Tenía 17 años cuando llegué a mi nueva escuela. Papá había conseguido una plaza como catedrático en la universidad de otro estado así que nos cambiamos de casa.
No me preocupaba ser el nuevo porque siempre fui bueno relacionándome con otros.
Llegué a mi salón de clases y noté que todos ahí parecían buenas y amistosas personas. Todos usaban el mismo uniforme de color azul marino menos una persona. Al final de la última fila de asientos junto a la ventana, estaba un chico sumamente llamativo.
Todos me miraban menos él, que estaba observando por la ventana.
— ¿Podrías presentarte?— me preguntó una profesora obligándome a dejar de ver a ese chico desconocido.
La observé.
— Claro— dije contento—. Me llamo Percy, me mudé de otro estado porque papá consiguió trabajo por aquí. Espero poder ser un buen compañero de clases.
Me aplaudieron todos menos el chico de la ventana. Me asignaron un lugar, al lado de Jerome, un chico de lentes que según la profesora era el número 1 de la clase en todo y podría ayudarme si lo requería.
Y en ese momento yo sí necesitaba su ayuda.
— ¿Quién es él?— le pregunté a Jerome.
— ¿Quién?— me preguntó.
— El chico del último lugar.
— Ah, él. Es Clyde.
— Parece alguien muy reflexivo— dije mientras lo observaba.
Mi lugar estaba al frente de la misma fila donde él se sentaba.
— Ojalá estuviera reflexionando— dijo Jerome con cierto resentimiento—. Sólo pierde su tiempo como todos los semestres. Y al final quien tiene que lidiar con eso soy yo, el presidente de la clase.
— ¿Le va mal en sus clases?— pregunté.
— No hace nada nunca. Dice que está ocupado pero yo no lo veo hacer algo productivo. Lo veo escribir cosas pero no son de la escuela, debe ser algún asunto de gente gótica y prefiero no meterme en esos asuntos.
— ¿Gente gótica?— pregunté.
Jerome me observaba como si no pudiera creerlo.
— ¿Tienes algún problema de la vista?— me preguntó—, ¿Te presto mis anteojos? Es decir, ¿No ves que está vestido de manera diferente a los demás?
— Pensé que quería verse casual— dije—. Mi mamá dice que el negro te hace ver delgado.
— ¿Y qué hay con el cabello largo? ¿Eso no se te hizo raro?
— En mi otra escuela había un niño que se dejó el cabello largo diciendo que era parte de su cultura— dije.
— ¿Cómo explicas las perforaciones?— me preguntó Jerome interesado.
— No lo sé, quizá sólo le gustaron y ya— dije.
— No, no lo creo. Clyde es gótico. Eso dicen todos los rumores sobre él. No sé que significa realmente, me da miedo preguntarle. Una vez leí que la gente gótica puede invocar demonios y cosas así. Es aterrador. Te recomiendo alejarte de él.
Yo no sabía qué significaba ser alguien "gótico". Él se veía diferente pero a mí eso no me parecía algo malo. Además no quería dejarme influenciar por los rumores. No me parecía que él pudiera hacer invocaciones o algo así. Quizá todo era un malentendido.
Así que en el receso de clases, traté de acercarme a decirle “hola”. Fracasé rotundamente. Cuando llegué hasta él, Clyde se levantó de su lugar, me rodeó como un río a una roca enorme y salió del salón.
No tuve oportunidad de decir nada siquiera. Pero no planeaba darme por vencido.
Pensé en tratar más tarde, cuando estuviera en el salón. Tenía mucha curiosidad por saber más de él.
— ¿Tratabas de hablarle aún cuando te dije que no lo hicieras?— me preguntó Jerome cuando le conté lo que hice.
— Creo que podríamos ser amigos— dije.
— Nadie es amigo de Clyde. Él siempre se va antes de que alguien termine de hablarle. Honestamente yo me di por vencido hace mucho.
— Quizá debiste tratar más— dije feliz—. Creo sinceramente que todo trabajo obtiene su recompensa cuando se hace con amor y paciencia.
— Pareces un buen chico y por eso sé que te va a romper el corazón cuando te ignore— dijo Jerome—. A él nadie le interesa.
Yo era optimista y decidí persistir. Terminó el receso de clases. Todos volvieron, incluyendo Clyde. No quería agobiarlo con mi presencia así que esperé a que pasaran unas clases. Entonces me dirigí a su lugar. Me detuve justo frente a él.
— Hola— dije feliz—. Soy Percy.
Él no me miraba. Parecía concentrado en un libro.
— Soy un alumno nuevo— dije.
Entonces él se giró y me observó. Se llevó las manos a los oídos. Se quitó los audífonos.
Me quedé mirándolo como tonto. ¿Estuvo escuchando música todo ese tiempo?
— ¿Quién eres tú?— dijo de mal humor—, ¿Te perdiste?
— No, este es mi salón de clases— dije un poco abrumado.
— ¿Y qué quieres?
— Te visito— dije.
— ¿Por qué?
— Me pareció que estabas muy solo y necesitabas compañía— dije.
Traté de sonreír. Él tenía una expresión indescriptible en la cara. Como si no pudiera creer lo que estaba pasando.
— Me gusta tu maquillaje— dije—. Mi mamá no usa delineador porque no sabe cómo ponérselo. Pero tú pareces hábil con eso.
— ¿Qué?— dijo incrédulo.
— ¿Tu collar es una cruz? ¿Por qué? Es bonito... ¿Puedo tocarlo?
Él se levantó de golpe. Era alto, mucho más que yo. Todo el grupo quedó en silencio, me pareció raro.
Jerome se acercó corriendo.
— ¡Percy ven aquí, tengo algo que mostrarte!— dijo nervioso mientras me tomaba de los hombros y me alejaba de ahí.
— Sí pero... estábamos hablando— le dije.
— ¡Pueden hacerlo otro día!— dijo él nervioso—, ¡Ahora hay que irnos de aquí!
La profesora que estaba en la clase nos observó.
— ¿Qué pasa?— preguntó ella.
— ¡Nada, es sólo que Percy no se siente bien y lo llevaré a la enfermería!— dijo Jerome.
Luego me sacó del salón.
— No me siento mal— dije.
— ¿Eres idiota? ¿Acaso quieres morir?— me preguntó.
— No... y no— dije—. Sólo pensé en ser amistoso.
— ¿Qué parte de “Clyde es gótico” no entendiste?
— ¿Cuándo alguien es gótico no habla con nadie?— dije.
— ¿Cómo diablos voy a saberlo yo?— dijo—, ¿Ves que Clyde y yo somos amigos?
— No, de hecho parece que no tiene ningún amigo— dije.
— ¡Exacto! A él no le gusta que nadie le hable. Ni siquiera los maestros lo hacen. La última vez que alguien trató de hacerlo, él le quitó sus anteojos y los partió a la mitad. Fue terrorífico. Y si no me crees pregúntale a Johny, que ahora debe traer unos anteojos raros mientras ahorra dinero para unos nuevos.
— ¿Le rompió los anteojos a un chico? ¡Qué terrible!— dije—, ¡Alguien debería hablar con él! Quizá fue un malentendido. ¡Ya sé, iré a preguntarle!
— ¿Estás tratando de suicidarte o qué te pasa?— dijo asustado—, ¡Él es malo y tú acabas de irritarlo! ¿Crees que va a querer hablar contigo?
— Si le explico todo tal vez quiera— dije.
— ¡No, eso no va a pasar!
— Posiblemente todo es un malentendido— dije—. No hay gente mala, sólo personas incomprendidas. Eso dice siempre mi mamá.
— ¿Seguro que vienes de otra ciudad y no de otra dimensión? Porque eres más ingenuo de lo que pareces.
— ¿Eso es malo?
— ¡Claro que sí! ¡Y por tu propia seguridad, no te acerques de nuevo a Clyde o te irá mal!
Entramos al salón. Nos sentamos en nuestros lugares.
Al principio no quería desobedecer a Jerome, sobre todo porque parecía en verdad preocupado por mí. Pero creía que todo era un malentendido. Clyde no era malo sólo porque era más tímido que los demás.
Y debía demostrárselo a todos.
Así que esperé a que fuera la hora de salida. La gran mayoría salió. No había casi nadie ahí. Me acerqué a Clyde.
Metió sus cosas en una mochila con forma de ataúd. Me pareció algo muy creativo.
— Hola— le dije feliz—. Soy yo otra vez.
Me observó fijamente. Eso me puso un poco nervioso. No me había dado cuenta hasta ese momento pero era un chico de verdad apuesto.
— Pensé que podríamos hablar sobre lo que pasó hace un rato— dije—. Porque creo que es un malentendido.
No sabía si era el delineador pero parecía enojado.
Eso me pareció extraño. ¿Estaba enojado conmigo? ¿Por qué? Sólo habíamos intercambiado unas cuantas palabras, no pude decir algo que lo irritara. Además todos los que me conocían siempre me decían que yo era agradable. Sería raro que yo no le agradara a él.
— Vete de aquí— dijo él.
— ¿Te estoy estorbando?— dije—, lo siento. Pasa si quieres. Podemos ir juntos a la salida.
Él me observó. Entonces sonrió. Fue rápido pero todos los que estaban dentro del salón lo pudieron ver.
— ¿Eres estúpido o qué?— dijo y no entendí si su sonrisa había sido de verdad o sarcástica.
— Me ha ido bien en mis clases toda mi vida— dije—. Mi mamá aún pone mis exámenes con magnetos en el congelador. ¿Tu mamá también pone tus calificaciones en el congelador? Porque según Jerome, te va muy mal con eso.
Clyde miró a donde se encontraba Jerome. Él, que estaba al tanto de lo que pasaba, se cubrió la cara con un libro.
— Creo que si estudiaras más podría irte mejor— dije.
Él me observó atentamente.
Yo estaba sosteniendo unos libros en mis manos. Me los quitó. Se acercó a la ventana. La abrió. Los arrojó.
— Piérdete— dijo y se dirigió a la salida.
Yo me quedé en blanco unos segundos. ¿Qué había sido eso? ¿Significaba que yo no le agradaba? ¡Pero si no le hice nada malo!
Me sentí terrible. Era la primera vez que no le agradaba a alguien. Y no sabía siquiera porqué.
Mis padres a menudo me decían que yo era dramático. Y en ese momento ese comentario tomó todo el sentido del mundo: me puse a llorar.
Muy fuerte. Cerré los ojos y lloré.
— ¡Oye, tranquilízate!— escuché que me dijo Jerome.
Eso hice pero no fue sencillo. Me sentía en verdad triste. Cuando pude ver qué pasaba a mi alrededor, vi que las personas que quedaban en el salón se habían acercado a mí y parecían preocupados.
— ¿Estás bien?— me preguntó una chica.
— No te preocupes, iremos por tus libros— dijo otro chico.
— Sí, pero ya no llores— dijo otra chica.
Me giré entre sollozos a ver hacia la puerta. Sorpresivamente, Clyde seguía ahí, mirándome. Pareció sorprendido pero al darse cuenta de que yo lo veía, se alejó rápidamente.