Una vez más, desperté agitada y asustada. Perlas de sudor recorren mi cuerpo, haciendo que la ropa se pegue a mi piel. Las pesadillas habían inundado mi mente, impidiendome conciliar el sueño. Aproveche la oportunidad para darme una ducha y cambiarme.
Secaba mi cabello cuando vi el reloj de pared. Aún era de madrugada, a duras penas habían pasado un par de horas desde mi llegada; por lo que decidí hacerme una infusión de manzanilla caliente con algo de leche y miel para intentar relajarme.
Luego de tomar el té, volví a la cama y me acurruque en ella. Enfoque la mirada a un punto neutro de la pared tratando de conciliar el sueño. Realmente odiaba estar sola y no tener el consuelo de nadie y en esa situación era peor. Pero, en sueños fue distinto.
Apareció él, confortándome en silencio. Nunca pude distinguir su rostro; aunque eso no importaba. Me era suficiente con que me abrazara en ese momento, haciéndome sentir querida y protegida. Algo en mi interior me decía que él era el responsable de que ese hombre no me encontrara a pesar de tenerme al frente y lo agradecí en el alma.
Aunque al principio me costara conciliar el sueño, pude lograrlo después de que mi misterioso protector apareciera. A pesar de saber que era de día, por la claridad que entraba por la ventana, no quise levantarme. Cubrí mi rostro con las sábanas y me volví a acurrucar en la cama.
Está vez tuve pesadillas recurrentes, donde ese hombre me atacaba de mil formas diferentes, en todas ellas lograba su cometido y despertaba justo en el instante en que me apuñaleaba. Por ello, decidí renunciar a la cama y me levanté.
Volví a ver el reloj y esto me sirvió para percatarme que por lo menos había dormido cuatro horas. Escuché mi estómago rugir y recordé que lo único que había probado mi estómago desde el día anterior era la infusión de manzanilla con miel y leche.
Me preparé un tazón de cereal clásico con trozos de bananas y fresas fresca. No tenía ánimo de hacer nada más, por lo que di gracias de que se tratase de mi día libre.
Tomé un pequeño libro que había estado leyendo y aunque solía ser una ávida lectora, no pude seguir leyendo debido a la baja de energía que tenía. Fue un día verdaderamente aburrido.
No le dije a mis padres lo ocurrido, creo que lo mejor fue no hacerlo para no preocuparlos y así disfrutarán mejor el viaje. Después de todo se lo merecían.
No pude evitar pensar en lo sucedido y más que nunca estaba decidida a hablar sobre el accidente del transporte con Víctor: el gerente. Si el chofer me hubiera dejado en la puerta de mi hogar, nada de eso habría pasado. Pondría un ultimátum: me dejaban en mi casa o simplemente no volvería a quedarme redoblando turnos hasta el cierre.
Luego de comer, ducharme, asear la casa y poner a funcionar la lavadora. Decidí descansar un rato mientras aquella máquina hacía lo suyo. Caí profundamente dormida y allí estaba él de nuevo.
Nunca supe distinguir si era real o solo era producto de mi imaginación. Pero, ¡caray! ¡Qué creatividad la mía! Todo se sentía tan real... su tacto, sus besos e inclusive la sensación de su aliento en mi cuello.
Siempre iniciaba de la misma forma. Quizás buscaba como hacerme sentir que era él y de ese modo no me asustara. Tenía una manera muy dulce de tratarme y llevarme al cielo, que nunca había experimentado con nadie más. No hablaba; aunque jamás hizo falta mediar palabra alguna para saber exactamente lo que quería o sentía.
Al entreabrir mis ojos lo vi. Su cuerpo perfectamente esculpido subía sobre mí, envolviéndome de manera protectora. Era delicado al atrapar mi boca en la suya con un largo y excitante beso.
Deseaba explorar y saborear sus labios con un famélico desespero. Disfrutaba deleitarme con su exquisito sabor. Rompí brevemente la unión de nuestros labios para recuperar un poco el aliento, pero no tarde en regresarle él besó.
Unimos nuestros cuerpos de manera más íntima, buscando con desespero el contacto de cada parte de nuestra piel. No me incomodaba su baja temperatura, al contrario, siempre pensé que nos complementábamos de ese modo. Él refrescaba el calor que emanaba de mí y yo calentaba su gélida piel.
Las hebras de mi cabello se enredaban entre sus dedos, como si se negaran a dejarlo ir; mientras su otra mano se deslizaba suavemente por mí cuerpo, abriéndose pasó a través de la poca ropa que llevaba. Pasando por mi abdomen, subiendo poco a poco por mi espalda. Yo le imitaba de la misma forma; recorriendo su espalda, sus brazos. Apretandolo más hacia mí.
Comenzó a bajar sus besos húmedos por mi cuello mientras levantaba mi camiseta para tener mis senos a su completa disposición. Cuando los tuvo totalmente libres los contempló por un momento y luego envolvió uno de ellos con su mano y llevo su boca mi pezón. Lamiéndolo suavemente. Dibujando círculos con su lengua, pellizcándolo sutilmente con sus dientes y finalmente chupándolo. Haciendo que me mojara más aún y me retorciera de placer.
Con la mano libre tocaba mi sexo húmedo e introducía sus dedos en mí, arrancando oleadas placenteras de mi cuerpo y justo cuando creí que no podía ser posible más placer, él entraba en mí. Nuestros cuerpos se entrelazaban en un suave va y ven de caderas, al ritmo de una dulce melodía únicamente audible para nosotros, siempre acompañado de nuestros gemidos.
En cada embestida aumentaba la intensidad; haciéndome sentir que el mundo desaparecía entre aquellas sábanas a las cuales me aferraba, dejándome explotar al final en él más deliciosos orgasmos.
Salió de mí y comenzó a besarme desde la rodilla. Mientras, yo disfrutaba del placer que me había dado él posaba sus labios en lo más profundo de mi muslo, presionando su boca en ese lugar. Al principio sentí un ligero dolor, pero este desapareció a medida que me deje llevar por la oscuridad mientras sentía sus besos y succión en esa zona.
Ya era de noche cuando abrí mis ojos. Igual que otras noches donde él aparecía, desperté totalmente agotada a pesar de haber dormido durante varias horas; como si aquel sueño hubiera sido real. Siempre sentía mi humedad y no me quejaba de aquello, la verdad esos sueños eran sumamente placenteros y tan realistas que me hacían llegar al orgasmo. Si el cansancio era el precio a pagar, gustosa lo pagaría sin dudarlo.
Vi mi rostro en el espejo del baño, estaba cubierto de perlas de sudor y mi pelo se encontraba totalmente enmarañado, sonreí ante esa inusual vista atractiva. Tomé una ducha y me cambié de ropa.
Subí a la azotea de mi casa para contemplar un rato las estrellas. Disfrutaba de la suave brisa fría de la noche cuando tuve esa fuerte sensación de ser observada. Conocía esa mirada, pero una vez más, al voltear, no había nadie.
La noche transcurrió con normalidad. Mi misterioso amante no volvió a aparecer y yo no paraba de pensar en él. Recuerdo la primera vez que lo persivi, fue durante mi adolescencia, tenía unos diecisiete años.
Estaba en la asotea mirando las estrellas, soñando con cosas maravillosas e imposibles. Imaginando a las estrellas como seres maravillosos, capaces de enamorarse de algún mortal y descender del cielo para hacer realidad su amor.
De repente sentí una fuerte mirada a mi espalda y de hecho, juraría que pude ver una larga gabardina masculina ondeando con el viento; pero al voltear no había nadie. Al principio me sentí algo incómoda, pero con el tiempo, empecé a disfrutar de esa silenciosa compañía.
La primera vez que lo sentí de una manera más íntima fue a los 18 años, fue como si nuestros cuerpos hubieran nacido para estar juntos, tan mágico y perfecto que decee que esa hubiese sido mi primera vez. muchas veces soñaba con que fuera real, pero no lo era.
A la mañana siguiente fui al trabajo y, antes de iniciar mi jornada fui directo a la oficina de Víctor. Si había alguien que pudiera resolver de manera efectiva mi situación era él. Toque dos veces la puerta de madera para anunciarme.
—Disculpa Víctor, ¿puedo pasar? —Pregunté tratando de calmar mi ira—. ¿Tienes un minuto?
—Si Victoria, pasa adelante —Dejó a un lado lo que estaba haciendo para prestarme atención. —¿En qué puedo ayudarte?
A pesar de ser el gerente, teníamos una relación laboral muy amena, incluso podría decir que era uno de mis mejores amigos. Me gustaba trabajar allí, más que un trabajo era mi segundo hogar y no quería cambiar aquello.
—El sábado tuve un percance con el señor del transporte nocturno —Le informé tratando de disimular mi ira—, se negó a dejarme en la puerta de mi casa alegando que "supuestamente" era zona roja y que él no se iba a arriesgar a un robo.
—Discúlpame victoria —Comentó apenado.
—Tú y yo quedamos en un acuerdo. Yo me quedaría hasta el cierre apoyándote, siempre que me dejen en la puerta de mi casa.
—De verdad no sabía que eso había pasado —Se veía notablemente molesto, tomó el teléfono que reposaba en el escritorio y comenzó a marcar los numeros. —Llamaré al señor en este momento y hablaré con él para que te deje en tu casa.
Decidí omitir el percance ocurrido mientras caminaba en medio de la noche, no quería que se preocupara. Después de todo, había sido un evento inusual y dudaba mucho que se volviera a repetir.
—OK. Está bien, muchas gracias -Sonreí satisfecha. —bueno empezaré la jornada, ya dentro de poco será medio día y sé que no nos daremos a basto con tanto trabajo.
—Sí —Dijo con el teléfono en la oreja, esperaba a que atendieran la llamada—. No te olvides del evento de hoy en la noche.
—¡Lo había olvidado!
—¿Cuento contigo?
—Si, no te preocupes.
Del otro lado atendieron la llamada, cerré la puerta y lo deje tranquilo. Realmente tuvimos trabajo extra, eran la una y media de la mañana cuando terminamos y esta vez me dejaron en todo el frente de mi casa. Pasaron los días y en efecto aquel señor, a regañadientes, cumplía con su función. Aunque, algunas veces lo escuchaba refunfuñar mientras rola a los ojos para hacerme notar su molestia.
Cerramos temprano y bajamos todos al club. Cambiamos nuestras Filipinas blancas por unas negras con detalles en blanco. Converzamos un momento con los camareros que habían contratado y pusimos manos a la obra con el menú de la noche.
Constaba de un aperitivo, una entrada ligera, el platillo principal y el postre. 3 sugerencias por platillo y un total de 200 comensales a los que servir; todo eso sin olvidar todos los pasapalos. La cocina estuvo muy movida durante la noche, aunque ya para las 2 de la mañana la cocina se había cerrado oficialmente.
Estábamos aseado todo mientras hablábamos. En esta oportunidad, el tema de conversación eran algunos libros de vampiros.
—El mejor de todos es Edward —Comentó Camila—, si existiera le extendería mi cuello sin pensarlo —Ladeo la cabeza invitando al vampiro ficticio a beber de ella.
—¿Sólo el cuello? Yo diría que cuello, brazo, pierna y cualquier otra extremidad tuya —Bromeó alejandro—, ¡Edward, has me tuya! —Bufó imitando la voz de la aludida.
—De verdad no sé qué le vez a ese vampiro. Es escuálido, inseguro y brilla como bola disco —Continuó Richard.
—¡Claro que no!, lo que pasa es que ustedes no lo entienden —Respondió Camila intentando defender a su amor platónico—. Además, apuesto que nunca han leído algún libro de vampiros. ¡Este es el mejor!
—Entonces, seguramente has leído otros libros... ¿me equivoco? —Preguntó Alejandro.
—Sí... No... ¡Hay, eso no viene al caso!
—Claro que tiene mucho que ver. Esta entrevista con el vampiro, Drácula de Bram Stoker y muchos más que son mejores que este —Agregue mientras reía.
—Descuida, nosotros te traeremos hacia la luz —Dijo Alejandro mientras veía a un punto invisible en el techo.
—En fin, nos desviamos del tema —Irrumpió Camila algo enfadada—, ninguno ha contestado, así que repito la pregunta. ¿Aceptarían convertirse en vampiros y dejar todo atrás?
—Depende.
—Según tú ¿de qué depende, Richard?
—Sí sólo seré el hazme reír como tu Edward, pasó.
—¡Ja, ja! Me muero de la risa, eres muy "gracioso" —Rolo los ojos y miro a Alejandro. -¿Y tu?
—Pues, si soy como los de Underworld ¡ni lo pienso! ¿Donde firmo?
—Ja, ja, ja. ¡No tienes remedio! —Camila posó su mirada en mi. —Vicky ¿y tú, aceptarías convertirte?
—No —Respondí de manera tajante.
—¿De verdad? Así sin pensarlo, imagina que el amor de tu vida es un vampiro y este te pide convertirte... ¿De verdad lo rechazaría?
—Sí... Si el hombre de por sí ya es infiel y los índices de separación son altos imaginate con un hombre que vive eternamente. ¿De verdad crees que no será infiel, o que no se irá en algún momento con otra?
»los hombres son pasajeros, la familia no. Me veré obligada a ver a todos mis seres queridos morir mientras yo sobrevivo a ellos, con la posibilidad de que "el amor de mi vida" me abandone cuando se aburra de mi. Prefiero quedarme con mi familia, tener hijos y llegar a viejita.
Mientras pronunciaba aquellas palabras sentía esa mirada tan familiar a mi espalda, no voltee por que no quería que mis compañeros me tomarán por loca o paranoica; así que decidí actuar como si nada pasaba.
Seguimos hablando un rato más sobre los vampiros, la inmortalidad y los poderes que podrían o querrían tener. Cuando terminamos, ya el transporte nos esperaba a las afueras del centro comercial.
Gracias a nuestra labor en el evento especial en el club nocturno, nos habían regalado pases especiales con barra libre hasta que cerraran. Mis compañeros y yo acordamos para ir el viernes, a la hora de salida. No pude evitar pensar en Sofía. Sin duda, se robaría la atención de todos al bailar, pero no podía invitarla en esta oportunidad.