Skyler
Chase me desnudó por completo y me dio besos por todas las partes de mi cuerpo. Esa noche me perdí en él. La pasé incluso mejor que la primera vez. Esta vez la disfruté completamente y dejé los nervios y la vergüenza a un lado. Me encantaba la manera en la que me hacía suya, en la que me penetraba con fuerza y luego lento. La variedad que le ponía al acto dejaba a la vista que tenía mucha cancha, que sabía perfectamente cómo hacérmelo, cómo hacerme gemir y cómo hacerme perder en sus ojos azules.
Me tomaba de las muñecas para no permitir que me moviera y, Dios, en serio, adoraba que hiciera eso y no hacía falta que se lo contara porque Chase lo podía ver en mi iris. Con él teníamos conexión, tal vez no fue instantánea, pero el tiempo nos llevó a darnos cuenta que nos queríamos y podíamos llegar a ser más que simples conocidos que se llevaban pésimo.
Desde que llegué a Hasser, el destino sabía perfectamente qué camino sería el que yo pisaría, sabía que ese chico que me trataba mal hoy iba a estar en mi cama, encima de mí, jadeando, y penetrándome con intensidad. Sabía que yo estaría perdidamente loca por esos ojos azul oscuro, ese cuerpo, esa voz, esa actitud que por fuera parecía ser de lo peor pero que cuando veías bien qué había dentro de ese corazón, notabas que realmente sí existía uno.
En eso concordaba con el destino. Con esto no me quejaba. Chase estaba conmigo y nada podía ser mejor para mí que tenerlo a mi lado, protegiéndome e intentando hacer lo posible para salvarme. Me estaba enamorando más de él, los estaba amando, no entraban las dudas en esta ecuación, el resultado estaba sobre la mesa y era un corazón latente. Por más peligrosa que fuera lo que estábamos haciendo, tenía esperanzas de que esto entre nosotros funcionara.
Chase dejó caer su cuerpo encima de mí cuando sintió el orgasmo. Su miembro seguía dentro mío, pero no me molestaba en lo absoluto. Le acaricié el pelo y aproveché a quitarle los mechones de cabello que estaban pegoteados en su frente. A ambos nos cubría una fina capa de sudor después del acto, hacerlo con él me daba muchísimo calor, y eso que yo no hice el trabajo, me quedé debajo suyo porque era él quien quería encargarse de todo.
Nuestros corazones se encontraban muy acelerados, se podían escuchar gracias al silencio de la habitación. Esperaba que nadie hubiese escuchado nada de lo que pasó en mi cuarto porque sería una gran vergüenza. Aunque, si se hubieran dado cuenta, estoy segura de que rápidamente habrían hecho lo que fuera para detenernos.
—Chase, ¿alguna vez quisiste tener hijos? —pregunté en un susurro y luego solté el aire acumulado.
Chase rio.
Bueno, a eso no me lo esperaba.
—¿Tú me ves a mí con la paciencia suficiente como para criar a un niño? ¿Me ves cambiando pañales, comprando ropita, alimentando a alguien o limpiando vómito? No, gracias, prefiero castrarme yo solo antes de tener un niño.
—¡Oye! No seas así, eso es lo de menos, amas a tu hijo porque es tu hijo y punto. Lo demás, es lo de menos.
—¿A qué viene esa pregunta?
—No sé, estaba pensando en cómo sería mi vida si pudiera tener hijos. Nunca me vi muy maternal, la verdad, pero dicen que es bonito.
—Pero no te dejan dormir nunca —replicó—. Eso no es bonito.
Solté una risita.
—Ya, ya veo que tú eres cero paternal.
—Ahora sí, pero antes quizá pude haber deseado tener hijos. Pero las cosas desde que me convertí son distintas. No quisiera tener un hijo que tiene que pasar por el proceso de sed, es muy estresante tener hambre y ganas de matar a todo el mundo todo el tiempo —respondió. Bueno, él tenía un punto.
Como mencioné, nunca me sentí muy maternal, me gustaban los niños siempre y cuando no fueran tan gritones y llorones, pero realmente, a esta altura de las cosas, empezaba a asimilar que nunca podría pasar por el proceso que lleva un embarazo. Tener un hijo nunca sería de la forma que quería, sería darle vida a un ser que luego sufriría a lo largo de su eternidad.
—¿Las verdaderas madres de tus hermanos eran humanas?
—Sí.
—¿Cuando uno es vampiro y el otro humano el bebé nace siendo vampiro?
—Nace con el gen. Tienes que beber sangre para convertirte en vampiro. Los primeros años está todo bien, pero después, cuando vas creciendo, inevitablemente tendrás una sed de sangre fuerte. La puedes controlar, pero tarde o temprano cederás ante el deseo y beberás. Cuando bebes cierta cantidad de sangre que no es tuya empiezas a sentir mareos fuertes y luego todo se torna negro. Caes rendido al suelo y terminas en el infierno.
—¿O sea que, si te cae en la boca por accidente una gota de sangre de otra persona, no te conviertes?
—No. Tiene que ser una cantidad grande.
—Entonces ninguno de tus hermanos pudo vencer el deseo de sangre y por eso se convirtieron.
—Exacto.
—Oh... —asentí. Chase salió de mí y se acercó a mi boca para besarme, pero terminé estafada porque me corrió la cara y soltó una risa—. ¡Esas cosas no se les hacen a las novias!
Me dio la espalda, se bajó de la cama y su trasero quedó a la vista. Me lo quedé mirando porque él tenía un bonito trasero que me llamaba mucho la atención. Chase sabía que yo lo observaba, pero le daba igual. En su lugar me habría tapado, como la vez en que nos acostamos por primera vez; tenía ganas de ir al baño y para eso debía levantarme de la cama, así que tomé las sábanas y me tapé porque sabía que el pervertido de Chase se pondría a verme descaradamente.
—¡Sky, tu amigo te busca! —gritó mamá desde la sala y me levanté a toda prisa al recordar que me encontraba toda desnuda.
Miré la hora.
—¡Voy, mamá!
Tomé mis braguitas y me las puse a lo loco. Chase seguía durmiendo plácidamente, como si no se hubiera dado cuenta del llamado de mi madre. ¿Cómo hacía para dormir tan plácidamente siendo vampiro? Yo cuando me convertí, de vez en cuando, en las noches me despertaba por los ruidos de la calle. Puede que Chase durmiera así por la costumbre.
—¡Chase, despiértate! —susurré, pero él no respondió y siguió durmiendo tranquilo.
Me terminé de abrochar el corpiño y me acerqué a él a toda prisa para sacudir su cuerpo. No había tiempo que perder.
—¡Chase, despierta! —susurré en su oído y lo volví a sacudir. Se removió en la cama e hizo un gesto de disgusto.
—No tengo ganas.
—Tienes que despertar, mamá me ha llamado. Si llega a subir y te ve desnudo le va a dar un ataque al corazón.
Gruñó.
—No se puede dormir tranquilo —se quejó y a regañadientes se levantó de la cama. Parecía un niño pequeño quejándose.
Terminé de alistarme junto a Chase y bajamos las escaleras. Mamá estaba charlando con Jason y cuando me vio bajar se acercó a mí y me dio un abrazo fuerte. Recordé las cosas de ayer, especialmente que me dijeron que la golpeé, así que respondí a su muestra de afecto.
Ella y yo luego tendríamos que tener una conversación a solas para solucionar los temas pendientes, dejar de lado ciertas cosas malas y aclarar algunos aspectos respecto a mi relación con Chase. Mamá quería que la perdonara, y sí que estaba dispuesta a hacerlo a pesar de lo difíciles que las cosas se estaban tornando y se tornarían, porque al final de cuentas, lo hecho hecho estaba y no había manera de cambiar el rumbo. Pero para eso ella también tendría que aceptar la relación que tenía con un vampiro.
—¿Cómo estás hoy?
—Mejor, mamá —respondí.
—Me alegro —se apartó.
Jason se me acercó y también me abrazó.
—Amiga...
—Hola, Jason.
—Me alegra saber que estás mejor, anoche no pude pegar ojo pensando en todo lo que estuvo pasando. Me preocupé.
—No tenías por qué, yo me quedé a dormir para cuidarla —se metió Chase. Me separé de Jason para fulminar a mi novio.
Chase era muy celoso.
—Celoso —le dijo Jason.
—Maricón —le respondió Chase y me vi obligada a intervenir.
—No, no, y no. No empiecen, ya están grandes para esto.
—Sí, sobre todo Chase —concordó Jason—. ¿Cuántos años dijiste que tenías, Chase? ¿Cien? ¿Doscientos?
—Estos años tengo —le enseñó su dedo corazón.
—¿En serio van a ponerse a pelear? —pregunté.
—Chase empezó, al parecer está celoso, tiene miedo de que te enamores de mí.
Chase soltó una risa.
—Sí, claro —dijo con sarcasmo.
—Ya, en serio, paren.
—Vengo a invitarte a 1980 a desayunar. ¿Te parece? —Jason se centró en mí.
—Sí, obvio que sí, me muero de hambre, quiero comida humana. ¿Puedo ir, mamá?
—Sí —me dio permiso.
—Si tus hermanos quieren venir pueden hacerlo —sugirió Jason.
—Salieron hace un rato a buscar trabajo —respondió mamá y agrandé los ojos.
¿A buscar trabajo? ¿Mis hermanos? ¿Fueron a buscar trabajo?
—¿A buscar trabajo? —pregunté agrandando los ojos.
—Sí, quieren dinero para salir de vez en cuando y yo no puedo darles siempre que me pidan. Ellos están grandes, así que me ha parecido buena idea que tomaran esa decisión.
Realmente estaba sorprendida por esto. Ryan siempre fue un poco más maduro que Luke, así que no me sorprendía tanto de él, no como me sorprendía de Luke. Recuerdo que una vez me dijo que si tenía un trabajo sería después de terminar la universidad, y pensé que eso sería como a los treinta años. Lo sé, parecía que tenía muy pocas esperanzas hacia mi hermano, pero bueno, él tampoco es que se esforzara en dar una imagen de responsabilidad. Todas sus emociones estaban puestas en el fútbol.
—Yo tengo cosas que hacer —habló Chase. Seguía mirando a Jason como si esperara alguna reacción de su parte para poder arremeter contra él. Chase había cambiado en ciertos aspectos, pero algunas cosas le quedaron, como su malhumor en ciertas ocasiones, su cara de asesino serial, sus celos y su mala manera de contestar. Pero bueno, en parte se me hacía bonito que me celara. Aunque no por Jason. Otra persona que no conociera a Chase como yo lo conocía diría que él no cambió nada—. No te pases de vivo, Jason, no querrás ver las consecuencias.
Chase caminó hasta la puerta, y al pasar por al lado de Jason palmeó su espalda sin mucha fuerza pero con mala intensión.
—Tan grandote y diciendo esas estupideces —rodó los ojos.
Chase lo ignoró y cerró la puerta. Se fue sin darme un beso de despedida. Si lo hizo porque me iba a ir con mi amigo me iba a enfadar, porque me parecía una estupidez. Sabía que Jason no le agradaba ni un poquito, que ellos tenían un pasado, pero tampoco era para que se le agarrara conmigo. Tenía derecho a salir a desayunar con un amigo y él debía respetarlo. Jason, hasta ahora, no había dado ningún indicio como para pensar que quería ser más que mi amigo.
Me estaba empezando a enfadar por mis propios divagues, pero todo lo malo se esfumó cuando la puerta se abrió y Chase volvió a entrar.
—Perdón —caminó hacia mí—. Olvidé darte un beso, discúlpame —me besó. Qué ricos besos me daba.
—Se te olvidó por empeñarte en tus celos —atacó Jason y, Chase, en modo de respuesta, volvió a sacarle el dedo de en medio.
Y también lo insultó.
—Maricón.
Veinte minutos después le pedí a la camarera que me trajera un pedazo de pastel y una malteada de vainilla. Jason ordenó lo mismo pero incluyó también una medialuna.
—Así que Chase se quedó en dormir en tu casa. ¿Durmió contigo? —me preguntó. Las imágenes de la noche fogosa que tuvimos me pusieron la piel de gallina. Tenía ganas de repetir cada segundo de ayer.
—Sí...
—Y, ¿pasó algo entre ustedes?
—¿Algo como qué? —inquirí.
—Ya sabes a qué me refiero. Supongo que ya no eres virgen, si él te llevó a esa casa cuando supuestamente ibas a estar con Violett, algo habrá pasado. Conociendo a Chase... Ese pervertido.
Me puse roja al instante. No habíamos hablado de ese detalle con Jason.
—Sí lo hicieron —afirmó por mi cara.
—Sí, Jason, lo hicimos —aparté la vista y él se rio ante mi vergüenza.
—¿Anoche también?
—Sí... Había que aprovechar el momento —respondí para justificarme. Pero qué pésima justificación.
—Y, ¿él fue bueno contigo? ¿Te fuerza a hacer cosas que no quieres?
—No, en ningún momento. Si él ve que me duele siempre para. No le gusta hacerme daño.
—Qué bueno que escucho eso —asiente—. El día que te falte el respeto me dices y yo lo mato con magia.
—¡Oye!
Se rio, pero sabía que en parte lo decía de verdad.
—Bueno, ¿y por qué lo llamas pervertido?
—Porque sí —se encogió de hombros—. ¿Te hablas con los otros White?
—Tengo más relación con Nate y Zach, pero no tanta con el profesor Andrew y Sam. Con Sam es con el que menos me relaciono, es un grosero malhumorado.
—Es un tarado —concordó.
—Nate no parece ser tan malo como me lo pintaste —apelé.
La camarera trajo nuestro pedido y sin esperar le di un mordiscón a mi pastel. Estaba delicioso.
—No has visto sus lados malos todavía, por eso.
—He visto su lado pesado, y ese es un lado malo. Me refiero a lo de que usa a las chicas como pañuelos descartables.
—¿Lo has visto alguna vez como para contradecirme?
—No —respondí ladeando la cabeza de lado a lado—. ¿Tú?
—Sí. Él salió con mi prima hace unos años y, ¿sabes qué pasó?
—¿Qué?
—Se acostaron y ese mismo día, después del sexo, Nate le dijo que no quería salir más con ella. He oído rumores similares de los otros White. Incluso de Chase.
—La otra vez, cuando fui a su casa, vi una caja de preservativos. Se ve que antes de mí era muy activo.
—No me sorprende —contestó y rodó los ojos.
Oí la puerta abrirse y me di la vuelta al percibir un tono de voz conocido. Y sí, sí conocía al dueño de esa voz. Nate caminaba tranquilamente y con una sonrisa hacia nosotros. Aparté la vista para ver a los demás White entrar. Chase iba con ellos.
Maldito Chase.
Esto era parte de sus celos, si él y sus hermanos estaban aquí no era por pura coincidencia, era por su desconfianza hacia Jason.
Miré a Jason y me crucé de brazos.
—Presentí esto desde que dije que íbamos a venir. Mejor termina a Chase, es un pesado de mierda.
—Puedo escucharte, brujita —le advirtió Chase.
—¿Por qué crees que lo dije, celoso?
—¡Qué coincidencia encontrarlos aquí! —Nate me dio un beso en la cabeza.
—Cállate, Nate, no es una coincidencia. Y si lo fuera, no tienen por qué sentarse con nosotros —dije cuando empezaron a sacar sillas de otras mesas para sentarse con nosotros.
Zach me saludó al sentarse y Sam solo me miró con cara de pocos amigos, como de costumbre. Chase se sentó a mi izquierda y Nate a mi derecha. El único que ahí faltaba era Andrew.
—Hay otras mesas, ¿sabían? —avisó Jason.
—Sí, ya sabemos, pero no nos interesa, brujita —respondió Chase.
—Vuelves a decirme así y te dejo sin aire —amenazó.
—Sí, y si vuelves a decirle así, también te quedarás sin noches felices, Chase —dije refiriéndome al sexo.
—¿Cómo estás, Sky? —me preguntó Zach. Sabía exactamente por qué lo hacía. Él había presenciado bastante de mis ataques. Por alguna razón, mirarlo ahora me daba vergüenza.
—Mejor, gracias.
—Me alegro por eso —sonrió.
—De lo que yo no me alegro es de su presencia aquí —acotó Jason.
Lo entendía, a pesar de que él también fuera grosero con los chicos, lo entendía. Quería estar conmigo, pasar un tiempo de amigos sin interrupciones y Chase, por sus celos, venía con toda la manada White e invadían nuestro círculo.
—¿Podrían cambiar de mesa, por favor? —pregunté.
—No, no podemos —aclaró Sam con esa seriedad que me daba ganas de tirarle con la zapatilla en la cabeza.
—¡Chicos! ¡Qué coincidencia! —escuché la voz de Ryan y me di la vuelta. A su lado estaba Luke—. Nos sentaremos con ustedes, si no les molesta.
Genial.
Lo que faltaba.
Volví a mirar a Jason.
—¡Primos! —dijo alguien a mis espaldas y cerré los ojos. Esa era la voz de Sara. ¿Alguien más que quisiera unírsenos?
Me di la vuelta para fingir una sonrisa y me sorprendí al encontrarme también con Andrew White rodeando los hombros de mi prima.
—¿Qué? ¿Ustedes están saliendo? —agrandé los ojos.
—Sí, no tiene nada de malo, soy universitaria, tengo veinte años y Andrew veinticinco, es legal.
En realidad, Andrew tenía más de veinticinco años.
Al parecer, mamá y yo no éramos las únicas que no respetaban la regla de no salir con vampiros.
—¿Podemos unirnos a ustedes? —se metió Andrew.
—Ya qué —respondió Jason con mala cara.
De ser solo dos pasamos a ser ocho.
La próxima vez iría con Jason a otro lugar sin decirle a nadie. Así nos evitaríamos las interrupciones de los White. O de los Rice.
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Les dejo este capítulo en donde todo el elenco está reunido en un mismo lugar. Espero comenten muchísimo porque necesito esa motivación de ustedes. Quien esté interesadx en unirse al grupo de WhatsApp, me manda un mensaje privado.
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