❛ 𓄼 TERCER CAPÍTULO 𓄹 ៹
LA SALA DE ENTRENAMIENTOS DE LA TORRE SE ENCONTRABA SIENDO USADA POR GAR Y JASON, quienes peleaban entre si, teniendo el castaño los ojos vendados por órdenes de Dick y Lydia, siendo supervisados por la chica.
—Gar, no te fíes de Jason —Lydia advierte—. Él ha entrenado con Batman.
Al recibir un asentimiento vuelve a sacudir su cuerpo, concentrando toda su energía para elevar a varios metros del suelo el agua del contenedor a su lado, tarea sencilla de dominar hasta que el temblor de mano apareció, dejando caer estrepitosamente el agua sobre el contenedor.
Miró de reojo a los muchachos pelear, girando para ocultar el temblor a espaldas de ellos, respirando hondo para calmar a la oscuridad y el temor rondando su cuerpo. La preocupación y el miedo de ser descubierta le impidió moverse.
Ya habían transcurrido tres meses desde la llegada de los nuevos Titans a San Francisco, en los cuales Lydia se permitió explorar el resto de los poderes dados por su madre —no solo limitándose a la hydrokinesis y la compulsión—. Su halo ultravioleta le servía como escudo contra balas, cuchillos y los poderes de Rachel, sin parecer quebrar su escudo todavía. Además, ya no necesitaba usar de sus cuerdas vocales para dirigir la onda de choque, ahora sus manos se iluminaban de aquella luz —idéntica a cuando su madre la poseyó y atacó a su hermano— y lanzaba golpes hacia sus enemigos para mandar aquellas ondas, que podrían destruir sus cráneos o solamente herirlos como si fueran puños.
La práctica y su proceso fueron complicados, aún había ocasiones en las que se cansaba de usar sus poderes desarrollados, hasta que una noche un mes atrás las pesadillas de las que habló Trigon aparecieron, recordándole su pequeña residencia en la muerte. Sus poderes se descontrolaron, teniendo que rebajar sus prácticas a manipular el agua para intentar domar los espasmos.
Volvió a mirar de soslayo a Gar y Jason, el primero le proporcionó un golpe a su cabeza al segundo, quién le reprochó aquello quitándose la venda con molestia.
—Dijiste ❛ no te contengas ❜ —se excusa. Lydia reprime una risa.
—¿Qué te pasa? Tenía los ojos vendados.
—Y le estabas dando una paliza —argumenta la sirena—. Él solo te dio un golpe y culpas a tus ojos vendados, Jay.
—Dijiste ❛ no te contengas ❜ —repite Gar.
—¿Traigo la manguera? —cuestiona Rachel llegando al lugar, seguida de Dick.
—¿Qué sucede?
—Hicimos lo que dijeron. Me vendé los ojos y me atacó como loco.
—Sí, claro —farfulla Lydia, rodando los ojos. Con una sonrisa se acercó a Dick, tomando el vaso de café y depositando un dulce beso en sus labios como agradecimiento.
—Él dijo ❛ no te contengas ❜ —siguió insistiendo Gar con la verdad y las mismas palabras.
—¿Para qué carajos aprendemos esto? Es inútil, tenemos ojos.
—En la batalla te pueden quitar cualquier cosa —Dick se acerca al castaño—. Las manos... —dobla el brazo de Jason quitándole su palo. Ataca a Gar y aunque este se intenta defender, Dick termina encajando la punta del arma entre los pies del peliverde—. Los pies... —de un movimiento más de muñeca, terminó apuntando a un centímetro de los ojos de Rachel—. Y los ojos. No importa lo que pase, deben seguir peleando. Y ganar.
La adulta esboza una sonrisa de lado. —Vamos a darnos un cambio de ropa, escenarios de ataques en cinco minutos y como recompensa, panqueques.
Empujó los cuerpos de Rachel y Gar fuera del lugar, dejando que Dick lidiara con un gruñón Jason, por no volver a Gotham, en lugar de ella.
LAS HORAS PASARON Y AL CAER LA NOCHE, Lydia y Dick se encontraban acurrucados en uno de los sofás de la sala, con una bebida caliente entre sus manos.
—La cena de anoche fue hermosa —comenta la castaña recordando la maravillosa velada que pasó, con un vestido negro y en un restaurante elegante fuera de su rutina habitual—. No puedo creer que convencieras a los chicos de quedarse aquí un viernes en la noche para poder salir nosotros.
—Bueno, ellos entendieron que necesitábamos un tiempo a solas —Dick mostró una sonrisa inusualmente más grande de lo normal.
—Y no puedo creer que hayas olvidado las clases de etiqueta y francés de Bruce —soltó una risa que Grayson trató de callar—. Estabas tan confundido que terminaste pidiendo doce langostas, derramando vino sobre el mesero y espantando a algunos clientes.
—No creo que me permitan regresar —ella asintió de acuerdo.
Dejó de reír suspirando al terminar. —Extrañaba esto —murmura, mirando los ojos cafés del hombre.
—¿Qué cosa?
—Tú y yo pasando el rato sin problemas de villanos o superhéroes —responde—. Hace una semana que no teníamos esta paz juntos.
—Claro —suelta una risa corta—. Hemos estado ocupados entrenando a los chicos que no hemos tenido tiempo para nosotros.
—Me alegro de que ahora sea diferente —besa castamente sus labios sonriendo, y sin dejar de sonreír se separa de él—. Y justo ahora la tranquilidad que nos trae la torre es aterradora, no la recordaba así.
—La disfrutarías si salieras de la habitación más seguido —Lydia hace una mueca al oír sus palabras, esas mismas siempre generaban la discusión ya conocida.
—Ya hemos hablado de esto, Dick —se separa de él apoyando la espalda contra el respaldo del sofá.
—Sabemos que no es cierto, has evitado esta conversación desde el día que llegamos.
—¿Y eso no te parece suficiente? —responde—. Perdón, pero no puedo hacerlo.
—Lydia, por favor, desde que...
Ella le interrumpe mirando el gran ventanal, confundida. —¿Qué sucede? —pregunta acercándose para ver las luces de un helicóptero pasar junto a ellos, persiguiendo a alguien. Rachel, Jason y Gar aparecen detrás de los adultos expresando las mismas emociones—. Jason, enciende el televisor en el canal de noticias.
—Recibimos el informe de una persecución en auto robado en el centro de la ciudad —Lydia toma asiento entre Gar y Jason con el ceño fruncido—. Parece que la policía acorraló a la sospechosa.
Del auto salió una chica de cabello platinado, la cual comenzó a atacar a los policías sin duda alguna.
—¿Quién demonios es?
—Una chica ruda —respondió Jason a Rachel, mirando a la figura de la chica embobado.
—Aw, otro flechazo a primera vista —se burló la sirena en español, sabiendo que así nadie la entendería.
Siguiendo con la persecución, la cámara del helicóptero captó una imagen más cercana de la fugitiva.
—La sospechosa es una mujer joven con cabello plateado. Al parecer está herida —la chica, que aparentaba tener la misma edad que sus pupilas, tenía un vendaje mal colocado sobre su ojo, cubierto de sangre seca—, pero se desconoce la gravedad.
Los refuerzos uniformados llegaron y cuando creyeron que iba a ser arrestada, la desconocida tomó una decisión arriesgada y peligrosa para ella. Desde la cima de su edificio saltó al edificio de lado, perdiéndose entre una ventana rota.
—Volveré en una hora —avisó Dick, marchándose del lugar sin dar explicaciones.
—Más vale que no haga lo que pienso que hará —masculló Lydia desde su lugar, mirando al castaño hasta desaparecer.