Daniel se paró justo en frente de mí, evitando que Sinner me viera.
—¿Que acaso no tengo derecho a enseñarle disciplina a mi propio hijo que sin decir una palabra a nadie se marchó así como si nada? —dijo con tono sarcástico —volverás a la capital. Ahora.
—No lo haré. Tengo edad suficiente como para valérmelas por mí mismo.
—Ja, ja, ja. Solo eres un idiota que quiso huir de su realidad.
—Mi lady —me miró seriamente —vete, ahora. Sam te acompañará hasta tu casa —apenas oí lo que dijo; pero mi atención estaba puesta en el hombre que más temía en el mundo —mi lady, escúchame —Sam comenzó a acercarse a nosotros sin dejar de mirar a Sinner.
—Pero...
—¿Aun vive ese animal? —dijo burlándose —tú y tu perro faldero son un dolor de muelas —comenzó a caminar hacia nosotros —si no lo haces por tu cuenta, te llevaré como a un animal.
—No te acerques —dije asustada, sosteniendo el brazo de Daniel —tú... tú...
—¿Eh? ¿Acaso me temes? —se detuvo en frente mío —eres bella. Me recuerdas a alguien de hace muchos años.
—Déjala en paz —dijo apartándome de él —ella no tiene nada que ver en todo esto —me empujó hacia atrás y topé con Sam.
—Has lo que dice —musitó Sam —Sinner no te reconoce, sácale provecho a eso.
Era verdad, él no me reconocía; pero era seguro que si llegaba a descubrirme me atacaría sin dudarlo. Tenía que poner al tanto de esto a padre, si es que no se había dado cuenta de su presencia ya.
—Está bien —dejé que Daniel me ayudara a subir al lomo de Sam.
—Llévala con su padre —le dijo Daniel —anda, váyanse
—Espera —nos detuvo Sinner —¿Hace cuánto vives aquí?
—Cuidado con lo que respondes —musitó Sam.
—Desde siempre.
—¿Y tu madre?
—Murió cuando era pequeña.
—¿Cuál era su nombre?
—Yo... —tardé un momento en contestar —No lo recuerdo.
Sentí que ya sospechaba de mí, ya que al preguntarme el nombre de mi padre, guardé silencio.
—Déjala en paz —reiteró Daniel
—Sólo una cosa más —sentí que se me erizaba la piel —ya que vives aquí desde siempre ¿Reconocerías a este lobo que degollé hace un rato? —mi corazón se apretó de repente, pero noté la trampa.
—Es un conejo...
Sinner me miró sonriente al oír mi respuesta, aun así sacó la bolsa. Estaba en lo correcto, pero luego me di cuenta de lo que había hecho.
—Vaya, tienes un buen olfato, ¿no te parece interesante, Daniel? —Daniel me miró sorprendido —eres la aberración, fruto de lo prohibido.
—¡Suficiente! —dijo Daniel.
—Me pregunto si a Galba lo destrozaría saber que maté a su hija.
Sinner sacó de su cinturón una especie de látigo y lo usó contra mí; pero antes de que este pudiera alcanzarme, Daniel se interpuso, y gritó que nos fuéramos mientras Sinner lo arrestaba hacia los árboles.
Sam me llevó hasta la cabaña, padre se encontraba dentro. Entré de golpe, y le dije lo que había ocurrido.
—Ya no es seguro aquí —dijo padre —nos iremos ahora.
—¡¿Por qué prefieres huir en vez de confrontarlo?! —gritó Sam nervioso —¡Está solo, y está quién sabe qué haciéndole a Daniel!
—¡Si no lo mataste en todos estos años es porque sabes algo, y probablemente, sea lo mismo que yo y que todos los demás sabíamos!
—¿Qué cosa? —pregunté.
—Tienes razón —respondió Sam —lo había olvidado.
—¡¿Qué pasa?!
—Sinner es una presa que cualquiera quisiera tomar, pero no es posible —dijo padre —hace años, cuando descubrió nuestra debilidad, se puso parte de eso en su cuerpo.
—Se puso fragmentos de plata en todo su cuerpo para ser intocable. ¡Maldito bastardo! —dijo Sam —con solo tocarlo caeríamos como moscas, y nunca podríamos hacerle nada.
—Arya, escúchame, toma un bolso y guarda lo necesario nos iremos en la noche.
—¡No puedes esperar tanto! ¡probablemente Sinner le esté dando una paliza a Daniel! ¡él sería capaz de matarlo a golpes si quisiera! —Sam estaba muy preocupado por Daniel.
—Lo siento hermano, pero Arya es mi prioridad. No podemos ayudarte.
—¡Sí podemos! —reclamé —podemos ayudarlo y llevarlo con nosotros.
—No te pondré en riesgo por nada ni por nadie. Te quedarás aquí y no saldrás de este lugar hasta que yo lo ordene —dijo imponente.
Llena de rabia por sus palabras, me encerré en mi habitación. Comprendía bastante bien las razones que padre tenía padre para no hacerlo, y eso me hacía sentir impotente. En verdad quería ayudar a Daniel, pero no sabía cómo. Sam se encontraba en la misma situación, y padre no estaba dispuesto a correr ninguna clase de riesgo.
La noche cayó, y yo ya tenía mis cosas reunidas en un bolso que llevaba en la espalda. Solo faltaba que padre dijera que ya debíamos irnos. Pero había un solo inconveniente, o más bien, habría un inconveniente.
—Lo siento, pero tengo que desobedecerte esta vez. No puedo irme sabiendo que abandoné a alguien otra vez.
Seguí el rastro de Daniel, pero en algún momento dejó de ser necesario usar el olfato, y solo utilicé el oído.
Los gritos de Daniel eran desgarradores, pero me partió el alma ver la razón por la que lo hacía. Él estaba aferrado a un árbol con todas sus fuerzas mientras Sinner lo azotaba con el látigo.
—¡Ya basta! ¡eres un monstruo! —gritó Daniel.
—Intenté ser amable contigo, muchacho ¡Pero te empeñas en ser un maldito dolor de muelas! —le dio un latigazo.
—¡No me importa que seas mi padre! ¡No volveré! ¡Así que si lo deseas, puedes matarme aquí y ahora! —otro latigazo.
—JA —rió —si te quisiera ver muerto ¿no crees que lo habría hecho cuando naciste? —tomó el látigo con ambas manos — Además, solo me interesa ensuciarme con la sangre de ese infeliz, pero antes lo haré ver cómo muere su hija frente a él.
—No dejaré que... le hagas daño. Antes muerto —otro latigazo —. O yo te mataré...
Eso último hizo enfurecer a Sinner, quien comenzó a golpearlo hasta que Daniel no pudo seguir sosteniéndose y se dejó caer, con la espalda ensangrentada y con su ropa desgarrada.
Sinner lo dejó allí sin hacer nada, de la montura de su caballo sacó una botella, que al abrirla apestó un momento a alcohol, se la bebió y cayó dormido de inmediato.
Era mi oportunidad, me acerqué a él sigilosamente, pero antes de llegar, padre apareció detrás de mí y me jaló hacia atrás fulminándome con la mirada.
—No me iré sin él —dije antes de que pudiera hablar. Sam apareció detrás de él.
—Yo iré por él —dijo Sam.
—¿Por qué lo abandonaste? —pregunté acercándome a él —¿cómo puedes decir que lo proteges si dejas que cosas como estas pasen frente a tu nariz?
—Suficiente —dijo padre —tú te quedas aquí. Sam y yo iremos.
—Está bien —me preocupé por lo que podría pasar —por favor, ten cuidado.
Padre se acercó hacia donde estaba Daniel, no se movía, temí que estuviese muerto. Padre lo tomó como pudo, y lo puso sobre el lomo de Sam. Comenzaron a caminar, y apresuraron el paso; solo les faltaba saltar sobre una raíz sobresaliente, y ya habrían acabado.
Sam llegó junto a mí; pero padre se quedó atrás.
—¿Qué hace?—murmuré nerviosa.
—¡Galba! ¡¿qué demonios haces?! —le gritó Sam en voz baja —¡debemos irnos!
—Está a mi alcance —dijo padre, parado frente a Sinner.
Sentí el crujir de sus dientes al apretarlos con ira. Quiso acercarse más, pero algo lo detuvo. Metió sus manos entre su ropa, y del cinturón sacó una daga que resplandecía con la poca luz.
—¿Qué esta? ¡no lo hagas! —gritó Sam.
—Padre, ¡espera! —corrí a su lado y lo agarré del brazo.
—Suéltame —dijo forcejeando —lo mataré ahora mismo.
—Pero dijiste que no era posible por tu mano.
—Tiene razón —nos paralizamos al ver que Sinner nos observaba —si él tuviera el valor de hacerlo lo habría hecho en lugar de quedarse mirando, dudando como un idiota.
—¡Hermano! ¡Vámonos de una maldita vez!
—Vamos, corre, quiero ver tan lejos llegan esta vez. Aunque creo que no llegarán muy lejos.
Se escuchó el sonido de una rama rompiéndose, y de entre los árboles aparecieron unos arqueros que nos apuntaban listos para disparar.
—Mierda, era una trampa —dijo padre gruñendo. Me miró.
—Ahora se acaba todo de una vez por todas —solo bastó con que Sinner chasqueara los dedos para que los arqueros dispararan.
—¡Arya!