Desde que Llegaste. © #1 [COM...

By LoraJameson

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¿Puede haber alguien más insoportable en el mundo? Definitivamente Dereck Hughes es arrogante, maleducado, pr... More

R E P A R T O
1. Un Cambio
2. Problemas
3. Resquicios
4. Verde Pistacho
5. JO-DER
6. ¿Quién ríe ahora?
7. Capullo, pero guapo
8. Carrera de Chupitos
9. Qué sorpresa
10. Abrázame Rápido (1/3)
10. Todo por tu Culpa (2/3)
11. Trato Hecho
12. Desastrosa Disculpa
13. Ardiente Barbacoa
14. Dulce Perdición
15. Completo Desastre
16. Atrayente Error
17. Vulnerable
18. Esto es guerra
19. No soy su chica
20. Prueba o Verdad
21. Contigo, puedo ser Yo
22. No era parte del Juego
23. Fingir ser Fuerte
24. Una Oportunidad
25. ¿Te pongo Nerviosa?
26. Lluvia de Pasión
27. Todo de Ella
28. Nuestro Secreto
29. Suerte de Tenerte
30. Juntos o No
31. Novio del Año
32. Lo que Tenemos
33. Daño Gratuito
34. Tenía Razón
35. Choque de Realidad
36. Buenas Noticias
37. ¡Manos a la obra!
38. A pesar de Todo
39. No es lo que parece
40. Feliz Cumpleaños
41. Dudas que debilitan
42. Apariencias que Engañan
43. Todo de Él
44. Inesperada Visita
45. Posibles Soluciones
46. No te fíes de nadie
47. Todo es Culpa Mía
48. En una sola Noche
49. Quiero la Verdad
50. Consecuencias
51. Encuentro Imprevisto
52. Una Ocasión Especial
53. Tendrás que Elegir
Epílogo
Nota de Autora + Segunda Parte

10. Trapicheos (3/3)

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By LoraJameson

Eran casi las tres y media de la madrugada. No sabía ya cuánto tiempo llevábamos ahí sentados, pero parecía ser una eternidad y el frío que reinaba en el lugar no ayudaba a que la estancia fuera amena. Tenía tanto las manos como la nariz completamente heladas. Me acurruqué un poco más en mi sitio para conservar mi calor y me froté los brazos.

—Toma... parece que la necesitas más que yo. —Rompió el silencio.

Cuando le miré vi que se había quitado la chaqueta que llevaba y, sin apenas dejarme tiempo a responderle, me la puso por encima con suavidad. Al instante noté que el calor corporal que su chaqueta había absorbido se fundía lentamente con el mío, provocando en mi cuerpo agradables escalofríos cálidos. Además, no pude evitar disfrutar del seductor olor que estaba impregnado en la prenda, el cual ya identificaba como el de Dereck.

—Guau —dije, haciéndome la impresionada y arropándome con la chaqueta—. ¿Desde cuándo eres tan atento? ¿Dónde está el Dereck al que le gusta hacerme rabiar?

—No siempre hay que estar en guerra ¿no crees? —dijo junto a una blanca sonrisa. Pero yo fruncí el ceño, algo desconfiada.

—No es propio de ti ser tan... amable ¿Qué tramas?

—¿Que qué tramo? —Se rio levemente—. ¿Tengo que estar tramando algo por ser amable? ¿Tan retorcido crees que soy?

No supe qué responder exactamente y solo me quedé mirándolo. Sí, visto lo visto, podía llegar a creer que Dereck Hughes era tan retorcido.

Vi como hurgaba en sus bolsillos y de uno de ellos sacó un paquete de tabaco y se llevó con total parsimonia uno de esos blancos cigarrillos a los labios bajo mi estupefacta mirada.

—¿Va en serio? —increpé incrédula mientras intentaba encenderlo con su mechero, al que parecía faltarle algo de gas.

—¿Qué? —dijo mirándome como si con el no fuera la cosa y al tercer intento el cigarro prendió.

Le dio la primera calada e incluso cerró los ojos, degustándolo como si fuera uno de los mayores placeres de la vida.

—¿No puedes esperarte a que salgamos de aquí?

Una estúpida sonrisa iluminó su rostro ante mi pregunta y seguidamente me echó todo el humo que había absorbido en la cara, lo que me hizo cerrar los ojos de inmediato y comenzar a toser.

—No, lo siento —dijo socarrón y empezó a reírse al ver cómo me quejaba y agitaba la mano para ahuyentar todo el humo. Me estaba asfixiando—. Nunca le digas a un fumador que se espere, eso lo impacienta más.

Definitivamente, Dereck me daba una de cal y otra de arena; se hacía el amable para después solo pensar en él mismo y encenderse un cigarro sin importarle nada.

—¿Te impacienta más o te vuelve más gilipollas todavía? —ataqué sin tapujo alguno y él arqueó las cejas—. Por lo menos ten la decencia de abrir las ventanas. No quiero envenenarme contigo.

—Que exagerada eres... —Rodó los ojos, pero después se levantó para abrirlas para mi grata sorpresa.

Volvió a sentarse en su sitio y continuó fumando con tranquilidad. Me dieron ganas de coger ese estúpido cigarro y aplastarlo con mi pie para apagarlo, pero muy a mi pesar hice el esfuerzo de contenerme. No tenía siquiera ganas de pelear con él y estaba segura de que, si hacía eso, él sería capaz de encenderse otro. Así que me limité a esperar, me encogí más en mi misma y apoyé la frente en mis rodillas para no tener que soportar el detestable olor a tabaco. Me daba dolor de cabeza y me recordaba a cuando mis padres fumaban.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —pronunció al cabo del rato—. ¿Y me la respondes sinceramente?

Me incorporé un poco y le miré descolocada. Por unos segundos me quedé en silencio, intentando deducir qué clase de pregunta quería hacerme.

—Depende —dije finalmente, encogiéndome de hombros—. No te aseguro nada.

—Te la iba a hacer de todos modos. —Mostró una leve sonrisa y se aclaró la garganta dispuesto a lanzarla—: ¿Por qué te mudaste a nuestro piso de pronto? No es muy normal hacer eso que digamos.

Solté un leve suspiro mirando al techo. Me esperaba de todo menos esa pregunta tan personal en cuanto a mi vida social y la verdad es que hubiera preferido que me hubiera hecho la pregunta estrella que suelen hacer todos los tíos de su índole. La gran típica... ¿Eres virgen?

También resulta ser una pregunta de lo más personal, pero con respecto a esa tenía mis propias respuestas estrella ensayadas para contestarla.

—¿Tanto te interesa?

—Por algo te pregunto. Me pica la curiosidad.

—Pues, lo siento, pero tendrás que calmar esa curiosidad tu solo. No voy a contarte mis problemas, Dereck —respondí.

Todo lo que concernía el tema de mi mudanza también implicaba el tema de Ralph y Candace, un tema que desde luego no era agradable y mucho menos de hablar con alguien como Dereck; el chico que conseguía hacerme la vida imposible con solo sonreír.

—Tus problemas... —repitió—. Eso significa que no te mudaste por gusto, sino porque no estabas bien con tus amigas o con alguna de ellas —dedujo con los ojos posados en la puerta, como si ahí se encontraran todas las conjeturas posibles. De pronto abrió mucho los ojos como si le acabara de venir la respuesta y me miró junto a un brillo de burla en su mirada—. No me jodas... seguro tus amigas te echaron del apartamento. ¿Qué coño hiciste?

—¿Qué? Yo no hice nada. —Le miré incrédula, y no sabía siquiera por qué le estaba dando explicaciones—. No me echaron. Decidí irme yo del piso. No podía quedarme más tiempo ahí conviviendo con la estúpida de Candace...

—¿Candace? Ni puta idea de quién es —dijo—. ¿Qué te hizo para que te mudaras?

Arqueó las cejas impaciente por mi respuesta y entonces me di cuenta de que ya estaba hablando más de la cuenta. Siempre me pasaba lo mismo.

—Mejor dejemos el tema. Eso ya no te incumbe. —Le sonreí y vi como su rostro se desesperaba haciendo rodar sus ojos y resoplando.

—Oh vamos... enróllate un poco, Nat. ¿Qué más te da? De algo tendremos que hablar mientras estemos encerrados... sino, menudo coñazo.

—¿Y por qué no hablamos de ti? —amonesté.

—¿De mí? ¿Qué quieres saber? —Se rio—. No hay mucho más que saber, soy todo lo que ves.

—Sabes que eso no es verdad —Estaba segura de que Dereck era mucho más de todo lo que quería mostrar, todo él venía acompañado de una onda de misterio—. Por ejemplo, tu relación con este sitio. Aún no me has contado nada de este lugar. Es la parte trasera de un local, sí... pero ¿qué local?

—Si te lo dijera no te lo creerías, mejor que lo veas con tus propios ojos cuando salgamos —respondió, dejándome con más curiosidad de la que tenía inicialmente—. La parte trasera está hecha una mierda como ves, pero lo demás no tiene nada qué ver.

—Vale, y por lo que tengo entendido... eres socio de aquí ¿no? —cuestioné y el asintió con la cabeza—. ¿Y a qué se dedican los socios?

—¿Por qué? ¿Acaso quieres asociarte tú también? —dijo con sarcasmo.

—Simplemente me pica la curiosidad. De algo tendremos que hablar mientras estemos encerrados... ¿no? —dije arrugando mi nariz, haciendo alusión a sus anteriores palabras. Pero como él no se dignó a responder, seguí con mis suposiciones, a ver si conseguía sonsacarle algo—: Desde luego que después de ver a los matones esos, está claro que este sitio no es de fiar. Y si no es de fiar, no será muy legal...

—Sea legal o no, Nat... lo mejor que puedes hacer es no curiosear demasiado sobre este sitio—dijo, lo que hizo que la incertidumbre aumentara.

—¿Qué quieres decir?

—Que a veces la ignorancia sobre algo puede ser tu mejor aliado —respondió junto a una sonrisa de suficiencia que solo hizo que rodara los ojos. Esa frase parecía una expresión hecha, pero se la acababa de inventar—. Es mejor no involucrarte en todo esto.

No pude evitar lanzar una leve carcajada ante lo último que acababa de decir. Cuanto cinismo podía tener.

—Pero si ya estoy involucrada, Dereck. ¡Tú mismo me has involucrado trayéndome aquí! Creo que, después de todo, merezco una explicación. 

Dereck abrió la boca dispuesto a replicar, pero de pronto el sonido de la puerta nos inmovilizó a ambos y miramos rápidamente en su dirección. Pude visualizar cómo se abría la puerta y una presión se anudaba en mi estómago al ver que a través de ella entraban los seguratas de antes, Marcus y Bryce.

—¿Cómo lleváis la noche, niños? —dijo por primera vez Bryce—. Espero que lo hayáis pasado de miedo.

—Seréis hijos de puta...

Dereck se levantó de inmediato y fue a grandes pasos hacia ellos junto a sus tensos puños, yo rápidamente fui tras él para frenarle al darme cuenta de sus intenciones. Mucho decirme a mí que me calmara y no les amenazara cuando él estaba haciendo prácticamente lo mismo; si se enzarzaba en una pelea con ellos iba a ser para peor y saldría perdiendo él.

Pero repentinamente entró un hombre de unos cuarenta años en la sala y se interpuso entre Dereck y los dos hombretones antes de que pudiera dar el primer puñetazo.

—Dereck, ni se te ocurra. Ahora no —pronunció de manera contundente poniéndole la mano en su hombro, lo que provocó que Dereck diera un paso atrás—. Entiendo que estés enfadado, pero no te conocían y solo estaban intentando proteger el local. Son mis nuevos hombres, lo mejor que puedes hacer es dejarlo pasar y perdonarles.

—¿Perdonarles? ¡Una mierda! —bufó—. ¡Estos dos soplapollas se han atrevido a encerrarnos aquí como ratas... y a ella la...!

—¡Solo estaban haciendo su trabajo! —le interrumpió, lo que increíblemente hizo callar a Dereck—. Piensa y haz lo que quieras, siempre lo has hecho. Pero ten claro que mientras yo esté delante no quiero ver ningún problema entre vosotros. ¿Entendido?

Dereck no respondió y solo se cruzó de brazos echándoles una mirada que daba a entender toda su disconformidad, estaba conteniéndose y controlando las emociones que solían dominarle para no exaltarse demasiado.

—Venga, relaja esa cara y dame un abrazo—dijo el hombre cuyo pelo estaba cubierto de canas. Vestía bastante elegante, lo cual contrastaba con el sucio lugar que nos rodeaba. Ambos se dieron un forzado abrazo de tres segundos y después los negros ojos del hombre se posaron en mí por primera vez—. ¿A qué viene esta visita? Veo que no vienes solo... ¿es una amiguita de las tuyas, eh pillín?

Mis cejas se dispararon hacia arriba al oír esas palabras, era increíble cómo hablaban de mí como si yo no me encontrara presente.

—¿Perdona? —intervine, incrédula—. Define amiguita de las suyas.

—Vale, ya veo que no —dijo alzando ambas manos.

—Eh... es solo una amiga —respondió entonces Dereck, aclarándose la garganta.

—Ni eso. Compañera de piso —repliqué. No éramos amigos, más quisiera—. Natalie Olsen.

Le tendí la mano al hombre y este me la estrechó dedicándome una seca sonrisa.

—Frank. Encantado, Natalie —me dijo y seguidamente se dirigió a Dereck—. ¿La has traído aquí porque está interesada en el negocio o...?

«¿Negocio?»

—No, que va. Solo pasábamos por aquí... Ella no...

—Puede ser. Me interesa lo de ser socia —interrumpí a Dereck y noté cómo su mirada me lanzaba cuchillos—. ¿Qué pasa si me hago socia?

El hombre me miró con cierto brillo en su mirada ajustándose la corbata y se atrevió a repasarme de arriba abajo, pero me daba igual lo que pudiera pensar de mí. Solo quería sonsacarle información.

—Pues que podrías ganar mucho dinero...

—Dinero eh... —repetí forzando una sonrisa y miré de reojo a Dereck, quien se estaba rascando la cabeza incómodo—. ¿Y qué hacen los socios exactamente?

—Una serie de trabajitos para mí, ¿estás interesada de verdad?

Estuve a punto de responder, pero Dereck me dejó con la palabra en la boca cuando se me adelantó.

—No, no lo está. Ella ni de broma se va a meter en todo esto —respondió—. ¿Nos puedes dejar un momentito, Frank?

Frank asintió y finalmente salió de la sala junto a sus seguratas para dejarnos hablar. Enseguida Dereck giró sobre sus pies para mirarme junto a su ceño fruncido.

—¿Se puede saber qué coño haces?

—Ya que tú no me das las respuestas que necesito, me tengo que buscar yo sola la manera de encontrarlas. Eso hago —me excusé junto a un encogimiento de hombros.

—¿Sí? Pues el interrogatorio de Sherlock Holmes se ha acabado—bufó—. Esto no es ningún juego y si te digo que te mantengas alejada es por algo, Natalie.

—Eres socio de aquí, haciendo trabajitos ilegales para ese tío... ¿todo por dinero? —inquirí, ignorando todas sus palabras. Él rechistó—. ¿Por qué? No lo puedo entender...

—Y yo no te he pedido que lo entiendas, nisiquiera te he pedido tu opinión —bufó—. ¿Qué más te da lo que yo haga o deje de hacer? Debería de darte igual —prosiguió. Sí, debería darme igual pero en realidad no me daba igual, estaba muy lejos de hacerlo. No sabía por qué quería saber más de él, saber qué le llevaba a ese lugar y para qué quería más dinero si supuestamente ya tenía con su puesto en la heladería—. Simplemente déjalo estar, Natalie. No te metas en mis putos asuntos.

Quise replicar e increparle todos y cada uno de mis pensamientos, pero sabía que iba a ser en vano. No conseguía nada nuevo con él, solo sabíamos discutir y lo único que necesitaba realmente era salir de ese sitio de una vez.

—¿No tenías tantas ganas de salir de aquí? —dijo entonces como leyéndome el pensamiento—. Pues no sé a qué estamos esperando.

Se dio media vuelta y comenzó a andar por el pasillo que ya estaba vacío, libre de Frank y de sus seguratas. Pudimos cruzar la puerta sin problemas y esta daba a otra sala que tenía mucho mejor aspecto y que se encontraba a rebosar de personas con traje y corbata repartidas en mesas verdes e incluso identifiqué a Frank junto a uno de esos grupos. La sala apenas tenía ventilación, por lo que el humo se había acumulado formando un vaho en el techo y estaba ambientada con lámparas cuya luz era muy tenue para dar una sensación de privacidad.

Cruzamos la sala rápidamente por lo que no pude fijarme en los detalles, pero me di cuenta de que esas personas se encontraban jugando al póker, seguramente con apuestas ilegales e incluso pude fijarme que alguno que otro llevaba drogas encima y no precisamente las más suaves.

—¿Apuestas ilegales? —inquirí.

—¿Tú qué crees? —se burló, hablando con un tono de voz bajo.

—¿Esto es lo que haces en tus tiempos libres?

—No, no me van las apuestas. 

Su respuesta fue tajante, pero como siempre no sabía si fiarme. La credibilidad de Dereck Hughes en esos momentos estaba por los suelos.

Aquel local era más amplio de lo que había imaginado y tenía una segunda puerta que me dejó impresionada al ver a dónde llevaba.

¡Se trataba de una discoteca enorme! La anterior sala estaba insonorizada, por lo que al entrar mis oídos pitaron por la estrepitosa música reguetonera. Las luces rosas y blancas de los focos bailaban alocada al ritmo de la música, igual que todas las personas que había en la pista de baile.

Ahora entendía por qué Dereck dijo que no me iba a creer el tipo de local que se trataba. Nunca hubiera imaginado que de una discoteca tan lujosa como esta que hasta tenía salas con sofás para tener intimidad pudieran salir unos pasillos y unas habitaciones tan mediocres como en los que habíamos estado.

—¿Y esta discoteca también es ilegal? —cuestioné, acercándome al oído de Dereck para que me oyera por encima de la música. Visto lo visto, me disputaba toda legalidad sobre este sitio.

—No, la discoteca es legal. Otra cosa diferente son los trapicheos que se monten en ella... —respondió, acercándose también a mi oído.

Estrechó repentinamente su mano con la mía y comenzó a tirar de mí para caminar entre las personas que meneaban sus cuerpos con euforia. Al poco, pudimos salir finalmente del lugar y el aire fresco de la calle me agolpó en la cara, despejándome de los todo tipo de olores que había dentro y del calor que emanaba la multitud.

Mie fijé en la parte delantera del edificio y a decir verdad, la discoteca la conocía, aunque nunca había llegado a entrar, no solo porque no me gustaban demasiado ese tipo de aglomeraciones de gente sino también porque el precio de su entrada me parecía algo desorbitado.

—Mierda... —pronunció Dereck y me miró—. ¿Me devuelves lo que es mío?

—¿El qué? —pregunté confusa, pensando por un momento que se refería a su chaqueta, la cual aún la llevaba puesta. Pero por su mirada, en seguida caí—: Ah... ya. No te preocupes que no tengo ni una mínima intención de quedármelas.

Rebusqué en el interior de la mochila. Aquello que reclamaba Dereck se encontraba en el bolsillo pequeño, justamente junto a mi monedero y toda mi documentación. Me quedé por unos segundos estupefacta al ver que era bastante cantidad la que tenía, eran en total tres bolsitas de plástico, demasiadas para una sola persona.

—¿Para qué las quieres ahora?

—Digamos que tengo que arreglar unos asuntos.

—No me digas que no solo las consumes sino también las vendes... —supuse, pero él no se dignó a responder. Quien calla, otorga.

Me las cogió de la mano sin permiso y seguidamente se dio la vuelta para entrar de nuevo al local sin que pudiera reaccionar ni decirle nada. Espérame aquí fue lo único que dijo antes de cruzar la puerta.

Y ahí me quedé durante un rato, en la puerta de la discoteca junto al portero que para mi desgracia se trataba de Marcus, esta vez no estaba su compañero acompañándole. Durante unos minutos estuve soportando sus descaradas miradas burlescas hacia mí, pero me harté cuando vi que sus ojos me escudriñaban hasta clavarse en mi culo. Menudo descarado.

Increíblemente no me achanté ante la situación y le miré a los ojos. Él me dedicó una mirada altiva a la par que chulesca.

—¿Te pasa algo? —le encaré.

—No, nada —dijo con una media sonrisa—. Solo... disfrutaba de las vistas. Bonito culo.

Aquello consiguió sulfurarme a niveles inimaginables y no pude reprimir mi mueca de asco. Estaba harta de las personas como él, que se creían que podían tratarme como alguien insignificante. Esa noche, para bien o para mal, ya había tenido suficiente. Ya había soportado lo inaguantable y simplemente me permití por una vez hacer lo que me dio la gana.

—Ah, ¿sí? —dije acercándome más a él. Marcus se confió y me dedicó una estúpida sonrisa—. Pues disfruta esto.

Seguidamente le propiné un rodillazo apuntando con saña en sus partes, sin pensármelo dos veces. El tío se llevó ambas manos a la parte dolorida y se agachó junto a una mueca de dolor que, después de cómo me había tratado a mí y a Dereck, me produjo una leve satisfacción.

—Puta de mierda... —me insultó con la voz rota. Apenas podía moverse, pero yo me alejé un poco de él por si acaso.

A los dos segundos apareció por fin Dereck quien enseguida se quedó confuso al ver la escena tan graciosa que tenía ante él.

—¿Qué coño? —dijo sin evitar reír un poco al ver a Marcus—. Guau, ¿qué me he perdido?

—Se lo tenía bien merecido.

—No lo dudo —dijo sorprendido y se aclaró un poco la garganta—. La próxima vez me lo pensaré dos veces antes de meterme contigo.

El trayecto de vuelta a casa se hizo ameno, a pesar de que estuvimos en silencio gran parte de él. Dereck con sus ojos puestos en la carretera y yo con la cabeza apoyada en la ventanilla, estaba agotada física y emocionalmente. Lo único que quería era cerrar los ojos para olvidarme de la infernal noche que había pasado. Las escasas palabras que habíamos intercambiado fueron para convencerme de que no dijera nada de lo que había pasado, como siempre, pero acabé diciéndole que ya hablaríamos mañana. 




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