En los siguientes días fueron calmados. Aunque Xiao XingChen le había dicho que era un prisionero, lo soltó después de una semana. Esos días fueron muy buenos y felices. Iba al pueblo cercano a comprar los víveres para almorzar, a veces con A-Qing, solían pelearse y discutir, siendo intermediario el Daozhang blanco. Cuando pasaban en las calles, habían vagabundos que se burlaban por la cojera de Xue Yang. Este solo se rió, pero sus ojos reflejaban malicia hacia ellos.
Cuando llegó la noche, le propusó a Xiao XingChen que fuera de cacería nocturna con él de compañero. El mayor sentía que no tenía que confiar en el menor, pero dejó que lo acompañará, ya que temía por la vida de A-Qing si le prohibía ir con él.
—No me separaré de ti, Daozhang— dijo, sonriendo mientras sostenía un cuchillo entre sus manos—. Nunca lo haré~
Xiao XingChen sintió una extraña corriente eléctrica recorrer su piel al escuchar el tono juguetón de Xue Yang. Siguieron su camino al pueblo más cercano, buscando cadáveres feroces. En su otra vida, Xue Yang había engañado a Daozhang para que matará a los aldeanos usando el polvo cadavérico para que emitieran energía demoníaca. Pero había estado jugando con A-Qing, fastidiandola e insultandola cada que podía, así que no tuvo tiempo para preparar la trampa.
Solo se toparon con pocos cadáveres feroces que pasaban por ahí. Les dio un digno sepulcro junto a Xiao XingChen y, antes del amanecer, fueron al siguiente pueblo en donde esperaron a que abrieran los puestos del mercado. Cuando abrieron, aprovecharon a comprar el desayuno y almuerzo. Como todas las veces, habían mercaderes que se aprovechaban de la ceguera de Xiao XingChen y no le vendían lo apropiado. Xue Yang los veía con desprecio. No soportaba aquello, que los demás, sabiendo de tus debilidades o imposibilidades, se aprovechaban o te humillaban. Cuando Xiao XingChen iba agradecer al mercader, Xue Yang le mostró una sonrisa al mercader, para luego patear el puesto con todo y las verduras.
—¡¿Qué te pasa, imbécil?!— gritó el mercader, quien estaba horrorizado al ver su puesto destruido y las verduras esparcidas por la calle.
—Solo le regresó la amabilidad— dijo, encurvando sus labios en una sonrisa malévola y sus ojos brillaban, como el asesino que era.
—¡Estás loco!
Xue Yang iba a empezar a insultar al hombre del puesto, pero Xiao XingChen tocó el hombro del joven. El cultivador demoníaco lo miró, llevaba una sonrisa gentil. Lo sorprendió, pero sólo pudo reír como maniático.
—¿Sabe? Agradezca a este Daozhang— dijo, señalando a Xiao XingChen con un golpe en su hombro—, porque si no estuviera aquí, ya estuviera esta noche con una espada atravesada por ser un cadáver feroz.
El pobre hombre solo gritó del susto y salió corriendo. Xue Yang sólo se agachó para recoger las verduras caídas con ayuda del Daozhang, pues le había pedido que las recogiera ya que el mercader las había dejado caer, y las guardaron en el canasto. Las sobrantes las echo en su túnica, pues se había quitado la túnica y se llevó los vegetales mientras volvía con Xiao XingChen y le entregaba la canasta.
—Creo que ya no saldremos a comprar por mucho tiempo— dijo, mirando hacia dónde huyó el aldeano.
—¿Por qué?— preguntó el de blanco, sosteniendo la canasta y notando lo pesada que estaba.
—¡Ahí están!— grito el mismo mercader, solo que con una multitud enfurecida.
—¡Corra, Daozhang!— dijo, tomando la mano del ciego y jalandola para correr.
Corrieron mucho. El ciego no sabía que pasaba y sólo se dejó guiar por el delincuente. Cuando habían perdido a la multitud, el chico de negro tomó un respiro, pues hacía mucho que no hacía eso antes de que lo llevarán a la Torre Koi. Hasta que cayó en cuenta que él hubiese podido con toda esa multitud. Eso que había echo era una estupidez.
—¿Por qué corrimos, Xue Yang?— preguntó el ciego, sosteniendo la canasta, luciendo agotado por la corrida larga que hicieron.
—Fue una idiotez de mi parte— se reprendió—. ¿En qué pensaba? Bien los hubiera asesinado a todos...
—Xue Yang.
Ahí, cayó en cuenta que estaba con el ciego de mierda, éste estaba confundido y se sujetaba de su manga.
—¿Qué nos perseguía? ¿Los aldeanos? ¿Qué hiciste?— preguntó, funciendo el ceño.
Esté solo chasqueo la lengua.
—El maldito aldeano se asustó como joven ama y fue a llorarle a los demás para golpearnos— dijo, quitado de la pena—. Bien lo hubiese herido de tal forma que ni su madre lo reconocería, ja— sonrió.
Xiao XingChen sólo negó con la cabeza. Se lo esperaba de ese joven con aspecto de niño.
—¿Qué fue lo que hiciste?— preguntó, autoritario.
Xue Yang miró a Xiao XingChen sorprendido. No esperaba para nada que le hablará como si fuera su madre. Se sintió ofendido.
—Lo que hicimos, Daozhang— lo corrigió, estallando de carcajadas cuando miró la cara del ciego contrayendose de horror.
—¿Qué dijis...?— dijo con dificultad.
Xue Yang paró de reír.
—No se preocupe, Daozhang— habló como si lo consolará de algún llanto—. Su reputación no ha sido dañada— sonrió con orgullo—. Solo robó algunas verduras, lo más sencillo de hacer un mal... Aunque...— dijo con una mano acariciando su mentón—. Eso no es ni remotamente manchar la dignidad...— dejo de lado el tono de voz que uso sacudiendo la cabeza, para luego sonreír—. Si hubiese asesinado a alguien, ya no...
Paró de hablar, dándose cuenta que estaba por cometer un error. No debía hablarle de que por culpa suya, él había asesinado a gente inocente. Aún no. Eso sería su sorpresa para el ciego. Demostrarle que tan bajo podía hacerlo caer en la maldad del mundo. Solo soltó un suspiro.
—Y, ¿Si devolvemos lo que robaste...?— comenzó a preguntar con un tono tímido.
—Robamos— le corrigió divertido el delincuente.
—¿... A las personas del mercado y les ofrecemos una disculpa?— dijo, ignorando lo dicho de Xue Yang.
—Y crees que lo aceptarán de buena manera, ¿no?— dijo, rodando los ojos.
Ese, además de ciego, es estúpido. Pensó el delincuente.
—Debemos ser buenas per...
—¡Al carajo la amabilidad!— exclamó, molesto—. Eres un imbécil— echo en su espalda la túnica con las verduras—. Sólo son unos vegetales que luego estarán en tu estómago y luego los desecharás en el baño— ya estaba hablando fuerte y caminando hacia la Ciudad del Ataúd.
Xiao XingChen solo pudo asentir y seguir hacia donde le guiaba el chico rebelde.
Esa noche, cenaron de maravilla. Lo que habían recogido —robado, según Xue Yang—, eran tanto vegetales como frutas frescas de temporada. A-Qing se maravilló por el banquete, era sopa de verduras y algunas frutas de postre, junto con el té. Estaba muy contenta con ello.
—¿Cómo le hicieron para conseguir esta comida?— dijo, comiendo un bollo al vapor, que estaba en un plato junto con otros seis.
Xiao XingChen se incomodó. No quería decir que lo había robado, siendo engañado, claro está.
—No importa ya— contestó el chico, comiendo un poco de sopa—. Está aquí la comida, así que esa es la respuesta.
—Conociéndote, lo robaste sin que se diera cuenta Daozhang, ¿no?— dijo, suspicaz.
—Bueno...— empezó a decir, incomodó el ciego, pero fue interrumpido por el joven.
—¿Y qué?— dijo, agarrando un bollo—. No estas tragando y andas de mal agradecida— dijo, reprendiendo a la chica, fingiendo estar ofendido—. Además, tú no eres una blanca flor de cerezo para decir eso, ¡ja!— rió un poco por el comentario que hizo.
La niña solo infló sus mejillas, furiosa. Porque era verdad. Ella ya había robado, pero era para sobrevivir y no tener que pasar hambre en las calles. Aunque Xue Yang ya sabía, por boca de Xiao XingChen, ella le había robado el día en que se conocieron. Por alguna extraña razón se sintió molesto por ello. Por eso, insultaba a la chica y le hacía bromas crueles.
—Coman, por favor— dijo firmemente el Daozhang blanco—. No se habla cuando se está cenando.
Ambos, a regañedientes, obedecieron. Xue Yang le hacía gestos a la mocosa, según él, y ella los regresaba. Así estuvieron hasta que terminaron de cenar.
Como había predicho el delincuente, por una semana no habían pisado el pueblo, sólo A-Qing había salido, ya que, según ella, quería jugar en los alrededores del pueblo. Xue Yang, por su parte, preparaba la trampa en donde haría caer a Xiao XingChen.
Estaba en un pueblo cercano, pues el pueblo que visitaban era un poco más lejos de donde se encontraba. Pasó por ese pueblo. Toda la gente vendía sus productos en la calle y algunas compraban con una sonrisa y palabras de agradecimiento. No recordaba un pueblo así, según las memorias de su yo pasado. Aunque empezaba a preguntarse que si de verdad se había vuelto loco. Le daba igual, hasta que vio una mujer de edad mayor que cargaba unas bolsas de compras y unos niños empezaron a tirarle polvo a sus pies. Xue Yang solo sonrió, eso le recordaba a cuando les hacía una malicia a los puestos o personas que les caía mal por alguna razón.
—Es una omega vieja— dijo el más alto, supuso que era el líder del grupo.
—Es muy vieja y fea— le siguió otro menos alto que el anterior.
—Según dice mi padre, los omegas están para servirnos a nosotros, los alfas— rió otro, quien le tiraba aún más tierra a la mujer.
El semblante de Xue Yang se oscureció. Odiaba eso. Lo repugnaba y le hacia sentir muy molesto.
—Malditos niños— les grito, atrayendo la atención de los niños y de la mujer—. Si ser omega sería eso, ustedes son serían el más bajo de todos los alfas.
Los niños, al escuchar eso, gritaron.
—No es de tu incumbencia lo que hacemos— dijo el líder.
—Si quieren conservar su patética y estúpida vida, dejen de estar de pitos escandalosos y lárguense de una vez— sonrió.
Los niños se fueron, gritando hacia sus casas.
—Gracias, joven— dijo la mujer, con semblante cansado.
Xue Yang solo le dio la espalda. Empezó avanzar hacia su objetivo que lo llevó a ese lugar.
—Joven.
Xue Yang quería sacarle el corazón a esa mujer, de mala gana, volteó a verla. Lo que vio le sorprendió.
—¿Me podría ayudar a cambio de esto?— dijo, mostrándole una bolsa de dulces.