Jaemin
Jeno y yo eramos completamente diferentes. Y aún así eramos casi iguales.
Tal vez suene como una incongruencia, algo poco coherente y sin sentido alguno pero era la única forma que encontraba para describirnos. Porque en todas aquellas diferencias, en lo más pequeño de esas desigualdades era donde brillaban nuestras semejanzas.
Al fin y al cabo, ambos estábamos rotos. De alguna forma u otra estábamos incompletos e infelices. Solo que él era mejor ocuntandolo que yo. En el tiempo que pasamos en la playa lo noté: yo sucumbia ante el dolor, Jeno trataba de superarlo o simplemente ocultarlo. Aún así eso nos estaba destruyendo, porque yo me rompía fácilmente y el ocultaba sus grietas hasta finalmente estallar. Nos estaba matando de alguna forma, nos envenena el alma y nos destroza.
Nunca había sido de las personas que consuelan sino más bien de los que lo buscan. No tenía palabras de aliento para el muchacho que estaba sentado conmigo entre sus piernas. No tenía nada más que decirle que dejara de reprimir todo ese dolor, porque era lo único que creí que podría ayudarlo. Pero no se desmoronó como yo lo hice, solo aferró sus brazo a mi cintura y dejó caer su frente sobre mi hombro mientras lloraba en silencio.
Hasta nuestra forma de explotar en nuestro limite era completamente diferente. Mientras que yo arrasaba con todo, gritaba y destruía a mi alrededor; él era tan calmo como las olas del mar, lloraba sin casi ser escuchado y se destruía a el mismo. Porque lo sabía a la perfección, yo culpaba a los demás, él se hacía cargo de toda culpa.
La brisa comenzó a soplar más fría y me acurruque contra su pecho, apoyando mis manos sobre las suyas y tratando de reconfortar lo de alguna manera. La calidez de su piel contrastaba contra mis manos frías y sentí la suave respiración que se cortaba por momentos contra mi cuello.
El eterno silencio que nos había encerrado en nuestra burbuja estalló en el momento en que mis cuerdas vocales vibraron y dije el nombre que tanto me dolía mencionar.
— Jaehyun era mi hermano.
Sentí como algo levemente su mirada pero no respondió, así que lo tomé como una invitación a seguir hablando.
— El se suicidó hace dos meses. — el escozor quemo mi garganta al decir esa simple oración. La única reacción del muchacho detrás de mi fue acercarme más a él.
— Yo lo encontré, fue un día cuando los pájaros cantaban por fuera y el sol brillaba en el cielo completamente diferente al desastre que arribó lentamente. Estaba colgado en una de las ramas del árbol que antes había en el jardín. Era alto así que desde lejos creí que estaba parada mirando algo pero cuando me acerqué vi la cuerda rodeando su cuello y sus pies en el aire. Creo que en ese momento todo el mundo se detuvo, los pensamientos en mi aturdida mente se reducieron al cuerpo inerte y frío que colgaba del árbol. Mi primer instinto fue tomarlo de las piernas y levantarlo para que no se siga asfixiando. En ese momento comencé a llorar sin darme cuenta; ja, creo que ya sabia que estaba muerto pero no quería aceptarlo. La imagen de su rostro nunca se borrará de mi mente, estaba completamente morado y con los labios casi azules. Intente reanimarlo pero fue en vano, había llegado demasiado tarde.
Cuando una de las manos de Jeno se acercó a mi mejilla y limpio las lágrimas de mi rostro, noté que inconscientemente estaba llorando.
— No fue tu culpa. — murmuró suave contra mi oído, como una caricia reconfortante.
— Yo sabía que estaba mal, su mente siempre fue inestable pero nuestro padre, nu-nuestro padre siempre decidió ignorarlo. — aprete los dientes mientras sentía como la rabia reemplazaba al dolor. -— Decía que Jaehyun era un hombre gris, y que tenía que vivir con ello pero... pe-pero él se estaba muriendo por dentro y y-yo no pude ayudarlo.
Apreté con rabia la arena entre mis dedos y sentí como mis dientes temblaban. Mi respiración se volvió anormalmente irregular y luché por tomar aire. Se sentía como si estuviera por morir.
Jeno lo noto al instante y me tomó por los hombros volteando me hacia él. Vi sus ojos brillar, con la mandíbula tensa y el cabello rubio revoloteando por el viento. Apoyo ambas manos en mis mejillas y me obligó a mantener la mirada en él mientras apretaba mi rostro.
— Escuchame Jaemin, no fue tu culpa, no fue tu culpa. — su rostro estaba tan cerca del mío que pude sentir el aire cálido que exhalo en cada palabra chocar contra mis labios.
— Pe-pero... E-el... Y-yo. — mi mente era un caos, balbuceaba en un vano intento por unir las ideas en mi cabeza pero siempre me volvía débil cuando hablaba de Jaehyun.
— ¡Basta! ¡Cállate y escúchame! — gritó frente a mi y mi cuerpo tembló ante su acto tan repentino. — No fue tu culpa Nana, no lo fue.
Me jalo otra vez y me abrazó, la calidez de su cuerpo fue como una caricia al alma. Deslice mis brazos por su cintura y lo abracé de vuelta, sintiendo el mismo aroma a colonia que antes. Pero esta vez se sintió diferente, sentí su corazón bombear y como una de sus manos sostenía mi cabeza contra su pecho para que no me alejara.
Luego de unos segundos busque su mirada, esos ojos negros tan vacíos como los míos donde se reflejó el mar. Estaba unos centímetros más abajo así que tuve que alzar mi cabeza para poder verlo. Y sin siquiera pensarlo, la tensión que comenzó a formarse entre ambos mientras nos mirábamos fue palpable hasta el punto en que todo a nuestro alrededor pareció desaparecer. O así lo sentí yo.
Quería besarlo.
No sabia porque, pero la intensa necesidad de probar sus labios fue un golpe seco que me sacudió de pies a cabezas. Y él pensaba lo mismo que yo, lo podía ver en sus ojos, en su expresión desconcertada y en la forma en que sus labios se abrían ligeramente mientras me miraba. Me alzó hasta estar a la misma altura y su nariz se apretó contra la mía. Sentí como ejerció presión sobre mi cintura y me acomodó sobre su regazo.
Ambos estábamos tan perdidos.
Y no me resistí cuando su boca se arrastró contra la mía en un movimiento brusco y fuerte, en un intento desesperado por besarme.