Frío...
Mucho frío.
El dragón habia volado durante días. Atravesó el Mar Angosto y se adentró en el continente de Essos, sobrevolándolo en dirección sudeste.
A su paso, la gente se impresionaba con la visión de aquel enorme animal que surcaba los cielos algunos huían creyendo que les iba a atacar pero el dragón no prestaba atención a lo que sucedía debajo de él.
Continuó su camino batiendo sus alas hasta que a medida que avanzaba las personas y las ciudades iban desapareciendo siendo sustituidas por un extenso terreno selvático que no aparecía tener si acercándose a una parte de la tierra donde muy pocos se atrevían adentrarse, pronto diviso el lugar que era su destino, una inmensa ciudad en ruinas cuyo fin apenas alcanzaba la vista una ciudad que en otros tiempos, fue la capital de uno de los mayores imperios que el mundo había conocido y el centro de una de las culturas más avanzadas que se recuerden.
El dragón sobrevoló la ciudad que desde el cielo parecía estar deshabitada, sin embargo, el animal y había estado y otras veces y conocí a los peligros que se ocultaban bajo esas ruinas y la vegetación que poco a poco los iba devorando, fue por ello que por lo por lo que aterrizó a lo alto, de lo que antaño fue un gran palacio perteneciente una gran familia, la única que logró huir de aquella ciudad antes de que fuera destruida, sobre aqueola azotea depósito a la mujer muerta la que había transportado durante todo el viaje.
Una mujer joven, muy bella de largos cabellos platinos recogidos en trenzas, vestida con un vestido negro y rojo y una daga clavada en el corazón.
La había llevado allí hasta que pudiera descansar cerca de lo que fue lugar de sus antepasados, una vez la dejó sobre el suelo de piedra el dragón se la quedó mirando con tristeza sabía que tenía que dejar la pero aún no quería marcharse, quería estar con ella el mayor tiempo posible antes de que su cuerpo comenzar a descomponerse.
Algunas aves carroñeras empezaron a sobrevolar el lugar y el dragón furioso les lanzó una llamaradas para ahuyentarlas.
El ruido de unos pasos de acercarse y el olor a carne humana fresca llamó su atención.
Una miseriosa mujer vestida de rojo hizo su aparición en la azotea. El dragón gruño y se acercó hacia hacia ella pero la mujer no se asustó, en lugar de eso se quedó quieta, clavándole sus profundos ojos verdes, por alguna razón esa mirada no inquietaba al dragón sino que le tranquilizaba algo le decía que esa mujer no era una amenaza para él, ni para la mujer que reposaba en el suelo.
-No debes tenerme Drogon- dijo la mujer.
El dragón se sorprendió al escuchar su nombre en boca de ella-.
-No he venido arrebatarte tu madre, todo lo contrario, vengo a traerla de vuelta.