Gyda Lothbrok: Madre del Gran...

By 0SashaNieva0

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Tras sobrevivir a una fuerte epidemia que acabó con la mitad de Kattegat, Gyda, la única hija de Ragnar y Lag... More

Prólogo "Creado por la oscuridad"
Padre, él es Fenrir.
¿Quién es Aslaug?
La última cena
Cuatro años después
Reencuentro
Kattegat siempre será tu hogar.
Ella es mi madre.
El Águila de Sangre
Alianzas y el nacimiento de un nuevo niño.
Despedidas.
Wessex
La guerra
El enviado del Rey.
Vuelve a mi
Las palabras del rey Horik
Mal augurio.
Atracción
Traición
De regreso a Wessex.
La reunión.
En compañia del rey.
Noticias y un nuevo Conde.
La victoria de Mercia
El usurpador
La hija de Björn Ragnarsson
Él ha vuelto.
La última despedida antes del viaje
Enfrentamiento
La petición de Torvi
¿Qué has hecho, padre?
Aún es el rey
El juicio
La sombra dentro de la oscuridad
El visitante
Noticias de Lagertha
¿El conde o la condesa?
De regreso a París
Emboscada
Hoy es el día
Regresa a casa
El destierro de Aslaug
Odín
El festín
Sacrificio
Venganza
El plan de Ivar
Los hermanos Lothbrok
Caminos separados
Bandos
La profecía
El tiempo avanza como el viento
Sorpresa
Entre hermanos
El gran lobo
Anhelo
Si vivimos...
Rollo
Hola, Ivar.
El destino
Ragnarok
Infiltración
El nuevo rey
Decisiones
Presentimiento
Epílogo

Regalos.

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By 0SashaNieva0

La sonrisa del Rey Ecbert era insinuante y Gyda deseaba borrársela con sus propias manos. Sin embargo, despejando su sorpresa, su madre no dijo nada más y dió orden para seguir avanzando hacia la granja inglesa.

El rey ni siquiera reparó en ella cuando se puso de pie junto a Lagertha y la acompañó al carruaje.

—Estás enojada.—comentó Athelstan una vez a solas.
Gyda alzó sus ojos fulminantes hacia él.
—Tu rey es muy valiente para decir aquello. Y no me agrada que se interese en mi madre.
—Él no es...
—Por como te trata, parece no querer dejarte ir de nuevo.

Tomándola desprevenida, Athelstan se acercó a ella bruscamente y fijó sus cristalinos ojos en los suyos. Fenrir gruñó en advertencia, pero por primera vez, Athelstan no se veía afectado.

—Te noto distante conmigo, estás a la defensiva. ¿Acaso hice algo?

Gyda no sabía realmente qué responder a eso, porque si lo expresaba como estaba escrito en su cabeza, sonaría infantil. Y ahora que lo pensaba con claridad, era estupido.

Acercándose al frente de Fenrir, musitó:

—Todo esto me pone nerviosa. No confío en el rey, en sus soldados y en todo lo que tenga que ver con Wessex. No te lo tomes personal, Athelstan.—mintió.

Gyda se alejó de él, pasando entre las personas que empacaban sus cosas para continuar el camino. No tuvo que informarle a su madre que iría caminado de nuevo. Tan sólo siguió a los demás en silencio.

Una vez que salieron del bosque y llegaron a la extensa granja, Gyda analizó con ojos de halcón el sitio con aspecto abandonado. Las casas que había distinguido a lo lejos, se veían viejas y desgastadas. Cada una de ellas estaban construidas en diferentes direcciones alejadas una de las otras. Había gente allí, cuyos ojos precavidos no ocultaron su desagrado.

—El Rey Ecbert ha arreglado con algunos obreros que trabajaban aquí para ayudarnos a cultivar la tierra. —informó Athelstan.

¿Había arreglado o obligado? Esa era una gran diferencia.

Gyda no pudo evitar sonreír internamente cuando los obreros, que se habían acercado a ellos, miraron con ojos saltones en dirección de Fenrir. Que le temieran era una buena señal.

Athelstan detuvo la carroza y vió a su madre bajar de un salto. Gyda se aproximó a ella, caminado a su lado con los ojos puestos en los obreros, quienes habían tomado sus herramientas de madera con una risa que no le gustó en absoluto. Hablaban en su idioma y Gyda deseó saber qué decían. Por fortuna, su madre también lo notó:

—¿Qué están diciendo?
—Están diciendo que sus abuelos utilizaban algunas de estas herramientas.—explicó Athelstan con una ligera sonrisa.

Vaya, se dijo Gyda. ¿Cuan avanzado estaban entonces?

Athelstan las dejó caminar en privado por un momento y así contemplar todo con más libertad. Pero en cuanto el rey se asomó, Gyda se volteó hacia él con ojos atentos. En sus manos llevaba un puñado de tierra húmeda.

—Este es mi regalo para ti. —su acento fue extraño cuando habló en el idioma de ellas.
Lagertha, desconcertada por el detalle, tomó la tierra y la acunó en las suyas.
—Este regalo es más importante para mí que un collar de piedras preciosas. —expresó su madre. —Te agradezco con todo mi corazón.

El rey, con una sonrisa triunfal, se apartó de ella. La mirada feliz de su madre conectó con la de Gyda y no pudo esconder su felicidad al verla de aquella manera. Lagertha olfateó la tierra y sus ojos se brillaron.

Los siguientes días fueron productivos en todo momento. Apenas tenían tiempo para comer algo. Gyda recordó su niñez mientras ayudaba a su madre con la tierra. Y se dió cuenta cuanto extrañaba esa antigua vida en el que solo estaba su familia en una tranquilla aldea.

—El Rey Ecbert tiene que retornar a su villa.—gritó Athelstan en su compañía, avanzando hacia ella y su madre.
Gyda sacó un mechón de su cabello de un golpe rápido y se enderezó para prestar atención a la conversación.
—Pero pregunta si lo acompañaríamos y nos quedaríamos allí por unos días.
—Dile que sí.—contestó Lagertha con aprobación. —Necesitamos un baño.—miró a Gyda.
Athelstan sonrió.
—Ellas irán.

Gyda no quería volver al castillo, pero como su madre puntualizó, necesitaba un baño.

De vuelta en el gran salón, sentados en la mesa con comida frente a ellas, Gyda cortó un trozo de su carne con los músculos relajados gracias al baño anterior. Le había costado sacar la tierra de su cabello, por lo que había tardado tanto un buen rato.

—¿Tienes alguna noticia de nuestro ejercito?—preguntó la que ahora era la esposa del príncipe y la que había besado la mano de Athelstan.

Gyda alzó sus ojos hacia ella, tratando de entender sus palabras. Su voz era suave y aguda.

—Aún no.—contestó el rey, sus ojos fijos en Lagertha. —Pero con Ragnar Lothbrok, ¿cómo podemos perder?
—Desde que vi a Ragnar Lothbrok y sus parientes en casa de mi padre, he estado fascinada por esos escandinavos, especialmente por sus maneras paganas. Tú fuiste monje en Lindisfarne, Athelstan. Y viviste entre los paganos. Cuénteme, ¿cómo es?

Gyda frunció el ceño profundamente hacia la muchacha, quien había detenido sus grandes ojos sobre el nombrado. Detestaba no saber que decían.

Athelstan miró a Lagertha y luego a Gyda antes de contestar:

—Lady Judith, tú eres una buena Cristiana. ¿Cómo podría describirte cosas como esas?
Judith sacó una uva de su rama y lo miró fijamente mientras metía la fruta en su boca.
—Pruébame.

Gyda acarició la cabeza de Fenrir mientras observaba con atención, su mano aplastando el tenedor inconscientemente. Sobretodo cuando Athelstan se reclinó hacia la muchacha.

—Imagina que el sol brilla en la noche, y la luna durante el día. Luego imagina que todo lo que sabes acerca de Jesucristo es mentira, y el verdadero Dios es un hombre, con un solo ojo, un manto, un sombrero de ala ancha, y que este hombre, Odín, el padre de todo, conoce el secreto de cada corazón, y el destino de todos los hombres. Y que también, fue colgado de un árbol, murió y renació. Sólo que mucho tiempo antes que Cristo. Antes que nuestro Señor.
—¿Y tú crees en este Odín?

Tanto Gyda como su madre, sintieron máxima curiosidad al escuchar el nombre de uno de sus dioses. Cosa que la irritó aun más. De pronto, Athelstan bajó la cabeza, inseguro.

—Tengo que preguntarme a mi mismo, ¿qué es creer? Mi Lady.
—Athelstan, estás hablando de Odín.—intervino su madre. —¿Qué estás diciendo?
—Amo a Odín. —confesó. —Y amo a Jesucristo. ¿Qué más puedo decir?

Hubo un largo silencio incomodo. Pero el rey hizo una señal a su sirviente y volvió a retomar la conversación.

—Tengo otro regalo para ti, Lagertha. Y para ti también, Gyda. —dijo lentamente, tratando de pronunciar perfectamente su idioma.

Gyda lo miró expectante. Una de las sirvientas inclinó su cabeza hacia su madre y le entregó un paquete, luego caminó hacia Gyda para dejar uno igual.

—Las piedras son mucho más sencillas de llevar que la tierra.

Athelstan tradujo desde su asiento mientras el rey se acercaba a su madre. Gyda desenvolvió la tela y se asombró ver una precioso collar de brillantes joyas. Nunca había tenido uno como aquel. Tomó el regalo con manos dubitativas.
Alguien tocó levemente su muñeca.

—¿Te ayudo?—murmuró Athelstan, mirando el collar con una leve sonrisa.

Gyda asintió, anonadada. Mientras Athelstan se detenía detrás de ella, vió que el rey hacia lo mismo con su madre. Ambas compartieron una mirada secreta. Gyda corrió su cabello para darle mejor acceso a Athelstan para abrochar el collar, sintiendo el frío cobre en su piel.

—Hermoso.—dijo el rey, mirándolas.

Cuando Athelstan tomó asiento nuevamente a su lado, Gyda le sonrió y luego encontró la mirada penetrante de Judith sobre ella. Gyda sostuvo su mirada con desafío, tocando el cuello de Fenrir a un lado de su silla.

GRACIAS COMO SIEMPRE POR EL AYOPO QUE LE ESTÁN DANDO A ESTA HISTORIA, MIL GRACIAS. Y PESE A MI TARDANZA AVECES EN PUBLICAR, SIEMPRE LES TRAERÉ UN NUEVO CAPÍTULO, NO SE PREOCUPEN.

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