Bad News || Derek Hale [Teen...

By FrecklesValentine

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[Terminada] Primer libro de la bilogía: "Till Death Tear Us Apart" Tras meses de discusiones con su madre en... More

-BAD NEWS-
Cap. 1
Cap. 2
Cap. 3
Cap. 4
Cap. 5
Cap. 6
Cap. 7
Cap. 8
Cap. 9
Cap. 10
Cap. 11
Cap. 12
Cap. 13
Cap. 14
Cap. 15
Cap. 16
Cap. 17
Cap. 18
Cap. 19
Cap. 20
Cap. 21
Cap. 22
Cap. 23
Cap. 25
Cap. 26
Cap. 27
Cap. 28
Cap. 29
Cap. 30
Cap. 31
Cap. 32
Cap. 33
Cap. 34
Cap. 35
Cap. 36
Cap. 37
Cap. 38
Cap. 39
Cap. 40
Cap. 41
Cap. 42
Cap. 43
Cap. 44
Cap. 45
Cap. 46
Cap. 47
Cap. 48
Cap. 49
Cap. 50
Cap. 51
Cap. 52
Cap. 53
Cap. 54
Cap. 55
Cap. 56
Cap. 57
Cap. 58
Cap. 59
Cap. 60
Cap. 61
Cap. 62
Cap. 63
Cap. 64
Cap. 65
Cap. 66
Cap. 67
Cap. 68
Cap. 69
Cap. 70
Cap. 71
Cap. 72
Cap. 73
Cap. 74
Cap. 75
Cap. 76
Cap. 77
Cap. 78
Cap. 79
Cap. 80
Cap. 81
Cap. 82
Cap. 83
Epílogo

Cap. 24

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By FrecklesValentine

Stiles caminaba preocupado por toda la estancia, solo logrando ponerla a ella nerviosa.

—No soporto esperar así. Me destroza los nervios. ¡Mis nervios están destrozados!

El olor que desprendía Stiles inundaba la sala y no lograba comprender cómo era que a Peter no le incomodaba en lo más mínimo. Y si le incomodaba, cómo parecía estar tan calmado.

—Podría dejarte inconsciente y despertarte cuando termine.

Ambos miraron al hombre que estaba recostado en el sofá. Ella estaba igual que Stiles -no mentiría- pero podía hacer tanto o menos que su hermano. Había recorrido ya todo el apartamento, subido a la habitación de Derek donde ya había dormido antes, paseado por la sala, subido y bajado las escaleras al menos una docena de veces.

Intentaba mantener su mente ocupada en algo, algo lejos de la imagen de su alfa en peligro.

Lo que fuera. 

Odiaba con todo su ser el sentirse así. No hallaba forma alguna de calmarse, sentía la incontrolable necesidad de estar cerca del alfa todo el tiempo, pues casi sentía que en cualquier momento su parte animal ganaría esa pequeña batalla.

Y no solo eso, le preocupaba la sola idea de necesitar calmar su instinto, pues a pesar de no creer que el perder la virginidad fuera algo delicado o un tabú incluso, no quería que su primera vez fuera a causa de un momento de calor. No quería que fuera por tener su cabeza nublada por la excitación; quería que fuera porque lo sentía así.

Quería que fuera con alguien especial.

Bah, sentimentalismo y romanticismo. Dijo la voz en su cabeza a la que ella llamaba realismo.

Y no es que Derek no fuera especial, al contrario, él era perfecto. Sin embargo, llevaba ya días pensando en algo que la mantenía despierta; y eso, a decir verdad, estaba de alguna forma conectado con su madre y con su pequeña alucinación en la fiesta de Lydia.

Tal vez más de lo que se atrevería a admitir en voz alta.

Recuerdos, recuerdos. Oh, los recuerdos.

Ella era una niña, a sus cortos quince años se había logrado enredar con el tan mentado Calvin que -para ese entonces tenía veintiocho. Había sido su "primer amor"; después de que su relación terminó días después de su cumpleaños dieciséis, pues él se había enredado con su madre. Lo lloró unos días, dándose cuenta eventualmente de que había tomado la decisión correcta al no dejarle ser el primero.

Así es, su madre le había quitado el novio. Y al tenerla en Beacon Hills, temía que pasara lo mismo con Derek. Tal vez el recuerdo le había dejado un mal concepto de la mujer, o tal vez el recuerdo le había generado un trauma.

Pensaba una y otra vez en las palabras de su alucinación.

A fin de cuentas es verdad. Pensó sentada en las escaleras viendo a Stiles y Peter hablar. Jugó con la banda elástica que usaba para atar su cabello ocasionalmente, en un gesto nervioso.

Era una niña aún, con dieciocho años y un novio de veintidos. ¿Qué podía ofrecerle ella a él? ¿Qué, que él no pudiera conseguir en alguien más? ¿Qué le daría, aparte de problemas? ¿Qué, aparte de las subidas y bajadas de ánimo de un lobo inexperto e inestable? ¿Qué, aparte de una omega malcriada y con mil problemas? Pensaba que tal vez en cuanto él viera la oportunidad la desecharía, a pesar de ser -como él le había explicado- su pareja destinada.

Porque eso era ella. Porque a ella siempre la desechaban, tarde o temprano.

Y a pesar de esa ansiedad causada por sí misma, sabía que ella no era así. No, claro que no. ¿Y qué si la desechaban? Estaba acostumbrada, poco le importó en el pasado, ahora mucho menos.

Era egocéntrica rozando el narcisismo. Era firme y con carácter fuerte; ese mismo carácter que le mostró a Stiles cuando lo conoció, cuando él le dijo que se llevaría bien con Derek -demasiado bien.

Sabía que esa ansiedad era solo un efecto de su celo próximo. Y detestaba con cada célula de su cuerpo, con cada fibra, sentirse así.

Sabía que, a fin de cuentas, era por haber dejado las pastillas. Pensó que si las volvía a tomar no tendría que pasar por algo tan vergonzoso como lo era el celo. Y sabía que seguramente Derek se molestaría al saber que había vuelto a tomar las pastillas, pero casi podía decir que era lo que menos le importaba.

—¿Guaridas de lobo?

—Sí, guardias de lobo, ¿Dónde vives tú?

—En una red subterránea de cavernas ocultas en el bosque.

Wow... ¿en serio?

—No, idiota. En un departamento en el centro.

Sin decir nada salió del departamento. Decidida. Iría a su casa, buscaría las pastillas, tomaría una y buscaría a Derek y a Scott para ayudarlos en la bóveda.

Sin tener idea siquiera de que hacía casi treinta minutos el alfa y el beta corrían por la reserva de Beacon Hills, persiguiendo a Boyd y a Cora.

Al llegar a la puerta de su casa vio a su madre frente a esta, golpeando la madera con sus nudillos.

—¿Qué demonios haces aquí?

—Gracias a Dios. Llevo casi diez minutos golpeando la puerta y nadie me abre.

—Puede ser porque no estábamos en la casa—, propuso sarcástica, sacando las llaves de uno de sus bolsillos. Abrió la puerta e ingresó a la casa, encendiendo las luces a su paso.

—¿En dónde se metieron?—, la mujer habló en voz baja como si se estuviera metiendo en terreno peligroso, igualmente ingresando a la vivienda.

—Mi padre en la estación. Stiles...—, pensó unos segundos en la mentira perfecta—, con Scott seguramente, no lo sé, no son mis asuntos. Y yo, como verás, ya estoy aquí.

—Es muy tarde para que andes por la calle sola...-—, explicó la mujer—. No es apropiado...-

—Y más con esta ropa, lo he escuchado antes, créeme—, completó viendo a los ojos a la mujer frente suyo—. Tengo cosas qué hacer, así que por favor habla rápido.

—Quise venir a hablar con ustedes. Tal vez, una cena familiar. Y, bien, sé que no conozco a ese tal Stiles pero creo que tal vez podríamos...-

—Papá estará en la estación hasta tarde, yo no creo que...—, miró su celular al recibir un mensaje de su hermano, el cual le avisaba sobre un nuevo homicidio. Chasqueó la lengua—, nuevas noticias, un homicidio. Estará investigando. No llegará hoy. Stiles por su lado, se quedará con Scott. Y yo...-

—Sabes que tenemos que hablar.

—Lo sé—, suspiró cansada, acomodando sus gafas en el puente de su nariz. Soltaría una bomba de sinceridad—. Y me aterra. Pero no será hoy, porque en serio, me necesitan, solo vine a buscar algo. Espera en la sala por lo menos. O vete. Como sea.

La mujer obedeció sentándose en un sofá.

Y ella no pudo evitar pensar que tal vez todos esos años de encierro fueron solo porque estaba aterrada y no sabía qué hacer. Que tal vez no sabía lo que le pasaba a su hija y solo la veía como un monstruo.

Una mujer promedio, asustada de algo que no comprendía. Sí, seguro, ¿ahora hay empatía?

Rebuscó en su habitación, la desordenó más de lo que ya estaba, buscando las pastillas. Nada.

"Me veo como alguien que no ha tomado su medicina". Recordó sus propias palabras. Y así el recuerdo de haber dejado las pastillas en su casillero la azotó de golpe. Bajó rápidamente con las llaves de su auto en mano, iría a la escuela solo por ese insignificante sobre de plástico con envoltura metalizada.

Y no, no podía tomar un paquete nuevo, porque debía seguir el ciclo marcado en el sobre. De lo contrario, tanto su omega como sus hormonas y feromonas enloquecerían -y sería peor que cualquier cosa.

—Excelente. Madre, siempre es un placer. Me tengo que ir. Aplacemos la cena para...—, fingió pensar—. ¿Qué te parece el treinta de febrero?

La cara de su madre fue épica. Ella no pudo evitar reír.

—Era broma. Si quieres quedarte a esperar algo o alguien que nunca llegará, bien. No toques nada, no entres a las habitaciones, mucho menos a la mía, y si te vas, cierra la puerta. Gracias, muy amable.

Y sin más, salió de la casa. Subió al auto y condujo directo a la escuela.

( . . . )

Movió los libros, los cuadernos, algunas hojas e incluso tuvo que sacar la sudadera que guardaba allí -en caso de emergencia.

Hasta que por fin dio con el empaque plástico, lo tomó en sus manos y empezó a caminar a los baños -honestamente, no quería pasarla en seco.

Antes de entrar escuchó un rugido retumbar en los pasillos.

—Mierda. Que no sean los alfas. Alfas no, alfas no—, susurró corriendo por los pasillos. Con un único pensamiento en su cabeza. Esconderse.

Y solo se le ocurría un lugar: el sótano, una sola puerta, de entrada y salida. El lugar perfecto para esconderse.

Sin saber que el plan de Scott y Derek, era encerrar a Boyd y Cora en el sótano.

-V

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