𝒞𝒶𝓅 7
No necesitaban decir lo que pensaban; ambos sabían que tenían una buena química desde el momento que se vieron. Aunque tenían poco tiempo de haberse visto por primera vez y menos aún de conocerse más a fondo.
Se besaban con tanta pasión que sus labios parecían sacar chispas, mientras sus corazones latían desenfrenados, correspondiendose mutuamente. Ambos labios se tiñeron de rojo, como consecuencia del frenesí de la danza donde bailaban uno sobre otro. Jeon no habría parado si Kim no lo hubiese detenido, pero eso hizo; lo separó suavemente, mirándolo embelesado.
—Empresario Jeon, admito que me encanta. —comentó, con esa voz gruesa que hipnotizaba al empresario, pasando sus manos por su espalda.
—Sí, eso pude notar. —respondió presumido, riendo después suavemente.
Las manos del pintor se deslizaban con maestría, recorriendo la espalda ajena, pintando caricias en ella. Por su parte, Jeon se dejó hacer encantado; unió después sus labios nuevamente, pero está vez fue un beso efímero que terminó pocos segundos luego de haber iniciado.
—¿Qué clase de cuadro está pintando en mi espalda? —arqueó una ceja.
—No lo sé, ¿puedes adivinar? —Kim dirigió una mirada retadora al opuesto.
—Hmm... ¿La noche estrellada? —los ojos de ambos estaban conectados en todo momento, Jeon notó como los ojos del pintor se iluminaban cuando éste respondió.
—Eres bueno, pero ¿puedes volver a adivinar? —siguió haciendo trazos en su piel.
—No adiviné, mi respuesta fue completamente meditada. —una dulce carcajada salió de Kim.
—Está bien, entonces medita esto. —continuó haciendo más trazos.
—El caminante sobre el mar de nubes.— susurró cerca de los labios ajenos.
—Realmente sorprendente, no me diga que tiene complejos de lienzo. —acortó la distancia, dejando que sus labios se tocaran pero sin moverlos. Cuando Jeon iba a dar el siguiente paso, el pintor se separó.
—Hmm, si así fuera, usted tiene complejos de pincel. —ambos intercambiaron miradas, surgiendo así un par de sonrisas.
—Eso es perfecto, encajamos.— el empresario asintió. —Por cierto, tengo que agradecerte. —articuló Kim, siguiendo con sus caricias.
—¿A mí? ¿Por qué? —Jeon ladeó su cabeza, un tanto confundido.
—Cuando un artista muestra sus obras expone un pedazo de su alma, en mí eso es común pero... Apuesto a que no le habías mostrado las tuyas a nadie antes. —los ojos de Kim estaban fijos en sus labios. Jeon notó esto y pasó su lengua por ellos.
—No, en realidad no. —enterró su nariz en el cuello ajeno, aspirando la fragancia tan varonil que desprendía. Joder, hasta su perfume le provocaba embriaguez. —Si estás tan agradecido, entonces pásame tu número. Esa sería buena forma de pagarmelo. —Jeon se separó del cuello ajeno, le extendió su móvil para que él mismo se agendara.
—Me parece bien, pero más vale que conteste cuando le llame. —el pintor tomó el móvil y se registró en su lista de contactos, luego registró al empresario en el suyo. —Listo.— le devolvió el aparato a Jeon y éste sonrió complacido.
—Bueno, tengo que irme. —el empresario se levantó del sofá.
Kim guardó todas las imágenes en el sobre, entregandoselo a Jeon.
—No, ahora esas imágenes te pertenecen. —le devolvió el sobre.
Kim sonrió con picardía.— ¿Acaso me quieres enamorar?
—Pensé que ya lo había hecho.