-Kendall Schmidt.