Me quedo en la habitación, tumbado en mi cama, hasta que mis compañeros de piso entran, los que no he visto me saludan, los cabrones que cuchicheaban pensando que no me daría cuenta se van a sus respectivas zonas de la habitación.
- Thomas cabrón, pensaba que por fin ibas a asentar la cabeza con esa familia. – Eric Campbell, el tío que mejor me cae, es un capullo como yo, ruidoso a veces, sobre todo cuando duerme, el tío ronca como un octogenario con sobrepeso, pero lo he cogido cariño, además siempre está ahí para echarme un cable si lo necesito sin poner una mirada de Tío, ¿por qué yo? Que algunos ponen. Él sí que es un guaperas, media melena, toda ella negra, con ojos claros y piel clara pero su ropa no es de guaperas hawaiano sino de rockero, de integrante de una banda de cinematic rock como Starset. Pero la gente le quiere por su amabilidad, no le importaba ayudar a nadie, era como un hermano mayor para algunos. ¿Hermano mayor? ¡MIERDA! Debo tener cuidado con él, aunque nunca le he visto tontear o ligar con una chica, hay esperanza.
- Éste que va a sentar la cabeza – Me placa. Tom Cooper, otro capullo, pero sobretodo un excelente moja bragas, sólo necesita ponerse bien el pelo, la chaqueta del uniforme abierta y su sonrisa de ligoteo para ver cómo se formaban charcos por los pasillos.
Ellos dos son los más populares ¿y yo? Su fiel amigo que nadie se fija, pero me da igual, las tías de aquí son demasiado tontas para mi gusto.
- ¡Ag! –gruño- ¡Quítate de encima cacho cabrón! – lo empujo fuera de la cama.
- ¿Acaso te duelen los golpes de ese par de gorilas? – se ríe entre palabra y palabra.
- ¡Que va! Pero esto te va a doler a ti – le suelto un puñetazo en la mejilla.
- Después de tirarme dos meses a base de verdura hervida ando un poco debilucho. – creo que fue lo peor de los dos meses que pasé ahí, hay verduras que me gustan, pero la mayoría de la verdura que hervían eran acelgas, puerros, brócoli y coliflor, para ser sinceros el brócoli me gusta y la coliflor también, pero en aquella casa no sabían a nada o sabían mal.
- Escusa barata – cruza de brazos.
- Ya lo verás imbécil, que sepas que tengo doble ración de postre por dos semanas – sonrío triunfante.
- ¿Y eso? – preguntan los dos a la vez.
- Se los he sacado a la Heidi borde por hacerle un favor. – los dos abrieron la boca.
- ¿Qué favor? – pregunta Eric.
- ¿Acaso se ha rendido a tus pies y el favor es no decírselo a nadie? – pregunta Tom.
- Ojalá, aunque casi lo consigo – suspiro. – Me los da a cambio de que le pregunte al Señor Gibbs que la deje ir con la panda de Tommy a la Plaza Mayor a ver el gran árbol de Navidad y a la feria que hay ahí.
- ¿Y por qué no se lo pregunta ella? – pregunta Eric con un tono sereno. – Ya es de los mayores.
- Al parecer piensa que el Señor Gibbs es el mayor psicópata del centro y cada vez que está en su clase la dan escalofríos, etc. –
- ¿Enserio? –
- Sí, créeme. –
- Pero ¿por qué a ti? Yo también soy de los mayores además mi cumple es dentro de poco, si me lo hubiese pedido hubiese cumplido su fantasía de estar entre mis brazos – a veces me pregunto si Tom es el que se moja cuando ve a una tía y no al revés.
- Tom deja de pensar que todas las tías quieren contigo, hay alguien que no quiere, admítelo. – Eric el sabio.
- Seguro que quiere, pero aún no lo ha dicho. –Eric y yo suspiramos cansados.
- Pero es verdad ¿por qué a ti? La he visto más de una vez pegarte una paliza, te odia a muerte, ¿por qué de repente es amable contigo e incluso te pide un favor? Incluso te ha dado su postre por dos meses, con lo que le gusta a esa muchacha el postre, algo huele mal.
- Bueno le dije eso o un beso y estuvo a punto de dármelo. –
- ¡¿Enserio?! – exclamaron los dos.
- Raro, muy raro – Eric lleva una mano a su mentón.
- Según me dijo es porque me llevo bien con él, cosa que es más bien que nos aguantamos.
- Pues sí, ¿por qué desde cuando Thomas Blumer se lleva bien con un profesor? Ni siquiera te llevas bien con el profesor de mecánica y eso que adoras su clase.
- ya ves. –
- ¿A ver si va a ser eso verdad de que del amor al odio hay solo un paso? – me guiña el ojo Tom mientras me suelta un leve codazo en el brazo.
- Bueno uno de mis objetivos es salir de aquí y que ella haya estado por lo menos una vez debajo mío, ya saben a qué me refiero.
- Pues si la cosa sigue así no tardarás mucho. – dice Eric poniéndome una mano mi hombro izquierdo.
- Aunque creo que si acabas encima suyo ella te dará una patada en los huevos. – Tom y Eric estallaron de la risa.
- ¡Yo creo que no! Puede que realmente se deje, no es algo que acabe de empezar a hacer. –
- Es verdad – suelta Eric secándose una lágrima provocada por la risa – llevas intentándolo cuatro años, ¿verdad?
- Sí desde su desarrollo empezó a notarse. – afirma Tom
- Aunque ya querías ser su amigo desde antes, poco después de que llegaras. –
- Se ve que su cuerpo cambió, pero no su opinión sobre ti, ya que sigue rechazándote. – ambos volvieron a estar de risa. - La Heidi borde sigue rechazando al pobre enamorado. – dice Tom con tono de burla
- ¡¡GRACIAS POR SU AYUDA PAR DE CABRONES!! ¡¡Y NO ME GUSTA!!– me levanté de la cama y salí de la habitación. Mientras oigo como siguen riéndose de mí. ¿Yo? ¿Enamorado? Encima de ella. Gruño. Menudo par de idiotas. Es verdad que de pequeño quería ser su amigo, estar cerca de ella, ya que fue la única que me tendió la mano cuando lo necesitaba sin prejuicio alguno, me costó pillar que no quería nadie a su lado, ayudaba porque era amable, pero hasta ahí, con corazón de oro, pero solitaria, fuego y hielo chocando, así era y así es, me di cuenta a los 12 años. Ahora solo quiero, digamos, devolverle el favor, o mejor dicho enseñarla lo que se perdió por no aceptarme. Mierda. Pongo mi cabeza contra la pared. – Necesito relajarme, iré a meter la cabeza bajo el grifo. – dirijo mis pasos hacia el baño que estaba al final del piso, al lado de las escaleras para bajar a la zona de los profesores, aunque me paro justo en la puerta del baño mirando hacia las escaleras. Ahí de cuclillas se encontraba el mal de mis problemas junto a seis críos más, ahí estaba ella.
- Samantha, ¿sabes ya si podremos ir a la feria? – pregunta uno de ellos.
- Quiero ver el árbol. – suelta otro.
- ¡y yo! -
- ¡Yo también! – malditos niños mimados.
- Silencio. Estoy en ello, espero mañana saber la respuesta, recuerden que necesito el permiso de un profesor, necesito que me haga ese favor, porque esta vez es una ocasión especial y no por comprar algo que ese profesor necesite. – los críos bajaron la cabeza deprimidos. – Pero prometo intentarlo. - sus rostros se iluminaron - Sino podemos verlo por la televisión cuando tengamos tiempo libre o el árbol que ponen aquí, que también es bonito – esboza una gran sonrisa. Su sonrisa relaja mucho, es demasiado cálida, me hace sentir nostalgia.
- Está bien...- asienten un poco deprimidos.
- Venga, ahora todos a la cama, ya es hora de irse a dormir. – todos se dirigen a ella a abrazarla.
- Buenas noches Samantha. – se despiden de ella y van corriendo a sus habitaciones.
- Eres demasiado buena con ellos, ¿no piensas en tu felicidad? – pregunto integrado.
- No puedo pensar en mí cuando ellos siguen viviendo aquí. – se levanta y se sacude el pantalón. – sabes lo que significa este sitio para un niño.
- Sí, lo sé, una auténtica pesadilla. –
- Por eso intento hacer que su pesadilla no sea tan dura. – suspiro y esboza una sonrisa cansada.
- ¿Puedo hacerte una pregunta? – me acerco a ella lentamente.
- Por tú bien espero que no sea una de esas para llevarme a tu cama. – se me queda mirando a los ojos.
- No, tranquila, además tengo a más candidatas a parte que a ti. – muestro una sonrisa pícara.
- Ya, ya, suelta la pregunta.
- ¿Por qué yo? –
- ¿eh? ¿Por qué tú el qué? –
- ¿Por qué me lo pides a mí lo de hablar con el Señor Gibbs para que os deje salir a la feria? Es decir, soy la última persona en todo el orfanato con la que se llevaría bien con un profesor, me conoces desde que teníamos 5 años, nunca me he llevado bien con algún profesor. Además, me odias. ¿Por qué? ¿Por qué yo? – Su mirada se vuelve triste y la aparta de mis ojos dirigiéndola hacia el suelo.
- Porqué si – frunció el ceño.
- Mentira, hay una razón.
- Tú lo has dicho, nos conocemos desde que teníamos 5 años, así que deberías saberla, ¿no crees? – volvió a mirarme.
Me paré a pensar durante un segundo. No sé qué narices puede ser.
- Igual de idiota que siempre – emprende su paso hacia las habitaciones, pero de pronto se para al lado mío sin mírame, pero pronto continua el paso.
No entiendo, ¿qué tendré yo que no tenga el resto? A ver si va a ser verdad eso de que a lo mejor la he conseguido conquistar. Lo dudo mucho. Me doy media vuelta dirigiéndome a mi habitación, entro pensativo, aquello me iba a quitar el sueño.
Al día siguiente...
Un gran ruido llega a mis oídos. Es la campana que indica que es hora de levantarse, cojo la colcha y la pongo encima de mi cabeza. No sé por qué mi cabeza estuvo pensando sobre lo que me dijo aquella borde, pero lo hizo por dos horas, con lo que a mí me gusta dormir y me he tirado parte de mis horas de sueño con lo que me dijo aquella petarda, a veces ni yo me entiendo.
Al final con pereza me levanto, me pongo las zapatillas y me dirijo al pasillo con la única intención de ir al baño a despejarme echándome agua en la cara. Las clases volvían a empezar para mí. Hoy es martes por lo que tendría clase con Don Mormón, Don Espinilla, matemáticas con el Señor Browling, mecánica con Sebastian y Michel, no lo dije, pero a este sitio le importa el dinero y ya que a esos dos a la perecer antes llevaban un taller de mecánica, así que han matado a dos pájaros de un tiro. A última hora tenía con Arthur, bien, entonces le diré a Heidi que lo haremos a final de la clase. Vuelvo a la habitación, me cambio y me voy a clase.
En el recreo...
Cojo mi bandeja junto a Eric y a Tom, quien hace que un par de chicas nos cedan su puesto en la cola para que nos sirvan la comida, ahí sirviendo la comida me encuentro con Samantha.
- Hey, Heidi. - la saludo con una amplia sonrisa.
- No me llamo así. - me fulmina con la mirada.
- Ya lo sé, pero siempre tienes tu cabeza en las nubes. - me hecha un pote de puré de verdura en uno de los platos, luego lo deja en mi bandeja, otra de las cocineras me da un plato con un filete y guisantes. - Por cierto, a última hora toca con Arthur así que se lo preguntaremos después de clase.
- Está bien, te esperaré. - me deja un plátano sobre la bandeja. Me quedo enfrente de ella mirándola con una ceja levantada. - Cuando acabes tu comida ven donde esté sentada y te lo daré.
- ¿Crees que me chupo el dedo? -
- Te he dicho que luego te daré mi puto postre, ahora vete, hay gente esperando su comida. - gruño y me voy con Eric y Tom.
Cuando acabo mi comida me dirijo donde está ella, estaba sentada en una mesa sola, en una esquina de esta. Me acerco con las manos en los bolsillos, tenía la boca abierta para decirla que me diese lo que me corresponde, pero algo sucede que me cae de improvisto, rápidamente ella pone el plátano fuera de la bandeja, en el asiento de enfrente, suspiro, cojo el plátano y me dispongo a irme, pero me giro y acabo sentado en el asiento enfrente suyo, me ignora, quito la cáscara al plátano mientras la observo.
- ¿No decías que tienes a otras tías aparte de a mí? - sube su cabeza a mirarme.
- Pero te prefiero a ti. - doy un primer mordisco a la fruta.
- ¿Qué quieres? ¿Vienes a hablar sobre la hora de informática o vas a seguir soltando frases de ligue? -
- No, no tengo ganas. -
- ¿entonces qué quieres?
- Nada - giro mi rostro hacia un lado para ver la mesa vacía, sin rastro de que alguien haya comido ahí además de ella, también veo a la gente pasando de largo, grupos de amigos hablando entre ellos, con risas y contándose a saber el qué, no salíamos de aquí, así que no sé cuál puede su tema de conversación, ¿sobre si se han encontrado una cucaracha? A saber. Poco a poco mi cerebro empieza a trabajar, veo como todo empieza a ir más lento, el tiempo se está congelando para mi. Entrecierro los ojos cuando me doy cuenta, así que era eso. Ahora sí que me das pena, aunque también siento rabia.
La hora de la comida termina, sólo nos queda la hora de informática, solemos tener cuatro clases por la mañana y una por la tarde que por lo general suele ser o informática o mecánica.
Nos dirigimos a aquella clase que siempre olía a lejía, se ve que el profesor tenía una manía con la limpieza. Cada uno se sienta en su sitio, como siempre, pasan 10 minutos desde el comienzo de la clase, pero el profesor no llega, cada uno estamos hablamos con diferentes personas, al final escuchamos como la puerta se abre y el profesor aparece.
- Lo siento por tardar chicos - se veía que había venido corriendo, tenía lagos de sudor en los sobacos. - Pero debo anunciaros algo. - abre la botella de agua que siempre tiene en su mesa, da un trago y se dispone a continuar. - Tengo que deciros, que vuestro director, el Padre Tobbias, ha vuelto del Vaticano.
- ¡¿QUÉ?! –