"Estaba viviendo dentro de mi cabeza y estuve cerca de la muerte hasta esta experiencia. Entonces, si estas listo, despiértame, porque ya no quiero vivir de esta manera"
VII
Esos cortos, pero a la vez tan duraderos diez minutos que pasó junto a Uenoyama fueron reveladores, pues solo confirmó lo que ya sospechaba, aquella sensación de saber que pertenecía a un lugar real, esa calidez de un hogar... no era porque el día fuera lo suficientemente bueno como para estar alegre o que las medicinas habían hecho efecto tan pronto. El único responsable era Uenoyama. Mafuyu pensó que él causaba algo positivo, que con tan solo tenerlo cerca lo aliviaba de un dolor profundo y que llenaba el vacío de su pecho.
Toda la tensión que se acumulaba al no saber que decir frente a Uenoyama en esos últimos segundos antes de irse, se perdió en cuanto Akemi, alegre como solo él puede ser, se acercó a ellos sonriente y dispuesto a decir algo muy importante.
- ¿Te puedo contar un secreto? - Akemi le dijo a Mafuyu tratando de ocultar su sonrisa de pronto.
-Uh... sí- Mafuyu asintió y Akemi lo tomó de la mano apartándolo de Uenoyama, éste, sin embargo, se quedó pasmado por la actitud de su sobrino y sin moverse de su lugar cruzó los brazos.
-A él le gustas- Akemi susurró viendo de reojo a Uenoyama, Mafuyu sonrió mientras se sonrojaba.
- ¿Estás seguro?
El pequeño niño no dijo nada durante largos segundos, pero eventualmente asintió animado mientras sonreía dejando ver la falta de dientes.
- ¿Y a ti te...? - Akemi fue callado por Uenoyama quien lo cargó repentinamente colocándolo en su hombro.
- ¡Oye! ¡Bájame! - movía sus brazos y piernas aleatoriamente.
Mafuyu comenzó a reír por aquello, los rayos del sol por el atardecer iluminaban su rostro y Uenoyama se quedó como un tonto admirándolo.
-Tengo que irme ya- Mafuyu dijo muy a su pesar.
-Nos volveremos a ver, ¿verdad? - Uenoyama saliendo de aquel trance preguntó esperanzado a que la respuesta fuera afirmativa.
-Sí, por supuesto.
Mafuyu se dio media vuelta y se alejó junto a su madre. Al llegar a su casa, Mashiro tuvo que llamar a su trabajo, dejando a Mafuyu solo en su cuarto.
Pensó en lo que su madre le había dicho aquella vez en la cafetería y sobre sus miedos una noche anterior. Era cierto que esa necesidad de tener más fuerza por su estado estaba ligada a que el alfa con el que procreó un cachorro no se encontraba cerca, pero nunca mencionó que fuera algo de suma importancia. Entonces, era posible que pudiera reemplazar a aquella persona, ¿no?
Mafuyu no entendía muy bien cómo funcionaba el lazo, tenía el conocimiento más básico que cualquiera tiene a su edad; si un alfa marca a un omega, estos están ligados, pero un alfa no es propiedad de nadie, a diferencia del omega que dependerá de ese alfa por el resto de su vida.
Esa era realmente muy poca información, y a su edad ya había vivido las suficientes cosas como para tener tan poco conocimiento, se suponía que todo eso debió haberlo sabido en cuanto tuvo su primer celo dos años atrás, pero lo que realmente sucedió para darle poca importancia era que Yuki estaba con él en cada ocasión sin falta, era quien se encargaba de eso.
Ahora él no estaba. Debía hacerse cargo por sí mismo de esos asuntos, como salir adelante aun si todo pronóstico apuntaba lo contrario. Y no es que se sintiera fuerte de la nada, aquella convicción que lo motivaba era gracias al nuevo pensamiento que rondaba por su mente. Y, mientras más lo analizaba, más se convertía en algo crudo e incluso cruel, sin embargo, necesario.
Así que por eso se rebajaría a usar su naturaleza para llegar más lejos. Aprovecharía las palabras de Akemi para su favor. Dejaría que las cosas fluyeran como tenían que hacerlo. enamoraría al alfa Uenoyama Ritsuka para que su vida no estuviera en riesgo, y, sobre todo, para que el cachorro que esperaba naciera bien.
VIII
- ¡oye, oye! ¡Ya bájame! - Akemi siguió pataleando después de que Mafuyu se fuera. Pero parecía que Uenoyama estaba aún perdido recordando el rostro sonriente de aquel chico que no se percataba de esto. Akemi se rindió después de unos segundos, dejándose caer un poco agotado por todo el esfuerzo, él había deseado una respuesta de Mafuyu.
-Hey, genio- Akemi dijo casi gritando en el oído de Uenoyama, haciendo que este reaccionara y lo dejara sobre el suelo-. ¿Le pediste su número?
Uenoyama frunció el ceño mirando a Akemi como si fuera un bicho invadiendo el lugar, después, procesando las palabras de su sobrino, abrió los ojos de par en par, sin poder creer lo muy imbécil que era.
- ¿Lo seguimos? - Akemi preguntó.
-Eso sería grosero.
- ¿Tienes una mejor idea? - cruzo sus brazos y lo miro lleno de decisión.
Uenoyama dudó varios segundos. Incluso si ya no veía a Mafuyu y a su madre, recordaba a la perfección las feromonas de él dispersándose como si dejaran un camino. Entonces tomó de la mano a Akemi y comenzó a caminar por el mismo lugar en el que se habían ido.
El niño sonreía e intentaba caminar igual de rápido que Uenoyama, él creyó que su tío parecía un perro persiguiendo algo. Sin embargo, y por más que deseaba reírse de la situación, sentía que era especial para él, porque tal vez no escuchó la respuesta del chico omega, pero sí había tenido esa sensación de que su respuesta no sería negativa. Akemi era muy pequeño para entender cosas tan complicadas como el amor o las parejas destinadas, aun así, era más que claro lo que su tío sentía.
El corazón de Uenoyama latía muy rápido, no podía creer que estuviera haciendo aquello, no después de todas esas exhaustivas discusiones con su hermana de que era imposible enloquecer por algo tan primitivo.
Mientras más avanzaba, más seguro estaba de la ubicación de Mafuyu. Seguro su sobrino se sentía cansado por haber caminado tan rápido, así que disminuyó la velocidad en cuanto estuvo completamente convencido de que el lugar donde el aroma era más fuerte estaba muy cerca, dándole oportunidad a Akemi de relajarse.
- ¿Ya vamos a llegar?
-Ya casi.
Dieron varios pasos más.
- ¿Y ahora?
-Ya casi.
Akemi estuvo a punto de dejarse caer en el piso por lo agotado que se sentía, pero en ese momento Uenoyama se detuvo.
-Es aquí... o al menos muy cerca.
De pie frente a un edificio, ambos esperaron vario segundos en silencio.
- ¿Y bueno... iras o no? - el niño preguntó impaciente.
-Yo...- Uenoyama parecía paralizado, indecisos y ya más consciente de lo que había hecho.
Ahora diversas cosas se disparaban en su cabeza. ¿Qué pasaría si Mafuyu creía que era un maldito raro? Eso era seguro que pensaría, incluso la madre de él diría algo así. O peor aún si ellos malinterpretaban esa acción como un acto de perversión, porque ahora sabía dónde vivían. Seguro que podrían malinterpretarlo.
Sin embargo, e ignorando todo eso, no pudo detener su cuerpo caminando hacia la puerta donde sentía más la presencia de Mafuyu. Él no fue quien tocó la puerta, sino Akemi que con tres golpes (porque no podía alcanzar el timbre), dio a conocer su llegada.
La madre de Mafuyu abrió la puerta, ella primero puso una expresión mostrando lo sorprendida que estaba, así que Uenoyama se arrepintió por unos segundos, aunque poco a poco, la mujer frente a él sonrió ligeramente como si entendiera la situación.
-Esto... ¿está Mafuyu?
Akemi desde donde estaba miró a su tío sin poder creer la pregunta que había hecho.
-Eres Uenoyama, ¿cierto? - él asintió-. Mi hijo hoy no se siente...
-Pídele el número- Akemi susurró jalando el pantalón de Uenoyama, este lo empujó ligeramente para que guardara silencio.
La madre de Mafuyu vio aquella escena divertida.
-Él está en su habitación... ¿quieren pasar?
-No... bueno, sé que está enfermo, así que podemos regresar en otro momento.
-Está bien, seguro que el querrá un poco de compañía.
Así que tanto Uenoyama como Akemi entraron a la casa ya más relajados, aunque Akemi estaba muy ansioso por saber la respuesta de Mafuyu. En la sala, podían apreciar muy pocas cosas, pero su atención le llamó un retrato de Mafuyu y su madre sobre uno de los muebles, junto a ese, había otro, con dos niños pequeños, estuvo a punto de acercarse para admirarlo mejor, sin embargo, Akemi le dijo algo que no entendió.
-La habitación de Mafuyu está por ahí- Mashiro señaló, mientras que Akemi la acompañaba hacia la cocina.
Uenoyama se armó de mucho valor el cual le tomó varios segundos, y aunque seguía inseguro y dudoso, toco un par de veces la puerta de Mafuyu, no necesitó respuesta alguna ya que se abrió ligeramente, no quería ser entrometido, pero la curiosidad pudo más que él. Abrió un poco la puerta y se dio cuenta de que no fue del todo un error haber ido, o que por lo menos estaba siendo bastante afortunado de no dar explicaciones, pues Mafuyu estaba dormido profundamente.
Se adentró arrodillándose frente a él, toda la habitación tenía su aroma y Uenoyama se sentía extrañamente feliz. Acomodó algunos mechones de cabello que obstruían de manera rebelde el rostro de Mafuyu y acarició su mejilla con delicadeza. En ese instante de profundo silencio, tenía en mente una sola cosa: había encontrado, sin haberlo querido o pedido, a su pareja destinada.
Nota: tengo muchas maneras de pedir perdón, tal vez sean inútiles y realmente no sé si alguien seguirá leyendo esto.
Bloqueos creativos se apoderan de mi cuando estoy bajo presión y estas semanas me he sentido así, no quiero prometer que estaré mejor porque ni yo lo sé, sin embargo, quiero decir que la historia, aunque tarde más de lo esperado en terminar, seguirá actualizándose.
Si siguen leyendo, yo de verdad estaría profundamente agradecida.
Tal vez no prometa regularidad con los capítulos, pero si prometo dar todo mi esfuerzo para que lo disfruten y tengan una digna historia.
Una vez más, gracias por leer. <3