A Shiningami's Notebook 死神 KU...

By mistacobell

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ぁ: Kenma es un shiningami con la única razón de quitarle la vida a las personas cuando van a cometer suicidio... More

Aviso

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Shiningami: Dios o Ángel de la muerte.

•••

El ciclo de la vida es pesimista y eso lo sabemos todos. Todo lo que nace tiene que morir y es un círculo vicioso del que no saldremos nunca. A veces los humanos tenemos en nuestras manos alargar o acortar la vida que se nos ha otorgado, por más complicado que sea.

Pero no vengo a contarte de las injusticias que llena el simple hecho de tener vida, si no de una historia en específico, sobre la sombra que hay detrás de una persona cansada, agotada y adolorida. Y esos son los ángeles de la muerte.

Kenma era un solitario ángel de la muerte, sin alas, si es lo que te imaginabas, solo tenía la apariencia de un agraciado chico rubio, con ojos tan grises como su cabello corto, cubierto por la capucha de una capa de invierno color naranja crema. Siempre estaba en el mismo lugar, mirando y observando a cada persona de la ciudad de Tokio, llevando sus vidas de buena o mala manera.

Aunque en realidad eso no le debía importar en lo absoluto, al fin y al cabo, su trabajo era sencillo: apoyar a aquellos que querían acabar con su vida con sus propias manos.

Pero eso a Kenma no le gustaba en lo absoluto, aunque fuese la razón por la que estaba vivo. No podía romper esa regla, no podía evitar la muerte, porque una vida salvada en sus manos significaría la muerte para él mismo.

"Crack!!! Crack!!!"

Su gris y apagada mirada se dirigió al cielo, en busca de aquel sonido, para poder ver un cuervo negro acercándose a él, con un grueso pergamino entre sus patas. Estiró su mano en busca del pergamino hasta que el cuervo soltó aquel objeto, callendo en su mano derecha.

En cuanto lo abrió, solo habían datos precisos. Una dirección y una hora. Se quedó mirando la información una y otra vez, sin ninguna expresión en su rostro más que tristeza muda.

Guardó el pergamino en su bolsillo y se levantó de aquel palo gigante que dirigía los cables de luz de un lado para el otro, para dejarse caer hacia atrás. Una onda con cierto efecto similar al agua le rodeó, y así, en una esfera brillante como una estrella, se transportó a su llamado.

•••

──¡Azami, por favor, no lo hagas!── Exclamó el hombre, angustiado, extendiendo sus manos hacia la mujer de cabellos oscuros y cortos, de pie en el barandal de aquel último piso.

Parecía que quería alcanzarla, pero si actuaba mal, seguramente no podría hacerla cambiar de opinión. Las decisiones eran importantes y Kenma solo podía pensar en el horrible destino que tenían los humanos al depender de todas aquellas pequeñas acciones.

Comprendía que debían tratar de convencerle para ganar tiempo y sujetarle, aunque mucha gente fallaba y él más que nadie lo sabía. A veces incluso solo fingían que la otra persona les importaba, solo para dejarlas caer. Quizás sentía que era un poco injusto ver ese tipo de cosas a diario, en uno de los países con una tasa de suicidios bastante alta.

¿Qué tipo de cosas conllevaba ser un país de primer mundo? ¿Sufrimiento?

──Nos morimos de hambre... ¡Me despidieron de mi trabajo! ¡No puedo hacer nada!── Lloriqueó la mujer, dejando que el aire le empujase ligeramente.

Solo se quedaba en pie, mirando a la mujer sin ninguna expresión y al que parecía ser su marido tratando de convencerla de que no hiciese una locura. Pero todo eso era en vano, durante muchos milenios, jamás había visto un rescate con éxito y a lo mejor era una manera de aliviar su dolor.

Con eso en mente, Kenma se acercó a la mujer y con la misma gracia de una bailarina de ballet, impulsó la espalda de aquella hermosa mujer, que sonreía y cerraba sus ojos, sabiendo que él había llegado por ella. Todo parecía ir en cámara lenta, y ella caía abriendo sus brazos, buscando la paz aunque lo único que encontraría sería infierno.

Escuchó el grito desgarrador del hombre, que se había aproximado estirando sus manos hacia ella, corriendo para detenerse en las barandas. El sonido se había vuelto sordo y el alma de aquella mujer se levantó en forma de una esfera pequeña y brillante color blanco, volando hacia el cielo.

No se escuchaba nada más en los oídos de Kenma más que viento, mientras observaba el dolor ajeno en las facciones del hombre. Estiró su mano un momento hacia él, esperando por si él quería seguirle hasta al otro lado, pero sintió que no lo haría, así que solamente bajó su mano y se marchó de allí.

Sus pies descalzos se posaron sobre el barandal y miró al cielo. ──Espero encuentres el descanso eterno dónde quiera que estés.── Murmuró con su tono de voz suave y roto, antes de lanzarse hacia adelante y transportarse al siguiente de sus destinos del día.

¿Su objetivo? Un lugar común: La estación de metro de Tokio.

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