Por un momento lo único en lo que pudo pensar es en mis padres. ¿Qué pensaran de mí? ¿Y en lo que me he convertido? Pero eso solo es un momento.
Porque inmediatamente el dolor comienza y nubla por completo mi mente.
Mis entrañas se contraen y suelto un quejido de dolor. Sangre empieza a brotar de mis ojos, como si estuviera llorando. Paso mis manos por mi rostro y acto seguido las froto con la costura de mis jeans.
Solo que ya no son jeans.
Un vestido largo y verde, casi por completo rasgado, reemplaza mi anterior vestimenta. Cierro mis ojos para no tener que observar el resto de mi cuerpo. Pero realmente no importa si vea o no, puedo sentirlo.
Mis rodillas comienzan a temblar y siento las piernas como si fueran de goma. Quizá lo sean.
Una risa brota de mi boca. Después una carcajada, seguida de unas palabras dichas con aire malicioso: niña, inocente y demonio.
Solo que no soy yo.
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Escucho gritos al otro lado de la puerta. Molestos, hastiados y ofensivos. Y todos para mí.
Aunque sé que no he hecho nada a esas personas, ellos creen que por el simple hecho de ser diferente pueden odiarme. El problema es que no soy la clase de “diferentes” que son originales, que se visten de cierta forma, que tienen dones y esas cosas. Mi forma de ser diferente no es un don, es un defecto.
Pero a pesar de que soy diferente, tengo amigos. O al menos los tenía hasta que se rumoreo que era satanista… Marie y Raquel es una de las pocas amigas que tengo. Podría decirte que son las únicas que se quedaron conmigo después de que empezaran los cuchicheos y las miradas aterrorizadas. Ahora que lo pienso Marie y Raque siempre fueron mis únicas amigas. Si Andrea y Laura hubiesen sido mis amigas, no me hubieran dejado de hablar en cuanto conocieron a mi otro yo.
Mama una vez me dijo que en la adolescencia nunca tienes verdaderas amigas todas siempre te apuñalan por la espalda, pero eso no nos pasara a nosotras somos como hermanas.
— ¡Kassandra! — el repentino grito de mi madre hace que me encoja de la impresión — ¡Aléjate ahora mismo de la puerta!
— Lo siento. Solo quería escuchar — contesto cabizbaja alejándome unos pasos de la puerta de entrada, donde los vecinos empiezan a tocar la puerta repentinamente.
— No veo la razón por la que quieras escuchar — dice papá desde el sillón de la sala, con un deje de fastidio —. Lo único que dicen nuestros vecinos irrespetuosos son incoherencias.
Se que es verdad lo que papá dice. Pero aunque sean maleducados y molestos, principalmente conmigo, me parecen interesantes. No porque sean un poco mas diferentes que yo, sino el hecho de que pueden albergar odio hacia una persona solo por ser un poco diferente.