Me remuevo entre las sábanas de algodón, ya que anoche cambié las de lana por culpa de Len. A lo lejos percibo música proveniente de la planta baja, no me sorprende reconocer el ritmo pegadizo de Ray Charles. De forma lejana me pregunto que clase de problema tiene Len con el cantante. Suspirando me levanto de mi lío de mantas y cobertores mientras con somnolencia escucho a Len cantar.
Bostezando camino al baño en dónde me peino un poco mi desastroso cabello y me limpio el rostro con agua fría. Luego de secarme con una toalla mullida me dirijo a la planta baja. El aroma del tocino con los huevos fritos inunda mi nariz y me hace inhalar con profundidad, aunque aún me es extraño ver a Len moviéndose al compás de la canción. Casi pareciendo un humano normal y funcional.
—When I'm in trouble and I have no friend (Cuando me encuentro en problemas y no tengo amigos)—tararea pero cuando me nota se acerca con una sonrisa—, I know she'll go with me until the end (sé que ella estará conmigo hasta el final)—canta con entusiasmo mientras me toma con una mano de la cadera y con la otra de la muñeca, obligándome a bailar de forma descoordinada a su lado.
Everybody asks me how I know (Todo el mundo me pregunta como lo sé)
I smile at them and say, "She told me so" (Les sonrío y les digo: "Ella me lo dijo")
La música suena al fondo mientras bailamos por la sala, Len luce radiante y alegre, yo parpadeo confundida. ¿Acaso mientras dormía terminé en un universo alterno?
—That's why I know, oh, I know... (Por eso lo sé, oh, lo sé...) ¡Hallelujah, I just love her so! (¡Aleluya, la amo un montón!)—Exclama mientras me mira fijamente con intensos ojos azules, yo trago algo de saliva mientras intento seguirle el paso y dejarme llevar por el ritmo movedizo del jazz.
—Len, ¿qué sucedió anoche?
Él me ignora, sonriendo mientras sigue obligándome a bailar, pero aún si intento dejarme llevar no puedo. Tenso mi mandíbula y tomo la decisión de alejarme, aunque es difícil que sus manos me liberen, se sienten como tentáculos envolviéndose por mis extremidades como cadenas pesadas de hierro.
—No seas una aguafiestas, Rilianne—me gruñe antes de ir a la cocina de nuevo, aún moviendo sus caderas al compás de la canción.
Trago un poco de saliva mientras de reojo miro la puerta de entrada cerrada, ¿qué habrá pasado con la chica que vi anoche? ¿Seguirá siquiera viva? Exhalo algo de aire retenido.
No es asunto mío, pienso con frialdad.
_____
Luego del incómodo desayuno silencioso en dónde ninguno de los dos habla me escabullo de forma silenciosa para revisar la cajuela del SUV mientras Len decide tomar una ducha. Me sorprende no encontrar nada más que algunas manchas oscuras una vez que lo abro, manchas que por cierto considero son gotas de sangre seca. ¿Qué demonios? Pienso aturdida, ¿en qué momento él la sacó? ¿Qué hizo con la chica?
La chica sumamente parecida a mí, cabe destacar.
Resoplo con molestia mientras cierro la cajuela nuevamente, con cuidado de no hacer ruido, mientras alzo mi cabeza y observo mi entorno. Para mí, que pertenecí de pequeña al grupo de exploradoras me es fácil notar ciertos patrones. O en éste caso, ciertas irregularidades. La primera vez que Len me bajó del auto miré con cuidado nuestro entorno, como el arbusto con flores a un costado de la cabaña que ahora se encuentra desprolijo.
¿La llevó al bosque? ¿Para qué? ¿Para rematarla?
—No debería importarte—pienso en voz alta, con la voz temblorosa mientras muerdo mi labio inferior, indecisa y ansiosa. Curiosa.
Pero a Mikaela le hubiera importado, pienso fugazmente antes de inspeccionar más de cerca el arbusto, notando hojas secas que han sido rotas debido a las pisadas de alguien. Miro el bosque, no pudiendo notar nada más que verde y plantas, ¿dónde podría estar?
Es una aguja en un pajar.
_____
Finjo estar inmersa en mi celular, jugando algunos juegos estúpidos y descargando algunos libros más juveniles y de ésta época, porque los que tenía Len eran viejos y la mayoría trataba sobre ciencia, psicología y anatomía. No me importa eso, por lo cuál pensé que leer cosas actuales sería un buen pasatiempo.
Len se encuentra en la sala también, con la mirada pegada a su laptop, quizás trabajando desde lejos. Falta poco para que semana santa termine, ¿qué haría él luego de eso? ¿Me dejaría aquí, retenida en contra de mi voluntad, como una rehén? ¿O me llevaría con él?
¿Me mataría?
Lo último no me asusta, sino que me hace planear como podría yo matarlo a él primero. Quizás podría hacerlo con una dosis alta de Valium, eso lo mataría, pero sería aburrido.
Hmm...
Concéntrate, Rilianne.
—Oye, Rin, ¿qué solías hacer en tu casa para divertirte?—Pregunta de la nada, captando mi atención y sacándome de mis divagaciones.
—Armaba rompecabezas o jugaba Scrabble—admito mientras siento su mirada encima mío, bajando mi celular le miro también.
—¿En serio?
—¿Me ves reír?—Replico molesta y él sonríe, luciendo encantador y juvenil.
Qué arma mortal.
—Vaya, ¿te gustaría qué te consiga de esos?—Inquiere y tarareo, asintiendo.
—Mientras el rompecabezas sea de más piezas mejor—aconsejo y él escribe algo en su laptop, ¿estará tomando notas?—. Sabes, podría ir contigo...
—Aún no confío en ti—responde al instante. Yo suspiro, agotada.
—¿Por qué no? Incluso dejé tu juguete guardado en la cajuela del auto—admito mientras él me mira de forma enojada—. ¡No la toque, lo prometo!
—¿Sabías?—Susurra de forma cautelosa, su oscuridad reluciendo en la superficie, yo sonrío.
—Sí, de todas formas, no evadas el tema.
—Bien, vendrás conmigo—accede en un gruñido.
—¡Yeiii!
_____
Observo los juegos de mesa presentes, pero ninguno llama mi atención, yo aún asimilo el hecho de que no tengan Monopoly. El supermercado a dónde Len nos trajo se llama Thriftway, y es sumamente deprimente, no porque sea pequeño, sino porque toda la gente luce como lugareños, como un pequeño pueblo. ¿Dónde demonios estábamos?
Mientras observo la sección de bebés para ver si tienen algún juguete interesante o algún llavero que podría llevarme como recuerdo un niño pequeño con un globo rojo se posa a mi lado. Yo frunzo mi ceño, observando que también tiene una paleta en la mano.
—Oye, niño—llamo, observando como el infante de quizás siete u ocho años me mira con curiosidad—. ¿Sabes dónde estamos?
—Mamá dice que no debo hablar con extraños—murmura en voz baja, yo hago una mueca, disgustada.
—¿Entonces por qué estas solo?—Cuestiono, mirando sus botas para la lluvia de un color rojo chillón.
—Creo que me perdí—cuenta mientras admira los ositos de peluche con forma de animales, yo enarco una ceja.
—Hmm, ¿sabes dónde estamos?—Repito, impaciente, notando como el supermercado parece desierto.
—Mamá dice que...
—Sí, sí, ya escuche—me quejo, suspirando mientras miro mi entorno, intentando encontrar alguien más a quien pueda preguntarle—, mierda.
—Mamá dice que no debemos maldecir—una vocecita molesta y chillona dice, tensando mi mandíbula bajo mi vista, mirando al niño entrometido. Sonriente me agacho frente suyo, notando como el pequeño retrocede un poco, desconfiado.
—¿Sabes qué olvidó decirte tu madre?—Inquiero en un susurro en voz baja, observando como los ojos marrones del niño me miran enormemente mientras niega—. Que te has estado portando mal...
—No es cierto—susurra el pequeño al instante, apretando en su mano su paleta de colores.
—Sí, te has estado portando muy mal, entonces me dijo que te entregaría al monstruo debajo de tu cama—digo con seriedad, fingiendo preocupación y tristeza, el pequeño niega mientras frunce sus labios.
—N-No es cierto, ¡no hay monstruo!
—Es cierto, yo no miento nunca, Teddy—me burlo mientras el pequeño comienza a llorar, me levanto y suspiro. Cuando paso por su lado le quito su globo y dejo que vuele hasta el techo del supermercado.
Me estaba comenzando a aburrir nuevamente.
Luego de unos minutos dando vueltas por el lugar encuentro a Len en la sección de artículos deportivos, en dónde hay mercadería para actividades como la caza y la pesca hasta para acampar y hacer atletismo. Len luce muy absorto observando las cañas para pescar.
—A mi padre le gustaba pescar—comparte, pero yo solo puedo contemplar la cabeza del ciervo que se encuentra en la pared con molestia.
—No me gusta éste lugar—expreso, notando como Len pasa a mirarme, luciendo curioso mientras persigue la dirección de mi mirada.
—¿No te gusta la caza?
—Es un deporte que no aprecio—señalo mientras me cruzo de brazos, Len enarca una ceja, luciendo divertido.
—¿Por qué?
—Porque antes era un animal bonito—me quejo irritada. Él parece que intenta no reír, solo hace que mi ceño se frunza aún más.
—¿No crees qué es bonito ahora?—Cuestiona mientras observa los cuernos del animal en la pared, que se encuentra encima de una repisa con artículos de caza.
—¿Disecado?
—Todo depende de la percepción de la persona, Rilianne—se mofa con una sonrisa torcida, lo que deja a vista sus hoyuelos.
Qué monstruo más encantador.
—Déjame adivinar, seguro eres uno de los pocos insensibles que no lloraron cuando la mamá de Bambi murió—me burlo, observando como la sonrisa de Len se acrecienta.
—Solo creo que cualquiera sea el lugar en dónde la mamá de Bambi se encuentre, espero sea montada en una pared como decoración de la casa de un cazador—responde en un encogimiento de hombros.
—Eres el peor, ¿ya nos podemos ir de éste lugar?
—Bien, bien, solo déjame comprar algunas cosas más, hay descuentos para comprar langosta—dice y hago una mueca para demostrar mi descontento.
Len solo se ríe.
______
Una vez en la cabaña noto que Len me ha comprado ropa, yo hago una mueca ante la falta de variedad y la escasez de estilo.
—Era todo lo que había—se defiende mientras deja las bolsas en la mesa de centro de la sala, yo me siento en el sofá mientras me cruzo de brazos.
—¿Por qué elegiste un pueblucho? No hay nada de calidad aquí, ¡ni siquiera tenían Monopoly!
—Tienes una laptop y un celular, ¿qué más necesita un adolescente?—Cuestiona retóricamente, yo pongo mis ojos en blanco, un tanto molesta por el adjetivo usado para referirse a mí.
—Tengo diecinueve—me defiendo.
—Sí, como dije, adolescente—se burla cuando pasa detrás del sofá y revuelve mis cabellos con su mano, yo resoplo mientras me alejo de su tacto.
—Adulta menor—murmuro mientras lo veo caminar hacia la cocina.
—Adolescente—repite.
—Ugh, me voy a dormir—espeto mientras me levanto del sofá algo molesta y voy hacia la escalera, a lo lejos escucho a Len decir:
—¿Lo ves? Adolescente...
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Cuando abro mis ojos lo primero que sé es que mi cabeza duele, quizás por haber dormido por quien sabe cuántas horas en medio del día. Eso seguramente afectará mi reloj biológico. Entre dientes maldigo a Len, es su culpa que me haya dormido en primer lugar. No tenía planeado hacerlo, pero el colchón es tan cómodo que una vez que me acosté para pasar el tiempo jugando Candy Crush me quedé dormida.
Mierda, pienso mientras observo mi celular y noto que son casi las cinco. ¿Dormí casi cuatro horas? Joder. Rápidamente me levanto de la cama, poniéndome torpemente mis zapatillas y bajando a la primer planta. Me detengo al comienzo de las escaleras de la planta baja, observando la sala y la cocina que se encuentran vacías. Entonces realizo el silencio ensordecedor y la ausencia de música.
¿Dónde está Len?
Observando hacia afuera por las ventanas noto el SUV frente a la cabaña, por lo cuál no se ha ido tan lejos. Curiosa salgo al exterior, notando como la temperatura ha comenzado a disminuir. Aún si entramos en primavera hace más de una semana el invierno es reacio a irse por completo, pienso cuando una brisa fresca estremece mi piel.
Con cuidado camino hacia la parte trasera de la cabaña, dónde Len intentó enseñarme a cortar leña. A lo lejos hay un pequeño almacén hecho con troncos de madera que Len utiliza para guardar herramientas y otras cosa, más que almacén es un depósito. Al acercarme noto la puerta medio abierta y el candado suelto, mi estómago se revuelve al notar la ausencia del hacha. Salgo del depósito con el corazón acelerado, mirando por doquier, intentando captar cualquier señal o indicio de sonido. Entonces noto algunas pisadas profundas en la tierra, anoche hubo un poco de llovizna que dejó la tierra húmeda.
Me dispongo a perseguir las pisadas como si fuera Gretel siguiendo migas de pan.
_____
No soy muy buena esquivando ramitas ni hojas secas, por lo que hago más ruido del que me gustaría. El bosque se siente como un laberinto, y cuando me alejo lo suficiente de la cabaña hasta que no distingo el borrón marrón me inquieto. ¿Y si me pierdo? ¿Len me buscaría o pensaría que me escapé?
Lo ignoro, esquivando el pensamiento de mi cabeza mientras me abrazo a mí misma, sintiendo como prontamente comenzará a atardecer. Últimamente la puesta de Sol en éste pueblucho era durante las cinco o siete de la tarde, aunque las nubes que comenzaron a inundar el cielo era señal suficiente para hacerme saber que podría tener minutos antes de que todo adquiriera una tonalidad grisácea.
Me detengo cerca de un enorme árbol que tiene el tronco cubierto de musgo, inútilmente observo mi panorama cubierto de verde e intento guiarme para regresar a la cabaña, pero un ruido llama mi atención. Un pequeño jadeo sale de mis labios mientras persigo el rumor de hojas y pisadas. Quizás Len estaba cerca, quizás era algún cazador o alguna persona a la cuál podría pedir por ayuda...
Cuando llego al lugar me congelo.
Tengo que tensar la mandíbula para no demostrar algo de sorpresa al encontrar a Len manchado con sangre... de nuevo. Pero ésta vez se sabe cuál es el origen de la sangre en el rostro y partes de su piloto azul, es de la chica muerta en el suelo. Se encuentra acostada y cubierta con una bolsa de basura oscura hasta el cuello, dejando descubierto su rostro pálido con ojos abiertos.
Oh, mierda, ésto me dejará con secuelas, ¿verdad?
—¿Qué estás haciendo aquí, Rin?—Inquiere Len con la voz ronca, mirándome de una forma letal, nunca antes lo había visto así.
Todo sudoroso y agitado, sosteniendo en su mano derecha el hacha que tiene la parte del filo algo de sangre goteando. Su cabello rubio se encuentra desordenado y sus ojos azules lucen más oscuros ahora, brillando con un instinto primitivo. Con hambre de sangre y gritos, de algo vivo que pueda ser aniquilado. Es su monstruo.
¿Éste es el verdadero Len?
—Me perdí—susurro, evitando mirarle a la cara, manteniendo la vista pegada en los ojos sin vida de la chica acostada en el suelo. El color azul de sus iris ahora es uno pálido y opaco.
Len es todo un carnicero, pienso pero no me resulta tan gracioso como creí.
—Puedo notarlo, tus zapatillas están sucias y luces pálida—señala con la voz tensa y una postura rígida, sosteniendo el hacha con tanta fuerza que cuando lo miro de reojo noto sus nudillos en blanco.
—Bueno, discúlpame si tu pequeña cacería me revuelve el estómago, ¡y no dejemos pasar el hecho de que dicha presa luce idéntica a mí!—Chillo un poco frenética, el cansancio por las horas caminando sin rumbo y la paranoia me estaban cobrando factura. Además de que la idea de morir aquí, en un bosque en medio de la nada para luego ser enterrada o que mis partes sean encontradas y comidas por animales no me consolaba demasiado.
Len podría lanzar el hacha hacia mi dirección, quizás y con algo de suerte lo esquivaría y tendría tiempo para huir, para poner la suficiente distancia para planear con más calma como lo mataría yo a él. La pequeña llave inglesa en el bolsillo de mi abrigo de repente pesa como plomo, un ferviente recordatorio de que es lo único que tomé para defenderme.
—Espera... ¿crees qué de alguna forma retorcida y desquiciada elegí una chica al azar con la cuál poder desquitar mis inclinaciones sociopatas?—Inquiere mientras parpadea, luciendo confundido.
Es un pésimo actor, pienso recelosa mientras retrocedo unos pasos.
—¡Eres un psicópata, Len, acéptalo! ¡Y sí, claramente eso es lo que estás haciendo! ¿Qué sigue después, eh? ¿Finalmente me matarás? ¿Me estás dejando para ser el plato principal o el maldito postre?—Escupo molesta, mirándolo con rabia y odio genuino, queriendo ahorcar su grueso cuello blanco y perfecto, dejar marcas y ser capaz de contemplar sus ojos sin vida.
Él solo ladea su cabeza, mirándome fijamente de una forma casi escalofriante. Se siente como si evaluara sus opciones, ¿estará pensando en matarme ahora?
—No es así, ¿sabes? Aunque no lo quieras ver, no eres tan importante como piensas—se burla de una forma casi ácida, con un rostro carente de emociones, con sus ojos ensombrecidos y sus labios fruncidos en señal de disgusto.
—¿A qué te refieres?—Inquiero con desconfianza, él sonríe falsamente, intentando transmitirme una paz inexistente de una forma pobre.
—No elegí a una chica que se parecía a ti, elegí a una que se parecía a mi madre—parece confesar en voz baja, logrando que mis pensamientos se descarrilen. Eso es todo, pienso, así de sencillo Len me ha dejado en cortocircuito de nuevo—. Quizás todo el hecho de que seamos parecidos pueda resultar tedioso, ¿de dónde piensas qué saqué este cabello rubio y ojos azules?
Al fin y al cabo, el núcleo de todos los problemas en el mundo podrían ser los padres y su mala crianza. Pero los problemas con las madres... eso es algo que entiendo.
—Vaya, así que tienes problemas maternales—señalo estupefacta, observando el cuerpo de la chica que en realidad no luce exactamente joven, sino que tiene algunas arrugas de expresión en su rostro, ¿cuántos debe tener? ¿Unos treinta años?
—Ajá, ahora, ¿me ayudarás con ésto o te quedarás allí parada?—Parece regañar y suspiro, agachándome en el suelo, frente al cuerpo de la chica... ¿debería decirle mujer?
—Yo... te ayudaré, pero déjame descansar primero—explico mientras siento el agotamiento en mis huesos, además de que el sudor estaba comenzando a molestarme.
—¿Tenías miedo?—Inquiere Len con curiosidad, mientras se posa a mi lado y también se sienta encima de la hierba y el pasto.
—Raras veces siento eso, es un sentimiento extraño—confieso mientras observo hacia el cielo repleto de nubes grises y oscuras, ¿lloverá?
—Lo es...
Nos quedamos en un silencio cómodo, solo escuchando el ruido de las copas de los árboles al moverse y del silbido del viento. Luego de que transcurren algunos minutos observo el perfil manchado con sangre seca de Len, notando su mandíbula bien marcada y sus pómulos definidos. Además, sus pestañas también eran largas.
—Len, ¿mataste a tu madre?—Me animo a preguntar, curiosa de saber exactamente que ha desencadenado tal odio por su figura maternal. Cuando él me mira, sus ojos siguen oscuros, pero el hambre ha sido saciada.
—No, mi padre mató a mi madre—me cuenta, y de nuevo, me toma con la guardia baja.
—Oh...—digo de forma estúpida, ya que siempre he sido terrible para momentos así—, ¿ahora se supone qué debo decir lo siento y fingir que me importa?
Su risa ciertamente logra desconcertarme aún más.
—No lo hagas, no era una buena madre y gracias a eso mi padre sigue en prisión—explica con una sonrisa resplandeciente, y lentamente vuelve a ser el mismo Len serio y calculador.
—Infancia problemática, ¿eh?
—Y qué lo digas...
—¿Sabes? Algunos dirían que es un buen inicio para un sociopata—me burlo, notando como me mira de reojo.
—¿Quién es el psicólogo aquí? Además, creí que era un psicópata según tus palabras—se mofa, pero no suena divertido, sino algo estreñido.
—Me equivoqué, creí que no podías sentir nada... quizás no es completamente así—admito mientras contemplo el suelo con la hierba crecida—. ¿Por qué recreaste mi primer asesinato?
—¿No te sientes honrada?—Pregunta, logrando que lo mire, me sorprende encontrar algo de calidez y suavidad en sus ojos azules.
—Extrañamente no siento nada, quizás un poco de lástima por Mikaela—cuento con inquietud, pues era la primera vez que se lo contaba a alguien más—. T-Tú... ¿la viste?
—Sí, apenas tenías diez años y mira cuánto lograste hacer con una roca—parece adular, sonando orgulloso, yo trago saliva y muerdo mi labio inferior mientras contemplo el rostro sin vida de la mujer a unos pasos de mí.
—No era mi intención, yo solo...—susurro y callo, sin saber como continuar, sin saber que excusa inventar.
—Lo sé, perdiste el control—Len añade y yo sonrío levemente.
—¿Sabías qué vendría?
—Sabía que eras curiosa pero no tanto, la próxima tendré que asegurar la puerta—se queja en voz baja, y solo con eso me río.
—No necesitas hacer eso, podría ayudarte—explico mientras me giro a verle, y se me quita un poco el aliento cuando noto lo cerca que está de mí, además de la forma brillante en que sus ojos me miran.
—¿De verdad?
—Sí, creo que es hora de dejar de fingir—susurro y se siente como firmar un pacto con el diablo.
_____
—¿Cómo te sentiste al saber que eras adoptada?—Cuestiona, y es la segunda vez que lo hace, ¿a qué está jugando?
Mantengo mi vista pegada al fuego crepitando en la chimenea que se encuentra en la zona de la sala de estar de la cabaña. El olor a humo en el aire es abrumador, lo cuál es un poco desconcertante ya que no es el aura cálida del humo de leña, un olor que me recuerda a alguien asando malvaviscos y a las risas juveniles mientras contaban historias de terror alrededor de una fogata durante mis noches como niña exploradora. Tampoco es el agradable perfume de una habitación llena de velas aromáticas encendidas, o la fresca fragancia de los fósforos que se encienden y a las velas de cumpleaños que se apagan.
Siempre estuve fascinada por el fuego, y sin embargo, me aterrorizaba al mismo tiempo.
Digo que me aterrorizaba porque ahora me encanta el color de las llamas, ya fuera un naranja vibrante o un azul claro. Me encantaba la forma en que el fuego cambiaba constantemente de forma, siempre adaptándose para poder destruir cualquier cosa a su paso. Solo así me di cuenta de lo mucho que deseaba ser como el fuego. Quería ser hermosa mientras demolía todo lo que quería.
—Rin, ¿me estás escuchando?
Solo así levanto mi mirada, observando el rostro impaciente de Len y su máscara perfectamente echa cayendo torpemente. Parpadeo con fuerza mientras me acomodo en el sofá, pensando en su pregunta anterior.
—No, no te estaba escuchando—miento mientras juego con un hilo suelto del suéter rojo que traigo puesto.
—Lo noté—gruñe mientras acomoda su cuaderno de notas—, como decía-
—Esto es tan aburrido, ¿por qué no hacemos algo entretenido?—Interrumpo mientras me remuevo con inquietud en mi lugar, mirando hacia el nocturno ambiente exterior que me mostraban los ventanales.
—Rilianne—pronuncia Len, sonando al punto de quebrarse, yo pongo mis ojos en blanco antes de mirarlo.
—¿Debería asustarme qué digas mi nombre completo?
—Sí—responde con sequedad y yo frunzo mi ceño, desafiándolo.
—Aburrido—repito entre dientes.
—¿Qué te da tanto miedo para no responder?—Suelta, tomándome un poco por sorpresa, enfadandome—. Porque si piensas que no lo he notado, estás equivocada. Cada vez que quiero retomar el tema me interrumpes y tomas el curso de la conversación... de nuevo.
—Me gustan las explosiones...—murmuro, recibiendo una mirada irritada por parte de Len, lo cuál ignoro—, también amo las fogatas y el asar malvaviscos, además de encender velas y soplar las velas encima de un pastel, pero odio el olor del plástico quemado. Ahora tú hueles así, Len, y lo detesto.
Len solo se acomoda en el sillón, enderezándose y luciendo mucho más grande de lo que es, recordándome sutilmente que es un hombre adulto y que si quiere yo podría ser su marioneta para jugar.
—No soy Thomas, Rilianne, no voy a tenerte la misma paciencia que él te tuvo, y sobre todo no voy a cumplirte todos tus caprichos, así que cuando te pregunto algo espero que respondas y no andes con rodeos, porque así como no te gusta el aroma del plástico quemado a mi no me gustan las mentiras, ¿estamos claros?—Musita en una voz baja y pesada.
Ante su fría mirada asiento con lentitud, notándome en cierta desventaja y sabiendo cuando retirarme.
—¿Podemos salir ésta noche?
O quizás no...
Len solo suspira antes de soltar su cuaderno de notas y levantarse, yo sonrío de forma triunfadora mientras me acomodo en el sofá y disfruto del cálido ambiente dado por la chimenea prendida.
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Luego de la cena logro convencerlo para ir a divertirnos. Len ciertamente luce como si necesitara algo de diversión, pues siempre se encuentra tan serio y amargado, incluso añadiría que rígido. Sin embargo, mi idea cuesta ser aceptada, él no luce contento ni a gusto con que salgamos, aunque por dentro sé que se debe a que desconfía aún de mis actos y mis pretensiones.
Intento no ofenderme demasiado por eso, pero, ¿a quién quiero engañar? Ni siquiera yo sé de lo que soy capaz de hacer; por lo que lo dejo pasar.
—No, definitivamente no puedes ir así vestido—me quejo una vez lo veo salir del baño con una de esas horribles camisas de franela a cuadros y un jean que luce viejo y desgastado.
—No suelo poner empeño en mi apariencia si no es una de esas noches—explica mientras se encoge de hombros, yo resoplo desde mi lugar en la cama.
—Sí, bueno, será una de mis primeras noches, así que sería bonito que lo intentaras—expreso molesta, logrando capturar algo de su interés.
—¿De verdad?—Inquiere, cruzándose de brazos y evaluandome con atención, yo asiento—. ¿Qué ha cambiado?
Su pregunta me toma desprevenida, creí que luego de mi afirmación lo dejaría pasar. Creí que incluso lo haría feliz... ¿puede Len sentir eso? ¿Felicidad? Me quedo contemplando las sábanas mientras pienso en una respuesta que logre satisfacerle, pero a mi mente solo aparece el rostro de Thomas. ¿Estaría traicionándolo si sigo los pasos de Len? Sé que es así, pero es difícil de saberlo, mis sentimientos nunca fueron claros, siempre han sido un caos desordenado por lo que no sé cuáles sentimientos poseo y cuáles no.
Hay algunas emociones que soy incapaz de sentir, como la culpa o la vergüenza, incluso la empatía. Aún sigo debatiéndome si soy capaz de amar y sentir tristeza, aunque sé que a veces me siento triste al pensar en Thomas o en que soy adoptada pero... el odio es algo que puedo sentir al igual que la rabia. He resucitado con mi rabia, la cuál ahora arde como un fuego lo suficientemente fuerte como para quemar el mundo. Mi rabia me recorre como electricidad y rompe todo a su paso, prendiendo fuego a todo lo que me importa, incluso podría matarme. Pero a mí me gusta, lo disfruto. Le dejo arrasar con todo por voluntad propia.
Y aún así, Len me devora, roe incesantemente mi cerebro como una bestia hambrienta.
Nunca antes me sentí tan inquieta al lado de otra persona, pero era entendible cuando todas las personas que me rodeaban poseían un objetivo, un propósito. No, yo no tenía amigos, solo gente que era el medio para un fin, gente con conexiones; la única razón por la cuál me acercaría a alguien sería por puro interés y egoísmo. Pero entonces llega Len, incomodándome, sacándome de mi zona de confort y obligándome a hacer cosas que realmente no quiero. Se siente como si estuviera siendo contaminada con su esencia. Podrido, pienso. Hay un nuevo miedo, una nueva amenaza.
Me está arruinando.
Incluso en la oscuridad de mi odioso corazón, todavía logra meterse bajo mi piel.
Mi odio es válido, lo sé... lo sé. Me ha proporcionado material de por vida. Pero no sirve más que como un velo fino, el aperitivo con el cuál me engaño pensando que es una gran comida de siete platos. Debajo de todo, debajo de todas las cicatrices y costras y capas de piel endurecida, todo lo que encuentro es eso, ese hambre, el parásito en mi núcleo. Desnudo, enfermo, vacío y hambriento. Muerto de hambre.
Mi parásito. Mío y solo mío.
El parásito es Len, y ha inundado mi sistema, contaminando todo a su paso. Lo dejo, le dejo.
—Yo... creo que yo he cambiado—murmuro de forma hueca y silenciosa.
Él no dice nada por segundos, solo me contempla atentamente. Yo también lo contemplo en silencio, notando la oscuridad en sus ojos azules, me digo que es su monstruo aceptándome.
¿Sería tan malo ceder y confiar?
_____
La oscuridad y la música fluyen a través de mis sentidos, el dolor es un dolor entumecido, pero cuando siento las yemas de los dedos rozando mi estómago mis ojos se abren de golpe. Observando las manos pálidas y grandes de Len que parecen relucir en la luz breve del bar en el cuál nos encontramos.
—Mira hacia allí—murmura cerca de mi oído, logrando estremecerme al sentir su aliento cálido contra la piel sensible de mi oreja.
Mis ojos se posan en la figura de una mujer castaña con ojos verdes que usa un vestido rojo bastante escotado, aunque supongo que está bien pues se encuentra bien dotada, pero lo que más llama mi atención son sus bonitos pendientes brillantes en sus orejas, ¿serán diamantes?
—Quiero sus pendientes—murmuro sobre mi hombro, recostándome con soltura sobre el cuerpo tonificado y duro de Len. A él no parece importarle.
—¿Quieres qué los robe?—Se burla mientras nos mecemos con lentitud en la pista improvisada de baile del bar, en el cuál suena una horrorosa música country que tanto Len como yo nos esforzamos en ignorar.
—No, Len, quiero que vayas hacia esa mujer, le invites un trago y luego te la folles—digo en una risa, notando su rostro torcido, pero el brillo en sus ojos.
—Qué específica.
—Y luego quiero que me traigas su pendientes—añado sonriente, como una buena niña, luciendo inocente.
—¿Es un tipo de juego qué haces a menudo?—Inquiere, pero no luce escandalizado, ni tampoco en desacuerdo.
—De hecho, es algo que nunca he hecho con nadie más, ¿no te sientes especial?—Me cercioro mientras acaricio su brazo que rodea mi cadera.
—No, no siento nada—murmura antes de darme un beso en mi mejilla y alejarse.
Sonrío mientras observo su silueta acercándose a la mujer antes señalada, la cuál se encuentra desprevenida y con la guardia baja, simplemente disfrutando de la música con su grupo de amigas. Quizás sean otras mujeres y a juzgar por el lugar, casadas y con hijos, aburridas de su monótona vida como esposas que solo realizaban tareas domésticas del hogar y cuidaban a sus hijos mientras sus maridos se encontraban trabajando y quien sabe, quizás engañándolas.
Len fácilmente se hace espacio en el grupo de mujeres, luciendo encantador y juvenil con su camisa blanca y sus jeans oscuros que abrazaban sus músculosas piernas. Era todo un encanto tentador y sensual, las mujeres que quizás rondaban los cuarenta años lucían estupefactas y sorprendidas, de buena manera.
—Mentiroso—susurro a la nada antes de alejarme de la multitud y acercarme a la barra, pido otro vaso de cerveza mientras me giro a contemplar el bar lleno de gente adulta y aburrida.
Menudo pueblo de mierda.
_____
En algún lugar del camino cambia.
Evoluciona.
Más tarde, podría mentirme a mi misma, decir que estuvo fuera de control. Que estaba cuerda antes de conocer a Len. Saludable. Quizás luchando y furiosa, pero bien.
El nudo en mi garganta parece asfixiarme y el aleteo de las mariposas en mi estómago comenzaban a sentirse como bandas de goma apretadas que se estiraban más con cada minuto que pasaba. Tick, tick, tick...
Snap!
El suspenso reveló mi naturaleza oculta. Cuando finalmente encuentro la palabra para ello, cuando realizo de que el suspenso se ha transformado en una anticipación perversa, es cuando se convierte en náuseas. Enfermedad. Debo estar enferma, pienso. El parásito lucha con todas sus fuerzas, arde como ácido en mi garganta antes de que se libere y lo expulse todo. Pero la anticipación permanece, hace que mi estómago gruña tan pronto como sale de mi sistema. Mi parásito se regenera. ¡Córtalo, tíralo! Para que una nueva parte de él, de él, vuelva a crecer.
Me niego a llamarlo de otra manera, un parásito.
Un deseo, ¡no! No lo es.
Sé lo que significa el deseo, y esto... esto no lo es. Desear a Len parece una imposibilidad. Un acertijo, si es que alguna vez lo hubo. Para mí, el deseo implicaba anhelo y sumisión voluntaria. No era un impulso parasitario, ni un dolor, ni una necesidad ansiosa que me hiciera querer salir de mi piel y buscar mi propia destrucción. El deseo implicaba amor, creo. Amor y dulzura, seguridad y calidez. Algo bueno. Deseoso. Limpio. Sin ninguna cicatriz en la parte trasera de mi cabeza con la forma de Len. No hay bondad en él, pienso. Es un vacío monstruoso. Depravación a la que no puedo someterme.
No lo haré.
Pero sea lo que sea, está ahí. Tira de mis extremidades para arrastrarme hacia abajo. Esta necesidad insatisfecha, el parásito, es una bestia dentro de mi cuerpo que anhela mi inmundicia y el sabor de mi piel.
Él. Mío. Nosotros.
El grito que escapa de mis labios suena desgarrador. Un grito corrupto desde mis pulmones sin aire. Mi resistencia flaquea por una fracción de segundo, y es suficiente. No puedo imaginarme nada más que a Len. Me imagino su polla dura llenándome, me imagino rascándome los omóplatos hasta que la sangre me corre por la espalda y gotea por mis muslos. Los destellos llenan mi mente y la tensión apretada se enrolla en mi vientre, mientras me imagino sintiendo sus dientes hundidos entre mis pechos, apretando mi piel para dejar una marca. Me imagino la mirada en sus ojos cuando la vida abandona su cuerpo y mis dedos recorren su cabello rubio oscuro mientras él chupa mi clítoris, separa mis pliegues y bebe mis jugos.
Es retorcido, sucio y contaminado, nada a lo que he pensado antes. Se siente impuro y la sustancia arde como ácido antes de ser expulsado desde mi garganta. Me alejo del inodoro y arrugo mi nariz ante el aroma del vómito, tiro de la cadena y me levanto, tambaleándome un poco y realizando que debo seguir algo borracha. No reconozco mi reflejo, nunca lo hago, pero es precioso. Soy preciosa, no soy de nadie.
No seré de nadie, ¡no lo haré! ¡No voy a ceder!
Me cepillo los dientes y lavo mi rostro, recuperando algo de cordura, pensando en mi deseo-no, en mi parásito. ¿Qué haré contigo? Pienso inquieta. Salgo del baño y observo la habitación vacía. Len aún no ha regresado, luego de dejarme las llaves del auto se perdió con la mujer de bonitos pendientes y ya era tarde. ¿Qué haré con él?
¿Qué haré con él?
Incluso cuando duermo definitivamente no pienso en el calor de su polla enterrada profundamente dentro de mí o en las marcas que sus dientes dejarían en el interior de mis muslos.
Pero incluso cuando intentaba odiarlo, el deseo estaba ahí.
_____
Al día siguiente, cuando me levanto siento algo en mis orejas. Cuando me encuentro frente al espejo del baño lo noto, son los pendientes. Sonrío con placer mientras con mis dedos toco la joya circular brillante y bonita, luce costoso, como plata y diamante, espero que lo sean. Satisfecha con mi regalo salgo de la habitación y camino escaleras abajo, oliendo el aroma de los huevos revueltos y el tocino. Se me hace agua la boca.
—Buen día—saludo sonriente una vez noto a Len en la cocina, colocando cuidadosamente la comida en los platos de cerámica. Él me da una mirada atenta antes de sonreír.
—¿Cómo dormiste?—Cuestiona cuando tomo asiento en la isla frente suyo, observándolo finalizar los últimos detalles para el desayuno, luego de casi una semana convivir bajo el mismo techo sé que no debo acercarme mucho a Len mientras cocina.
Es como su territorio sagrado.
—Bien, aunque tuve algunos sueños extraños—admito mientras le agradezco en un susurro cuando pone un plato frente mío, sonriente tomo el tenedor y el cuchillo, pero antes de siquiera hincar mis huevos revueltos la confesión de Len me deja congelada en mi lugar:
—No me la follé—suelta mientras toma asiento frente mío, concentrado en su café con leche, yo parpadeo antes de bajar el tenedor y contemplarlo, confundida.
—¿Por qué no?—Digo, aunque suena más como si lo estuviera regañando, Len me mira de reojo con una sonrisa altanera.
—No me acuesto con cualquiera, Rilianne, además, todo fue un juego de tu parte—señala y yo me quedo quieta en mi lugar, apretando con fuerza el cuchillo entre mis manos—, ¿no es así?—añade con una sonrisa.
—No era solo un juego—digo, lo cuál es una verdad a medias, Len me mira con curiosidad antes de tomar un sorbo de su café.
—Lo sé, por eso te traje tus tan ansiados pendientes, ¿no estás feliz?—Se jacta mientras ladea su cabeza y me mira confundido.
Ahí está otra vez esa palabra: feliz. ¿Qué es la felicidad para mí?
—No, porque me desobedeciste, te dije que-
—Lo sé, ¿por qué crees que no lo hice?—Propone y yo tenso mi mandíbula, enderezándome en mi lugar y admirando mis huevos revueltos.
Len no me hizo caso, siguió mis estipulaciones medianamente y solo hizo lo que quiso, ¿por qué?
—Porque nunca cedes el control—realizo en un susurro, sintiéndome molesta e irritada.
—Nadie me dice que hacer, aunque si es por ti, podría hacer una excepción—se burla mientras come un poco del tocino, me quedo en mi lugar, contemplando mi desayuno sin apetito.
¿Por qué Len siempre lograba hacerme sentir como un títere?
—¿Estás enojado conmigo?—Cuestiono mientras lo observo, él luce inverso en su celular antes de mirarme con una ceja enarcada.
—¿Por qué?
—Por jugar, sabes que solo hice eso para no tener que hacer nada que Thomas viera como incorrecto—expongo y él se encoge de hombros, luciendo aburrido.
—Ah, eso, no, no estoy enojado contigo, porque te cambié—afirma y yo me recuesto por el respaldar de mi silla, intentando poner espacio entre Len y yo, aún si hay una mesa de por medio que nos separa.
—No lo hiciste—miento en un murmuro, él se ríe levemente antes de tomar otro sorbo de su café, mirándome con astutos ojos azules.
—¿Estás segura de eso, Rilianne?
El desayuno transcurre en silencio. Juego con mis huevos revueltos mientras pienso en lo maniático que es Len con el control, eso sería un problema para nosotros... Ante el pensamiento parpadeo, confundida mientras cabeceo.
¿Nosotros, Rin? ¿Es en serio?
—No—gruño sin darme cuenta, y solo así noto mi arrebato, cuando alzo mi cabeza noto la mirada profunda de Len, lo cuál me inquieta.
¿Desde cuándo me ha estado mirando?
—¿Sucede algo?
Él podría ser una nueva cicatriz, deduzco. De esa forma podría recordarlo cuando lo mate.
—No, nada—miento antes de comenzar a comer.
_____
Solo quedaban dos días. Dos días y semana santa terminaría. Mi cabeza está llena de él.
Un pensamiento enciende una mecha que me pone en movimiento. ¿Len está dentro de mí, de alguna manera, como un parásito? ¿Se marchitaría eventualmente? ¿Quedaría de mí algo más que un caparazón hueco? ¿Un cadáver humano drenado? La idea me fastidia por alguna razón.
Siempre he estado sola...
Hubo una época fugaz en que pensé poder contar con alguien más, con Thomas, mi padre. Hasta que a mis dieciséis falleció en un accidente automovilístico, solo mi detestable madre se salvó. Qué ironía, ¿por qué los buenos eran los más rápidos en morir? Ciertamente mi madre habrá sido una bruja en su vida anterior, sin una pizca de maternidad en su cuerpo.
Es bueno que no tenga hijos, quizás, es lo único bueno de ella.
—Len—llamó mientras suelto mi celular y me giro a contemplarlo, él se encuentra tecleando rápidamente en su laptop pero se detiene, mirándome a través de sus anteojos para leer.
—¿Sí?
—¿Cómo eran tus padres?—Inquiero, acomodándome en el sofá y contemplando a Len, sentado en el sillón a un costado mío.
Él luce pensativo, mirando hacia el alto techo de madera mientras parece buscar las palabras adecuadas con las cuáles describir a sus figuras paternas. Cuando me vuelve a mirar, sus ojos lucen menos brillantes, apagados y casi vacíos.
—Problemáticos—cuenta antes de bajar su vista a la pantalla de su laptop y seguir tecleando, yo frunzo mi ceño, molesta con su escasa información.
—¿Eso es todo? ¿No me dirás nada más?—Cuestiono con enfado, irritada ante la diferencia que poseemos, Len sabe mucho sobre mí, de una forma casi escalofriante.
¿Cómo es que yo no obtengo nada?
Él suspira y con su mano derecha toca su puente de su nariz, luciendo impaciente. Cuando cierra su laptop me acomodo en el sofá, sonriente al ver que ha cedido.
—Bien, ¿qué te gustaría saber?
—¿Cómo fue tu infancia?—Pregunto emocionada, aunque Len luce aburrido y algo irritado.
—Normal, exceptuando la violencia doméstica por parte de mi padre—relata, tomándome desprevenida.
—¿Él te pegaba?
—Sí, siguiente pregunta—dice, no ahondando en el tema, yo frunzo mi ceño, no a gusto con su actitud. No estaba cooperando para nada, estaba siendo áspero y cortante.
—¿Cómo fue tu adolescencia?
—Aburrida, tenía buen promedio y buenas notas, incluso me gradué hasta que llegué a la universidad y obtuve mi título estudiando psicología, ¿algo más?—Finaliza, dejándome sin preguntas, realmente no tenía mucho, esperaba que él proporcionara información por voluntad propia pero de nuevo, ¿cuándo Len era capaz de cumplir mis expectativas?
—No, gracias—gruño entre dientes, recibiendo una sonrisa por parte de Len.
—Fue un placer, tratemos de no repetirlo.
_____
El ruido de la puerta del baño me despierta, recordándome en como debería decirle a Len que le pusiera algo de aceite a esas ruidosas bisagras. Somnolienta parpadeo y me acomodo en la cama, notando a Len con el cabello húmedo y el pecho expuesto, recién salido de la ducha.
—Lo lamento, ¿te desperté?
—Está bien, apenas son... ¿las seis de la tarde?—Murmuro sorprendida mientras observo la pantalla de mi celular, Len se burla antes de sentarse al otro lado de la cama, secando su cabello con una toalla.
—Sí, vaya siesta te has tomado—comenta mientras yo observo su espalda ancha y musculosa, notando pequeñas cicatrices.
Sin poder evitarlo me acerco a él, trazando con mis manos las pequeñas líneas de su espalda, él se estremece cuando la yema de mis dedos tocan su fría piel húmeda. Me sorprende cuando no se queja o dice algo.
—No había notado, pero también tienes algunas cicatrices en tus brazos—digo, aunque es estúpido, Len lo sabe—. ¿Te las hizo tu padre?
—Sí, aunque algunas me las hice yo, de pequeño era travieso así que solía lastimarme mucho—cuenta y es casi sorprendente lo abierto que luce ahora, para nada a esta mañana, todo gruñón y cauteloso.
—¿Por qué yo?—Pregunto, alejando mi mano de su espalda, él se gira y me contempla, mirándome de una forma casi cálida—. ¿Por qué tengo que ser yo?
—¿Tiene qué haber un porqué?
—Sí, Thomas decía-
—¿Sabes, Rilianne? A veces luces más bonita con la boca cerrada—comenta de forma dura, yo sonrío con altanería.
—¿Sabes, Len? A veces luces más atractivo cuando no te pones celoso—me burlo, pero la sonrisa se desvanece de mi rostro cuando me encuentro con su mirada, oscura y hambrienta. ¿Mi mirada también era así? ¿Lucía apetecible ante sus ojos como él lucía para mí? ¿O acaso podía Len notar la resistencia que se desvanecía reflejándose en mis iris azules?
—Porque eres como yo, por eso eres tú, Rilianne.
Su rostro está de repente más cerca, el brazo que había estado descansando en su regazo se levanta y se contrae inesperadamente alrededor de mi cuerpo como una serpiente enroscándose alrededor de su presa. ¿Soy el ratón? Pienso, moviendo mis ojos entre sus pupilas hinchadas y sus labios rosados, ¿o hay otra serpiente en el pozo? La nariz de Len roza la mía una vez que me ha atrapado. Ratón o serpiente, el podría consumirme de cualquier manera.
Su respiración se detiene y mi mano se aferra a su hombro izquierdo, empujando, tirando, manteniendo un peligroso equilibrio. A pesar de esto, está tan cerca ahora que tengo que inclinar la cabeza hacia atrás para encontrar su mirada entrecerrada, sus respiraciones entrecortadas absorben mis exhalaciones. ¿Es por eso qué estoy tan mareada? Porque el gas incorrecto se une a mi sangre, cerrando mis funciones, deslizándose sin ser detectado. ¿O es Len en mi torrente sanguíneo?
—No entiendo—admito, crispandome cuando coloca su otra mano fría en mi barbilla para obligarme a mirarlo, notando como él me atraviesa con su mirada azulina. Luce incluso preocupado, ¿estaría fingiendo?
—Te dije que quería compañía, creo que tú eres la única que puede caber en todos mis esquemas, ¿no lo sientes igual? No tendrías porque esconderte de mí, mi monstruo está de igual que calmado en tu presencia como el tuyo con mi presencia, ¿por qué algo debería cambiar?—Cuestiona, dejándome sin aliento.
Él se cierne sobre mí, cada uno de sus ojos lucen cautivados por mí. Incluso puedo sentir el calor de mi ira transformarse, pasar de un fuego hirviendo a un fuego lento, que pasa de mi cuello y la parte superior del pecho a lugares más bajos. Aprieto mi mandíbula, intentando ser racional y no dejarme llevar.
Me quiere a su lado porque está cómodo conmigo... no tiene ningún maldito sentido.
—Pero-
Su boca captura la mía.
Nuestros labios chocan. El beso no es lo que esperaba porque es demasiado duro, demasiado hambriento. Uno de los brazos de Len se desliza alrededor de mi cintura, arrastrándome más cerca, mientras que el otro corre paralelo a mi columna, agarrando la base de mi cuello y tirando de mi cabeza hacia atrás para poder saquear mi boca a su antojo. Mis manos no descansan inactivas, inmediatamente se envuelven alrededor de sus hombros en el momento en que su boca se encontró con la mía; mis dedos se enredan en su cabello y lo agarran con fuerza, tirándolo más cerca de mi.
Sabe tan dulce como su aliento lo había sugerido y yo persigo el azúcar del caramelo que habrá estado masticando antes, ambas de mis manos vuelan hacia arriba para agarrar su cabeza y acercarlo más. Len se ríe suavemente alrededor de mi ansiosa lengua. El brazo envuelto alrededor de mi cintura me aprieta más cerca, empujándome hacia arriba en su regazo. Él es más fuerte, sus tirones me atraen sobre él y me encuentro a horcajadas sobre su regazo en un parpadeo. Una inhalación profunda llena mis pulmones con su aroma, terroso y mordiente como un bosque. Frutal por su champú y limpio por el jabón utilizado. Tiene hambre y me doy cuenta de que entre ellos yo soy la verdadera serpiente, más grande y hueca de lo que él podría esperar.
Sus labios nunca abandonan los mío, él no se marcha, sino que sigue el tirón de mis manos necesitadas y yo persigo el encanto de su boca hambrienta.
Len agarra mi barbilla de nuevo, ésta vez no con preocupación, sino con dominación, inclinando mi cabeza hacia atrás mientras su lengua me toma como su propio rehén. Él invade mis sentidos, el gusto, el aroma, mi calidez, los sonidos de satisfacción, y tengo que cerrar los ojos para no ver su voraz determinación de tenerme brillando en su mirada azulada.
Su boca finalmente deja la mía para salpicar besos contra mi clavícula expuesta, pues solo tenía puesto una remera de tirantes blanca. Yo jadeo por aire, mareada por la disolución de la razón. Él todavía tiene hambre de mí y es evidente por la forma en que su boca se aferra a la curva de mi cuello, la forma en que chupa posesivamente la piel, la forma en que sus caderas se presionan contra las mías casi dolorosamente de modo que puedo sentir su dura erección.
Mis manos suben y bajan por sus brazos, tanto para calmarlo como para agravarlo, antes de abrazarlo más cerca, con mi cabeza echada hacia atrás, mi cuello expuesto para su asalto mientras que mi pelvis está perfectamente alineada con la de él. Mi espalda se arquea cuando sus manos se trasladan a mis costados, sus manos agarran mi cintura, pulgares aprietan con una fuerza contundente contra los huesos de mi cadera, probablemente dejará marcas.
No entiendo porque la idea me excita y me emociona, no puedo esperar por ver las marcas que podría dejar en mi piel. Quería que durasen toda la vida.
Quería a Len.
Él me aprieta contra su miembro endurecido mientras yo ruedo mi cuerpo contra el suyo, la fricción atrapada entre sus pantalones cortos de mezclilla aún provocaba suficiente placer para hacer que echara la cabeza hacia atrás con un gemido sensual, los ojos cerrados contra la sensación. Cuando sus dientes chupan y raspan mi piel jadeo, mirando hacia abajo, encontrando a Len mirándome con los ojos grandes, todavía negros con las pupilas dilatadas a pesar del repentino brillo y una exhalación estremecedora que hace sonar su pecho. Sus manos ansiosas tiran de mi remera por encima de mi cabeza y yo levanto mis brazos, dejándolo exponer mi pecho desnudo. Ni siquiera estaba usando un sostén, tácitamente era como si lo estuviera ansiando, necesitando sentir su toque.
Yo estaba equivocada: él también tiene hambre, todo dientes afilados y labios suaves arrastrándose cuando su boca encuentra una nueva ocupación con mis pechos. Su brazo izquierdo corre en diagonal a mi columna, agarrando mi hombro derecho con un apretón ardiente, su mano derecha apretándome el trasero. Arde algo horrible donde él me toca y mis uñas se clavan en él, en sus hombros y en parte de su espalda, deseando infligirle tanta dulce agonía como él me lo estaba infligiendo a mí.
Jadeo mientras lo alejo de mis pezones, casi crispandome cuando siento sus dientes raspar suavemente mi pezón izquierdo, provocandome más humedad allá abajo. Lo tiro hacia mí, necesitando estar debajo suyo, necesitando su cuerpo sobre el mío. Len sonríe y no rechista, cerniéndose encima de mí como si fuera algo que hubiera esperado durante toda su vida.
Solo puedo escuchar el sonido de nuestras propias respiraciones irregulares y la succión de los labios de Len sobre mi cuello. Manos grandes y dedos ágiles deshacen rápidamente la resistencia de mi short con cremallera. Len aleja mis pantalones cortos, dejándolos descuidadamente en el piso de la habitación y dejándome con un par de bragas estampadas de fresa. Con uno de mis pezones rosa entre los dientes, lo estira un poco, haciendo que arquee la espalda antes de que él lo suelte, el aire frío enfriará rápidamente la saliva que dejó atrás. Inclinándose sobre mi, me presiona contra el colchón con su cuerpo, y sus grandes manos cálidas agarran mis muslos para abrirlos ampliamente. Sus cejas se arquean hacia arriba cuando van más lejos de lo que esperaba.
—Eres adorable—suelta lacónicamente.
—Tal vez si eres amable conmigo...—le informo en voz baja y él me sonríe.
—Siempre soy amable contigo, Rin.
Abro la boca para no estar de acuerdo, para llamarlo sinceramente por ser un dolor en el trasero, pero Len corta mis protestas con otro beso fuerte. Justo debajo de mi oreja, presiona otro con el roce de los dientes y la fuerza de un hematoma, y otro después de eso en el hueso entre mis senos, y otro más después de eso justo por encima de mi ombligo. Una lengua perversa golpea ligeramente la tira de mis bragas, una vista previa de sus intenciones.
La oscuridad lentamente inunda la habitación a medida que atardece, pues ninguna luz estaba encendida, quizás me preocuparía si no estuviera tan ocupada en contemplar a Len con su lengua que trazaba las costuras de mi ropa interior, la boca respirando aire caliente contra la piel sensible de allí con cada beso casi tenue que él presionaba. Yo no sé nada sobre su historial sexual, ni siquiera sé si es virgen, aunque dudo que lo sea. Pero él era tan paciente y vacilante, que casi podría creerlo si me dijera que lo era.
—Len—susurro, el sonido de mis labios es apenas más que un suspiro. Me encantaba la forma en que sonaba mi voz envuelta con su nombre. Casi como idolatración.
Los ojos azules me miran mientras engancha la costura de mis bragas con su dedo índice, tirando de él hacia un lado. El aire es frío mientras se apresura a presionar contra mis pliegues expuestos, y un escalofrío recorre mi cuerpo, haciéndome jadear y sin poder evitarlo arquear mi espalda. Puedo escuchar el sonido de la cremallera de su pantalón al abrirse y observo levemente su brazo moverse, la forma en que sus párpados se llenan de placer. Su respiración jadeante se siente aún más cálida en comparación con el aire con corrientes de aire sin el bloqueo de la tela. Lamiendo mis labios, trago contra el nudo en mi garganta. Su cabello me hace cosquillas en mis muslos flexibles cuando ladea la cabeza para ver mejor mi rostro. Quiero su boca sobre mi coño, quiero ver las luces parpadear y que el mundo se detenga por lo que él podría sacar de mí.
—¿Puedo quedármelo?— Pregunta y casi suena como un niño preguntando si Santa le dará un regalo para Navidad aún si se ha portado mal, las vibraciones de su voz atrayendo mi clítoris. Sus palabras son arsénico en chocolate caliente, dulce y cálido incluso cuando podrían llegar a matarme.
Creo que quiero que Len me mate. Entonces le digo que lo haga, aún si Len se está refiriendo a mi virginidad, le sonrío y respondo:
—Puedes quedártelo.
_____
Len es un monstruo, estoy segura de eso.
Sus labios se pegan a los míos como un vacío que busca su corazón y su alma. Una lengua resbaladiza acaricia la mía mientras caigo sobre la cama, su calor me cubre como una manta sólida. Un gemido escapa de mis cuerdas vocales. El mundo que me rodea es nebuloso, reducido a Len, su olor, su sabor, su calor. Estoy segura de que estoy ardiendo. ¿Así se sentirá arder en llamas? Quizás sí.
Dejar que Len llegara a la tercera base parecía desencadenar una especie de necesidad primordial en él. No dejará de tocarme y, tan cansada y exprimida como lo estaba por los orgasmos que ya me ha otorgado, no dejaré que su toque se aleje mucho. Todos nuestros puntos están magnetizados, polos opuestos y adyacentes a la vez que se repelen y atraen.
Nuestros labios se separan y él se apoya en un brazo mientras ajusta su peso. Un rastro de saliva desciende por mi cuello, siguiendo las lamidas y los besos hasta mis clavículas dejadas con anterioridad por Len. Ahora estoy completamente desnuda, mis bragas se perdieron en algún lugar de la habitación. Len estaba igualmente desnudo y mis piernas se abren aún más mientras él se aprieta contra mi núcleo. Su boca succiona un nuevo hematoma en mi pecho para unirse al bonito anillo de púrpura y rojo que decora mi pálida piel. Una de sus manos desaparece entre ambos cuerpos para ayudar a que su miembro rígido se deslice entre la hendidura de mis labios vaginales.
Siseo ante la sensación, moviéndome contra él. El sudor ya brilla sobre nosotros, la fricción y el aire cálido de la habitación trabajaban juntos para calentarnos. Muerdo su labio inferior regordete entre mis dientes y la mano de Len, la que había estado entre ambos, se mueven para ahuecar una de mis nalgas con fuerza para acercarme más. Suelto su labio y jadeo al sentir su miembro por completo dentro mío. Es doloroso y se siente como si estuviera llena, demasiado llena.
Los labios de Len vuelven a los míos, succionando ahora mi labio inferior ya maltratado, sonrío ante la sensación. Len siente la sonrisa y me la devuelve, su nariz chocando contra la mía en un beso esquimal cuando libera mi boca cautiva. Nuestros ojos se conectan. Yo asiento y solo así, él comienza a balancearse sobre mi cuerpo lentamente, yo me encuentro muy mojada por lo que puedo escuchar la forma en que su polla hace ruido dentro de mi coño cuando entra y sale.
—Joder, te quiero—murmura. Su mirada nunca me abandona a pesar de la sincera confesión y se ve cautivado. Yo sonrío, conociendo el sentimiento.
Me muevo un poco hasta que tengo una pierna sobre su hombro y la otra serpenteando alrededor de su cintura. Me encuentro casi contenta de todas las horas como animadora durante la secundaria y el yoga que hago cuando los ojos de Len se ponen vidriosos de incredulidad. Len mira mi coño, ahora expuesto para él. El glande de su polla se engancha en la abertura de mi coño y se sumerge dentro, una burla poco profunda.
Sus ojos se mueven rápidamente hacia mi rostro cuando un escalofrío se me escapa. Él mueve la mano debajo de mi hombro, agarrando mi cabello e inclinando mi cabeza hacia atrás. Mi aliento se me escapa con el tirón. Len mordisquea mi cuello vulnerable, los dientes raspan las quemaduras del camino en mi ya maltratada piel. Él se siente como la única otra persona en el mundo y yo le permito morderme y presionar su cuerpo desnudo contra el mío para frotarse contra mi clítoris. Mi núcleo se aprieta ante la apenas presencia de su polla, antes de que él lo alivie con un fuerte empujón. Siento un dolor agudo en mi útero cuando él golpea la sensible cabeza de mi cuello uterino. Jadeo ante la adictiva sensación.
—Len—su nombre apenas sale de mis labios, un silencio, una oración, solo articulando la sílaba. Él me oye, tarareando en cuestión. Yo me aprieto de nuevo, esta vez sintiendo la solidez y el grosor de la polla de Len encontrándose tan profundamente en mi interior. Es casi abrumador, me hace sentir abrumada y mis ojos pican con lágrimas debido a la placentera sensación.
—Te amo, Rin—suelta sin aliento.
Yo le sonrío, una sonrisa honesta y cálida. Casi podría creer sus palabras, casi podría caer por él...
Pero la realidad era que ya me encontraba profunda e irremediablemente enamorada de él.
Mi perfecto monstruo.
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Well, well, well... eso al final se salió un poco de control, jajaja. Si hay errores lo lamento, aún me cuesta narrar desde la primer persona, ya me he acostumbrado al narrador omnisciente.
Una cosa que me gustaría enfatizar es que Rin es una sociópata, no una psicópata, son diferentes. Una diferencia importante es que los sociópatas son más propensos (aunque todavía sucede muy raramente) a empatizar con los demás en ciertos puntos: por ejemplo, un sociópata que experimentó un trauma severo a menudo se fijará / formará vínculos muy enfáticos con las personas que han pasado por un trauma similar. En esta historia, el trauma es el abandono y el abuso. Len es el vínculo raro de Rin y probablemente ella se aferrará a eso.
Aún sigo pensando en si hago a Len psicópata o sociópata, anywayyy, este es el fin de un bonito shot de tres partes que probablemente se convierta en seis partes porque me emociona la idea de narrar desde la perspectiva de Len, pero, who knows?
Los amo y gracias por leerme. ~ xx