Mateo abrió de nuevo la puerta de la habitación con fuerza. La pareja ni se inmutó. Mateo arrugó la nariz y entró, acercándose a ellos.
—Eh, venga, iros de aquí.—Mateo trató de no mirarlos al quitar las sábanas.
La chica gritó sobresaltada y el chico se sorprendió.
—Largaos. Tener un mínimo de respeto, esto no es un maldito hotel.—Escupió Mateo.
La pareja lo miraron mal, dejando de regalo varios insultos mientras se levantaban a vestirse.
Maldición. Ahora debía bajar a por su hermano y volver a subir. No debería haberlo dejado en la sala de estar, tenía que haberlo dejado ahí en el pasillo esperando.
La habitación de Rubén tenía también seguro con llave pero él no la tenía, así que no podía cerrar.
Se pasó la mano por el pelo. No tendría que haber dejado tanto tiempo solo a Rubén abajo.
—Eh, eh, eh.
Mateo escuchó el bullicio de la planta baja.
Por favor, que no sea él.
Corrió escaleras bajo y entró donde estaban todos mirando y rodeando.
Tragó en seco al ver a su hermano encima de la mesa, sacándose la camisa.
—¡Rubén! Baja de ahí.—Trató de acercarse pero los invitados lo cogieron para que no molestara.—Suéltame.
—Oh, venga, está siendo divertido. No lo arruines.—El chico de cuyo nombre no se acordaba lo sujetó.
—Cállate. Es mi hermano, está haciendo el ridículo, no voy a permitir que nadie se ría de él. —Se zafó con fuerza, alejándose.
Esto se estaba yendo de control. Esto no estaba saliendo como había planeado. Esto no era lo que había querido.
Él había invitado a unos cuantos amigos para hacer una pequeña fiesta, pero al parecer esos amigos habían invitado a más amigos suyos, y estos a otros más.
Quería molestar a su hermano, tal vez encontrarse con Sian y estar juntos. No esto: Sian no estaba y Rubén estaba haciendo un espectáculo mientras se desnudaba.
Todo estaba mal.
—Rubén.—Cuando llegó a la mesa le sujetó un pie, para llamar su atención.
Rubén seguía desabrochándose el pantalón.
—Déjame.—Dijo.—Tengo calor.
—Bien, si tienes calor, ve a darte una ducha y duerme.—Trató de evitar que siguiera.
Rubén solo lo ignoró y bajó su pantalón. Mateo chasqueó la lengua y subió encima también, volviéndole a subir la prenda.
—Para ya.—Le susurró.
Rubén se quejó.
—Déjame en paz.—Rubén lo empujó con fuerza.
Mateo sintió un fuerte dolor en la espalda y en el culo. Las voces de los espectadores parecían divertirse.
El humor de Mateo se estaba yendo al carajo. Estaba por golpear a cada uno de los que se estaban riendo, aplaudiendo y pidiendo más. No le importaba si era hombre o mujer. Igualdad.
—Eh, eh, eh.—Otras voces vinieron del jardín.
Mateo miró por encima, a fuera se encontraba un pelinegro de espaldas bebiendo de una botella, los de alrededor animaban a que siguiera.
—¡Terminada!—Gritó el chico, se dio la vuelta.
Sian.
Ah. Mierda.
Sian se estaba emborrachando y parecía que iba a por otra botella.
Quiso ir a por él para detenerlo pero los gritos de emoción al lado suyo lo Impidieron .
Rubén pretendía quitarse los calzoncillos.
Mateo soltó un quejido.
—No, no.—Rio Rubén, apartando sus manos del bordillo de la prenda interior.—Ten, toma. Busca el contacto llamado "sabelotodo", graba y envíale un vídeo.
Rubén logró sacar el móvil tambaleándose y se lo entregó a una chica de ahí. Ella soltó una risa pero aceptó.
—Rubén, no. No lo grabes.—Mateo caminó hacia la chica.
—Él lo ha pedido, yo se lo cumplo.—Respondió ella.
Mateo intentó sacarle el móvil pero delante de él apareció un chico mucho más musculoso que él.
—Ni te atrevas a tocarla.—Dijo.
—Mira, amigo, no me interesa. Solo que no grabe.
—Mira, amigo.—Lo imitó.—Si ella no graba, otros lo harán.—Hizo un movimiento con la cabeza. Mateo siguió su mirada.
Todos tenían el móvil en la mano, con el flash puesto.
—Eh, no.—Trató de tapar las cámaras.
Lo miraron mal. Otros lo empujaron para que no estorbase.
—¿Qué te crees que haces?—Mateo gritó.
—¿Y tu?—Preguntó un chico al que no conocía.
—No os atreváis a grabarlo.—Amenazó.
—¿O si no qué?
La paciencia de Mateo se acabó.
Un puñetazo acabó en la cara del tipo.
Ahora todos parecían haber olvidado al moreno semidesnudo encima de la mesa, todos atentos a la pelea.
El tipo le devolvió el golpe.
Si esto servía para que dejaran a Rubén en paz, no le importaba que le golpearan. De igual manera, se lo merecía.
Rubén se sentó en la mesa, un poco más calmado. Su mirada borrosa recorrió la habitación. Todo daba vueltas. Logró ver a dos personas en el suelo, una encima de la otra, tenían algo rojo en sus rostros, posiblemente sangre.
Uff. Pobres.
Unos segundos después pudo enfocarme mejor su vista, percatándose de que uno de ellos era idéntico a él. Se miró a sí mismo, él estaba sentado, él no podía ser aquel chico. Se dio cuenta que estaba desnudo y se sintió cohibido, se tapó con su manos y brazos.
Volvió a mirar a los que se estaban peleando. El chico que era igual que él seguía ahí. Un poco de tiempo tardó en caer en cuenta que tenía un hermano.
—Eh.—Dijo difícilmente.
Intentó poner un pie en suelo, no calculando bien y cayendo de cara.
Parecía que ese día la había tomado con su cara.
—Hey, tú. Le mandé un pequeño vídeo al tal sabelotodo.
Rubén se levantó y miró a la chica que le ofrecía su móvil.
—¿Vídeo?
La chica asintió, yéndose una vez que el moreno cogió el teléfono.
—Uh, pobre ceja.—Dijo uno.
Rubén miró a su hermano, la sangre brotaba de la ceja izquierda.
Trató de alcanzarlo pero todo se estaba poniendo de color negro. Tenía mucho sueño de repente.
—¿Rubén?
Fue lo último que escuchó antes de desmayarse.
(...)
Liam se encontraba leyendo una nueva novela de misterio cuando sonó una notificación en su móvil. Se apresuró a mirar, esperando que fuera él. No habían hablado desde hace bastantes horas, el menor había dejado de responder de la nada, sin avisar. Liam supuso que estaría ocupado o algo, así que no lo bombardeó con mensajes y lo dejó en paz. Ya respondería cuando pudiera.
Y no se equivoca, era un mensaje de Rubén. Un vídeo.
Le parecía raro, pero lo miró.
Se veía al chico encima de la mesa solo con sus calzoncillos puestos, mucho ruido de fondo. Liam abrió la boca sorprendido y frunció el ceño. Alzó las cejas cuando Rubén se había caído de cara.
No pudo evitar reírse.
Eso no quitaba el hecho del vídeo. ¿Estaba en una fiesta?
Le dio a la opción de llamada.
Tardó bastante en cogerlo.
—¿Hola?—Una voz femenina habló.
—¿Rubén está?
—Sí, pero está dormido.—Respondió.
Liam maldijo por lo bajo.
—¿Está bebido?—Preguntó, aunque ya sabía la respuesta
La chica rio.
—Eso es obvio.
—Bien, gracias.—Dijo antes de colgar.
Estos mocosos. Habían aprovechado que Lucas y Darío volverían al día siguiente muy tarde.
Liam se levantó y se alistó para ir a su casa. Sería raro que un profesor apareciese ahí, muchos de sus alumnos estarían en aquella fiesta, seguramente.
(...)
Cuando aparcó, las luces dentro resaltaban y llamaban la atención en la oscuridad. La música se podía escuchar desde lejos.
Estaban demasiado descontrolados.
Liam caminó rápido a la entrada y entró por la puerta que estaba abierta. En el porche unos cuantos adolescentes le miraron asombrados. Parecían mayores, tal vez universitarios.
Liam iba en su cómodo chándal, no en sus típicos trajes. Así que aparecer por aquella fiesta así, también se hacía notar.
Empujó a varias personas, haciéndose camino para pasar.
Madre mía el desastre que había en casa.
Unas chicas lo miraron seductoramente y se acercaron a él. Liam intentó alejarse.
Visualizó al moreno que buscaba, tenia los ojos cerrados, y parecía que estaba vestido.
Menos mal.
—¿Profesor?
Liam se giró hacia la voz.
Una chica, la cual recordaba de su clase lo miraba asombrado. Ella se sentaba de las primeras y era bastante activa en sus clases.
—Hola, Em.—Saludó mientras llegaba hasta Rubén.
—¿Qué hace aquí?
—Los chicos que han organizado la fiesta son los hijos de mis mejores amigos.
Bueno, había usado el plural, pero no era cierto. Darío no era su mejor amigo, y aquel moreno tampoco pretendía ni quería hacerlo.
—Oh, el chico de ahí.—Señaló a Rubén.—Lo ayudé, estaba muy mal. Estaba casi desnudo, pidió que lo grabaran.
Liam se dio cuanta que ella posiblemente fue la que grabó el vídeo que le había llegado.
—Gracias.—Se sentó al lado de Rubén.—Hey, ¿Ben? ¿Me escuchas?
Rubén murmuró algo.
—Por lo menos reacciona.—Liam comentó.—Venga, nos vamos. No te vas a quedar aquí. Os dejo en el coche y termino esta fiesta. Mañana vendremos a limpiar.
Realmente ellos tendrían que hacerlo, él solo supervisaría.
Tiró de él, cogiéndolo de la cintura y pasando un brazo suyo por encima de sus hombros.
—¿Y Mateo?
Rubén no contestó.
—Estaba peleándose con un chico.—La chica volvió a hablar.
—¿Qué?
—Bueno, estaba. Un chico bajito y pelinegro llegó a meterse entre ellos. Fue gracioso, se tiró encima de Xavier, él estaba encima de Mateo. Así que el enano ese se montó en su espalda, parecía un perrito defendiendo a su dueño.
—¿Y dónde están?—Liam sujetó más fuerte a Rubén, parecía resbalarse.
Liam dedujo que hablaba de Sian.
—Bueno,—pensó.—Xavier se levantó y se sacó de encima al chico. Mateo se levantó y le dio una patada en sus partes. Cosa que debilitó de forma definitiva a Xavi. Mateo fue a ver al enano, quien estaba muyyyyy bebido, tal vez ni sentía dolor. De ahí Mateo se llevó a arriba al chico, así que supongo estarán arriba. ¿Curándose? Mateo estaba bastante herido.
Liam no podía dejar a Mateo en ese estado solo.
—Mateo hizo la fiesta.—Rubén parecía haber recobrado la conciencia.—Déjalo, que él se las apañe. Es su culpa.
Rubén tuvo una arcada. Liam pidió a Dios que no le vomitara encima.
—No podemos dejarlo.
—Él está bien. Solo tiene unos golpes.—Dijo Rubén, aunque una mueca se puso en su cara al recordar la sangre en el rostro de su hermano.—Él quiso hacer una fiesta, que se las arregle. Vámonos, quiero dormir.
Liam se lo pensó un momento. Si eso era cierto, Mateo debía de aprender de sus errores.
—Bien.—No muy confiado aceptó. Caminaron a la salida después de despedirse de la chica.
Rubén sonrió y se sujetó más al rubio.
—Te extrañé.—Dijo.
—Shh...No puedes decir eso aquí.—Liam se acercó a su oído.—Pero yo también te echaba en falta.
Rubén se mordió el labio.
(...)
—Estás demasiaaaaaado golpeado.
Sian se encontraba sentado en la cama de Mateo, observando al chico pecoso que se miraba en el espejo.
—Te has puesto muyyy feo.—Soltó para luego echarse a reír.
—Gracias.—Le siguió.
Mateo estaba seguro que no debía sentirse mareado, después de todo, con una pelea así se te suele quitar lo ebrio. A él parecía que el alcohol se le había subido más.
—¿Tú estás bien?
—¿Yo? Mejor que nunca.—Una sonrisa tonta seguía posada en sus labios.—Me siento taaaan feliz, no he sido tan feliz desde hace tanto tiempo. Y me siento muyyy caliente. Tanto que es insoportable.—Ahora fruncía el ceño.
Mateo siguió limpiándose la sangre de la ceja y el labio. Seguro se hincharía.
—¿Qué has bebido?
—Qué no he bebido, sería la pregunta.
Mateo y Sian rieron.
—Tengo mucho calor.
Mateo a través del espejo observó como Sian se quitaba la camisa.
Estaban en pleno mayo, y después de la fiesta y con tanto alcohol era normal sentirse acalorado. A no ser que...
—No me digas que has tomado algo de Luke.
—¿Quién es Luke?
Era seguro que Sian había bebido lo mismo que Rubén.
—No me importa.—Siguió Sian, restándole importancia.—Creo que iré a tomar aire. Así me da el fresco.
Mateo miró como Sian se iba sin camisa hacia la puerta.
—¿A donde crees que vas?—Cerró de nuevo la puerta, posicionándose detrás del chico.
—Acabo de decirte que voy a afuera, sordo.—Sian no se giraba, podía sentir el calor del pecho de Mateo en su espalda desnuda.
Su piel estaba muy sensible, y aquel pequeño roce lo estaba matando.
—No puedes salir en ese estado.—Mateo puso el seguro.—Podría ser peligroso. Y Podrías hacer el ridículo.
Sian se encogió de hombros.
—Mejor acuéstate, deberías dormir.
—Pero tengo calor.—Murmuró.
Mateo se sentía ido, borracho y solo. Una muy mala combinación.
—¿No quieres dormir conmigo? ¿Cómo la otra vez? Dormimos muy bien juntos. Y no trates de negarlo porque sé que piensas lo mismo.
Sian soltó un leve jadeo cuando la mano de Mateo acarició su hombro desnudo, su pulgar masajeándo su cuello.
—Admite que te sentías muy bien y tranquilo mientras te encontrabas envuelto entre mis brazos.—Su mano se deslizó por su brazo, hasta llegar a su muñeca, dándole un pequeño apretón.
Sian se dio la vuelta, sus ojos quedaron a la altura del pecho de Mateo.
—Tienes razón. Fue muy cómodo.—Sian sentía que se estaba poniendo sobrio.
—¿Entonces? ¿Vas a dormir conmigo?
Mateo trató de mirar a esos ojos que le encantaba admirar, eran tan bonitos de dos colores, solo que el pecho desnudo de Sian no ayudaba. Se contuvo de mirar sus pezones.
—No sé.—Sian miró a otro sitio.
Mateo se mordió el labio. Esto se estaba poniendo peligroso.
Le cogió la barbilla y la alzó para que lo mirase. Puso la otra mano por encima de su cabeza, acorralando al pelinegro.
—No te hagas el difícil. Si quieres hacerlo, no te pongas peros a ti mismo.
Mateo sentía que su corazón empezaba a acelerarse.
—Quiero darme una ducha.—Dijo en bajito Sian.
Mateo pasó la punta de su lengua por su labio inferior. Sin dejar de mirar a Sian.
—Por favor. Me duele.—Los ojos de Sian se humedecieron.
Mateo frunció el ceño.
—Ahí.—Sian miró hacia abajo.
Mateo siguió la mirada, a la entrepierna de Sian. Un bulto en sus pantalones. Estaba duro.
—Oh.
Eso era a causa del afrodisíaco.
—Puedo ayudarte para que no te duela.
Sian negó, su labio inferior temblando.
Los ojos azules de Mateo siguieron el labio que tiritaba. Era más carnoso que el superior y estaba rojo y brillante.
Mateo no lo pensó ni un segundo, ni siquiera podía detenerse. Solo cerró los ojos.
Y mordió ese labio ligeramente.
Sian soltó un pequeño gemido.
Mateo se alejó y miró a Sian. Este lo miraba asustado pero con sus pupilas dilatadas, con los ojos brillosos, y no eran por las lágrimas.
Los labios entreabiertos de Sian se encontraban jadeando. Había contenido la respiración mientras los dientes de Mateo tiraban de su labio.
Mateo se arriesgó, podría ser empujado y golpeado o podría ser correspondió. Se lanzó hacia delante, uniendo sus labios.
Soltó un pequeño gemido cuando las manos de Sian sujetaron con fuerza su camisa.
Mateo lo empujó más hacia la puerta, haciendo que soltara un pequeño quejido.
La lengua de Mateo se introdujo en su boca, Sian se estremeció. Él era bueno besando, apenas y había besado dos veces a su corta edad, por el contrario, Mateo parecía saber lo que hacía.
Sian abrió los ojos, Mateo los tenía cerrados, sus pestañas rizadas, tenía el ceño ligeramente arrugado mientras besaba, haciendo que alguna de sus pecas por el puente de la nariz se juntaran.
Sian sonrió en medio del beso por ello.
Mateo se alejó respirando con dificultad.
Sian sintió algo cálido en su pecho al ver a Mateo con tan...Caliente, su pelo despeinado, sus labios húmedos y rosados por el beso de hace unos segundos.
Y las heridas. Había sido mentira cuando lo llamó feo. Se veía sexy.
—Tu rostro.—Sian puso una mano sobre la mejilla de Mateo.
Mateo lo cogió de la cintura y lo pegó a él antes de volver a devorarle la boca.
Sian gimió al sentir esas manos en su piel caliente.
Mateo caminó hasta la cama y ahí empujó a Sian.
Mateo se levantó para sacarse la camisa por encima de la cabeza.
Sian se apoyó en sus codos, observando a Mateo desnudarse.
Mateo estaba en forma, todo en forma que podía estar un chico adolescente de su edad. -Tenía mejor cuerpo que Rubén.- Los ojos de Sian observaron las pecas en los hombros de Mateo, le pareció algo tierno y caliente.
Sian por inercia fue a desabrocharse la cremallera de su pantalón.
Mateo sonrió lascivamente. Le ayudó a sacárselo.
—Date la vuelta.—Dijo mientras se sacaba ahora el suyo.
Sian cumplió. Ni siquiera sabía porque estaba siguiendo lo que le decía Mateo. Estaba muy asustado, él sabía cómo tenían sexo dos hombres y por lo que se veía, él iba a ser el que recibía. Sí, estaba asustado, pero aún así se encontraba sobre sus rodillas y manos, expuesto al pecoso.
Mateo miró como Sian, literalmente, estaba ofreciéndosele, entregándose a él. Tragó con fuerza al ver el cultivo respingón del chico. Maldición.
Sacó el lubricante y se untó los dedos. Metió uno.
Sian chupó aire.
—Respira.
Sian hizo caso omiso. El dedo en su interior se movía rápidamente, luego sintió un Segundo. Estos dos se abrían en su interior.
Unos pocos minutos más tarde, cuando Mateo ya estaba demasiado impaciente y Sian ya estaba pidiendo más, Mateo se arrodilló detrás de él, subiéndose en la cama y aferró sus caderas, contemplando como la lechosa piel de Sian se tornaba roja bajo sus dedos.
La piel de Sian era bastante delicada, al parecer.
Todavía podía parar, estaba apunto de hacerlo con el amigo de su hermano .
No quería parar.
—Esto es una mala idea.—Susurró Sian, con su voz temblando.
—Opino lo mismo.—estuvo de acuerdo Mateo antes de lentamente empujar su miembro dentro.
Ambos gruñeron. Mateo apretó los dientes y los dedos en la cintura del Sian mientras una increíble estrechez lo envolvía. El impulso de mover sus caderas, el impulso de tomarlo, eran inevitables.
No lo hizo, debía esperar a que se acostumbrara. Se quedó quieto, esperando. Sintiendo el sudor en su frente.
Sian gimoteó, ido.
—Puedes moverte.—Dijo.—Por favor.—Imploró.
Mateo negó.
Sian soltó un resoplido, claramente frustrado.
Echó su trasero hacia delante, dejando únicamente la punta en su interior. Luego se embistió él mismo.
Ambos gimieron.
Mateo dejó que Sian se moviera por si mismo, que girara y se retorciera, encontrando su propio punto dulce. En poco tiempo, Sian estaba empalándose en su miembro a una intensidad frenética, con un ritmo brutal haciendo que la cabecera chocara contra la pared mientras se balanceaba sobre el miembro de Mateo una y otra vez, jadeando.
Mateo suspiró demasiado excitado. Pudo ver como Sian parecía perder ritmo, posiblemente cansado, su respiración más difícil, sus brazos y piernas temblando por los movimientos.
Le tomó mucho esfuerzo contenerse para no empujar fuertemente sus caderas hacia ese apretado calor.
Mateo se inclinó, quedando encima de la espalda de Sian, presionando su pecho, cubriéndolo completamente y luego embistió.
Sian se relajó mientras Mateo hacía todo el trabajo, golpeando en él y aplastándolo contra el colchón.
—Oh.—Sian trataba de ser silencioso, pero a veces soltaba algún que otro gemido fuerte.
Mateo se sintió satisfecho al ver que Sian lo estaba disfrutando.
Le encantaba ver que Sian era más pequeño que él, era más fácil tocar todo su cuerpo. Sus dedos se dirigieron a sus pezones, peñizcándolos.
Sian gimió, hundiendo la cara en las sábanas y llevando más el trasero hacia atrás.
—No pares.
Mateo no lo iba a hacer. De todas forma no se veía capaz de hacerlo. Tenía todos los sentidos y pensamientos en el apretado agujero del chico.
Mateo se preguntó si los de abajo podrían escuchar los grititos de Sian. Le agradó la idea. Querían que escucharan. Quería que supieran que Sian estaba sintiendo placer, al igual que él.
La mano de Sian se dirigió a su propio miembro y dio unos cuantos jalones mientras Mateo embestía fuerte y rápidamente dentro de él. Sian soltó un grito y se corrió, apretando a Mateo. Tembló un largo instante, aturdido y jadeando. Mateo seguía embistiéndolo a través de su orgasmo, aumentándole el placer y persiguiendo su propio, soltando alguna que otra maldición.
Mateo apoyó la frente en el cuello de Sian, mordiéndole, empujó unas cuantas estocadas más, salió rápido del chico, sacó el condón y chorros blancos salieron disparados, manchando la espalda de Sian.
Ambos se quedaron quietos, tratando de respirar.
Sian cayó de lado, cansado. Mateo lo imitó.
Los ojos del pelinegro se fueron cerrando.
Mateo se quedó mirando el techo.
Oh.
4/5