Tatuado en mí

By GeoryiC

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¿Qué pasa cuando unes a una chica que lo tiene todo y a un chico que no tiene nada? Una escapada que cambiar... More

Sinopsis
1: Llamado de advertencia.
2: Kelly, Becca, Ginger.
3: Mal día para ser rebelde.
4: Cactus.
5: ¿Eres el nuevo?
6: Está siendo amable.
7: ¡Usa condón!
9: Como los toros.
10: Voz de ogro.
11: La luna y las estrellas.
12: El Mejor ejercicio.
13: Callejero.
14: Nada serio.
15: Miedo o dejarse llevar.
16: Sin querer.
17: Un puto idiota.
18: Un don Nadie.
19: Bienvenida realidad.
20: Nadie es perfecto.
21: Como una mosca.
22: Nunca cambian.
23: Una recompensa por ser buena.
24: Compartiendo el dolor.
25: Una pequeña luz.
26: Estúpido sentimental.
27: Rencores.
28: Maldito espejo roto.
29: Atrapada.
30: Una y otra vez.
31: Debí leer su mensaje.
32: Estoy hasta la mierda de amor.
33: No es real.
34: Aquí estoy.
35: Juego de muerte.
36: Entrenada para el deber.
37: Sanar heridas.
38: Todo por un texto.
39: Aceptando nuevas caras.
40: Un recuerdo.
41: ¡Bienvenido!
42: ¿Pasar por el infierno otra vez?
43: Laberintos.
44: Errores.
45: Un instante.
46: Un mal refugio.
47: ¿Vivir rodeada de ratas?
48: No morir por dentro.
49: Un poco de silencio.
50: Una cita.
51: Intrusa.
52: Una oveja perdida.
53: ¡Brindemos por las sorpresas!
54: Solo en mis sueños.
55: Limón amargo.
56: Con el corazón abierto.
57: Preguntona.
58: Hilo invisible.
59: Boda de nieve.
60: Rosas en el desierto.
Epílogo.

8: Pequeña oveja.

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By GeoryiC

Nick.

Las cosas se pusieron muy calientes en cuestión de un minuto o menos. De la nada, y sin idea de cómo, tenía a Kelly a horcajadas sobre mí, prácticamente devorando mi boca. Bien, suena a que me estoy quejando, pero creo que en ese momento me sorprendió. Se veía una chica dulce y tranquila, para nada esta tipa que quería arrancarme los labios de los mordiscos suaves que me estaba dando.

Cuando finalmente me puse manos a la obra —ya sabes, dándolo todo en este jodido beso—, ella alejó su cara de golpe. No tenía que ser un maestro de los cálculos para saber que se estaba arrepintiendo. Lo comprobé cuando dijo:

—Esto no está bien —apenas murmuró, con los ojos cerrados y su voz llena de miedo.

Generalmente, hay tipos que empiezan a sonsacar a las chicas, y presionar para continuar, pero yo no era así. Sabía lo que quería, pero no rogaría por ello. Llámalo orgullo si quieres, pero para mí era simple sentido común. ¿Por qué rogar? Ya fuese que ella no supiera lo que quería —que en todo caso lo mejor sería parar—, o que estuviera jugando a la difícil, quedó bien claro que había que bajarle a las hormonas. Así que me mantuve en silencio, aceptando que no estaba lista y tenía miedo.

En cuestión de segundos su respiración volvió a ser normal, y entonces abrió un solo ojo; se veía como si no pudiera creer lo que estaba pasando y si utilizaba un ojo se daría cuenta de que era un sueño. Cuando comprobó que sí, que estaba sobre mí, que no le faltaba nada para moler mi polla allí mismo, entonces se le escapó un gemido mortificado.

Me sentí tentado a tomarle el pelo y bromear un poco. Pero pensé que la chica no merecía ser objeto de una broma con algo que de seguro no era frecuente en ella.

—No pasa nada. Ha sido un beso, no una ejecución —mentí al restarle importancia, pero Kelly se notaba mortificada, así que mientras se calmaba no me costaba nada pretender.

—Yo no suelo ser tan indiscreta… ¡ay, qué vergüenza! —chilló muy suave—. ¡Y estoy encima de ti! ¿Qué pensarás de mí? —se lamentó, bajando de mi regazo como si una serpiente estuviera por morder su culo, y prácticamente salió corriendo al interior del apartamento.

La detuve tomándola de la muñeca con gentileza. La descarga de electricidad pasó de una mano a otra, causando que ella mirara hacia atrás. Primero a nuestras manos y luego hacia mi cara. Ella no entendía lo que pasaba, yo mucho menos. En ese momento creí que era la química de nuestros cuerpos.

—No estoy pensando nada malo de ti, Kelly. Lo prometo —aseguré, tratando de que se acercara. Cuando la tuve frente a mí, intenté sonreírle de manera cómplice—. Será nuestro secreto, ovejita. —Eso parecía Kelly para mí, una oveja. Un ser tan manejable y puro, sin instintos de supervivencia. Pero a pesar de necesitar de su pastor y de cuidados, era hermosa y muy tierna.

—¿En serio no piensas nada malo de mí? —Su voz dulce era el mejor tranquilizante de todos.

Negué, maravillado de que ella viera más que un simple guardia de seguridad.

—Eres demasiado transparente para darme otra impresión, ovejita —aclaré. Yo sabía de putas, las había visto por más de cuatro años, así que tenía una idea de cómo eran las mujeres como Becca. Kelly estaba lejos de ser una mujer controladora.

Arrugó la esquina de su labio. Esa manía me volvería loco. Más cuando tenía el sabor de su boca mezclándose con mi saliva.

—Bien. Podemos ser amigos, ¿verdad?

Me quedé en silencio, pensando. Estaba seguro de que no era lo que ella quería. Yo tampoco estaba dispuesto a jugar aquello de ser amigos y vivir en la tensión de si puedo tocarla, pero no puedo tenerla. En mi experiencia, eso de amistad cuando hay una atracción muy evidente no sirve de nada.

—Mira ovejita, no voy a forzar a nada. Es claro que existe una química entre nosotros. ¿No quieres una aventura? Bien, puedo con eso. Pero con lo que no puedo es con esta tensión que hay entre los dos. No voy a cuidar mis pasos y tratar de ser una persona de nobles intenciones. Me conozco, soy impulsivo y terco, lo que se traduce en que no quiero ser irrespetuoso contigo. Así que…

Kelly asintió, mirándome como si no entendiera nada de lo que estaba pasando. Pero era mejor de esta manera. Yo no quería ser el idiota que le robó un beso y luego debe disculparse. El que anda pendiente al mínimo roce y vive en la fantasía de si el siguiente segundo será el decisivo y ella me hará caso.

—De acuerdo… yo… ¿puedo conseguir un taxi a esta hora?

—¡Joder, no! Tampoco te estoy echando, ovejita. Podemos ser amables el uno con el otro. Pero eso de sentarnos a conversar largo y tendido, escribirnos a cada rato y jugar a los amigos, eso no. —Kelly mordió su labio superior, un gesto que me pareció de ansiedad—. Ve a dormir, Kelly. Mañana podrás marcharte con Rainbow. De día y en calma. ¿Estamos claros?

La pequeña oveja asintió, sonriendo con tristeza. Seguro que ella prefería una amistad a no tener nada de mí, pero si algo había valorado toda mi vida era la poca paz mental que tenía al final del día. Jugar a la zona de amigos no era mi estilo. Si ese beso no hubiera pasado, habría quedado en lo platónico, pero ya estaba consciente de su cuerpo sobre el mío, de los pequeños ruidos que hacía entre beso y beso. Tenía su jodido sabor en mi boca y descubrí que mis manos encajaban perfectamente en su cintura. Ya no podía verla como algo platónico, la tela oscura se rasgó y había sentido lo que era besarla.

• ────── ✾ ────── •

Yo no permitía que las chicas durmieran en mi apartamento por lo que pasó a la mañana siguiente: esa incomodidad propia que viene a la luz del sol. Como si el jodido astro decidiera bañar de claridad todos tus malditos errores para que el mundo entero los viera.

Fui el primero en levantarme. Preparé café porque lo necesitaba. Era un condenado zombi deseando su próxima víctima y mi humor no era el más animado.

Por un segundo, en lo que quedó de la madrugada, me planteé ir hasta ese cuarto y darle un jalón a Kelly para que entendiera que estaba dejando pasar una muy buena oportunidad. Sin embargo, ella era una chica inexperta, sumisa, sin rumbo. Era capaz de dejarse llevar y volver a caer en el arrepentimiento. Me sentía tan mayor a mis veintitrés que no estaba dispuesto a jugar al lobo y la caperucita roja.

Me senté en esa mesa de sillas disparejas, observando cómo las gotas llenaban la jarra con el líquido oscuro. Así estuve hasta que escuché un quejido a mi espalda… con mi suerte, sería Kelly.

Pero no, el destino tenía algo mejor para mí, envuelto en una pequeña rubia de tetas muy grandes.

—Tomaré de eso —gimió, pero al menos tenía una sonrisa agradecida. Luego caí en cuenta de que ella tenía la cara negra en algunos lugares, y una pestaña postiza estaba fuera de su sitio. Llevé mi dedo a mi cara y señalé mi pestaña, al tiempo que levanté una ceja en su dirección. Rainbow arrugó su cara en molestia, arrancando la cosa falsa y luego hizo lo mismo con la otra pestaña postiza.

—¿Cuánto de azúcar?

Ah-ah, nada de azúcar —respondió con la cabeza enterrada entre sus manos.

—Eres de las mías —comenté sorprendido. Me gustaba negro y con media cucharada de azúcar.

—Cuando me siento de buenas, le agrego un poco de vainilla. Pero no sé cómo esa gente puede tomar esas cosas frías y azucaradas, y llamarlo café —refunfuñó, levantando la cabeza de su encierro entre sus manos.

—Ni yo —contesté de acuerdo. Coloqué la taza de café frente a ella.

Se formó un silencio tranquilo. La mañana no estaba tan calurosa gracias a que dejé la ventana semiabierta durante la madrugada. Se escuchaba el sorbo que tomaba Rainbow de vez en cuando, y el sonido de apreciación por el café. Me pregunté cómo ella, que venía de familia adinerada, podría disfrutar de un café que no era de la mejor calidad. Era el chip de seguridad que me dejó Warning; analizaba todo y desconfiaba de la mayoría. Decidí gastar mis energías en analizar a la rubia, en vez de pensar en la pequeña ovejita que se mantenía encerrada en mi habitación.

Rainbow se veía relajada, como si estuviera en la mejor cafetería, disfrutando del lugar, la bebida y la compañía. La chica no se veía pobre, pero en lo poco que la había tratado se notaba que no carecía de humildad… como si pudiera adaptarse a cualquier entorno. ¿Quizá tiempo atrás fue de esas chicas misioneras enviadas a sitios inhóspitos? Allí donde no hay confort y te debes apañar con lo que tengas a mano. Claro, no tenía pinta de alma caritativa, pero ¿qué sabía yo de su vida? Existen personas con tantos matices que no se ven a menos que tengas la oportunidad de escarbar en lo profundo.

Justo en mis divagaciones, escuché que una persona se aclaró la garganta. Un carraspeo bastante tímido. Era Kelly, sin dudas. Yo, como mencioné, tenía la habilidad de leer a las personas y aprendía rápido. Es lo que toca a la hora de sobrevivir en el mundo real, cuando mamá y papá no están y te ves a cargo de un pequeño adolescente llorón y mimado.

—¿Café? —pregunté sin mirarla, levantándome de la silla y rumbo a la cafetera. A esto me refería cuando pensé en el sol sacando a relucir todas las manchas. Ya estaba esa incomodidad y el no saber cómo tratarla.

Algo que Rainbow percibió porque cuestionó—: ¿Me perdí de algo?

No quise mirar a la pequeña entrometida. Ella tenía la personalidad de un entrenador. Quizá por eso mi hermano cayó tan profundo por esa pulga, la chica era muy mandona.

—No, nada —susurró Kelly, pero se oyó tan temerosa, que sospeché que Rainbow no lo dejaría pasar.

Fue así cuando su amigo insistió:

—Definitivamente aquí pasó algo entre ustedes. ¿Qué le hiciste, idiota? —Ella ya no estaba arisca, sino como si toda la interacción le pareciera divertida. Se me escapó un bufido desganado.

—Absolutamente nada. ¿Por qué? —respondí, volteando a verlas. Allí me percaté del sonrojo de Kelly, y que podría arrancarse el arco de cupido de un mordisco si no dejaba de succionar su labio superior.

Rainbow me miró como si fuese obvio que algo sucedió entre nosotros. Sin embargo, no iría de bocazas, así que me encogí de hombros, preguntando a Kelly—: ¿Quieres café? —Al menos, trataría de mantenerme sereno. Yo hablaba en serio cuando le dije que podríamos ser educados. Una taza de café no era una declaración de amor o una muestra de amistad, era solo ser una persona cortés.

—Uh… sí, por favor. Me gustaría —balbuceó, mirando sus manos entrelazadas, pero retorcía sus dedos sin parar. Qué chica más transparente.

—¿Azúcar?

—¿Lo haré yo, por favor? —su respuesta se transformó en pregunta cuando levantó la vista y enfocó su mirada en mí.

Rainbow soltó una risotada que provocó que Kelly volteara a verla, con su rostro rojo como un jalapeño. —¿En serio sabes cómo ponerle azúcar a tu café, Pierce? —argumentó su amiga, arqueando una ceja. Ella parecía que no podía creer que Kelly incluso tuviera la facultad de saber endulzar su bebida.

Hubo un intercambio de miradas, pero no presioné por detalles. En su lugar, coloqué la taza frente a la pequeña oveja, junto al azúcar. Quería ver esto, por raro que fuera. Nunca me interesó cómo una chica realizaba una tarea tan sencilla, pero con ella todo era nuevo, y me encantaba aprender cosas de Kelly. Así fuese algo tan mundano como agregar azúcar al café.

A la tercera ronda de cucharadas estaba a muy poco de girar la cabeza sobre mi cuello… ¿es que pretendía beber una Coca-Cola caliente? No fue mi intención arrugar mi boca en disgusto, pero sí, no pude evitarlo.

Rainbow, por otro lado, puso una mano encima de la de Kelly, viéndose al borde de la histeria.

—¿Qué? —gruñó, mirando a su amiga con molestia.

—Por favor, detente… ¿eso se puede beber? —La indignación me causó gracia.

—¿Puedes dejarme tranquila, por favor? Tú bebes esa cosa que parece petróleo y no te digo nada —argumentó, con la voz tan suave a pesar de su molestia. Era un gatito maullando. Provocaba abrazarla.

—¿Qué está pasando aquí? ¿Tienen que hacer tanto ruido? —se quejó mi hermano, frotando sus ojos. Caminaba encorvado, arrastrando sus pies—. La gente con resaca necesita dormir, ¿saben?

Carlitos se sentó en la silla que quedó vacía junto a Rainbow. Dejó caer su cabeza encima de su antebrazo en la mesa, usándolo de almohada. —No te quejes tanto. Tómate un café y será el fin de tus problemas…

Pero mi hermano ya estaba arrugando su frente disgustado, tanto por el ruido, como por la mención del café. —A él no le gusta —aclaré ante el bufido poco educado de Carlitos.

Rainbow lo miró como si fuera un homicida. —¿Cómo es eso posible? ¿Cómo puedes funcionar sin café?

—¿Porque soy un tipo genial?

—No estás siendo genial ahora mismo —refutó Rainbow, sorbiendo de su café.

—No necesito cafeína para funcionar. Odio las cosas que causan dependencia…

—¡Yo no soy dependiente! —exclamó ella. Cualquiera diría que mi hermano la llamó drogodependiente.

—¿Cuándo fue la última vez que no tomaste café?

—Pregúntale cuándo fue la última vez que no tomó más de tres tazas de café al día. —Los tres volteamos a ver a Kelly, que estaba bebiendo de su taza, ajena a nuestras miradas. No fui el único que notó que ella se incluyó en la discusión, cuando hasta ahora se había mantenido al margen—. ¿Qué sucede? —cuestionó sorprendida cuando bajó la taza y seguíamos viéndola.

Nop, nada. Sí, señorita-adicta-a-la-cafeína, ¿cuándo no te bebiste una jarra de esa cosa amarga? —cuestionó mi hermano. Él no tenía idea de lo jodido que puede ser discutir con una mujer pequeña. Te lo digo, los seres más enojones y malhumorados del universo vienen de estatura baja. Ginger era la prueba de ello.

—Escucha, señor-soy-muy-genial-para-consumir-café, no permito que te burles de mis preferencias. Dime, ¿cuándo fue la última vez que no te frotaste los huevos con otro hombre? —refunfuñó, arqueando una ceja. Él era un tipo muerto si respondía. Y como me consideraba un buen hermano, dejaría que aprendiera de sus errores.

—¡Yo no me froto los huevos! ¡Son cosas de tíos que tú no entiendes!

—¿Ahora eres sexista? ¿Porque soy mujer no entiendo de fútbol?

—¡Pues obvio que no tienes idea! ¡Sino, tendrías un poco de respeto por el deporte!

—¡Noticia de última hora, machista, las chicas también sabemos de fútbol!

—¿Puedes decirme cómo se gana una yarda?

—¡Ese no es el punto!

—¡Es porque no lo sabes!

Podría escuchar el intercambio de esos dos durante horas, si Kelly no estuviera tratando de volverse invisible. Así que, siendo un buen tipo, saqué a la chica de su miseria.

—Bien, ya, ustedes niños, tiempo fuera —interrumpí la discusión infantil, lo suficiente bajo para hacerme notar. Kelly me miró agradecida…, y luego se puso colorada.

—Bueno, que conste, gané la discusión…

—¡No, claro que no!

—Por favor, Rain, ya basta, ¿sí? Necesito ir al hotel. ¿A qué hora nos vamos? —La urgencia en su tono de voz me dio a entender que ella de verdad quería irse. Quizá era lo mejor. No podía apartar mis ojos de sus labios una vez que la miraba.

Su amiga sonrió emocionada y vi un brillo travieso en sus ojos antes de voltear hacia Kelly. —Oh, no te he contado… —Volteó a ver a Carlitos en una pausa teatral, sonriendo aún con malicia y diversión—. Pues uno de los amigos de Carlitos mencionó este hotel que cuenta con un parque acuático y que posee una playa artificial privada… así que, ¿qué te parece si nos mudamos de hotel?

Kelly arrugó tanto la cara que se veía muy graciosa. —¿Podemos hablar de esto en privado? —propuso en tono bajo, como si no quisiera ser ruda, pero el lugar era bastante pequeño como para no entender que estaba molesta.

—No, no lo haremos —contestó la otra, viendo a Kelly como si ella fuera el Grinch de la diversión—. Vinimos a pasear, conocer y disfrutar…

—No pretendo gastar mis ahorros en hoteles, Rainbow —respondió con el cansancio en su voz.

—Pues yo las pagaré, ¡listo!

Kelly soltó un gemido y se levantó de la silla, echando a andar hacia el baño. Mi instinto me pidió que la siguiera, pero decidí que era mejor no meterme en lo que nadie me llamó.

—Suele ser tan calmada y seria…

—¿Entonces ya no vamos? —cuestionó Carlitos, a lo que miré a mi hermano por el uso de plural en la pregunta.

—¡Claro que sí! Solo necesita un poco de persuasión… ¿Nick? —La chica me miró con súplica, como si yo fuese capaz de arreglar este asunto.

Se me escapó una risa incrédula. —Oh, no, pulga. Su amiga, su responsabilidad. No voy a meterme en esto —advertí, utilizando mi dedo índice para darle más seriedad a mi respuesta.

—¿Por favor? Algo pasó entre ustedes anoche. Y se ve que ella confía en ti…

Negué repetidas veces. —Ella no confía en mí…

Me interrumpió—: Sí lo hace. Kelly no es de las que se va a casa con cualquiera, lo sé. Y, ya hasta se hacen ojitos de complicidad…

—¿De qué infiernos estás hablando? —detuve su balbuceo, incluso cuando sabía que ella tenía razón.

—Espera, sí, ¿qué demonios está pasando? —gruñó Carlitos, totalmente perdido.

—Tu hermano y mi amiga tienen algo —cantó, mirándome con burla.

—¡No! ¡No tenemos nada! —exclamé a la defensiva.

—¡Yo lo vi! ¡No estoy ciega como este tonto! —argumentó, señalando a mi hermano, que aún nos miraba como si estuviéramos hablando en arameo.

—¡Ya! ¡Joder! —Pasé los dedos por mi cabello, sintiéndome frustrado y cansado. No había dormido casi nada—. Incluso si sucedió algo… y no estoy diciendo que , es cosa de nosotros. Y, para tu información, no voy a coaccionar a nadie para hacer lo que yo quiero… —Estreché mis ojos hacia ella—, o mejor dicho, lo que tú quieres.

—¡Pero, Nick…! —protestó, sin embargo, la dejé con la palabra en la boca y decidí ir hasta mi habitación por ropa, pensando que Kelly aún estaba en el baño.

No estaba dispuesto a dar explicaciones.

La cosa es que debí pensar dos veces antes de entrar a esa habitación. No sé si fue un error; son de esos momentos en los que te preguntas si de ir a otro lugar, tendrías un resultado diferente. Lo que sí te puedo garantizar fue que ese día mi vida cambió de un modo drástico; únicamente bastó abrir una puerta maltrecha por los años.

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