Arena, arena, arena, arena por todas partes. Hasta las narices estoy de la arena. Arena a izquierda, arena a derecha, arena delante, detrás... Tengo hasta arena en mis prendas interiores.
Además, aun me escuece el brazo del pinchazo. Tanto avance y ¿no pueden administrar eso que se llama vacuna sin perforarme la piel? Vacuna, que palabra más extraña. ¿Eso significa que nos tratan como a vacas? No lo entiendo, nunca he entendido esa palabra. Lo que sí que informa el "Manual de Buenos Hábitos" es que con el deshielo del continente renacido muchas bacterias y virus que permanecían congeladas y en estado latente volvieron a la "vida". Las crónicas nos hablan de que al principio de habitar esas nuevas tierras los estragos que causaron en la población estos seres microscópicos fueron devastadores. Pero un grupo de investigadores, previos a la Unión, consiguieron detener esta amenaza gracias a las vacunas. La expansión de la epidemia se detuvo y la sociedad recuperó la calma.
—Que cansada estoy —suspiro mientras me siento delante de la poca sombra que proporciona uno de los vegetales autóctonos de la región— ¡Ay!
Me levanto inmediatamente cuando mi espalda se pincha con una de las horas de este... cactus. Unas palabras rojas aparecen en mi campo de visión indicándome todo lo necesario sobre la especie.
Así que sus hojas son puntiagudas y se clavan en la piel —murmuro entre dientes. Pus vaya...
Hace apenas unas horas que dejé mi vehículo acuático abandonado en una playa y que empecé a andar sin rumbo fijo. Cogí todo lo necesario y partí hacia la aventura. Llevo puestas unas gafas, para proteger mis ojos de la intensidad del sol, que además sirven para escáner lo que veo y proporcionarme información útil, como si de una enciclopedia se tratase.
—Bueno pinchitos, parece que tú y yo no nos vamos a llevar bien, así que me voy —le digo al... cactus sacándole la lengua—. Venga Mary Pili, continuemos.
Mary Pili hace un sonido de emoción indicándome que está de acuerdo. Parece ser que ella está muy a gusto por estos lares. Todo para ella, yo prefiero el clima de mi región. Supongo que su especie pertenece a este ecosistema.
Una de las funciones de mis gafas modernas es la de generar un mapa a medida que escanea las zonas por donde paso, puedo ver todo el terreno "descubierto" en la parte superior derecha de mi campo de visión. Sería muy útil si además me indicara lo que aún no he descubierto. Pero parece ser que este aparato está nuevecito y no tiene esa información.
El continente africano no es como antaño. Gran parte de su superficie quedó bajo el agua a causa del deshielo de los polos, podríamos decir que su territorio se ha reducido a la mitad. A demás, el augmento de la temperatura y la desertificación han producido más desiertos de los que había.
Mis botas se hunden en la arena y a pesar de mi traje y de la crema, ambas protectoras del sol y del calor, noto el ardiente ambiente. Me siento agobiada y me duelen los ojos, pese a las gafas, por la intensidad de la luz.
Me pregunto que estoy haciendo. Siento que una potente corriente me arrastra sin que yo pueda resistir su fuerza. En ese momento, de manera literal, una fuerza me arrastra hacia abajo. El suelo a mis pies ha desaparecido y caigo rodando por una ladera de arena.
Un poco aturdida saco mi cabeza de dentro del polvo anaranjado mientras escupo barro y doy unos diminutos estornudos que hacen que me duelan los pulmones. Intentando mantener la poca dignidad que me queda me pongo de pie y me sacudo la suciedad de mi ropa, cosa que hace que levante una polvareda la cual me produce otro estornudo, esta vez tan potente como si i nariz se hubiera transformado en la trompa de un elefante.
De repente todo empieza a temblar i los granitos de arena empiezan a dar saltitos como si diminutas pulgas se lo estuvieran pasando en grande por el lomo de un perrito. Pero no es un perro lo que sale de e medio de la colina arenosa por la cual he caído como si yo fuera una bola de nieve. No, lo que sale de la pared de la duna es una gigantesca oruga como si fuera un tiburón que estuviera simplemente atravesando una ola en el mar.
Me quedo con la boca abierta mientras el colosal insecto pasa por encima mía tapando la luz del sol y se mete dentro de la tierra como si fuese un simple líquido. Hasta las narices estoy de todo y encima me cae arena dentro de mi coa abierta. ¡No quiero comer más arena, eso no es alimento y me está dejando un mal sabor de boca! Pero no tengo tiempo para pensar tonterías, la cabeza de la oruga sale del suelo con su bocaza abierta dispuesto a devorar a estas inocentes chicas.
—¡Tu bicho! ¿Sabes que es de mala educación no limpiarse los dientes? —le digo a la oruga mientras saco mi pistola y la pongo a máxima potencia— ¡Toma pasta de dientes!
El proyectil sale del arma después de una gran explosión, pero no soy capaz de ver nada más ja que me encuentro volando por los aires a la vez que noto un intenso dolor en el hombro que me hacen ver las estrellas pese a ser de día. Me parece que floto en el aire durante una eternidad cuando mi cuerpo impacta contra el suelo y lo empiezo a ver todo oscuro, me han entrado unas intensas ganas de dormir.
Abro los ojos lentamente, la cabeza me da vueltas y estoy mareada. Confusa vomito encima de la arena, ladeando la cabeza hacia mi derecha y pese a que tengo unas rejillas artificiales en la entrada a mis fosas nasales para evitar contagios, enfermedades o similares, noto el olor agrió de la bilis mesclado con el olor a arena mojada. Me encuentro tumbada sobre el área con los brazos abiertos de par en par. Durante unos segundos tengo la sensación de que me encuentro en una agradable playa y que sea lo que sea que haya pasado solo ha sido un sueño. Pero la realidad vuelve crudamente a mi mente.
Puedo sentir la mente de Mary Pili la cual esta peleando contra l oruga, mordiendo su viscoso cuerpo e inyectándole alguna especie de veneno mientras arranca pedazos de su insectoide cuerpo.
Intento incorporarme, pero un intenso dolor en el brazo hace que vuelva a caer en el ardiente suelo. A pesar del dolor tengo el brazo entumecido y no lo puedo mover. Recuerdo el motivo por el cual me encuentro aquí en el suelo. ¿Puede ser que me haya dislocado el hombro?
—¿Pero que mierda de viaje es este? — grito furiosa a los vientos. Como si esa rabia liberada hubiese activado la secreción de adrenalina en mi cuerpo me levanto—. ¡Tú! Bicho asqueroso. Te vas a enterar de lo que vale un peine. Voy a servir tu asquerosa cabeza en una bandeja de plata i la pondré en el recibidor de mi casa para que quien me visite vea tu horrendo rostro.
Calculo que la explosión del arma me ha enviado a unos diez metros de distancia de la oruga i de Mary Pili. Sigo avanzando lentamente mientras grito improperios hacia la criatura para atenuar mi dolor, mi confusión, mi mareo y mi rabia. A medida que me acerco al adefesio gigante veo que este tiene un boquete bastante grande al lado de su cabeza. Me siento satisfecha al deducir que al menos mi disparo ha dado en su cuerpo. Grandes gotas de sangre caen al suelo i la luz solar les da un brillo carmesí entre fascinante e inquietante.
Veo que hay vidrios alrededor de la oruga, me quedo unos segundos intentando averiguar de donde han salido hasta que caigo que podría ser que el trio ha sido tan potente que ha fundido la sílice de la arena generando esos materiales. Las patitas de la oruga, aunque las patitas son más grandes que mi cabeza, están llenas de cortes y empiezo a sentir lástima por la criatura.
Esa sensación me dura poco cuando escucho un zumbido muy intenso. El sol vuelve a oscurecerse, pero no es el astro quien se ha debilitado, sino que una gigantesca avispa nos hace sombra. Rauda como el viento nuestro nuevo invitado coge por el pescuezo al gusano, si es que las orugas tienen eso, y se la lleva volando, arrancándola de raíz del interior del suelo. Me da la sensación de que están arrancando un árbol de su tierra.
Por si eso fuese poco el suelo vuelve a temblar y aparece un correcaminos de dimensiones anormales persiguiendo a la avispa y su presa intentando cazarla dando saltos que hacen que se produzcan pequeños terremotos.
Me siento ojiplática y pequeñita, como mi homónima de una historia escrita unos cuantos siglos atrás. Siento, literalmente, que todo esto es demasiado grande para mí, que soy como una niñita desvalida enfrentándose al mundo por primera vez. En realidad, no sé qué hacer, me muevo por inercia. Tengo la sensación de que todo lo que hago lo hago mal.
Mari Pili nota mis sentimientos y se acerca mí, bucea en mi mente y coge suavemente, entra las pinzas de su mandíbula mi brazo, luego apoya sus patas en mi pecho. De repente da un fuerte tirón.
—¡Ay! ¿Pero qué haces?
Rápidamente me doy cuenta de que pese al dolor noto como empieza a desentumecerse mi brazo. Claro tenia, hasta hace apenas uno segundos, el brazo dislocado y mi apreciada compañera me lo ha puesto al sitió. Noto como mi arañita está preocupada por mí y me insta a buscar un lugar seguro, lejos de aquella zona plagada de enormes criaturas.
Mari Pili me pide que me suba a su espalda. Ella cada vez es más grande y aunque no tenga el tamaño de un caballo, más bien parece un sillón, puedo cabalgar con ella. Así que sin pensármelo mucho y aun aturdida por lo que acabo de vivir, me siento encima de ella y me cojo a sus fuertes mandíbulas con decisión. Acto seguido ella empieza a correr por las arenas del desierto.
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No sé cuanto tiempo ha pasado, pero hemos dejado atrás una inmensa polvareda a nuestro paso. En este momento a lo lejos empiezo a ver árboles. Me froto los ojos un par de veces, he leído que los viajeros del desierto a veces ven cosas que realmente no existen, espejismos lo llaman. Podría ser que eso es lo que me esté pasando en este momento.
Parece que Mari Pili también ha percibido la vegetación, así que aprieta el paso, deseosa de refugiarse y poder protegerse del agobiante calor. Parece como si el sol nos lance lanzas ardientes a nuestro cuerpo el cual se va quemando poco a poco, pero sin cesar.
—Por fin, un poco de sombra —suspiro mientras desmonto de mi compañera y estiro mis brazos, los cuales los tengo un poco rígidos por la fuerza que he hecho l cogerme de las mandíbulas. Roto unas cuantas veces mis brazos—. Así da gusto. Vaya, que poco ha durado mi tranquilidad.
Escucho ajetreo muy cerca de nosotras, decido acercarme sigilosamente para ver que se cuece y si tengo que salir por piernas. Empiezo a distinguir una voz que me parece humana. Me escondo detrás de un árbol y observo como una figura humanoide está peleando contra cuatro perros oscuros y muy macabros con una especie de espada luminiscente. Pese a que se defiende bastante bien la figura parece agotada y cada vez reacciona con más lentitud.
—Alicia, creo que es mejor que no te metas en camisa de once varas — me digo a mí misma mientras me alejo de puntillas de la zona, aunque no me alejo ni un metro y me vuelvo a girar—. Mierda, no puedo dejar a esa persona sin ayuda.
Ordeno mentalmente a Mari Pili que ataque a uno de esos perros sarnosos, me siento un poco triste ja que me recuerdan a Buck, nuestro perro que murió para protegerme, pero ahora no es momento para sensiblerías, he de centrarme en lo que estoy haciendo y ahora me encuentro en medio de una pelea, concéntrate, Alicia.
Veo como rápido como un rayo la araña sale corriendo hacia el perro más cercano y lo embiste sin pensarlo dos veces hincando sus mandíbulas en uno de sus costados, para luego sacudir su cabeza para desengancharse de su presa. Sin pensárselo dos veces Mari Pili muerde a su enemigo arrancándolo un trozo de carne.
En ese momento saco mi pistola, le reduzco la potencia y empezó a disparar sin cesar a otro de los perros. La concentración e Co2 del continente africano es muy superior al del Continente Renacido así que las alas salen mas compactas y con mucha más fuerza. Uno de los proyectiles impacta directamente en la cabeza haciendo que la criatura se desplome en el suelo muerta.
Veo que la figura humana se trata de una chica más joven que yo y de piel oscura, la cual me mira un poco sorprendida pero rápidamente desvía su atención hacia los dos enemigos restantes a los cuales ataca rápidamente. Yo y Mar Pili la ayudamos y en poco tiempo tenemos dominada la situación. Pero el suelo vuelve a temblar.
—¿Y ahora qué? —pregunto fastidiada.
Del suelo, y arrancando un árbol sale a la superficie una especie de hurón igual de grande que un tigre el cual en vez de garras tiene una hoz en cada una de sus extremidades superiores, sus patas inferiores estaban formadas por unas garras como las de una comadreja, pero sus cinco uñas eran muy similares a cinco hoces pequeñitas.
La criatura empieza a moverse a tal velocidad que provoca una polvareda y da la sensación de que esté montada sobre un torbellino. Empieza a moverse alrededor de nosotros provocando pequeño cortes y heridas en la misteriosa chica. Mi traje me protege de los cortes y el caparazón duro de Mari Pili también parece repeler sus ataques.
—¡Kamaitachi! —escucho claramente que dice la muchacha—.
—¿Kamaitachi? —atino a preguntar, a lo cual la chica señala a la criatura que se había quedado quita observándonos.
Así que ella llama Kamaitachi a la criatura esta que acaba de aparecer, bueno sea como sea hay que deshacernos de ella antes de que consiga herirnos de verdad o lastimar a la persona que hemos encontrado. Puede que esa cosa sea rápida pero Mari Pili seguro que lo, es más. Así que mentalmente le ordeno que ataque al Kamaitachi o como se llame.
He subestimado la velocidad de nuestro enemigo, Mari Pili no consigue golpear a ese ser y no solo eso, sino que ella esta recibiendo una paliza. Los ataques de las hoces al final han empezado a quebrar la coraza natural de mi amiga. Piensa Alicia, piensa.... Mari Pili es una araña, alguna ventaja puede tener para compensar la velocidad de ese monstruo. Araña, araña, ¿Qué caracteriza a las arañas...?
—¡Su telaraña! — me siento muy estúpida por no haberlo pensado antes—. Mari Pili pon telarañas por el suelo y entre los árboles, a ver si con eso conseguimos ralentizarlo.
Mi compañera obedece si rechistar y empieza a poner ingentes cantidades de su tela por doquier. Aun así, no parece que haga mucho efecto el Kamaitachi corta con sus hoces la tela.
Algo ha cambiado, poco a poco la pegajosa substancia se ha ido adhiriendo al cuerpo de nuestro enemigo y sus movimientos, aunque rápidos se han vuelto más torpes. A cada instante que pasa la criatura se mueve con mas lentitud, cosa que aprovecha Mari Pili para empezar a herirla.
Parece que el Kamaitachi es consciente del giro de los acontecimientos, da un potente rugido y se mete por el agujero del cual ha salido. Mari Pili quiere perseguirlo. Yo le ordeno mentalmente que no lo haga, no sabemos si allí abajo eso tiene ventaja.
—¡Vaya! Que manía las criaturas de este continente de meterse bajo tierra y hacer temblar todo.
Murmuro mientras me acerco a la persona que hemos ayudado, la cual me mira fijamente sin guardar su arma. Parece que no se fía de mí. También veo que tiene una gatita reposando en su hombro que nos está olisqueando des de la distancia y observándonos fijamente. Me acerco lo suficiente levanto mi mano, lo cual provoca cierta reacción hostil por su parte. Sin dejar de sonreír le ofrezco mi mano.
—Alicia, así me llamo ¿Quién eres tú?