JeongHan se da cuenta de que tal vez ha estado pensando demasiado en Joshua Hong cuando al llegar el siguiente sábado en la mañana él continúa teniendo en su mente lo transcurrido con el chico la semana anterior en su encuentro, a pesar de que ha trabajado todos esos días pasados a excepción del domingo, el azabache no ha cumplido con su palabra de ir a verlo ni mucho menos aquella en la que lo invitó a una cita.
No por eso mientras se encuentra acurrucado en su cama deja de sentirse sorprendido al verse retrasado en horario por culpa de sus dos hermanas que le aprisionan los brazos profundamente dormidas e invadiendo su cómoda cama. Ellas se aferran a él como si no hubiese un mañana, y esa es una de las razones por la cual se siente incómodo apenas despierta al no poder liberar sus manos y presionar el botón de la alarma que le grita que ya debería estar saliendo a trabajar.
Vuelve a las mellizas totalmente responsables y culpables del retraso que obtiene la hora del desayuno, incluso les hace saber que se siente ligeramente disgustado con ello y no les dirige la palabra mientras trabaja a toda prisa en hacer los emparedados que se ingenió para el desayuno.
De cualquier forma no permite que su madre apenas recién levantada y aparentemente muy agotada lo ayude a cocinar, por el contrario se esfuerza en ser veloz para preparar todo sin perder las intenciones de que quede rico. Una vez sirve en la mesa tres platos con el sencillo pero muy sabroso desayuno él se retira, dejando que las tres féminas coman todo lo que él ha servido para tomarse el tiempo de someterse a un baño fugaz de agua helada y posteriormente vestirse.
Siendo las nueve más un cuarto de la mañana él siente descomunalmente más importante el echar un vistazo al reloj que a sí mismo, por lo que aunque se detiene frente al espejo que recorre la pared de techo a piso y se toma unos momentos para revisar dentro de su mochila que todo esté en orden, no alza la mirada para darse cuenta de lo agradable que resulta a la vista el color durazno en el abrigo enorme que le cubre la piel.
Prefiere así salir corriendo de la casa apenas toma las llaves y se apresura a tomar el primer bus que encuentra con destino al metro mientras se amarra el cabello dejándose un poco del flequillo suelto. Luce lindo, el tipo que vende los periódicos en la esquina se lo deja saber con un piropo asqueroso que lo hace sentir un poco mal, pero tras unos segundos él no le toma importancia y se mete a prisa en el primer tren que llega.
Se trata de una hora y media después cuando él llega a la floristería, se siente gratamente sorprendido al darse cuenta que apenas lo hace, una buena cantidad de personas sentadas a los alrededores se acercan haciendo evidente su espera y lo saludan con grandes sonrisas. No se esperaba que su clientela estuviese esperando por él a que el negocio abriera, y puede que quizás haya querido ver entre todas esas personas a Hong, pero aunque no lo hace, sonríe cálidamente por la felicidad que esto le causa y una vez que se disculpa abre la puerta, acomoda unas cosas y los deja pasar, permitiéndose atenderlos con profesionalismo y la inmensa dulzura que le sale natural.
Durante lo que resta de mañana no llega nadie más, por eso se dedica a limpiar y acomodar la floristería, rodando macetas, barriendo la tierra y acomodando los papeles de seda con los que decora. Aquel día le corresponde atender solo, es el único encargado de la tienda ya que es fin de semana y su madre cuida de las niñas mientras él se hace responsable del negocio familiar. Para esas horas gracias a sus labores está un poco despeinado y tiene algo de tierra en las manos, pero él se siente bien porque el sitio luce hermoso y ordenado, huele bien, y se siente tan acogedor como si efectivamente ellos regalasen un pedacito de hogar en cada flor usada como presente.
A mediodía, se sobresalta cuando a pleno comienzo de la hora de almuerzo se escucha la campanilla de la tienda que interrumpe sus planes de ir por algo comestible que llene su vacío estómago, pero sin que le importe mucho él se gira con amabilidad para recibir el cliente que sea lo que sea que se lleve significará un aporte para su estabilidad económica y la de su familia. De inmediato se siente avergonzado cuando se da cuenta que en su estado un tanto desastroso se ha encontrado con la mirada y presencia de Hong Joshua.
Se le sonrojan las mejillas y en su intento de secarse el sudor propio de la actividad física se hace un manchón de tierra en la cara que contrasta de manera feroz con el color claro de sus ojos, haciendo ver su piel más blanca y luciendo estúpidamente precioso a los ojos de Hong que lo mira estar perlado por el sudor, con esa tenue sonrisa preciosa y las mejillas rojas y sucias mientras él parece estarse riendo de la tierna escena. Su cabello rojo está repleto de múltiples pétalos chiquitos que le decoran las hebras con sus colores.
Los dos se sonríen, Hong no tarda en dar un par de pasos al frente y lo saluda con una caricia en el cabello que le desprende varios de los pétalos que al caer le rozan delicadamente la piel de las mejillas. Yoon no se mueve demasiado y con la ligera tensión entre ellos se limita a enterrar el último ramillete de azucenas sobre la tierra de la maceta que acaba de arreglar.
—. Es bueno verte. — Admite el mayor de los dos cuando se sacude las manos sobre el delantal rosado rayado de colores que usa como uniforme siempre que trabaja. El color durazno que lleva en el abrigo contrasta con el de la pieza y hace que se vea hermoso.
El azabache se abstiene de lanzar un cumplido y solo asiente. — También a ti. — Sonríe, y poco después echa un vistazo a las flores que pone el mayor con tanta sutileza dentro de la maceta grande que se ve como un micro jardín de diminutas flores. Eso lo hace recordar la razón por la que viene. — Ah, sí. Escucha, necesito unas flores, es muy importante.
—. ¿Otro regalo para mamá? — Se ríe Yoon dulcemente, sorprendido de que realmente haya ido por flores al sitio en lugar de solo ir a saludarlo. Aunque, quizás era una excusa.
En su mente, JeongHan se reprende por esperar tan fuertemente que el muchacho se dedique a ir al negocio exclusivamente para mencionar un saludo o conversar, aun así se encuentra discutiendo consigo mismo porque en el fondo quiere que el tipo vaya hasta allá porque de verdad quiera hablarle, así como él desea llamarlo cada noche y decirle que duerma bien. Suspira apenado gracias a sus propios pensamientos y por ello se obliga a callar a su consciencia mientras alza la mirada para ver a Hong.
—. No, no es un ramo para ella, es para otra persona. — Murmura con cierta incomodidad el azabache, captando la atención del pelirrojo. — ¿Me ayudas?, en serio necesito que sea muy significativo. Quiero aprender lo que representan las flores para decírselo también.
Una corriente de nervios lo hace temblar cuando el tipo le menciona aquello, frunce el ceño, pero de todas formas asiente aceptando serle de ayuda y toma entre sus dedos uno de los trozos cónicos de arena compacta que reposa a un extremo de un papel transparente medio decorado que se fija contra el brazo. — ¿Qué es exactamente lo que necesitas?
Si se cuestiona con sinceridad, cuando observa las actitudes de Joshua y la manera en la que se nota visiblemente incómodo en decirle aquello, se siente claramente preocupado porque la información le duele un poco. — Veras, necesito algo para confesar amor... Algo muy romántico e intenso, ya sabes, eso que le das a la persona especial con la que sientes que necesitas estar durante el resto de tu vida.
La sorpresa que esta confesión le causa a JeongHan no es agradable, su pecho se aprieta y le tiemblan los labios porque le quiere preguntar para quién diablos es el regalo, como si fuese alguien para exigirle una respuesta acerca de a quién demonios le quiere hacer un presente de ese tipo. Aun así se contiene a reclamar algo en lo que no tiene sentido perder el aire y piensa que el chico solo le está jugando una mala broma, una muy mala. Aunque luce verdaderamente urgido y nervioso ante la necesidad del dichoso ramo.
Su voz sale suave y baja cuando responde, como si estuviera sin fuerzas o ánimos —. Las rosas son por definición las flores que expresan el amor romántico fuerte. — Murmura con inseguridad, y lo lleva con él hasta la zona que le dedica a ellas mostrándole una variedad de colores. — Las rosadas indican el amor de pareja, la ingenuidad y la ternura de una persona, el deseo de permanecer por mucho tiempo con alguien.
—. Perfecto, pon de esas entonces. — Lo anima Hong, él lo hace sintiendo en los tímpanos un pitido que le incomoda. — ¿Qué hay de esas? — Pregunta entonces por las flores de tonalidad morada, son de las que recientemente ha puesto a teñirse, de modo que tienen un color lavanda suave y son casi unos capullos, con los pétalos apretados y suaves.
—. Las rosas de tonalidad violeta tienen mucho que ver con la personalidad de... Esa persona. — Para Hong no resulta difícil darse cuenta que para el pelirrojo también es incómodo estar en esa situación, no solo por la forma en la que habla sino por el comportamiento desanimado que tiene su expresión corporal. Quizás debió pensar en ir a otra floristería. — Eh, son como para una persona considerablemente dramática, alguien de sentimientos fuertes, esa clase de personas dignas y llenas de autocontrol, pero que fácilmente pueden volverse intensas.
El tipo parece pensarlo un poco, sin embargo segundos después de los que transcurren mientras JeongHan lo mira, él sonríe de costado asintiendo, totalmente de acuerdo con la descripción y lo que ocurre en su cabeza. Sin pensarlo demasiado incita al mayor a incluir una de aquellas en su ramo, moviendo su mano con ánimo para que se dé prisa en encajar los tallos dentro de aquel bloque de arena al que llama oasis. Luego de un momento señala un par de capullos azules. -
— Me gustan estas, son lindas... ¿Qué significan?
—. Fidelidad y afecto. — Responde seco, la voz le sale seria y sorprendentemente la caricia de la dulzura que suele tener atada a la lengua ya no se encuentra allí, su mirada oscurecida delata su estado de ánimo en el suelo. Tiene derecho a estar frustrado, el ramo entre sus manos cada vez se vuelve más significativo y a él le altera que Hong se lo vaya a dar a otra persona.
Esa sonrisita y la ceja alzada de Joshua lo molestan cuando él lo mira y le lanza la frase que lo hace querer golpearlo. — ¿Qué esperas?, ponlas... Ya dije que era muy especial.
JeongHan no hace más que asentir y lo obedece, poniendo un potente esfuerzo en no actuar de mala manera o de decir todo lo que quiere en el objetivo de reclamarle que va a hacer un regalo tan significativo a alguien que no es él, al mismo tiempo no quiere que se note lo enojado que está al no tener derecho alguno sobre Joshua siendo que después de tanto tiempo no significa nada en su vida.
Como si fuese del tipo gruñón, añade las rosas azules y lo vuelve a mirar a los ojos, el azabache camina y sujeta una de las flores grandes de aquella maceta, Yoon lo mira tomar grandes rosas rojas, y cuando se las ofrece por un momento él se emociona.
Todo se va al demonio cuando el muchacho abre la boca y una vez más, dice lo que en consideración de JeongHan es una estupidez. — Estas aun no las olvido, son pasión y amor agresivo, un sentimiento feroz y caliente, ¿no? — Han asiente con la mirada oscura sobre él. Quiere lanzarle el ramo en la cara poco después. — Pon estas por favor.
Para este punto quizás no vale la pena esforzarse más en ocultar la rabia o la decepción que siente, los ojos cálidos de JeongHan se debilitan y aunque se mantiene con el ceño fruncido y se nota la molestia que tiene cuando habla, introduce los tallos como parte del pequeño bouquet que hace. Sin embargo, sus palabras salen con cólera y frustración demasiado evidente deslizándose por su lengua de forma involuntaria, él ya no puede ni quiere contenerse a hacer notar su disgusto.
—. Las rosas amarillas se regalan para demostrar los celos y el egoísmo que se tiene con una persona, en sentido de propiedad y a modo de aclarar que nadie más tiene derecho sobre ese alguien. — Su voz se escapa fría y disgustada. Mientras tanto, toma la rosa amarilla que está más florecida, y con una elegancia llena de delicadeza introduce el tallo en el bolsillo frontal del traje que lleva Hong. Le sonríe falsamente. — Toma una.
Entre los dos surge un silencio potencialmente incómodo, son largos segundos en los que solo se miran y observan a través de sus miradas sus sentimientos. Las mejillas del californiano se cubren de un rosado muy tenue que lo delata en su vergüenza y la clara aflicción de haber herido al contrario; por su parte, Yoon no hace más que suspirar decepcionado y con menos ganas de las que tenía antes no hace más que quitarle la flor al tipo del bolsillo e incluirla al ramo, bajando la mirada a lo que hace y sin ser capaz o tener ganas de levantar la cabeza.
—. Perdón, yo... Olvídalo. Las flores amarillas también denotan el placer de una compañía, van de la mano con las de color naranja, que expresan un halago hacia el regocijo que causa la manera de resplandecer de una persona. ¿No quieres también de esas?
Si bien la voz del mayor es suave y desanimada, Hong todavía puede notar el aire de los celos y la molestia cubriendo sus palabras. Aun así, con una expresión incómoda le regala una sonrisa, asintiendo ligeramente y dándole unas palmaditas amistosas en el hombro que parecen felicitarlo por la idea de ofrecerle aquellas flores.
Muy a pesar de que sabe que Yoon le dice las cosas con molestia para demostrarle lo celoso que se encuentra y ese suave toque de posesividad, él sigue siendo estúpido y no se encuentra pensando el muchacho de cabellos rojos; no hace más que sacudir la cabeza de forma positiva expresando que está muy de acuerdo con su sugerencia. — Eres un genio, ponlas, ponlas. Y también lo verde, por lo de la naturaleza.
Así es como JeongHan completamente en contra de la persona misteriosa que recibirá el ramo termina con seis rosas de diferente color reposando sobre la mesa en la cual suele preparar los arreglos florales grandes, a un costado está el papel de envoltorio con un estampado de corazones pequeños, y él mira seriamente a Hong mientras sostiene las tijeras de jardinería. El tipo tiene un par de exigencias más y por eso lo ha llevado hasta el sitio diciéndole que por favor todavía no envuelva nada. Por un momento JeongHan se aferra a la esperanza del que el azabache se ría en su cara y le diga que está jugando.
—. Tiene manos algo pequeñas, ¿Podrías hacer algo fácil de sujetar pero que se vea bien repleto?, para que se note que son muchos sentimientos y significados, pero que no se le salga de las manos para evitar que se incomode al llevárselo.
Ya sin demasiados ánimos el pelirrojo simplemente asiente llevándose un mechón de cabello detrás de la oreja, y resignado le otorga más información en un tono de voz tan bajo como para que el muchacho deba acercarse un poco más. — La cantidad de rosas en un ramo también tiene significado... Llevas seis, eso se suele interpretar como el capricho de tenerse el uno por el otro.
—. ¿Un capricho? — Joshua frunce el ceño, inmediatamente niega a lo dicho. — Lo mío no es un capricho, realmente quiero que esté conmigo por siempre, ¿sabes?, yo... quiero algo más significativo.
De los labios de Yoon escapa un triste suspiro, él definitivamente ya no se atreve a mirar a aquel hombre a los ojos. Jugando con los pétalos de una rosa blanca que estaba a un costado lo vuelve a ayudar con lo que necesita. — Puedo ofrecerte duplicar el número de flores, será un poco más costoso pero... Bueno, expresar lo que realmente dices querer implica regalar más de cincuenta rosas, pero parece como que quisieras decirle todo solo con este ramo. — El pelirrojo tiembla bajo la mirada negra del más joven. — Regalar doce flores significa querer que alguien sea tuyo, algo realmente muy intenso pero que toma en cuenta las leyes del destino, es como entregarte y al mismo tiempo reclamar a alguien como tuyo, sin perder la sencillez. Algo así como una pasión romántica.
Hong Joshua sonríe ladinamente a causa de la manera poética con la que su contrario se expresa, así que asiente. — Consideraré lo de regalarle más de cincuenta rosas. Por ahora, quiero entregarle esto y no quiero que sea tan ostentoso ya que no le gustan las exageraciones, así que estoy bien con las doce rosas.
Una vez más JeongHan mantiene el silencio entre los dos, y mientras se encuentra bajo la mirada del muy ocupado empresario es cuidadoso mientras le quita las espinas más dañinas a las rosas una por una, usando las tijeras de jardinería y quejándose ligeramente a veces porque el temblor en sus dedos provocado por la rabia y la torpeza hace que ocasionalmente muerda la piel de sus dedos con la punta de las mismas. A fin de cuentas, había terminado agregando dos rosas de cada color seleccionado.
Sin permitir marchitar la esperanza que conservaba apretada en el pecho, miró a Hong esperando recibir una respuesta poco dañina para él. — ¿Realmente son muy pequeñas sus manos? — Ante la mueca extraña que le hace el tipo gracias a su pregunta él aclara vagamente. — Es para saber qué tan delgado dejar el tallo.
Joshua le mira las manos a JeongHan, y niega con una suave sonrisa. — Solo son un poco más pequeñas que las tuyas.
La comparación le duele, pero él solo asiente y se centra en elaborar el ramo. Recorta los tallos casi por la mitad, haciendo un ramillete de doce rosas que queda perfectamente redondo y luce precioso. Alrededor, las diez rosas de colores crean un borde cilíndrico colorido que hace ver al ramo tupido, y en el centro, las dos rosas rojas enormes que Joshua escogió lucen dramáticas resaltando entre las otras como protagonistas.
Le coloca algunas hojas alargadas y ramillas para darle el color verde y que se vea más natural y lindo. Repite el significado del ramo, y siente ganas de destrozarlo cuando amarra los doce tallos y envuelve todo en un papel transparente satinado que adorna con varias hondas sobre las esquinas. Pone al final una cinta roja a la cual le hace un lazo, y sin mirar a Hong le da el ramo en las manos caminando directamente al mostrador.
—. Dios, JeongHan... Benditas sean tus manos, mira nada más que hermoso. Estoy seguro de que le encantará. — Mientras él observa el ramo el mayor no dice nada, diciendo estar ocupado en hacer el cobro del adorable bouquet en la caja registradora. Cuando el pelirrojo le informa que todo está en orden y guarda el recibo en la caja registradora, ambos asienten mientras el tipo le devuelve su tarjeta. El azabache sonríe amplio tras soltar una risa cargada de una cómoda alegría. — De verdad muchas gracias.
JeongHan pretende ser inmune al beso en la mejilla que le da el menor a modo de agradecimiento por haberse sometido sin ninguna clase de negación u oposición a resolver su genuino problema semi romántico, en lugar de hacerle una nueva escena como la que le hizo con la dichosa rosa amarilla, o expresarle directamente como hombres relativamente serios y sinceros que son, prefiere sentirse rabioso en silencio por recordar sus repetidos besos hace no más de unos días en el pasado y la cita que repentinamente le pidió el chico una semana antes, la cual cabe destacar que el pelirrojo acaba de cancelar brutalmente de su agenda, enojado.
Hong se ganaba ocasionalmente su título de imbécil, si el tipo estaba en una relación lo suficientemente seria como para ese ridículo ramo debía decirlo, no puede ser tan difícil mirarlo a los ojos y decir: Hey, JeongHan, sé que acabo de besarte tres veces, pero ¿sabes?, tengo una pareja. Se habría conformado incluso con que se lo dijera por la noche cuando él lo llamó inmediatamente en la misma fecha, emocionado como un adolescente estúpido para decirle que duerma bien y divagar estúpidamente.
Definitivamente, la mejor manera de hacerle saber que era territorio ajeno absolutamente no era dejarlo rogar por un beso a plena falta de luz en un apartamento rodeados de silencio y soledad, mucho menos el haberle concedido el beso y encima haberle dado unos cuantos más.
Gruñe malhumorado guardando el lapicero con el que Hong firmó el recibo, y el hecho de seguir viéndolo frente a él le molesta. — ¿Necesitas algo más?
Joshua sonríe con vergüenza y le acerca un poco el bouquet. — Yo... Lamento la molestia pero, ¿Podrías añadirle una tarjeta? — Yoon suspira y le entrega una de las pequeñas tarjetas color marfil que tienen decoraciones en dorado. Hong paga por ella en efectivo, y con aparente exceso de alegría se despide y sale de allí.
Cuando él se retira la molestia de Yoon se transforma en tristeza, un dolor en el pecho que apaga el brillo de sus ojos y lo hace sentirse demacrado cuando se mira al espejo lavándose la cara llena de tierra. Para colmo se había visto como un desastre frente a Hong.
Sale secándose las manos y arregla un poco la mesa. El resto del día es un poco ajetreado porque los encargos le llueven. Está feliz por el estado repleto de la caja registradora, pero se siente agotado por la cantidad ridícula de ramos y arreglos por encargo que tiene en la tienda esperando por ser retirados.
La cantidad de clientes que tiene no le permite salir a almorzar, se da cuenta que en realidad la hora que debió usar la utilizó Hong para el estúpido ramo que pisoteó su ánimo. Lo único que hizo fue beber un poco de agua de aquella del filtro de la floristería. Cuando se hacen las tres y media de la tarde le corresponde cerrar la tienda debido a una ocupación o diligencia repentina que surgió minutos antes por teléfono, un hombre que le había contactado rogando por que hiciera los arreglos de centro de mesa para su boda ya que el otro florista le había cancelado, iba a llevarle las flores a las cuatro de la tarde a la estación del metro más cercana a la tienda.
Apenas cruza la puerta se da la vuelta para poner la alarma de seguridad en la cual confía plenamente para la protección de su pequeño negocio, muy a pesar de que internamente no tiene idea de a qué clase de persona se le ocurriría robar una floristería. No por eso deja su amado local desprotegido, y apenas ve el bombillo verde que brilla diminuto indicándole que la alarma está correctamente activada, él junta bien el cristal de la puerta para alinear los aros sobre el suelo dentro de los que pone un candado enorme.
Poco después cierra la puerta con su llave e inmediatamente después de guardarla en su bolsillo se suelta el cabello, lo sacude, y vuelve a peinarse con su coleta alta en la cual repentinamente decide deshacerse del flequillo, llevando los largos mechones hacia atrás despejando su frente y todo el rostro, se aprovecha de ver su reflejo contra la puerta de cristal para hacerlo, así finalmente se da cuenta de que le gusta cómo le luce el color durazno en contraste con su piel y no obstante, al verse tan minuciosamente peinado agradece que la brisa le arrebate un par de los pétalos que aún le quedan sobre el cabello y a la vez le saque del moño unos cuantos mechoncitos que se le enroscan cerca de la línea del cabello y hacia las orejas.
Le importa poco y por no decir que nada el hecho de que la gente de fuera lo mire raro por estar evaluándose en lo que en su mente es un espejo, después de todo es bastante evidente que el chico trabaja en el local siendo que no se retiró nunca para salir el delantal que ocasionalmente en unos días tendría bordado el nombre del negocio y el suyo como respectivo trabajador. Claro, cuando consiga uno igual de bonito que el suyo para su madre o en realidad, cuando el negocio tuviese un nombre.
Da un par de pasos hacia atrás y mira sobre su cabeza el letrero en blanco y alargado que tiene la tiendita de la esquina sobre el toldo adorable de la puerta, aun sin un bosquejo siquiera de un intento de dibujo o nombre. Sonríe y le resta importancia de forma temporal, sin embargo, apenas se da la vuelta las mejillas se le calientan y siente su rostro arder.
Allí está Hong, sentado casi de forma altanera en una de las mesas del tipo de espera con toldos de color crema y sillitas parecidas a bancos de tres patas cuyo asiento era de telas entretejidas, las que pertenecían a la fachada de la floristería. Está con las piernas cruzadas de una forma un tanto tosca y varonil, con el cabello revuelto siendo alborotado por la brisa y vistiendo su precioso traje lleno de lujos que usaba para trabajar, en ese sitio en el que él considera que debe ser el origen etimológico del aburrimiento, ese al que cariñosamente llaman oficina. Aquel día el traje era azul marino y vestía una corbata colorida. Era algo que no había notado al mediodía cuando lo vio.
El tipo sostenía en una sola mano sin ningún problema el ramo pequeño que él le había hecho, haciendo lucir cada falange brutalmente varonil y marcada, le sonreía con egocentrismo y además, presumía con la mirada y la picardía de sus cejas el haber cuidado bien de las flores que incluso se veían con un tenue rocío seguramente hecho con una especie de dispensador de algún frasco de perfume que ya no tenía contenido.
Acomodándose las arrugas de la ropa Yoon se acerca lentamente a él sintiendo inseguridad de hacerlo. Sin decir palabra le mueve la mano a modo de un saludo breve y luego se ve forzado a levantar un poco la cabeza porque Hong se pone de pie.
—. Eres un estúpido, ¿Lo sabes? — Se burla Hong sin hacer el mínimo intento de contener su risa, tomándole suavemente la mano con la que él tiene libre y dejando reposar con clase y estilo el ramillete precioso entre sus dedos y su palma.
Yoon baja la mirada acariciando tenuemente el pétalo central de la rosa roja de un costado y luego lo vuelve a ver sin decir nada en lo absoluto. Hong de nuevo habla. — Bueno, quizás no estúpido. Eres ingenuo, inocente.
Él baja la mirada sintiéndose tan torpe y avergonzado que hasta se ríe. — Si me dices cosas como "sus manos son más pequeñas que las tuyas" tengo derecho a pensar que no soy yo, ¿no lo crees?
—. Se llama actuación, Hannie. — Un suave beso tibio sobre sus labios lo hace sonrojar una vez más. — No saliste a comer, te invito a almorzar.
Él se niega mientras apoya su cabeza sobre el hombro del otro, a gusto con que le haya hecho el ofrecimiento y además con la calidez que le da su cuerpo. Se lamenta de tener que excusarse y darle una negativa. — No puedo ir, lo siento. Tengo un trabajo extra de última hora, es grande y me pagarán bien, voy de camino a buscar el material.
Hong asiente, sin embargo, le acaricia la mejilla en medio de un tacto suave y delicado que le permite sentir como se hace tibia la piel del más pálido, aprovechando de deslizar sus dedos por la curva tenue de su quijada hasta reposar sobre su cuello cada una de sus falanges. — Estás solo hoy, ¿no? — Cuestiona, y sin esperar la respuesta le sonríe de manera encantadora. — Te acompañaré a buscar eso, y si puedo ser de ayuda, entonces me quedaré para cuidarte.
JeongHan se ríe y se permite recargarse ligeramente contra la mano del menor que aunque sigue siendo precisamente eso, menor, es varios centímetros más alto. — ¿De qué se supone que vas a cuidarme? — Se burla Yoon, pero en la espera de su contesta se deja sujetar la mano por el azabache que simplemente se encoge de hombros risueño.
—. No lo sé, una planta carnívora tal vez.
Los labios dulces del joven pelirrojo emiten una suave carcajada que Hong corresponde, sin un nuevo comentario los dos se proponen caminar en medio de un revoloteo ligero de cortas risas llenas de gracia y quizás, alivio.
Son pocos los pasos que requieren dar para llegar a ubicarse nuevamente frente a la puerta de cristal de la floristería, es un transcurso de escasos segundos en los cuales Joshua se toma el atrevimiento de sujetar la mano frágil de su contrario obsequiándole un par de tibias caricias con los dedos, Yoon lleva todavía en la izquierda el ramillete pequeño y casi adorable que pomposo se presume a sí mismo.
Habiendo pasado unos largos minutos en los que el menor se ofreció a retirar el candado de la puerta y se vio en la obligación de luchar con el mismo para poder deshacerse de él, los dos tuvieron la posibilidad de entrar una vez más al local y dejar allí las pocas cosas que llevaban encima. En aquella ocasión el azabache se había quedado sosteniendo la puerta, dedicando su penetrante mirada de forma exclusiva a los movimientos sigilosos que ejercía Yoon al colocar sobre el mostrador de caoba un pequeño jarrón bajo y lo llenaba fugazmente con agua.
En el interior de aquella cosa transparente había puesto el ramillete una vez le había quitado la decoración innecesaria para estar dentro del objeto, como el papel y la cinta, y fue en ese momento en el que los dos se fijaron casualmente en que seguramente el cien por ciento de las veces el lindo trabajo del pelirrojo se veía desechado en un porcentaje pequeño. Se rieron sin explicarse la razón, y al dejar el delantal doblado, se fueron.
Nuevamente fuera Hong había rechazado la tentadora oferta de Yoon al ofrecerle regresar el candado a su sitio, pero bajo ninguna circunstancia se atreve a negarse a sujetarle la mano cuando el tipo lo mira con sus hermosos ojos color miel y le bate descaradamente las pestañas en una coqueta expresión mientras pronuncia de la manera más dulce del mundo la interrogante que le ofrece juntar sus dedos.
No lo piensa dos veces, no son más de tres segundos los que pasan cuando su mano tosca y grande aprisiona en su interior la tierna y pequeña palma pálida del pelirrojo, quien tiene las orejas enrojecidas pero sonríe abiertamente tomándose la libertad de entrelazar sus dedos.