RIESGO.
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No puedo dormir.
Hace tres horas que solo estoy mirando hacia un lugar fijo, escuchando la respiración de Becher detrás de mí. Cada aliento que choca contra la piel de mi cuello, me eriza. Aunque desearía dormir, no puedo. No me siento cómoda. No siento esa seguridad que he venido sintiendo con él a lo largo de estas semanas.
Quiero sentirme segura, quiero sentir que cuando cierre los ojos nada le pasara, que nadie entrara en medio de la noche a empezar a dispararnos o algo peor, que alguien venga por mí, pero no puedo. No puedo cerrar los ojos temerosa que cuando abra los ojos este en otro lugar, en otra cama y con otro hombre.
Temo por mí, pero más por él.
No sé si él ha estado en una situación como esta, aunque no lo creo. Todo lo que he leído sobre él es que jamás ha tenido un narco detrás de él, si ha tenido amenazas o hubo un atentado contra él, pero... Esto es más grave.
No sé quién es esa persona, si es una mujer o un nombre, solo sé que tiene el poder de gastar millones para enviarme regalos caros. Hay muchos narcos en Colombia y en todo el mundo, hombres que están llenos de dinero, poderosos igual que Alek o Luzifer, cualquiera puede ser, pero ¿Cómo saben de mí? ¿Cómo alguien de ese mundo ha dado conmigo si...?
<<Las noticias.>> Salí en todas los canales con mi abuelo hasta en las noticias internacionales. Hablaron sobre mí, en qué universidad estaba, quienes eran mis padres. Los noticieros me dejaron al blanco de cualquier psicópata.
No puedo quedarme callada. No con esta situación. Esto está lejos de resolver. Tengo que hablar con Eric, con mis padres... pero si les digo que un narco está detrás de mí, papá apuntara mi abuelo, quien no tiene nada que ver.
Giro mi cabeza hacia Becher. Ojalá estuviéramos en otra situación, ojalá esto no fuera un juego y ojalá yo no temiera a sentir nuevamente, quizás le hablaría de esto. Quizás le diría que alguien está detrás de mí y que en cualquier momento vendrá por mí, pero no estamos en una relación, no en la vida real.
Libero mi cadera de su brazo y salgo de la cama. Busco a tientas mi celular en la mesa de noche y alumbro mi camino. Salgo de la habitación de puntillas y bajo hasta la primera planta. Marco el número que me ayudara.
Sé que no debería meterlo nuevamente en ese mundo, sé que no deberíamos meternos nuevamente, pero necesito ayuda.
Los tonos empiezan a sonar y miro a mi alrededor donde el silencio reina. Esto me aterra, me aterra que alguien esté en la oscuridad y esté esperando la oportunidad de atraparme. Tengo miedo y, sobre todo, temo perder mi vida en esto.
—Contesta.... —Suplico
Camino hacia el sofá grande y me dejo caer. Suspiro cuando cuelga.
—Barbie. —Su voz es ronca, de un recién despertado.
—Estoy embalada. —Susurro con el corazón latiendo a mil.
—¿Qué?
—Alguien está detrás de mí. Es un pez grande, muy grande. —Específico. Intento estar en calma, pero mi voz decae.
Escucho como se levanta y sé que ahora lo he despertado del todo.
—¿Cuán grande es? —Pregunta.
Trago saliva.
—Eric, creo que es un narco y creo que está obsesionado conmigo. —Susurro manteniendo el tono bajo.
—¿Crees? ¿No estás segura?
Me levanto del sofá. Muerdo mi pulgar.
—No sé si es un pez grande o uno pequeño. Solo que uno de sus hombres vino aquí, con un regalo. —Miro hacia la escalera verificando que nadie me esté escuchando. —Juro a Dios que ese hombre que vino es uno de ellos, Eric. Me amenazó.
Masculla entre dientes.
—Necesito que llames a tus amigos y busquen información. —Prosigo sin perder la calma que ha adquirido mi voz. No puedo perder los nervios, ni menos con Eric. Sabrá dios qué puede hacer ese hombre si escucha que me destrozo.
—¿No vamos a...?
—No. —Lo interrumpo. —Lo haremos por nuestra cuenta y si no podemos controlar esta situación, entonces yo misma hablaré con mis padres y mi abuelo.
Se queda en silencio.
—Esto es peligroso Barbie, muy peligroso. Ellos ya deben saber todo de ti, cuáles son tus rutinas, debe haber hombres vigilándote las 24 horas.
Cierro los ojos.
—¿¡Crees que no lo sé!? ¡Maldición Eric! No he podido pegar un ojo pensando en esto. Estoy que colapsó. —Grito en voz baja. Paso mis dedos en mi cabello, desesperada. —Tengo miedo Eric, en cualquier momento pueden secuestrarme. Sabes cómo funciona esto.
—¡Cállate! No dejaré que nadie te secuestre Barbie, primero muerto. —Me estremezco al escucharlo. Es lo que no quiero. No quiero perderlo.
—No digas eso, nadie va a morir. Vamos a salir de esto, ya verás que en unos meses, esto será una burla nada más. —Lo tranquilizo.
Lo escucho suspirar de forma brusca.
—Si no te sientes segura en esa casa, iré por ti. —Propone.
Niego, aunque no pueda verme.
—Estoy segura aquí Eric. —Me sincero con él, porque es cierto.
Esta casa es más segura que la otra, ya que hace dos semanas le pedí a mi abuelo que retirara sus hombres y lo hizo. Ahora nadie protege esa casa, ni a Eric. Oh, Dios mío, pueden ir...
—Estaré bien, no te preocupes. —Habla, adivinando mi silencio.
—Pero estás solo.
—Y se defenderme Barbie. No te olvides de donde provengo. —Me recuerda.
—Lo siento Eric, te prometí que no volvería a meterte y....
—Eres mi familia Barbie, me meteré las veces que quiera. —Me interrumpe. — Ahora quiero que me informes cada 15 minutos de ti. No quiero perder ningún movimiento tuyo. —Adquiere una voz seria al final, poniéndose en el puesto que siempre ha estado desde hace años.
Mi guardaespaldas.
—Está bien.
—Barbie.
—¿Sí? —Susurro mirando hacia arriba, verificando que nadie me esté escuchando u observando.
—Todo va a estar bien. No dejaré que nadie te lastime, te lo prometo.
Trago saliva al escuchar su promesa.
—Te tengo que dejar, hablaremos mañana. Por favor llámame por cualquier cosa. —Pido.
—Tu haz lo mismo, llámame por cualquier cosa, estaré pendiente del teléfono. Y por favor duerme. —Cuelga.
—Lo intentaré. —Susurro al silencio.
Sé que él no dormirá, sé que en este momento se está contactando con sus amigos. Tampoco lo haré. No dormiré pensando en Eric, en lo solo que se encuentra en esa casa.
**
<< ¿Quién será y por qué no me ha escrito Eric?>> Debe estar en camino a la Universidad, es Eric. Las noticias malas, son las que llegan rápido. Ahora termina tu desayuno. Tienes que verte lo más normal que puedas.
<<No puedo>> Los nervios acabaran conmigo, quiero salir de esta casa y verificar por mí misma que Eric está bien. Quiero que me llame, que me envié un mensaje, aunque sea un punto, pero quiero saber de él.
—¿Estás bien, Barbie? —Levanto la mirada de mi desayuno. Antonio me está mirando.
—¿Qué?
—¿Estás bien? No has tocado tu desayuno. —Señala. Bajo la mirada al cereal. No lo he tocado, ni el café, ni las tostadas, ni los huevos.
—No tengo hambre. —Digo, dejando la cuchara a un lado de la taza.
—¿Pasa algo?
Le doy una sonrisa. Una sonrisa tranquilizadora, de esas sonrisas que demuestran que no te sucede nada más.
—Solo estoy pensando en mi padre. —Desvió su atención.
—¿No has hablado con él? —Niego.
—Sigue molesto porque no he dejado de visitar a mi abuelo. —Le explico con sinceridad.
Hace tiempo que no hablo con él, que no me ha llamado, la única que lo hace es mamá. Dice que se encuentra bien, que no está enfermo y eso me tranquiliza, pero quisiera que él me lo dijera en persona. Que me llamara como lo hacía antes.
Hubo un tiempo que mis dos padres dejaron de hablarme, pero fue mi culpa. Los trataba muy mal, no los escuchaba, era grosera, altanera y simplemente corte la relación con ellos.
Lo que está haciendo papá, me recuerda a ese tiempo, pero esta vez no he hecho algo malo y con su comportamiento, me hace sentir que he hecho algo malo. Que todo lo que estoy haciendo está mal. Que estar aquí, en la casa de mi profesor, desayunando con su hermano me hace sentir la peor hija. No puedo reclamarlo, ni puedo enojarme con él, porque estoy haciendo algo peor.
—¿Por qué no vas y hablas con él? —Lo miro. —Es más fácil solucionar estos conflictos, si das la cara.
—¿Será? —Asiente. —Iré a visitarlos este fin de semana, entonces.
Nos quedamos en silencio. Él está desayunando y yo pensando en lo que haré con ese hombre y por supuesto con Nicholas. Se que si le digo a Eric que me está amenazando no dudara en hacerlo también, pero sus amenazas no son realmente bonitas, ni con palabras, pero comenzarán las preguntas, y pueda que Nicholas le muestras las fotos que tiene de mí y Becher.
Es muy riesgoso y, la verdad me gusta mi cabeza y la de Becher también, así que tendré que solucionar ese problema por mí misma.
—¿Mi hermano sabe esto? —Doy un sorbo al jugo de naranja y niego. Veo confusión en su mirada. —¿Por qué?
—Porque son temas personales y si lo involucró, sería...
—Real. —Termina mi frase. Aplano los labios, asintiendo. —Él es bueno escuchando, deberías hablar con él, no conmigo.
No digo nada y él no espera una respuesta.
Miro sobre mi hombro cuando lo siento. Una sonrisa se apodera de mis labios. Tiene puesto un traje negro y con el cabello fijado. Un reloj está adornando su muñeca y, lo más caliente, es que me está observando con una sonrisa juguetona, hasta maliciosa.
Me acomodo en mi asiento y vuelvo mi atención a su hermano.
—Buenos días. —Saluda llegando a nosotros. Le devolvemos el saludo igual.
Se acomoda a mi lado. Toma mi mentón y gira mi rostro hacia él. Se abre paso en mi cavidad y suelto un pequeño jadeo. Me muerdo los labios antes de apartarme.
—Buenos días. —Sonrió.
—Hola.
Sus ojos bajan al escote pronunciado escote y me hago la tonta cuando sube un poco la tela. Casi quiero soltar una carcajada, pero dejo que acomode la camisa. Lo miro divertida.
—Esto es mío. —Sentencia.
Se aparta de mí con una sonrisa, la cual se borra cuando ve su hermano y adquiere la expresión que siempre tiene. Seriedad.
—¿Cómo han estado las cosas? —Su tono adquiere un poco más de poder.
Miro hacia Antonio, quien también está diferente.
—Siguen los movimientos. Mis hombres han visto un auto no lejos de aquí. Creo que nos están vigilando. —Informa con seriedad.
Me tenso de inmediato y creo que el color se me ha ido por el suelo. <<Ay Dios, no, no, no.>>
—¿El mismo auto?
—Sí señor. Es una robado y he notado que hay vigilancia en la universidad. Debemos tener cuidado.
—¿Han identificado quien podría ser?
—No señor, estamos haciendo todo lo posible.
—No quiero un posible Antonio, quiero un nombre. —Lo interrumpe Becher con seriedad.
Un grito me abandona cuando mi celular empieza a sonar en la mesa. Los dos hombres se vuelven hacía mí de inmediato, con expresiones peligrosas. Mi respiración está alterada.
Becher se levanta del asiento al verme tan alterada.
—¿Estás bien?
Mi celular sigue sonando y con manos temblorosas cojo la llamada, pero antes de llevármelo a la oreja, Becher me lo quita y lo deja en voz alta.
—Barbie, estás muy jodida. Es un pez grande, tan grande como Pablo Escobar. —La voz de Eric sale alterada. —Barbie.
Respiro profundo.
Solo respira Barbara, mantente despierta.
—¿Barbie? ¿Estás ahí?
Creo que Becher me mueve, porque ahora le tengo cara a cara. Escucho la voz de Eric a lo lejos. Creo que Antonio habla con él, no lo sé.
—Respira Barbie. —¿Qué? Pero estoy respirando. —Antonio llama al médico, se va a desmayar.
Pablo Escobar. Oh dios. Estoy muerta. Estoy muerta.
—Cariño, respira. —Ahueca mi rostro en sus manos, pero no logro verlo, veo borroso. —Mantente despierta, por favor.
Parpadeo. Me siento mareada.
¨
—¿Qué tiene?
—Tuvo un colapso nervioso, ya le di un tranquilizante.
—¿Ella está bien?
—Así es. Sea la noticia que recibió, debió ser muy grande.
Escucho un suspiro. Pasos se alejan y luego una puerta.
Los ojos se me abren y un quejido se me escapa. La habitación está oscura, han cerrado las cortinas y no se escucha ni un sonido. Parpadeó mirando a mi alrededor, acomodándome en la cama, sin saber qué ha pasado. Hago una mueca al sentir una punzada que atraviesa mi cabeza ¿Por qué estoy en la cama, si estaba...?
Los ojos se me abren cuando los recuerdos me golpean. Eric, el desayuno. Me levanto a toda velocidad de la cama, consiguiendo que me maree, pero abandono la habitación. Los latidos se me aceleran a medida que me acerco a la escalera. <<Eric está aquí.>>
Estoy frita. Ese hombre me matara.
Respirando profundo y desciendo las escaleras. Eric se levanta del sofá y corro hacia mí, hasta envolverme en sus brazos. Me está apretando con fuerza y lo hago saber con un quejido. Me suelta de inmediato.
—Lo siento. —Le quito importancia con una sonrisa pequeña.
—¿Lo saben? — Niega. Suspiro aliviada. Me abraza nuevamente.
—Me asustaste tanto Barbie, pensé que te había pasado algo. —Susurra. Rodeo su cintura y lo aprieto.
—No lo siento, porque merecías un susto por ignorarme todo un mes. —Lo escucho reír.
Me alejo y veo detrás de él.
—¿Dónde está? —Le pregunto a Antonio, quien se acerca con un vaso de jugo.
—Está en la oficina. Nos diste un susto. —Habla.
Agarro el vaso y doy un sorbo.
—Tómalo todo. —Pide. Lo hago, porque sé que esa orden no viene de él, sino de su hermano.
Quiero preguntarle como está, pero sé que se verá muy raro, así que sigo tomando el jugo hasta terminarlo. Le devuelvo el vaso con una sonrisa.
—Gracias. —Asiente y se aleja de nosotros, caminando hacia la cocina.
Me vuelve hacia Eric.
—¿Te preguntaron algo? —Niega. —¿Ya sabes algo?
—Aquí no, pero ahora ¿Dime qué hacías aquí?
Mantengo mi expresión serena.
—Trabajo. —Respondo con un encogimiento de hombros. —No seré capaz de verlo, me he desmayado Eric.
Niega abrazándome. Besa mi frente.
—No debí decírtelo de esa forma. Fue mi culpa.
Me alejo de él.
—Solo estoy nerviosa por todo, ¿Será que está relacionado con lo que pasó en la casa? —Pregunto.
—Probablemente, pero necesito indagar más. —Exhalo con fuerza. Toma mis hombros. —No te pasara nada.
—Eso no lo sabemos Eric, esto es realmente peligroso.
—Si, pero....
—Pero nada. Sabes los riesgos que estamos tomando al hacerlo por sí solos, tal vez deberíamos decirle al abuelo.
—Podría ser, pero eso le causaría problemas, sabes que la DEA aún lo está vigilando. —Me recuerda.
Aplano los labios.
—Pero...
—Barbara, mi hermano la espera en la oficina. —Interrumpe Antonio.
—Claro. —Miro Eric. —Quédate aquí, veré que necesita.
Asiente, aunque quiere replicar. Antonio me sigue y eso simplemente me alarma. <<Ya saben.>> Se que lo hacen. Los dos no son tan imbéciles para creer que esa llamada no fue nada. Vieron mi reacción. ¿Qué inventaré?
Antonio me abre la puerta cuando llegamos y me invita a pasar con seriedad. Trago saliva duramente y paso a la oficina.
Lo primero que noto es el. Está sentado detrás del escritorio, ojeando algún libro que no logro leer el título. El cabello que estaba bien peinado esta mañana ahora está despeinado. El traje impecable que tenía, ahora se reduce en una camisa blanca, sin las gemelas y arremangadas hasta el codo. Los primeros botones están abiertos.
—Déjanos a solas y dile a su amigo, que tarde con ella. Yo la llevaré a su casa. —Trago saliva ante la seriedad.
—Sí señor.
Escucho como Antonio sale de la habitación dejándome a solas con él. Apiádate de mí señor.
¨¨
Tengo la boca seca, la respiración acelerada y estoy demasiada nerviosa para moverme. <<Tengo miedo.>> Hace diez minutos que me pidió sentarme y lo hice como una buena chica. Han pasado los diez minutos y no me ha dirigido la palabra, ni la mirada, simplemente está ahí, anotando algo en un cuaderno.
Trago saliva cuando se levanta de la silla. Lo sigo con la mirada. Cierra el libro y se acerca al librero, donde lo deja nuevamente en su lugar y cuando se gira, su mirada cae en mí. Me remuevo inquieta en la silla. <<Esta muy serio.>> Más serio de lo que siempre está.
No sé si está molesto o está preocupado, aunque no creo que esté preocupado, creo que está molesto. Muy molesto.
Bajo la mirada en mis manos. No dice nada. Al cabo de unos minutos levanto la mirada nuevamente, encontrándolo en la misma posición. Tiene los brazos cruzados y esta recargo contra los libros, sin perder ningún movimiento que hago. Bajo un poco la falda que tengo puesto.
—Antes de ser abogado, trabajé como agente. —Rompe el silencio. Lo miro. —Era muy bueno en mi trabajo, pero era peligroso.
Se aleja de los libros, acercándose. Aleja la silla y se sienta en el escritorio, mirándome desde arriba haciéndome sentir pequeña.
—Detectaba las mentiras con solo analizar las expresiones de las personas. —Me quedo helada. Mierda, mierda, mierda. —¿Y sabes lo que me di cuenta con Eric?
Aprieto mis dedos con fuerza.
—Estaba mintiendo. —Bajo la mirada, pero con rapidez toma mi mentón y me hace verlo. —¿Por qué no dormiste toda la noche?
Abro la boca dispuesta a hablar, pero la cierro inmediatamente. El espera mi respuesta.
—No tenía sueño. —Respondo luego de unos segundo. Me mira y luego chasquea la lengua.
—No, cariño. —Roza su pulgar en mi mentón. —Sabes lo que te delate, tus pupilas. Cada vez que dices una mentira, tus pupilas se dilatan. —Aparto la mirada. Lo escucho reír, de manera ronca, que me estremece. Toma nuevamente mi mentón y acerca su rostro al mío. —Y eres buena mintiendo Barbie. Solo que ahora te encuentras nerviosa, pero si estarías en otra situación, no me daría cuenta.
Me suelto de su agarre y me levanto de la silla. Alejándome.
—¿Y qué tiene de malo? Todos mentimos. —Me defiendo con el mentón alzado, mirándolo desafiante.
Sonríe.
Es una sonrisa maliciosa, juguetona. Sus ojos tienen un brillo que realmente desearía odiar y, la pose que tiene, me quita el aliento. Porque es relajado, desaliñado.
—Te daré la oportunidad de ser sincera conmigo, Barbara.
Aplano los labios.
—¿Sincera? ¿Por qué debería ser sincera contigo? No somos nada. —Suelto. No se inmuta.
—Estoy esperando.
Nos quedamos callados.
No le diré nada, puede torturarme, pero ni tonta le diré. Necesito confiar en Eric. Además, este es un problema que no le incumbe y por supuesto que no lo involucraré. Necesito que los dos estén alejados de esto y, creo que la manera de hacerlo es alejarme defectivamente de él. Tomo un respiro.
—No sé qué estás esperando, pero me iré y renuncio. No quiero seguir trabajando contigo, ni seguir con esto. —Hablo.
No dice nada. Me giro y camino hacia la puerta. Intento girar el pomo, pero no cede. Arrugo mi ceño. Lo tiro nuevamente, pero nada. Me vuelvo hacia Becher, quien mantiene una maldita sonrisa en sus labios.
—Ábreme. —Exijo.
—Lo haré cuando esté satisfecho con lo que me contaras. —Réplica.
—No diré nada y no tienes ningún derecho de retenerme en contra de mi voluntad.
—No te estoy reteniendo, solo trato de que no huyas de mí.
Resoplo al escucharlo.
—Huiré cuando se me dé la gana, crees que por darme unos cuantos orgasmos quedaré contigo. —Rio. —Estás muy equivocado Luzifer.
Ni siquiera se exalta, solo me da una sonrisa arrogante.
Doy un paso hacia atrás, cuando se acerca peligrosamente. Intento abrir de manera estúpida la puerta. Retengo el aliento cuando me acorrala contra la puerta.
—Te lo recuerdo Brünette, no intentes huir.
—Déjame ir. —Niega con media sonrisa.
—Jamás lo haré Barbara. —La firmeza solo me altera. —Y tampoco dejaré que te hagan daño.
Lo miro sobre mi hombro.
—No sabes nada.
—Sé lo suficiente y no creas que no estoy molesto, porque lo estoy.
—No se nota. —Replicó.
Sonríe y se aprieta contra mí.
—Que esté molesto, no significa que te haré daño Barbara. ¿Quién te ha lastimado tanto para no confiar en mí?
—Yo... —No sé qué decirle.
Cierro los ojos cuando su nariz se desliza por mi hombro.
—Se que alguien te ha estado vigilando hace semanas Barbara y sé que los regalos que te llegan y que intentas esconder, provienen de alguien que está muy interesado en mi chica. —Trago saliva. No puedo concentrarme si lo tengo tan cerca, sintiendo cada roce de su cuerpo con el mío. —Y seré sincero contigo. He interferido tu teléfono.
Me giro de golpe hacia él e intento empujarlo, pero no logro mi cometido, ya que atrapa mis muñecas. Me muevo con brusquedad contra él.
—¡Eres un maldito imbécil! ¡Suéltame! —Exijo. Subo mi rodilla hacia arriba, pero se mueve tan rápido, que no sé cómo logra bloquear mi golpe. Lo miro furiosa. —¡Suéltame maldita sea!
—Cálmate. —Ruge sin levantar la voz. Me mantiene quieta. —Lo hice porque no eres tan valiente para contarme las cosas que están pasando en tu vida Barbara. Tengo que enterarme por parte de mi hermano los problemas que tienes ¿Acaso te he dado motivos para que desconfíes de mí? —Me quedo lívida al notar su molestia. —Eres mi pareja Barbara, aunque trates de negarlo.
Me quedo en silencio.
—Habla. —Exige.
—No sabes de lo que hablas. —Murmuro aterrada.
—Sé lo que digo y sé lo que siento. Así que dime ¿Por qué llamaste a Eric en la madrugada?
—No te importa. —Espeto furiosa.
—¿Así que quieres que escuche tu conversación Barbara? —Cuestiona.
—Da lo mismo. Si no te lo digo te enteraras igual, ¿Cuál es el maldito chiste que te lo diga? —Dios estoy que mato este hombre.
—Cuida esa jodida boca. —Escupe con frialdad.
—Me importa un culo lo que quieres Becher.
Me aprieta aún con más fuerza y lo escupo. Los ojos se me abren y... su boca choca contra la mía. Mi cabeza se golpea contra la puerta y me quejo, pero no se detiene en devorarme la boca. Intento no besarlo y muerdo con fuerza su labio inferior. No gime, pero si gruñe. Se aparta con brusquedad de mí. Ambos estamos sin aliento.
—Me da asco. —Escupo.
Si le duele, no me hace notarlo. Lo que, si logro con eso, es que me empuje contra la puerta y una sonrisa curvada en sus labios.
—Tú me enloqueces.
Y me besa nuevamente. Esta vez es un beso rudo. Retuerzo mis muñecas, intentando zafarme. Gruñe cuando no le regreso el beso. Jadeo cuando muerde mi labio inferior y aprovecha esa pequeña debilidad, para enterrarme su lengua. <<No caigas, no caigas.>>
Consigo zafarme de su agarre y sin pensarlo ni un segundo, lo empujo lejos de mí.
—Aléjate. —Demando con furia, respirando por la nariz con fuerza. Se acerca. —¡Aléjate de mí! —Rujo con fuerza. Lo veo parpadear ante mi grito. Se ve confundido, consternado, pero hace lo que pido.
—Barbara.
No le dejó terminar y estampo mi palma en su mejilla. El sonido de la cachetada se escucha en toda la habitación y su rostro se desvía al otro lado. Segundo después lo adorna un color rojo.
—Vos estás muerto para mí, Becher. ¡Muerto! —Estoy tan enojada, que no me importaría joderlo. —No quiero saber nada de ti.
—No te dejaré.
—¡Me importa un culo, Becher! ¡Me importa si no quieres que me vaya, pero lo haré! —Espeto con rabia. —¿¡Qué querías lograr con lo de antes!? —Abre la boca. —¡No digas nada! Me importa un infierno lo que querías con eso, porque yo aquí llego.
Me giro hacia la puerta y tiro nuevamente. Gruño furiosa y golpeo la puerta con mi pierna. Lo siento detrás de mí.
—No. Te. Acerque. —Espeto entre dientes mirándolo sobre mi hombro. Se detiene. —Abre la puerta.
—No.
—Abre la puta puerta Luzifer, porque juro por Dios que te mato. —Lo amenazo con frialdad.
—No.
Me giro hacia él con brusquedad, causando que dé un paso hacia atrás.
—¡Que lo abras, maldita sea!
Tiene la mandíbula más apretada. Está cabreado, más cabreado de lo que ya estaba. Ya no tiene esa mirada tranquilizadora que siempre lo caracteriza.
Da un paso.
—No te atrevas. —Lo corto viendo sus intenciones.
La piel se me eriza con la sonrisa que me da. Le está divirtiendo esto.
—Yo decidiré cuándo es hora de huir, Barbara. —Suelta y en dos zancadas me empotra contra la puerta.
Jadeo por el impacto. Me retuerzo contra él. Lo empujo, pero en un solo movimiento me gira con brusquedad hacia la puerta. Mi respiración se altera. Lleva mis manos hacia arriba y su otra palma desciende hasta el final de mi falda y lo sube.
—No. —Intento moverme. Intento apartarlo, pero su pierna se mueve rápido entre la mías, impidiendo que me mueva. Tiemblo cuando acaricia la mejilla de mi trasero con suavidad. —¿Me pegaras? —Mi voz sale pequeña.
<<Oh, dios mío. Voy a morir.>>
Detiene su caricia.
—¿Crees que te haría daño? —Su voz sale un poco ronca, pero noto decepción.
Trago saliva.
—Fuiste un amo.... —Trago saliva. —Deberás extrañar esa parte de tu vida.
El calor de su palma en mi cachete se aleja y quiero gritar que no se aleje, pero no me deja decirlo en voz alta, cuando sus dedos toman mi mentón y ladea mi cabeza hacia él. Los ojos se me cierran cuando se inclina, chupando mi labio inferior.
—Jamás te haría daño Barbara y, si llego a extrañar esa parte, te lo diré y te preguntare si estás dispuesta a jugar conmigo. —Trago saliva. No creo que sea capaz de hacerlo.
—Lo hiciste hace un momento Becher. —Hablo. —Me besaste en contra de mi voluntad. No me gusta, sino lo deseo.
Gimo suavemente cuando su rodilla presiona mi sexo. Aprieto mis dedos con fuerza.
—Lo lamento. —Susurra con la voz ronca. —¿Puedo follarte?
Rio ante su pregunta, pero lo está diciendo en serio. Veo deseo en sus ojos y lo que se presiona en el bajo de mi espalda, me indica exactamente lo que desea. Humecto mi boca y presiono mi trasero contra, empezando a su sobarlo.
—Por favor... —Susurra, empezando acariciar la mejilla de mi trasero. Asiento. Lo escucho suspirar. Levanta más mi falda hasta dejarlo en mi cadera.
—Sigo molesta contigo. —Susurro.
Desliza la pequeña tela que cubre mi sexo, hasta mis pies. Lo escucho gemir y lo miro. Me está mirando desde arriba y los pezones se me endurecen cuando presiona su boca contra mi pierna, subiendo hasta arriba.
—Ábrete más. —Pide. Lo hago. —Me vas a empapar.
Saco mas mi culo y su boca se presiona contra mi sexo, chupando los pliegues. La cabeza me cae atrás y mis puños se cierran con fuerza contra la puerta. Intento apartarme, pero me sostiene en la misma posición.
Me abro más de piernas empezando a moverme. Abre mis pliegues, chupando los pliegues, tentando mi entrada con su lengua. El oral empieza a sacarme los gemidos, a moverme contra él, buscando más de lo que me está dando. <<Chupa tan rico.>> Los gemidos se hacen más fuertes y no me importa si logran escucharme.
— Becher. — Me voy a correr.
Intento apoyarme contra algo, pero es tan difícil. Tengo la cabeza en las nubes y que chupe ese lugar que no debería chupar, me saca el orgasmo que se traga por completo.
— Becher...
La estimulación solo me empapa más y lo siento levantarse. Su aliento choca contra mi cuello y busco su boca. Me muerde los labios. <<Sigue molesto.>> Y quiero que sea brusco conmigo.
—Becher....
—¿Quieres que te folle?
—Si.
Saca el miembro duro y se abre paso a mi interior. Me muerdo los labios recibiéndolo por completo. Deja su palma en mi cadera y empieza con las arremetidas que me sacan chillidos. Los puños los cierro con fuerza y no duro mucho cuando ya estoy viendo la luna.
Me voltea alzándome de los muslos y apoyándome contra la pared. La arremetida que me suelta me la deja toda entera y busco su boca, jadeando. Los testículos chocan contra mi periné en cada bajada. La cabeza me cae atrás y su boca se adueña de mi garganta, mordiendo la piel, chupando.
—Verfluchte Zauberin. —Suelta dándome duro.
<<Verfluchte Zauberin: Hechicera maldita.>>
Me muerdo los labios antes de besarme. Ese cosquilleo que ya lo siento tan normal, me desploma contra él al tiempo que se derrame en mi interior. Es largo, ya que me deja la vagina llena.
—Ich liebe dich —Susurra apartándose.
—Becher.
Se mueve conmigo al sofá y me abre las piernas.
—Quiero seguir follándote. —Dice, pero lo único que logro hacer es gemir, cuando empieza a moverse.
NOTA DE AUTOR.
y.... ¿Cómo les pareció el capítulo?
¿Qué sucederá ahora?
¿Quién seria ese A o ya no lo es? ¿será otro? ¿Quién será?
Espero sus teorías y comentarios.